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Flight | Jenlisa

Lisa odiaba los largos viajes en avión, odiaba tener que estar al otro extremo del mundo, odiaba tener que volar 15 horas para llegar a cualquier lado occidental. Pero no lo odiaba por el cansancio ni por el aburrimiento, odiaba tener que volar 15 horas porque no podía tocar a su novia.

No podía resistir 15 horas sin acariciar a Jennie, sin besarla, sin tocarla, sin hacerle el amor. Más si tenía que estar sentada junto a ella como si alguien quisiera poner a prueba su autocontrol.

Y cómo en todos los viajes largos, nunca se daba por vencida.

—Lisa, ahora no —suspiró Jennie mientras sentía como la menor la tentaba suavemente acariciando su muslo en el avión.

—¿Entonces cuándo? —insistió tapando su regazo con una manta, para acariciar el interior de sus muslos con malicia—. Por favor, unnie... —susurró acercándose más—. Sabes que no puedo estar junto a ti sin calentarme.

—Estas enferma, ¿lo sabes?

—No me hagas rogarte, amor —dijo suplicante.

—Está bien —suspiró la coreana, intentando mantener la calma frente a la secreta caricia de la chica—. Nos vemos en el baño en 3 minutos —instruyó, levantándose de su asiento, caminando rápidamente hacia el baño del avión.

Lisa sonrió para sus adentros, amaba que Jennie le diera en el gusto, disfrutaba hacerle el amor a escondidas, y más si era en las narices del resto de las chicas.

Las cuales no parecieron darle importancia a que Kim fuera al baño, de hecho, una de ellas dormía, pero Lisa no podía quitar sus ojos de la mayor, vio como entraba al pequeño baño y de inmediato puso el cronómetro en su celular.

No era la primera vez que hacían esto, es más, a Lisa le excitaba de sobre manera el simple hecho de hacerlo en el avión, y sabía que Jennie nunca se negaría a complacerla.

Sus ojos se encontraban clavados en el teléfono, contando los minutos para poder levantarse e ir al encuentro, para poder besarla, tocarla y follarla rápidamente, sin que nadie se diera cuenta.

Su celular vibró y como si su asiento tuviera un resorte, se levantó de el, caminado decidida al baño.

No tuvo que tocar la puerta, solo entró al pequeño y estrecho cubí­culo para encontrar a Jennie tocándose tímidamente sobre la ropa, sentada sobre el baño con sus piernas abiertas, infartandola de inmediato.

—Siempre tan puntual —se burló Jennie al ver como su celular marcaba los 3 minutos exactos.—. Tenemos 15 minutos —suspiró.

Lisa no dijo nada y con fuerza la levantó de su asiento tomándola de su cintura y la estrelló contra el lavamanos, para comenzar a besarla desesperadamente.

La coreana se dejó atacar por los besos salvajes de su novia, sintiendo como la lengua de Lisa batallaba por dominar el beso, pero Jennie siempre le ganaba, la mayor siempre la hacía sucumbir ante las caricias de su lengua en su boca.

—¿Por qué te calentaste ahora? —preguntó al ver la desesperación de la chica.

—Llevamos 8 horas de viaje —respondió sin perder tiempo, entreteniéndose llenando de besos su cuello—. 8 horas en que no te he podido besar, Jennie.

—Ya veo... —suspiró con fuerza, sintiendo la lengua aquella juguetear con el lóbulo de su oreja.

Kim volvió a besarla con lujuria, procurando sujetar su rostro entre sus manos para que la menor no pudiera escapar de sus labios, pero tampoco es como que esta quisiera. Comenzó a mover su cuerpo contra el de la tailandesa, sintiendo las manos de Lisa sujetar con fuerzas sus caderas, arrancándole un par de suspiros, pero mordió sus labios con fuerza.

—Jennie... —suspiró excitada, agradeciendo al cielo por estos 15 minutos de gloria con su novia—. Me encantas —continuó, para aprisionar uno de sus glúteos con fuerzas.

Jennie sonrió ante las palabras de su novia, y con fuerza la empujó contra la pared contraria al lavamanos, esta vez tomando las riendas de aquel sensual y desesperado encuentro.

—Tú me encantas, Lalisa —le susurró con sensualidad, sabiendo lo mucho que excitaba a la menor su ronco pero suave tono de voz, como si todo fuera un secreto. Y sin perder tiempo, deslizó su mano bajo los pantalones de Lisa.

La pelinegra rodeó su cuello, obligándola a besarla, deseosa de su lengua tibia y descontrolada, sintiendo como Jennie acariciaba tímidamente su sexo por sobre esa delgada tela.

—Jennie... —suspiró ante las caricias.

