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LMLY

—¿¡Por qué no me levantaste!? — Grito hacia mi madre, quien tomando su café cruzada de piernas recargada en el marco, me ve desde la puerta.

— Lo hice, Hyemin, cinco veces. — Da un sorbo. Levanta una ceja y me recorre de arriba a abajo. Creo que comienza a sospechar. Solo espero que no. — Aún tenemos tiempo si dejas que yo te lleve. ¿Por qué insistes en tomar el autobús?

Mientras cepillo mis dientes, arriesgo mi vida buscando desesperadamente algunos libros para la clase Etimología y rizo mis pestañas con la mano libre; mi prima diría que es más fácil hacerlo con un rizador, pero yo prefiero una cuchara, por alguna razón las pestañas quedan más abiertas, como si fueran un abanico. A todo esto, creo que si no me he arrancado un buen grupo de pestañas, es por puro milagro.

— Mp lp tnndsias...

— Hyemin, quítate el cepillo de la boca.

— No lo entenderías. — Digo desde el baño de la habitación, una vez que terminé con los dientes. Quito con cuidado el tubo de plástico que moldea mi flequillo y otra vez queda horrible, pero ya no hay tiempo. — O lo más probable es que te burles, así que no te voy a decir.

Ella se limita a fruncir la frente y después, cansada de verme tropezar por toda la habitación, sale a la cocina con la intención de desayunar con mi padre.

— ¡Animal! — Mi grito probablemente se escucha por toda la casa. Afortunadamente, no es como si mis padres no estuvieran acostumbrados a esto. — ¿Tomaste mis audífonos? — Recito bajando las escaleras buscando en las bolsas laterales de la mochila. Esto se repite todas las mañanas. — ¡Mamá! ¡Hyosuk no quiere regresarme-

— Aquí está tu porquería. — Musita él cuando ya he llegado a la cocina, justo cuando quedo al nivel de su lugar en la mesa y tiro de su cabello para ejercer mi autoridad como hermana mayor. Enrolla el cable rosa pastel y lo tira con intención hacia mí, golpeando mi ojo izquierdo. — Ni siquiera se escuchan tan bien.

Ambos sabemos que esto último es totalmente falso pues son unos audífonos marca Skullcandy en color oro rosado que recibí por parte de nuestro tío de Canadá en nuestro último cumpleaños. Hyosuk está enojado porque, incluso si envió regalos para ambos, el tío confundió los nombres y a él le envió la serie completa de los libros de Crepúsculo y a mí los audífonos. Básicamente tuve doble obsequio.

— Idiota.

— Mamá, Hyemin me está hablando feo.

— No se hablen así. — Responde mi madre sin dejar de leer el periódico. Supongo que esto es normal, si nos habláramos correctamente cual mellizos cariñosos, definitivamente sería motivo de alerta.

Y esto último también es discutible; sí, peleamos el 80% del tiempo y el otro 20% es solo para reponer energía y así poder pelear de nuevo pero, en este mundo, no hay cosa que yo no haría por Hyosuk y sé que es recíproco.

Excepto claro, darle los audífonos que claramente venían envueltos en papel color rosado y además tenían mi nombre el tarjeta.

— Soy mayor que tú por 15 minutos. — Alardeo mientras tomo un sorbo grande de té de limón y meto toda la fruta posible a mi boca. Evidentemente esta acción le parece grotesca a mi padre y, sin quitar la vista de su teléfono celular, toma una servilleta entre sus dedos y extiende la mano para limpiar mis comisuras con restos de piña.

Si por mi fuera, llevaría todo esto en un recipiente de plástico y así ahorraría unos 20 minutos de viaje, pero a mis padres les gusta hacer esto cada mañana. No sé... De alguna forma es lindo para ellos sentarnos a desayunar mientras leen las noticias y Hyosuk y yo peleamos por el último pedazo de tocino del plato con hotcakes al lado. Mis padres... ellos realmente se dan un beso profundo antes de irse al trabajo, hablan para arreglar sus problemas y bailan juntos sin sentido cuando suena alguna canción de Madonna o New Kids On The Block en la radio. Creo que ellos se aman. ¿Por qué me sorprende? Bueno, la mayoría de los padres de mis amigas son separados, viven juntos pero odiándose o simplemente coexisten mientras uno ama y el otro engaña.

