It's you
La sensación de no estar donde debería, me hizo abrir los ojos de golpe.
Mi vista tardó un par de segundos en acoplarse a la tenue iluminación de la habitación, pero poco después, reconocí cada uno de los rincones del lugar. La atmósfera esa mañana, daba toda la impresión de haber diluviado la noche anterior; era húmeda, fría, las nubes seguían teñidas de un espeso gris cenizo y los rayos del Sol era apenas perceptibles cuando chocaban contra algunas superficies visibles a través de la cancelería de vidrio.
Así que volví a ocultar mi rostro entre el edredón y la almohada cuando un específico dolor de cabeza llegó a mi cuerpo, trayendo consigo una necesidad tormentosa por ingerir algo de agua simple y helada.
Una vez que recordé mis últimos momentos de lucidez de la noche anterior, me percaté que mi cuerpo estaba demasiado cómodo. No usaba el vestido gris Oxford ceñido al cuerpo que recordaba, en su lugar, me encontraba envuelta en un pijama azul cielo de algodón dos veces más grande que mi cadera y torso. Y, tras largos minutos meditando mis acciones, una vez que me arrepentí mil veces, una vez que grité contra la almohada siendo consciente de mi estupidez, quise olvidar la estampa que reflejaba lo bochornoso e incómodo que debió resultar aquel momento.
Estiré mi brazo fuera de la ropa de cama para buscar mi celular y no fue sorpresa encontrarlo a pocos centímetros de mí sobre la mesa de noche. Únicamente me atreví a ver la hora, ni siquiera me molesté en revisar las últimas llamadas salientes o entrantes, ya que eso era demasiado obvio.
Salí de la cama, me dirigí al baño de la habitación e intenté arreglar el desastre masivo que representaba el maquillaje corrido bajo mis ojos, el cabello enredado recogido torpemente en una coleta alta y buscar algún cepillo de dientes nuevo en el mueble bajo el lavamanos. Fácilmente pude pasar quince minutos ahí dentro.
Una vez que no hubo mucho por hacer, supe tendría que bajar a la cocina para buscar agua y en algún momento ofrecer mis más grandes disculpas por lo que sea que hubiera hecho la noche anterior.
Bajé las escaleras arreglando los botones mal abrochados del pijama y me propuse seguir el olor de algo cocinándose al fondo de la planta baja de la casa. En el camino, hice un par de reverencias ante los empleados de seguridad que cambiaban de turno y para mi desafortunada situación, me encontré con la Sra. Kang, quien considerando a cada una de las siete almas masculinas en aquella casa como hijos propios, jamás fue capaz de verme con buenos ojos; nos topamos de frente, sonreí, hice mi reverencia y, sin esperar su reacción, hui con destino a la cocina sin mirar atrás.
Lo primero que vi, fue una figura masculina sentada en las bancos blancos en la isla de la cocina, perdido en algún asunto en su celular y comiendo cereal de aros de colores sin mucha intención de terminarlos. Aún escondida tras el muro, abrí los labios para emitir un penoso saludo en cuanto lo reconocí, pero por alguna razón, tal vez por el hedor a vodka que aún emanaba por mis poros, notó mi presencia sin siquiera haber volteado en dirección a la entrada.
— Hola Hyemin — Saludó Hoseok sin despegar la vista del celular. — ¿Dormiste bien?
Jamás entendí razón por la que Hoseok lograba intimidarme tanto, pues de los siete, se trataba del más extrovertido. Nuestra situación era muy graciosa, mientras más brillaba, más sentía aquel pánico incontrolable bloquear mi mente. Por lo general, cuando llegaba a encontrarme con él, procuraba evadirlo. No porque no fuera de mi agrado, no porque su actitud conmigo fuese distinta... Yo lo describiría más bien como una tensión constante de mi parte al no saber cómo enfrentar tanta calidez, amabilidad y vibra positiva.
Así que en ese momento, me encontraba expuesta y ruborizada ante la persona que más lograba intimidarme en el mundo.
— Buen día, Hobi. — Balbuceé tropezando con mis propios pies intentando ocultar mi rostro sin mucho éxito. — Dormí bien, gracias. ¿Y tú?
— Eh... — Se alzó de hombros dirigiéndose a mí con una sonrisa sencilla que lograba abultar sus mejillas. — He tenido mejores noches. ¿Desayunas algo? Yo puedo ofrecerte... Ñam ñam... ¿Cereal?
Iba contestar de la forma más educada, dulce y menos nerviosa posible que prefería un gran vaso de agua helada para hacer frente a la tremenda resaca que dolía en cada una de mis extremidades, pero me vi interrumpida por la voz que siempre lograba nublar cualquiera de mis pensamientos.
— Come esto. — Dijo de forma un tanto reprobatoria. Colocó sobre la isla blanca un plato con alguna especie de líquido en su interior y, para cuando lo observé con cuidado, se trataba de sopa de algas y tofú. Y entonces permanecí ahí parada en silencio, con una expresión estúpida en mi rostro encantada por el hecho de que Seokjin se haya tomado la molestia por cocinarme algo para la resaca. — ¡Anda! Se va enfriar. — Reclamó.