No sabía cómo, pero Jennie siempre se las ingeniaba para que fuera ella la que terminara gritando y gimiendo su nombre, y algunas veces, solo algunas, Lisa odiaba perder.

—No me hagas gritar... —suplicó torpemente, obteniendo una graciosa risa por parte de la coreana.

—Pero amo tus gemidos... Me mojo de sólo escucharte gemir mi nombre.

—Mala... —suspiró con fuerza, sintiendo como los dedos de Kim comenzaban a acariciar su clítoris con rapidez por sobre la tela—. Ah... Jennie... —susurró con suavidad, intentando moderar su tono de voz para que nadie las descubriera.

—Shh... —molestó con malicia—. Estás tan mojada —dijo, estrellando su frente contra la de la otra, suspirando con fuerzas.

—Tú me vuelves loca... —confesó, moviendo tímidamente sus caderas contra los dedos insistentes de Jen–. Te necesito...

—Muévete —le ordenó con fuerza, haciendo que Losay temblara de excitación.

—No juegues más, no me vayas a dejar con las ganas... —habló frustrada, sintiendo como la humedad entre sus piernas aumentaba ante las caricias.

—Tenemos tiempo... —le susurró Jennie con una sonrisa pícara, lamiendo sus labios.

—Te necesito ahora Nini, ahora —restregó su sexo húmedo contra los dedos exploradores de su novia, haciendo que Jennie suspirara excitada—. Fóllame ya.

Kim sonrió, le causaba mucha gracia que Lisa fuera tan pasiva, que siempre intentara someterla pero que ante la más mínima caricia, la menor cediera y le rogara que la follara.

La castaña deslizó rápidamente sus dedos bajo la ropa interior empapada de Lisa, presionando con fuerza su clítoris hinchado.

—Ahh... Jen... —gimió, sintiendo sus tibias yemas juguetear con ella—. Fóllame rápido —pidió con frustración nuevamente.

—Me encanta que estés así para mí...

—Dime que tú también estás así... —gimió casi sin fuerzas. La mayor asintió y casi por arte de magia, una de las manos de Lisa levantó su falda y acarició su ropa interior para poder corroborar aquella información.

—Mierda... —suspiró extasiada por la sensación de sentir el sexo de Jennie húmedo de deseos—. Dime que aún tenemos tiempo... —suspiró, intentando mantener la calma frente a todos los estímulos que la invadían.

—5 minutos —habló con su respiración entrecortada.

—Necesito follarte —suspiró, colando su mano bajo aquel trozo estúpido de tela.

—¿Y qué esperas? —tentó Jennie, para luego introducir dos dedos dentro del húmedo y caliente sexo de la pelinegra.

—Oh... Jen... —gimió, sintiendo como la mayor se abría paso dentro suyo.

—Que apretada estas... Ahh... —gimió también al sentir como también comenzaban a follarla, penetrándola con dos de sus dedos—. Así amor... —volvió a gemir para comenzar a curvar sus dedos dentro de la otra.

—Ahhh... No pares... —sintió como Jennie tocaba su punto g repetitivamente, haciendo que sus piernas flaquearan.

—Ahhh... así... —continuó, sintiendo como Lisa metía y sacaba sus dedos de dentro de ella a una velocidad abismante—. Córrete conmigo amor...

—Sigue... sigue así y me voy a correr, bebé... —gimió estrellado su cabeza contra la pared del baño, completamente loca por como su novia la follaba.

—Córrete mi amor... —ordenó.

—Quiero correrme en tus dedos, bebé...

—Mierda... —jadeó, sintiendo como su orgasmo se construía gracias a las palabras de su novia—. Córrete en mis dedos, Lis...

—Si amor... me voy a correr...

—Córrere ahora...

—Sí bebé... Lo hago... —su orgasmo estalló al sentir como las paredes de Jennie aprisionaban sus dedos con fuerza.

—Aahh... —gimió desesperada ante su orgasmo, su cuerpo temblaba por el placer.

—Ahh... Jennie... —jadeó, sintiendo una convulsión de placer, que fue interrumpida por la alarma del celular de Kim.

—Te amo... —suspiró estrellando sus labios contra los de Lisa para luego sacar sus dedos de dentro de ella.

—Yo te amo más... —habló para imitar a su novia y lavarse las manos en el lavamanos—. Nos vemos en 3 minutos —le guiñó el ojo.

—Espero que ahora aguantes hasta que aterricemos —se burló la mayor, quien que arreglaba su ropa con tranquilidad.

—No prometo nada, aún quedan 7 horas de viaje —rió Lisa, y le dio un pequeño beso en los labios, saliendo luego del baño del avión.

© NatRhums

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