Ellos se aman y de alguna forma, siento que debo ser agradecida porque sea así.

Tal vez... Yo no culpo a Disney por darme expectativas irreales acerca del amor, yo culpo a mis padres.

— Oye — Hyosuk susurra a mi oído. Es más que evidente mis padres escuchan eso pero hacen caso omiso pues piensan que solo está insistiendo para volver a molestarme. — ¿Tienes la tarea de física? Si me dejas copiarla, no le diré a mamá la razón por la que tomas el autobús.

— ¿Por qué te dejaría hacerlo? — Entrecierro los ojos sabiendo que no será tan fácil que Hyo acepte una negativa. — Me dormí muy tarde por-

— Mamá, hay algo que-

— Está bien, mierda. — Pongo un pedazo de hotcake caliente en su boca para callarlo y sonrío cuando mamá alza la mirada hacia nosotros. — Aquí está mi cuaderno, déjalo en mi banca del salón cuando termines. — Digo tomando mi cuaderno de la mochila.

— Te amo, Hyemin.

— Mi vida sería mejor si fuera hija única.

Después de lavar mi plato y recoger algunas cosas de la mesa al azar para que mi padre no me llame la atención posteriormente, subo a grandes pasos las escaleras para cepillar mis dientes de nuevo.
Antes de salir de mi habitación, me detengo frente al espejo inspeccionando mi reflejo sin estar muy convencida de lo que veo.

Pero aún así peino mi flequillo de nuevo y aplico solo un poco tinta color durazno sobre mis labios y mejillas.

— ¡Los amo! A ti no, imbécil. — Bajo corriendo y a mis espaldas, azotando la puerta de la entrada. Se perfectamente que si demoro un poco más ahí dentro, daré pie a que mi padre insista en llevarme en con todos en el auto. Y yo no quiero eso.

Más vale que Hyo cierre la boca.

No quiero sudar, así que lo más que puedo hacer por llegar a tiempo y tomar el autobús, es caminar un poco rápido. Ni siquiera recuerdo si tomé la tarjeta de acceso al comedor del instituto, pero intuyo debe estar en alguna parte de mi mochila.
En el camino, choco por lo menos tres veces con algunas personas que van en dirección opuesta, dos de ellas ya me conocen y la última maldice mientras me alejo y se enfurece más cuando nota que ni siquiera le doy importancia.
Paso la tienda de comestibles orgánicos de la señora Yang, la farmacia, el restaurante pollo frito, los dos bloques de edificios en la calle donde solía cruzar el tren, el pequeño parque de grava -donde es necesario hacer una pausa para saludar al Pug del señor Sim- y 5 minutos después, ya estoy en la parada del autobús.

Entonces ingreso, paso mi tarjeta y mientras me coloco estratégicamente en el asiento de enmedio antes de que los demás estudiantes comiencen a entrar, rezo por haber llegado a tiempo.
Los últimos pasajeros deslizan su pase, el transporte arranca y suspiro profunda y lentamente cuando noto que aquella camioneta roja del año, se ha detenido al mismo nivel que nosotros.

Durante el recorrido, el chico detrás de los vidrios polarizados de la camioneta roja, mientras tiene los audífonos puestos, justo cuando los vehículos se alinean, me sonríe una vez. Yo igualmente coloco los míos, para parecer interesante. Debido a las paradas continuas, el autobús va un poco más lento y en algún punto pierdo la camioneta roja de vista, pero me mantengo calmada, pues supongo nos toma de ventaja por solo un par de minutos más.
Finalmente el autobús llega a la parada colina abajo del instituto. Todos bajan pareciendo ganado y yo, antes de levantarme del asiento, me aseguro de no tener pasta de dientes seca emabarrada en las comisuras de los labios. Digo "adiós" al mismo conductor de todas las mañanas, él ni siquiera me escucha y bajo con toda la intención de no resbalar esta vez. Levanto la vista hacia el mismo árbol de siempre y ahí está el chico de la camioneta roja, recargado en el tronco de un imponente roble al pie de la entrada de la escuela, aún lleva los audífonos puestos y vuelve a sonreír en cuanto me ve.