— Gracias. — Respondí con la garganta aún seca. En ese momento, me vi salvada por Jungkook bajando las escaleras que conducían directo al gimnasio en la planta alta a un lado de la terraza. — ¿Dónde dormiste, Jungkook? — Alcé la voz lo suficiente y así él pudiera escucharme.
Jungkook limpió un poco del sudor que aún era visible en su cuello con la misma sudadera gris que quitó del torso en un abrir y cerrar de ojos. Yo, como toda una adulta madura, desvié la mirada evitando querer encontrarme con su pecho únicamente cubierto por una delgada camisa blanca de algodón empapada. Decidí dar solo un pequeño vistazo cuando sentí nadie podría notarme, pero en cuanto acabó la escena de milésimas de segundo y regresé la cabeza hacia Jin, este ya se encontraba rodando los ojos y negando suavemente con la cabeza, escéptico.
— Namjoon fue a casa de sus padres en Ilsan y usé su habitación. — Respondió Jungkook sonriendo a la par que tomaba una botella de agua simple helada del refrigerador y le daba un gran trago. Yo lo interpreté como el comercial de una marca de ropa deportiva. — Hyung, iré a vestirme. — Dijo hacia Jin, mismo que respondió asintiendo desde su lugar en la cocina.
— Lo lamento.
— No hay problema Hye. — Asintió. — Recupérate.
En cuanto Jeon se retiró y únicamente quedábamos tres personas en la habitación, centré absolutamente toda la atención en la cuchara sumergida en la sopa, procurando hacer tiempo para soltar mi indiscutible disculpa.
— Ha crecido tanto... — Solté haciendo evidente mi esfuerzo por retirar la atención del tema principal esa mañana: Cómo y por qué terminé en su casa.
—Oye, también discúlpate conmigo. — Intervino él, mordiendo un pedazo de pan con bastante... ¿Resentimiento? — ¿Sabes que no dormí por revisar que no te ahogaras en tu propio vómito?
Lo siguiente que pude alcanzar a hacer, fue escoger los suaves pedazos de tofu flotando en el plato y comerlos como si con eso fuera a ganar tiempo. Por mi mente se reproducían mil escenas de la noche anterior y de verdad hice un gran esfuerzo por recordar cuál o qué había sido el detonante para llamar a su celular en algún punto de la fiesta.
— Lo siento. — Musité sin poder verlo a los ojos. ¿Qué tan ebria tendría que haber estado como para que Seokjin se alarmara de esa forma? Una parte de mí quería emocionarse por obvias razones, pero la otra, gritaba como loca cada vez que llegaba a imaginar un escenario turbio y sumamente vergonzoso. — Debió ser difícil. Tú me pusiste el pijama ¿Verdad? ¿O fue la Sra. Kang?
— No, Hoseok lo hizo. — Respondió tomando un pequeño plato con arroz blanco al vapor y colocándolo con cuidado en mi sopa.
Aun no logro entender cómo es que pude sobrevivir a eso. Miré por rabillo del ojo por si es que Hoseok había escuchado, pero para mi fortuna, seguía con la atención perdida en el celular.
— ¿Ho-Hoseok? — Balbuceé. En ese instante, pude sentir claramente la forma en que mi rostro pasó por toda la paleta de colores de Hello Kitty hasta llegar a un bochornoso rojo escapando por mis mejillas y que escuchar mis latidos fuera directamente proporcional a un concierto de percusiones.
— Por supuesto que no, boba. Lo hice yo.
Y aquí fue donde me fue imposible no sentirme miserable. Debería estar apenada ¿No? Tal vez, de cierta forma, feliz. Pero todo lo que pude ser capaz de sentir, fue alivio.
— Gracias. — Murmuré decepcionada por lo que sucedía en mi corazón.
Él asintió en silencio y después alzó los hombros restando importancia al contexto de la plática. No recuerdo cuántos minutos pasaron para que volviese a hablar, pero por alguna razón, esa mañana fue el silencio más incómodo de toda mi vida. Es decir, esa escena ya se había vivido. Y no es que yo fuera una alcohólica desenfrenada con alma fiestera, al contrario, por lo general era arrastrada a bares por mis amigas y el alcohol era la única forma de desinhibirme, pero era evidente que en algún punto de la noche, cuando mis sentimientos se estaban a flor de piel y todo mundo alrededor gozaba de una hermosa relación acompañados de la persona que amaban, mi lado más estúpido, necio y primitivo, me obligaba sacar el teléfono, buscar el número más reciente en la lista de contactos y llamar para llorar en el auricular diciendo tal vez cosas sin sentido.
Al día siguiente, solo rezaba por no haber gritado cosas creíbles.
—Pero ya, en serio. — Estiró los brazos hacia arriba tronando los huesos ruidosamente. — Debes controlar un poco tu garganta, Hye. Me preocupa mucho que algún día ni pueda ser yo quien vaya a recogerte.
De nuevo, ahí estaba la montaña rusa de sentimientos que llegaban a mí cada vez que ese idiota abría la boca para ser considerado. Desde mi inmadurez e inestabilidad emocional, ya no era lindo, más bien me resultaba irritante la forma en la que constantemente pretendía querer cuidar de mí sin ser algo más que amigos. Era muy molesto escucharlo preocuparse por mí y al mismo tiempo, verlo permanecer tan tranquilo cuando yo mencionaba algún nuevo hombre en mi vida, una salida o más detalles.