— ¡Seo Hye Min! — Levanta una mano en el aire para llamar mi atención mientras grita mi nombre, importándole muy poco las miradas sobre él. Y como de costumbre, la atención de muchas chicas más también.

Me gusta cuando dice mi nombre. Todos pensarán que estoy sumamente acostumbrada, pero resulta que crecimos juntos, todos los días algo cambia en él. Y me gusta su voz. Me gusta la voz que ha tomado durante la pubertad y el cambio sutil que ha experimentado tras su regreso del intercambio al extranjero. Me gusta su cabello.

Me gusta absolutamente todo lo que tenga qué ver con él.

— Hola. — Sonrío con los labios apretados, un poco nerviosa porque note la tinta que coloqué antes de salir de casa y, lejos de soltar un "Que bonita te ves hoy, Hyemin", se le ocurra decir que me veo mejor sin maquillaje.

Eso es algo relevante por comentar. Al terminar el verano, cuando regresó y yo compré por primera vez algo de maquillaje sutil, ni siquiera pareció notarlo y cuando lo hizo, su argumento fue que soy muy joven para usarlo. Ni un halago, una sonrisa, por lo menos una crítica... Nada.

Pero también se olvida que ambos tenemos 18 años.

— ¿Por qué insistes en tomar el autobús todos los días? — Regaña con cansancio, cerrando los ojos con dramatismo. — Si Hyo llega con tus padres ¿Por qué pasar por un rato tan incómodo?

Él comienza a caminar en dirección al portón de entrada y yo le sigo, imaginando las mil razones que tengo para tomar el autobús por la mañana y también seleccionando aquellas que no me dejen en ridículo.

— Me gusta hacerlo. — Me encojo de hombros prestando atención a las grietas sobre el asfalto, sabiendo que él también lo hace.

"Si la pisas, pierdes" ¿Cuántos años tendremos jugando esta cosa? Creo que teníamos 6 cuando lo copiamos de los niños de la escuela.

— Pero... — Frunce los labios con verdadera fatiga.— ¿Por qué?

Para verte. Estamos en el mismo grado pero en diferentes clases. Mientras tú tomas Álgebra yo estoy en Ética, mientras tú estás en Ética, yo en Historia. Hace mucho tiempo dejamos de coincidir y, este breve camino a la entrada, el almuerzo y la salida, son en total los únicos 40 minutos que comparto contigo. Si subo al auto de mi padre, él tomará la ruta con menos tráfico y eso implica no coincidir.

Creo que mi argumento es sólido.

— Solo porque sí. — Suspiro perdida en algún lugar de mi patética situación.

Y es que cualquier explicación, sea sensata o no, para él está bien. Sé que quiere indagar más pero eso implica alargar la conversación hasta el punto irracional de decir "¿De qué estábamos hablando?". Así que se limita a poner los ojos en blanco, negar suavemente con la cabeza y pone atención a los escalones frente a nosotros. Creo que se concentra más en no pisar alguna grieta que por no tropezar.

Cuando ya hemos pasado el acceso principal y ahora nos encontramos en los casilleros, unos cuantos chicos se acercan a nosotros con la intención de saludarlo únicamente a él. Y no los culpo, es un tipo socialmente agradable. ¿Quién no querría ser su amigo? Sinceramente yo tampoco me notaría.

— Supuse que olvidarías tu tarjeta de la cafetería. — Dice cuando el último chico de último grado se aleja tras darle una palmada en el hombro. — Así que como a mí no me gusta esa basura, hice que la abuela empacara otra ración para ti. — Sonríe señalando la caja con varios compartimentos que llevaba entre las manos.

Y yo... Yo procuro, con todas mis fuerzas, no verme vergonzosamente entusiasmada.

— Te preocupas mucho por mí. — Musito asintiendo en señal de agradecimiento, cerrando con llave mi lugar.

— Claro que lo hago, eres como mi hermana.

Hermana. Hermana. Hermana.

Es aquí cuando sé de sobra, que esa palabra estará rodando en mi cabeza por lo menos durante las primeras cuatro horas de clase.

— ¿Sí? — Susurro con una decepción más que clara para mí pero totalmente invisible para él.

— Oye... — Vuelve a hablar. Yo levanto las cejas hacia él como señal de toda mi atención. — Escuché que mañana iremos a desayunar con nuestras madres al nuevo restaurante de la plaza comercial. ¿Quieres ir después al cine?

—¿S-solo nosotros dos?

Me vuelvo a emocionar. Lo sé. Seguramente si esto fuera una historia, quien lea esto mantendrá las cejas fruncidas con cierta cara de hartazgo por mi evidente falta de determinación pero, cuando se trata de él, supongo no tengo autocontrol.

— Sí. — Aquella palabra retumba en mis oídos cual melodía esperada. ¿Será lo que pienso que es? — ¿Por qué? ¿Quieres invitar alguien más?

— N-

— ¿Sabes? — Desafortunadamente interrumpe antes de que pueda salvar la situación. — Yo podría invitar a Kyungjoo y tú a Lei... incluso podría venir Hyosuk ¿Ya levantaron su castigo?

Y es aquí cuando el brillo de mis ojos se va, mi sonrisa se vuelve una línea color durazno inexpresiva y pierdo cualquier intención por intentar vivir felizmente.

— Supongo. 

— Será divertido. — Asiente con una pequeña sonrisa.

A los pocos segundos, noto como mi hermano se acerca a nuestro lado y choca las palmas con el chico frente a mí, hablan sobre la práctica de fútbol a la hora de receso y acuerdan mencionar algo al capitán del equipo, sin embargo, no soy capaz de escuchar esto último con claridad porque mi mente está sumergida en el terrible escenario de nosotros en el cine y mi hermano, su amigo y mi amiga, pasando palomitas de caramelo y nachos frente a nosotros una y otra vez.

Tocan el timbre y, mientras ellos siguen en su platica de deportes, yo me alejo en silencio sintiendo sus miradas en mi espalda.
Al llegar al salón, mi humor empeora pues un montón de globos rojos en forma de corazón, flores, dulces y chocolates, saltan frente a mi cara como si al día de San Valentín le gustara burlarse específicamente de Seo Hye Min.

Este es el día que intento recalcar todo el tiempo no me importa en lo más mínimo pero realidad, sí y de hecho, a veces tengo envidia por quienes reciben todo tipo de regalos anónimos en el salón. ¿Qué se sentirá recibir un oso de peluche enorme? ¿Cómo reaccionaría a un vibrante y hermoso ramo de flores? ¿Cómo será una carta de confesión? Patéticamente, en estos días, mientras presto nula atención a la clase de física, suelo maquilar ciertos escenarios en mi mente donde él entra al salón con un ramo de flores, todos nos ven y me declara su amor.

Pero supongo, he leído demasiadas comedias románticas. Creo que he visto mucha televisión.
Creo que no tengo los pies en la tierra y no acepto cuál es mi lugar en todo esto: La eterna mejor amiga.

Sin embargo, hay veces en las que ya no sé qué hacer con todo lo que siento. 
Es curioso porque se trata de mi mejor amigo; estábamos destinados a serlo porque nuestras madres también lo son, y es por eso que él se limita a verme como una hermana pero desde hace un par de años, mis sentimientos son muy diferentes. 
¿No sería raro? Yo quiero pensar que no. Aún si no lo fuera, tengo miedo a que mi madre lo sepa. Cuando era pequeña, solíamos discutir pero, un día te haces grande y te das cuenta que estás compartiendo una taza de té con ella mientras te cuenta sobre cómo discutió con la vecina por la bomba de agua que se prende todas las madrugadas. A lo que voy es que comenzamos una mejor relación pero aún tengo muchas dudas sobre ella. 

Tal vez lo haga. Debo hacerlo. 

También siento debo ser sincera con él.