— Puedo cuidarme yo sola, no entiendo por qué razón te alarmas tanto. —Respondí. Intenté hacer la ofendida pero cuando se trataba de él, todo me salía mal.
— ¿Entonces debo dejar que subas a un taxi a mitad de la noche completamente ebria? Eres mi mejor amiga. ¿Cómo voy a poder dejarte sola?
— Debo dejar de llamarte cuando lo estoy. — Negué irritada y convencida. Cualquier persona podría decir "Deja que lo haga", pero en las películas ese acto refleja el amor que hay entre protagonistas y ese no era mi caso. Cada vez que llamaba y él acudía, siempre lograba humillarme un poco más a mí misma ante la idea de una mejor amistad por siempre como su única razón para estar ahí.
— No, no lo hagas. Llama. — Habló al instante. Jin se encontraba bastante enfocado en su desayuno de fruta, pan y té pero también seguía el hilo de la conversación. Por lo menos no parecía tan trivial para él. — Solo... No te pongas en peligro ¿Sí?
— Esto va a traerte problemas si sigues acudiendo. — Recité jugando con las algas enredadas en la cuchara. — Esto va en contra del supuesto empoderamiento que traigo desde hace años pero, supongo que debo moderar mis salidas. No quiero preocuparte o ponerte una situación horrible si alguien llega a reconocerte. Además puedo cuidarme sola, ya lo dije. Llamo porque... Porque soy sentimental. Es todo.
— Todo mundo sabe que eres mi mejor amiga. — Soltó una risa que otras personas calificarían como divertida, linda y encantadora. Para mí no fue otra cosa más que parte de la humillación constante. Amiga. Amiga. Amiga. Amiga. — ¿Crees que hay algo que no haría por ti?
Esta ocasión ni siquiera me molesté en intentar dar una señal para sacar a flote lo que realidad sentía. Entre nosotros, llegó un punto en el que verlo sin camisa, hablar de sexo, de parejas o sentimientos, vernos sin arreglar o presenciar los momentos más vergonzosos de cada uno se había vuelto tan habitual, que los mensajes en doble sentido que yo insistía estúpidamente en mandar, los terminaba recibiendo como parte del sketch de los mejores amigos por siempre.
— Supongo que no. — Acepté. Pero en ese momento, revolviendo la sopa, escuchando los tarareos de Hoseok a su lado y, siendo testigo de la forma en que Kim Seok Jin se encargaba de alborotar e inmediatamente después romper mi corazón sin compasión, el planteamiento más estúpido golpeó mi cabeza. — Oye ¿Por qué no me llevaste a casa? Está a 10 minutos de aquí caminando.
Jin exactamente dónde vivía en incluso, en su cartera guardaba la llave electrónica de repuesto en el caso de no tener el número de acceso. Entonces ¿Debería haberme emocionado por el hecho de amanecer en su cama y no en la mía?
— Fuimos pero no sé la contraseña y tú estabas dormida en el auto. — Dijo en un casual tono reprobatorio. — Probé con tu cumpleaños, el de Hyo, tu contraseña del banco, el aniversario de tus padres...
— ¿Intentaste con tu cumpleaños, idiota?
Y cuando supuse nada podría ser más obvio, él terminó por sorprenderme. Desafortunadamente.
— ¿Por qué razón tendrías mi cumpleaños como contraseña Hyemin? — Soltó una risotada que dejó mi orgullo, mis esperanzas y sueños bajo la suela de sus carísimos zapatos Prada. — Anda, ve a bañarte. La última vez dejaste ropa. La Sra. Kang la guardó en uno de mis cajones del armario. Está limpia.
Terminé mi sopa fría y asentí en silencio mientras bajaba del banco. Cuando me retiraba camino a las escaleras, me despedí de Hoseok con un movimiento de cabeza y él entrecerró los ojos sonriéndome, alzando una mano en el aire a la altura de su pecho. Tal vez fue mi imaginación, pero el sentimiento en su sonrisa lanzaba cierta empatía hacia mí; tal vez habría escuchado todo y como cualquier persona que nos conociera, se habría dado cuenta de la situación que resultaba evidente para todo mundo, excepto para Jin.
Así que subí arrastrando los pies hacia su habitación de nuevo, esperando que Jungkook no se encontrara ahí o de lo contrario me resultaría bochornoso hacerlo salir de su propia habitación. Para cuando llegué, las camas estaban tendidas, las cortinas recorridas para que así la luz natural pudiera alimentar las plantas tras las ventanas y en el ambiente, quedaba un halo de loción masculina que no atribuí a las del gusto de Jin. Intuí entonces Jungkook ya había pasado por ahí.
Busqué en el cajón del armario donde él había señalado y, en efecto, había más ropa mía en ese lugar de lo que habría recordado. Intenté sentirme feliz, ser positiva y pensar que todo aquello eran señales acumulables a través de los años y, mientras tomaba un baño en esa increíble ducha a presión, incluso lo llegué a imaginar en la icónica escena con una grabadora alzada en manos debajo de mi ventana tocando In Your Eyes de Peter Gabriel con tal de reconquistarme... Pero mi delirio se esfumó cruelmente cuando recordé su risa absurda y su voz recordándome una y otra vez que no éramos más que amigos. Los mejores amigos por siempre.