Últimamente mi pecho arde. Mi mente se encuentra bastante ocupada preocupándose por escenarios hipotéticos de los que ni siquiera estoy segura:  Supongamos que me sincero con él ¿Y después? Lo más seguro es que lo tome a broma y yo termine coincidiendo por mi evidente miedo al rechazo. Y vamos, ese es el mejor de los casos. Seguramente se pondrá raro y dejará de hablarme, definitivamente querrá contárselo a su madre y por ende, la relación entre ella y la mía no será la misma. Y entonces terminé con mi mejor amigo de 18 años y con una amistad adicional de 45.

En fin, además de los escenarios fatalistas hipotéticos, la mañana simplemente fluye. No entiendo por qué razón yo tuve una B en mi tarea de Física y el idiota de Hyo obtuvo una A. La clase de ciencias sociales fue en lo único que destaqué y pasé gran parte de Álgebra con la vista perdida en la ventana. 
Cabe aclarar que soy buena estudiante y que para este punto del año, aun si repruebo, sigo exentando todas las materias con un promedio increíble, así que tengo todo el derecho del mundo a lamentar mi historia de amor las veces que yo quiera.  

Y entonces llega la clase que espero todos los Lunes, Miércoles y Viernes a las 11:00 am. 

El Taller de Cocina. 

Este increíble lugar en mi espacio seguro. Hay muchas chicas, pocos hombres, Lei, mi mejor amiga está aquí y gracias al cielo Hyosuk no, ya que él prefirió tomar el Taller de Carpintería. 

 — ¡Hyemin, Lei aquí! — Escucho su voz una que hemos entrado al taller y dejamos las mochilas en los compartimientos al frente del salón. 

Ah, sí, olvidé decirlo, pequeño detalle,  me inscribí aquí por él.

Lei me toma del brazo y nos encamina hacia la isleta donde ya nos está esperando, pues por lo general, mis piernas no responden al instante cuando se trata de él. Además, Lei lo sabe todo. 

Y es que se ve hermoso. Para esta hora, su cabello se ha relajado y luce un poco más desinteresado. Dado el calor que comienza a emerger cerca del medio día, él suele quitar el saco del uniforme, arremanga su camisa blanca, y ahora nos espera mientras coloca un mandil color negro sobre su torso. Tal vez es porque estoy estúpidamente enamorada, pero por alguna razón los rayos del sol se reflejan directamente en su cabello, haciendo que su piel sea más clara y prácticamente, haciéndole lucir como el delirio adolescente perfecto. 

Hermoso, como dije. 

Hoy, nos han enseñado la receta de las galletas de mantequilla perfectas. A lo largo de la clase, es muy grato para mí escuchar cómo las chicas que se mofaron sería una receta muy sencilla, terminan con la masa cortada por el exceso de mantequilla, leche o azúcar. Por mi parte, yo me hago la inútil de vez en cuando provocando que mi mejor amigo quiera ayudarme. Lei se ha limitado a poner los ojos en blanco y preguntarse una y otra vez cuándo es que me atreveré a dar ese primer paso. 

El punto es que soy una excelente cocinera y mis galletas seguramente serán el objetivo directo de Hyo y papá en cuanto llegue a casa, pero eso, él  no lo sabe.

Cuando su masa ha quedado lista, toma una bolita de masa entre sus dedos y la coloca frente a mis labios. 

— No debería comer esto. — Hago un pequeño berrinche cargado de frustración. ¿A quién no le gusta la masa para galletas? 

—  Precalenté la harina 10 minutos en el horno, aquí no hay Salmonelosis, Hye. —  Él insiste, hace un leve puchero que termina por derribar mi corazón y sonríe cuando accedo a comerlo.

Ahora creo que podría comer esa masa a cucharadas. 

—  Mi madre lleva el conteo de mi peso. — Susurro cuando estoy cuando bolitas de masa para introducirlas al congelador industrial. 

Él, aun amasando su mezcla, se detiene un par de segundos, me observa por el rabillo del ojos y sigue con la parte menos preferida de todo mundo al hacer galletas: Lavar los utensilios. 

—  ¿De nuevo? —  Dice colocando jabón en el bowl metálico lleno de harina. —  ¿Debería decirle a mi madre que hable con ella? 

Es que, ese es otro pequeño detalle, una vez gimnastas, es imposible quitar el atributo entrometido respecto al físico de sus hijos. Tanto su madre como la mía, suelen decir cosas como "¿Vas a comer otro?" "No has hecho ejercicio estos días" "Eso es mucha azúcar" "No comas eso".  Es agotador. 

Y no es que yo viva en medio de la frustración a la sombra de la belleza de mi madre. Si soy honesta, no soy ni la mitad de su reflejo, tengo tendencia al acné, mi cintura no es del tamaño del ancho de una hoja de papel, mi cabello no es perfecto y mis facciones no son las de una diosa. También supongo que las personas pensarían estoy exagerando, pero esa es la realidad, no soy hermosa, tampoco soy horrible, solo soy yo. 

— No. —  Respondo exagerando mis intentos por cortar un pedazo de mantequilla congelada. —  Estoy esperando tener ese cambio radical de la pubertad. Quiero mi glow up. 

— ¿Necesitas uno? —  Él se cansa de verme intentarlo, toma un cuchillo más grande, se coloca tras de mí,  sostiene mi mano y ejerce presión sobre la barra, provocando que quien se derrita sea yo. —  Hyemin, te preocupas mucho por eso.

La Srita. Cha nos ha proporcionado un montón de cajas color pastel, papel de envoltura lleno de corazones y algunos moños metálicos para colocar las galletas en ellos. En lo que esperamos las mismas se enfríen, diseñamos la envoltura de las cajas y una vez que terminamos, procedemos a salir del lugar con el propósito de tomar el almuerzo. Lei se despide de nosotros pues ella siempre come en la cafetería con su novio y nosotros nos dirigimos hacia las canchas de futbol, al lado de la pista de velocidad. 

—  ¿A quién le darás tus galletas? — Pegunta mientras caminamos a paso lento a través del pasillo vacío. 

—  Supongo que a ti. — Sonrío después de un aparente subidón de adrenalina. Mi respuesta no me hace flanquear del todo pues un regalo hacia él, mi único amigo hombre, al no tener novio,  sería lo más normal ¿No? Aun así, no puedo evitar no sentir que el corazón quiere salir de mi pecho y esconderse dentro de los frascos de formol en el oscuro laboratorio de Biología. 

—  No porque yo sea tu única amigo hombre deben ser para mí. —  Alza la voz con una divertida frustración indirecta. —  Estoy seguro que hay más de cinco por aquí que les gustaría recibir algo de ti.

Me limito a levantar los hombros porque sé que eso está muy alejado de ser la verdad. 

Retomamos  el camino hacia la cancha, tomamos juntos el almuerzo que su abuela ha preparado. 

Siguen las clases, terminan, su hermano pasa a recogerlo y Hyo y yo entramos al auto de mamá directo casa. 

Paso la mayor parte del día ideando la forma perfecta para entregarle las galletas mañana y, de alguna forma hacer que esto parezca más serio de lo que no debería ser. 
Escribo una pequeña tarjeta y me planteo un par de veces solicitarle hablar a solas para externarles mis sentimientos. Mientras hago todo esto, me hago un montón de mascarillas naturales que seguramente tendrán nulo efecto para mañana, pinto mis uñas, medito e incluso, preparo aquel vestido color gris con rosa que alguna vez me compró mi madre pero las mangas con encaje blanco me provocaban muchísima pena ajena usarlo. 

Al día siguiente, como siempre, mi madre nos obliga a salir con dos horas de anticipación. Hoy es de esos días en los que me siento bonita. Hay un montón de cosquilleos en mi estómago y constantemente procuro retocar el maquillaje que me atreví a aprender usar desde el año pasado. Llevo en mis manos la caja con galleras, la tarjeta y toda las esperanzas de que mi primer confesión de amor resulte bien. 

Entonces la amiga de mi madre llega con sus hijos a cada lado. Ellas se saludan, entramos al restaurante y pasamos la mayor parte del tiempo de la comida hablando sobre el viaje de vacaciones que harán las dos familias juntas a Jeju y de los planes del hijo mayor de la familia al terminar la universidad. Al terminar, ellas se dirigen a tomar un café a la planta de abajo,  Hyo y el universitario van a la tienda de deportes y nosotros nos quedamos solos.