Salí, me tumbé en su cama y me pregunté cuándo sería la próxima vez que volvería a permitirme estar en esa situación. Recuerdo que incluso tuve la estúpida esporádica sensación de que querer llorar cuando mis ojos ardieron al encontrarse con su almohada... Pero lo reprimí. Guardé todos mis sentimientos únicamente para mí, me vestí, arreglé y bajé de nuevo para intentar pasar los últimos momentos con él.
Cuando lo encontré, estaba sentando en el mismo lugar de la barra, solo que ahora lo noté bastante aprendiendo la letra de alguna canción a juzgar por el papel en su mano y la suave entonación de su garganta formando una melodía. Hoseok ya no se encontraba ahí.
— Dios santo. — Intervine. Él cortó su práctica y sus ojos se posaron en mí para tornarse en dos finas líneas acompañadas de una sonrisa. — La ducha está increíble ¿Cuánto cuesta? ¿Debería comprar una para mi-
— 855 dólares. — Interrumpió.
— O tal vez no.
Esa respuesta provocó una risa ininterrumpida en la cocina y yo le seguí el juego. Volví a dirigirme hacia él tomando una manzana del frutero en el camino y logré colocarme en el mismo asiento que dejé minutos atrás.
— En mi departamento hay una así pero te niegas a mudarte.
— No quiero vivir a expensas tuya. — Sonreí recargando mi cabeza sobre su hombro. Y como respuesta, escuché la forma en la que su sonrisa alcanzaba a formarse y eso me dio tal vez, otros mil años más de vida. Por lo menos lo hacía feliz. — Es nuevo y lo compraste con mucho esfuerzo. Además, estoy muy orgullosa de mi logro.
Logré escuchar un pequeño "Está bien" mientras Jin regresaba a su entonación y yo me perdía entre la manzana y las fotos que había tomado con mis compañeras de mi trabajo la noche anterior, en mi celular.
— Oye... — Susurró segundos más adelante. Yo elevé mi cabeza en su dirección dando oportunidad a lo que fuera a decir. — ¿El sujeto de ayer era S-sujeon? ¿O cuál era su nombre?
Tuve una leve sensación gratificante en el vientre al escucharlo decir el nombre la persona con la que había comenzado a salir algunas semanas atrás. La noche en la que conté sobre Sujeon, supongo fue algún reflejo inútil por hacer frente a mi realidad y, en un intento desesperado por llamar su atención, dije su nombre sin imaginar llegaría a prestar tanta atención.
Así que, sorpresa, ese intento no había sido inútil y al contrario, lo había recordado.
— ¿El de anoche? — Susurré frunciendo la frente ante la confusión. —Anoche... anoche... ah. No, no era Sujeon. — Respondí. — Es un tipo que conocí ahí mismo.
Kim Seok Jin de nuevo volvió a jugar cruelmente con mi corazón y sentimientos soltando una pequeña sonrisa mientras mordía su labio inferior y negaba sutilmente con la cabeza. ¿Cómo fui capaz de sobrevivir a eso? Supongo fue tanto el tiempo que lo hice inconscientemente, que cuando lograba captar el momento y traerlo a la realidad, me parecía algo mágico.
— ¿Estás segura que eres una persona introvertida? — Suspiró regresando a su hoja.
— Cuando hay tequila en mi sistema, me desconozco.
Y es que esa era la realidad. Jamás me consideré una persona lo necesariamente extrovertida como para tomar la iniciativa de hablarle a un nuevo personaje frente a mí y mucho menos, abrirme frente a un número considerable de personas. En ese momento, incluso recordé la forma en la que Seok Jin me arrojó a la boca del lobo cuando, años atrás, bajo la excusa de una "salida solos", con él llegaron seis individuos más, hambrientos, cansados y con todas las ganas del mundo por conocer a la mejor amiga del mayor del grupo. Pude comenzar a hablar fluidamente sin trabarme cuando abrieron la segunda botella de Soju, la cual únicamente fue válida para Seokjin, Yoongi, Hoseok, Namjoon y para mí.
— ¿Y qué sucedió? — Continuó sin poner su atención en mí. — Pensé que las cosas iban en serio con Sujeon.
— Aún no formalizamos nada. — Aseguré. — Yo no tengo prisa. El tipo de ayer... Bueno, no me acuerdo de su nombre pero creo que no volveré a verlo... Labios muy delgados y demasiada saliva cuando besa. Ew
¿Cómo pretendía demostrar mi cariño hacia él si de mi boca no salían más que estupideces e imprudencias? ¿Por qué mi cerebro no alcanzaba a dimensionar que no debía tratarlo como mi mejor amigo para ciertas situaciones?
Me arrepentí mil veces después de mi última palabra.
— ¿Y eso no te gusta? — Sonrió, para mi sorpresa, con suma diversión.
— Lo detesto. — Afirmé regresándole la sonrisa. Acto seguido, Jin pasó el brazo por atrás de mis hombros e inmediatamente, despeinó mi rebelde cabello frotando insistentemente mi cabeza. — Odio... ODIO mi cabello. — Quejé sin lograr acomodarlo de alguna forma aceptable.
— Por lo menos está sano. Es bonito, lacio, negro y brillante.
Fue cuando tuve mi oportunidad y procedí a perder la dignidad... de nuevo.
— El rosa platinado te va genial. — Musité jugando con el marco de mi celular. — Me gusta más que el rubio. B-bueno, en sí todos los colores se te ven bien.
— ¿E-eso crees?
Entonces su sonrisa se hizo un poco más evidente. Dejó de poner atención a la hoja de papel entre sus manos y ahora se encontraba apenado, intentando huir de mi mirada y girando la cabeza hacia lugares aleatorios con tal de esconder el rubor en sus mejillas.
Creo que la estampa de todas esas acciones juntas lograron volcarme el corazón y traerme de regreso a la realidad en segundos.
Fue curioso. Kim Seok Jin solía mostrar una parte segura de sí hasta el punto de, para algunos, sonar como una persona hundida en su narcisismo inmaduro, pero la realidad era distinta. Él estaba seguro de sí mismo y de lo atractivo que era y, aun con ese hecho, la emoción tras los cumplidos siempre lograba representarse en un bonito color rosa sobre sus orejas y mejillas.
— ¿Hay algo que no? — Complementé. No supe si estaba diciendo todo eso con el propósito de llegar a algo o solo por hacerlo sentir mejor. Fuera lo que fuera, las percusiones de mi corazón aun lograban escucharse si se ponía la suficiente atención.
— Gracias — Musitó despeinando un poco el cabello de su nuca. — Hye...
Tal vez me vi muy estúpida en ese momento, pero replicando la escena de alguna caricatura, mis ojos brillaron al escucharlo pronunciar mi nombre de una forma tan dócil.
— ¿Sí? — Respondí casi con un hilo de voz.
¿Sería ese el momento que estuve esperando por años? ¿Tal vez todas las indirectas y comentarios erróneos desesperados por llamar su atención habrían tenido efecto?
Desde hace mucho tiempo no sentía tal emoción recorrer cada milímetro de piel. Fue muy similar al agobiante calor golpeando tu cuerpo al momento de enfrentar los peores miedos e inseguridades. Incluso con mis rodillas temblando y las palmas de las manos cubiertas por sudor frío, me fue imposible ocultar mi sonrisa emocionada.
— Yo... no, no pude evitar fijarme...
— Ajá...
— ¿Realmente funciona la depilación láser a la que vas? Es carísima y no vi resultados.
Realmente no supe qué fue peor: El hecho de que mis piernas no estuvieran depiladas al momento en el que él puso el pantalón de la pijama por mí, que realmente estuviera perdiendo mi dinero o que Kim Taehyung fuera entrando a la cocina escuchando toda la conversación sobre el vello en mis piernas.
U-usé vestido la noche anterior y por lo tanto, debí recodar afeitar las zonas donde la luz pulsada no había llegado ¿No?... Creo que no.
Ni siquiera tuve tiempo o cabeza para desilusionarme.
— Podrías gritarlo, si quieres. — Dije en voz baja ocultando mi rostro por atrás de su cuello. — H-hola Tae. — Saludé al chico de cabello rubio aguantando la risa por lo que había escuchado y, creo más que eso, debido a mi reacción.
— Qué hay Hye. — Alzó la mano en el aire mientras sonreía y de la licuadora, tomaba un jugo de verduras y frutas ya preparado por la Sra. Kang.
Taehyung fue muy amable. Aunque fue testigo de toda la situación, evitó reírse, se limitó a servir su desayuno líquido en un recipiente para llevar y salió del lugar intentando simular que nada de lo que escuchó había sido irremediablemente raro e incómodo.
— Lo siento, me preocupa que gastes tu dinero. — Jin defendió su postura cuando notó mi pesada mirada reprobatoria enfocada en su rostro.
— ¿Gracias?
— ¿Qué tiene de malo un poquito de vello en las piernas? — Espetó. — Es natural. Estoy seguro que es muy doloroso afeitar ciertas zonas porque creen que es más estético. Para mí lo es. ¡Mi barba está muy irritada! — Intentó sonar gracioso para alejar mi vergüenza. — Dime la verdad ¿Lo haces para complacer a alguien?
— Esa es una pregunta muy personal.
— La palabra "personal" no existe entre tú y yo.
Y dolía. Volvía a doler siempre que abría la boca para recordarme mi lugar en su vida.
— ¿No?
— ¿Me estás preguntando?
— No. — Respondí igual de confundida que él. — Y no. — Finalicé. — Oye olvida lo que viste.
— Hye, es solo un poco de vello en las piernas, relájate.
Estaba todo menos relajada. ¿Cómo podía hablar de eso con tanta naturalidad? ¿Por qué si no tenía tanta importancia no simplemente podía dejarlo pasar como Taehyung?
A todo eso habría que agregar el hecho de que la voz de Jungkook sonó a nuestras espaldas recitando algo que terminó por hacerme desear estar enterrada mil metros bajo tierra.
— Es un poco incómodo entrar a la cocina y escucharlos hablar sobre vello en las piernas. — Murmuró en nuestra dirección deteniéndose en medio de la cocina. Realmente no supe si llorar o ponerme o reír con él.
— Crece, Jungkook. — Contestó Jin en un tono hostilmente falso. — ¿Tú no lo tienes?