Caminamos directo al cine y yo, no siento ningún arrepentimiento por haber ejercido presión sobre Kyungjoo y Lei para no venir. Antes de entrar a comprar los boletos, el sonríe, toma y mano y con la voz un poco temerosa, musita: 

—  Hye, hay algo que tengo que decirte. 

No quiero ver mi rostro. Ni siquiera me atrevo a imaginarlo. Puedo sentir el retumbar de mi corazón perforando mis oídos. 

Creo que pensábamos igual. Siento algún tipo de alivio en la sangre. 

Y justo cuando siento que puedo alzar el brazo para entregarle la tarjeta, la voz de una chica a mis espaldas, interrumpe mi propósito. 

Lo siguiente que veo, es a una hermosa chica con coleta alta, castaña, ojos almendrados y nariz pequeña. Su rostro está adornado con un par de lentes de pasta color rosado y, al abrazarme, puedo percibir su olor a cítricos.  

— Tu eres Hye. Me hablaron mucho de ti. —  Dice cuando se aparta del abrazo y ahora puedo verla con mayor claridad. —  Espero que tú y yo también podamos ser buenas amigas. 

Sonrío, oculto la bolsa tras mis piernas y volteo la mirada hacia mi amigo esperando una explicación. 

—  Hyemin, ella es Gyeong-u, la conocí en mi intercambio a Australia, regresó hace unos meses. — Sonríe mientras la toma de la mano. Para mi desgracia, ella es agradable. Siento que no voy a poder odiarla. — Ella... Es mi novia y quería presentártela a ti, antes que a nadie.  

 — Hacen una muy bonita pareja. ¡Duren mucho! — Sonrío sin mostrar los dientes. 

En este momento, me agradaría ser un poco más ridícula, más dramática... Pero no puedo. Él se ve tan feliz que lo único que puedo hacer es asentir mientras ella es amable conmigo y caminamos hacia la entrada del cine. No soy capaz de procesar muchas cosas a mi alrededor, pero noto que él fija su atención en la bolsa que he estado cargando toda la tarde. 

— Oh. ¿Has traído las galletas? — Dice un poco dudoso, me atrevería a decir que incluso perdido. 

Pero ¿Qué puedo hacer ahora? ¿Le digo la verdad? No puedo hacerlo. Asiento en silencio y, por azares del destino, un chico que me resulta bastante familiar se encuentra saliendo de su trabajo de medio tiempo como modelo para una marca de ropa deportiva. 

Choi Daekho y yo, siempre hemos tenido una relación pasivo agresiva. Suele molestarme mucho y sé de sobra que es porque le gusto desde que teníamos 12. Es el tipo de chico que jamás me gustaría porque su mente está en los deportes, qué tan guapo es, el tamaño de sus pectorales y de demostrar qué tan malote pueda ser a pesar de que en el interior, es un chico amable con sentimientos muy vulnerables. 

Lo siento, Daekho

— Yo... Ahora vuelvo. — Doy la media vuelta dejando a la pareja atrás mientras llamo la atención del otro chico. 

Daekho me ve con ojos brillantes. Puedo incluso notar como es que revisa su peinado y acomoda el cuello de su camisa. Es curiosamente lindo. 

— Esto es para ti. — Suelto lamentándome mil veces, alanzado la bolsa color blanco con rosa hacia él. — Las hice yo. 

Daekho sonríe de oreja a oreja y más de tres personas alrededor sueltan un "awwww" al ver que el chico de 1,80 se agacha para poder abrazarme y levantarme sutilmente del piso.

 Y, mientras él toma de mi mano, las personas entrometidas susurran y Gyeong-u aplaude dando pequeños brinquitos, la línea en los labios de la persona que quiero, comienza a cambiarse lentamente en una sonrisa discreta.










•••

¡Holi!
Espero que les guste esta historia.
Siempre pongo mucho de mí en las personalidades de las protas, pero Hyemin es especial.

No sé si alguna vez han tenido una situación similar, pero me gustaría que esta historia fuera algún tipo de consuelo para quienes tenemos o tuvimos algún amor platónico que está cerca de nosotras pero a la vez tan lejos...

Así que me gustaría saber qué opinan.

Y así lloramos todas.

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