— Por supuesto que no, Jin, es un bebé.
— De hecho Hye... — Jungkook cortó su camino directo al refrigerador para lanzarme una mirada por arriba del hombro y continuar: — Tengo 20, y sé todo lo que tengo qué saber sobre vello. — Alardeó de una forma inexplicablemente encantadora.
Estaba a punto de abrir los labios para responder con el hecho de que si lo conocí de 15 años, me sería imposible dejar de verlo como un bebé cuando de pronto, para mi fortuna sorpresa, alguien más ingresó a la conversación.
Era un caos.
— ¿Por qué hablan todos de vello? — Suspiró Jimin sin dejar de ver su celular mientras fruncía los labios y tomaba una naranja del frutero al centro de la mesa. — Hola Hye. — Dijo sonriendo.
— Hola. — Saludé. — ¡Te ves genial con el cabello gris!
— ¿Crees? — Entrecerró la mirada sin estar muy seguro de mis palabras. — Me hubiera gustado más negro.
Sin embargo, Jungkook tenía mucho por decir. No capté sus intenciones hasta unos segundos después.
— Respondiendo, hyung, Hye, — Continuó dando una mordida al pan integral tostado que ahora tenía en su mano. — ... Es raro entrar y verlos hablar de algo tan personal como el vello porque a Hyemin es una chica. — Asintió con fuerza con un curioso intento en la voz por ayudarme. Jungkook me comprendía.
— Tiene sus momentos. — Respondió Jin a mi lado, alzando los hombros como si yo no tuviera remedio y se tratara de un caso perdido. — A veces es más chico que chica.
Jungkook y yo intercambiamos una mirada cargada de complicidad frustración hasta el punto en que él jaló de sus mejillas hacia abajo con hartazgo.
— Hyung... — Peinó su cabello castaño claro hacia atrás, tomó un poco de aire y continuó. —Hyemin es una chica. — Enfatizó. Estoy segura de que si lo hubiese podido explicar con manzanas, lo hubiera hecho. — No puedes hablar en voz alta del vello en el cuerpo de una chica por más normal que sea. Ella es una chica cercana a ti... Muuuuy cercana. Y es incómodo para ella. — Asintió en mi dirección y yo le agradecí con la mirada. — Y además, a nadie le importa que Hye tenga más bello que yo en las piernas.
— Ya no me ayudes. — Dije. — Es muy poco-
— Y menos si es una chica a la que tú-
— ¡Debo irme! — Lo interrumpí haciéndolo morder el pedazo de una manzana con miel que acababa de cortar. — Debería estar en camino a casa de mamá.
Jungkook rodó los ojos, haciendo más evidente su apatía por la situación, no sé si el génesis era la falta de atención por parte de Jin... o mi evidente falta de valor e iniciativa para empeorar el caso.
—¿Tan pronto? — Respondió Jin jalando de mi brazo como niño pequeño... Como si realmente disfrutara de mi presencia y no quisiera que me fuera. — Espera. Hice unas guarniciones ayer, llévate un poco, no quiero que mueras de hambre en la semana. ¡Deja alimentarte de fideos instantáneos, gimbap refrigerado y banderillas! — Dijo mientras se alejaba de nosotros y se adentraba en la inmensa alacena hasta el punto de desaparecer.
— Ajá. — Asentí desde mi lugar para después, dirigir mi mirada más fría e inquisitiva a Jeon Jungkook. — ¿De verdad? ¿Me haces esto a mí? — Musité.
— Hye, debes decirlo ya. — Respondió con el mismo volumen que yo. — Esto comienza a ser incómodo... Y triste.
—Justo ahora, odio tus millones. — Respondí susurrando.
— ¿Por?
— Antes podía comprar tu silencio con helado. — Sonreí recordándonos saliendo de la heladería, él con su helado triple con crema batida, galleta, chocolate líquido, chispas de colores y fresas y yo, con mi vaso de helado de menta.
— Podemos seguir negociando. — Sugirió señalando con la punta del mentón a Seokjin regresando a nosotros. Tenía consigo un par de bolsas de casas de alta costura, pero a diferencia de contener prendas de ropa, lo que había en el interior eran recipientes con comida y guarniciones.
— Aquí están. — Sonrió llegando a nuestro lugar y depositando las bolsas sobre la mesa. —Antes de comerlas, ponlas en el horno de microondas por tres minutos. Tres minutos, Hye, no cinco, no dos.
— ¿Cuándo le vas a decir que sabes cocinar perfectamente bien? — Susurró Jungkook a mi oído, mientras Jin terminaba de acomodar los recipientes en las bolsas de cartón que constaban más de mis zapatos.
— Cállate.
Jungkook se permitió sonreír en silencio desvirtuando por completo mi decisión por no externar mis verdaderos sentimientos hacia Jin. La verdad, es que por dentro yo mantenía el mismo sentir. Pero a mi favor, supongo también tenía el argumento de nuestra amistad y que, si en algún momento mi intención fuera sincerarme con él, lo más probable es que se alejara por pena a no ser capaz de corresponderme.
Entonces prefería amarlo desde la lejanía a una vida sin él.
— Respecto a tu cabello. — Agregó una vez que nos encontramos en la entrada de la casa. —Deberías ir con Dan-i a la agencia, dejó el cabello de Jungkook como nuevo.
Y es que, mierda. ¿Cómo lo hacía? Había recordado el jodido detalle de mi cabello. ¿Un amigo normal lo haría? ¿Era demasiado atento en contraste? ¿Hacía eso con cualquier persona?
Cada vez que intentaba bloquear mi mente y tatuarme la frase "Hyemin, Seokjin te ve como una amiga y nada más", aparecía él con su comportamiento de novio perfecto atento, dulce, carismático, cálido y más perfecto, haciendo que cada centímetro de mi piel volviese a temblar con tan solo una frase sin aparente importancia.
— Sí, lo haré. Gracias. — Asentí. — Debo irme. ¿Te veo luego?
— Luego es subjetivo... — Dudó. — Hay grabaciones, lo siento. Te llamaré cuando tenga tiempo libre ¿Sí? Podemos ir al cine o ir de compras por internet.
— Entiendo. No puedo esperar. — Sonreí. Y es que de verdad, no podía. — Les irá bien.
— Adiós. — Alzó la mano en el aire dejando salir una leve sonrisa.
— Tomemos algo cuando regreses. — Reí sabiendo que no terminaba de agradarle mi respuesta digna de una persona con alcoholismo. — Adiós, Jungkook. — Grité. — Te queda genial el cabello castaño oscuro no tan oscuro. — Sin embargo... Antes de caminar hacia el auto que esperaba por mí en el portón de entrada, giré sobre mis talones y regresé hasta él. —Por cierto... No dije nada raro ayer en la noche ¿Verdad? — Musité.
Tenía que estar segura de ello. Me conocía perfectamente, sabía que en algún momento, tal vez en el punto más sensible de la borrachera, maldije con palabras que quería, pero no debía decir.
Seokjin se mantuvo recto, frunciendo los labios como si estuviera haciendo memoria. En ese momento, pensé que, aunque yo hubiera declarado mi amor por él la noche anterior, era demasiado caballeroso y tímido para repetirlo frente a mí... Eso o era demasiado considerado conmigo... O simplemente estaba guardando toda la información para burlarse de mí en algún momento.
—¿Raro? — Preguntó. — No, para nada. — Finalizó. — Anda, ve. Hiro está disponible sin Namjoon en la ciudad, él te llevará a casa.
— Gracias. — Sonreí con cierto alivio.
Tomé mis cosas y las bolsas con comida, las cuales Hiroshi, el guardaespaldas y amigo de Namjoon desde hace años, terminó por tomar de mis manos y colocarlas en el asiento trasero del Volvo gris que nos esperaba en la entrada.
No quise voltear a verlo por última vez, constantemente al hacerlo, una extraña sensación en la boca del estómago aparecía para hacerme dudar sobre mí misma y, en medio de mi delirio, unas grandes tremendas por regresar hasta él y gritarle lo que en verdad sentía, invadían cada centímetro cúbico de mi sangre ardiendo... Y al final, debido a mi estúpida cobardía, al saber que jamás sería capaz de hacerlo, terminaba llorando en el asiento del copiloto, ganándome la mirada piadosa de quien estuviera conduciendo.
Cuando llegué a casa, coloqué las guarniciones en el refrigerador y me tumbé sobre la alfombra de la sala. Mi mente comenzó a correr de aquí a allá, preguntándome qué tendría qué hacer para que él me notara, culpando mil veces a mi genética, haciendo glow ups mentales respecto a mi apariencia. ¿Qué pasaría si bajo de peso? ¿Y si me aumento el busto? ¿Fillers en los labios? ¿Una rinoplastia? ¿Más maquillaje? Yo era su mejor amiga en el mundo, la persona que sabe cuál es su película favorita, sus peores temores, su marca favorita de café o incluso qué tipo de ropa interior usaba... Y aun así, su tipo ideal de mujer, era una incógnita constante.
A lo largo de esos años, quizá conocí a tres novias más. Todas eran diferentes y en lo único que contrastaban, era en su aspecto de modelo y esa personalidad tan bonita, que me resultaba imposible odiarlas.
Yo no soy una modelo. No tengo un rostro perfecto ni piernas kilométricas. Tampoco mi personalidad es increíble y al contrario, suelo ser todo lo contrario a femenina cuando estoy en mi zona de confort. Entonces... Tal vez era que simplemente yo no entraba en su lista de atributos necesarios y, para ser sincera, la idea de acoplarme a un molde para complacer a alguien... Tampoco terminaba por agradarme demasiado.
Pero ¿Y si hacía un esfuerzo?
Tras observarme por diez minutos en el espejo, señalando los defectos que eran racionalmente justificables para mejorar, decidí comenzar por mi largo, nada estilizado y rebelde cabello.
— Dani... — Lloriqueé una vez que me encontré sentada en la sección de estilismo de la agencia del grupo, donde incluso el presidente era consciente de mi existencia llamándome "Min Min" cada vez que me encontraba por los pasillos.
Y Dani, limpiando sus herramientas para cortar y teñir cabello, como si ya estuviera acostumbrada a mis quejas constantes, me observó por medio del espejo, tal vez espantada.
— ¿Ahora qué sucedió? — Musitó apenas moviendo sus labios color rojo carmín.
— Todo. — Tapé mi rostro con la palma de las manos, Dani sacudió el protector negro de plástico y con él, cubrió cuidadosamente mi cuerpo. — Desperté en su cama...
— Sí... — Balbuceó incitándome continuar.
— Me hizo de desayunar...
— Aja...
— Y hablamos del vello de mis piernas durante el desayuno. — Declaré con la mayor frustración que alguien podría expresar en diez sencillas palabras. Recuerdo que incluso pataleé por debajo del protector de plástico, cerrando mis ojos con fuerza ante lo vergonzoso que me resultaba el recuerdo.
— Ay no... — Dijo con tranquilidad comenzando a peinar mi cabello. Y una vez que le tomó sentido a mis palabras, reaccionó. — ¡AY NO!
Yo me encontraba al borde de las lágrimas, ya no era consciente si se trataban de lágrimas de diversión, tristeza, enojo, vergüenza o todo eso junto haciendo una abrumadora fusión de sentimientos en mi pecho a punto de explotar.
— Es muy malo verdad. — Contesté. — ¿Debería cambiarme de nombre y huir del país?
Pero Dani es una persona demasiado amable y considerada... Tan empática, que haría lo posible por guardar la calma e intentar animarme.
— Bueno... — Comenzó. Tomó por separado algunos mechones de cabello húmedo y los midió entre sí dándose cuenta de lo disparejos que se encontraban. — Quiere decir que hay confianza y eso no le causa conflicto. Debe ser bueno. — Animó.
Pero mi ir y venir de sentimientos jamás terminaba. Horas atrás había llorado en su ducha, después, me propuse olvidarlo, posteriormente intentar cambiar mi aspecto por él y ahora, me arrepentía.
— Esto está mal, Dani. — Suspiré observando mi extraña imagen en el espejo iluminado. — ¿Qué estoy haciendo? ¿A dónde pretendo llegar si sé que es imposible?
—Entonces, intenta alejarte un poco de él.
— Siempre vuelvo al mismo lugar. — Negué más con decepción de mí misma que con profunda tristeza. — Tan solo ayer, tuve la muy inteligente idea de llamarlo, otra vez.
— Y él siempre acude. — Respondió queriendo ocultar una leve sonrisa mientras asentía convencida de algo.
— Debo dejar de exponerlo de esa forma. — Afirmé.
Entonces, Dani dejó de peinar mi cabello e intentar encontrar algún corte que favoreciera mi rostro y figura.
Siempre me agradó platicar con Dani. La primera vez que me arregló el cabello, tuve la sensación de estar con alguien con el don para escuchar, y vaya que lo tenía. Era como platicar con la parte reflexiva y madura oculta de uno mismo. Pero aunado a su personalidad protectora, Dani poseía un talento colosal para el maquillaje y estilismo... Talento que en otras agencias no supieron apreciar por razones estúpidas, retrógradas e inhumanas.
— Y tú... — Abrió de nuevo el hilo de la conversación. Cuando hacía ese tono de voz, yo sabía que cualquier cosas que preguntara a continuación, me pondría a pensar por las próximas dos semanas. — Más allá del amor unilateral... ¿Has pensado que tal vez sí le gustas?
— ¿No ya me lo habría dicho?
— No pregunté eso, cariño.
— No. — Respondí.
Muchas veces llegué a plantearlo pero, fue muchos años atrás, cuando mis sentimientos de amistad fraternal con el hijo de la mejor amiga de mi madre comenzaban a transformarse por razones que aún desconozco.
— Creo que tu error está en esforzarte demasiado porque te note. — Respondió muy convencida. — Piénsalo. Él se preocupa por ti, te cocina, duerme a tu lado, no tiene prejuicio alguno sobre tu cuerpo ni opina sobre él. Te cuida. ¿Eso no te dice algo?
— Así ha sido siempre. — Musité.
— Así ha sido contigo siempre. — Corrigió, palpando suavemente mi hombro izquierdo, mientras me miraba por medio del espejo. — Relájate. Si va a pasar, pasará. Ya has hecho suficiente y créeme, Hye, él no es estúpido.
— Él me ve como su amiga.
— Una persona que te quiere solo como amiga, no hace tanto por ti. — Declaró. Dejo el peine a un lado y se inclinó hasta mi altura para mirarnos de frente. — Dime ¿Tú crees gustarle?
Esa pregunta logró remover mi estómago ocasionándome una fuerte punzada dolorosa y fría que atravesó mi espalda hasta llegar al pecho. Quería hacerlo, quería gustarle pero ¿Realmente creía que era posible?
Mi labio inferior comenzó a temblar cuando caí en cuenta de mi respuesta... y en que todo apuntaba yo estaba en lo correcto. Miré en el espejo una vez más a esa persona desesperada por gustarle a ese alguien, comparando las facciones en mi rostro que pasaban desapercibidas al lado de aquellas modelos, las ojeras bajo mis ojos, la piel con poros abiertos, los ojos redondos marrones sin algún brillo específico que los hiciera extraordinarios, los rollitos que se alcanzaban a formar alrededor de mi cintura, el cabello, las manos sin manicure, los labios secos y esa penosa expresión siempre cargada de tristeza.
Ella era yo.
— ¿Cómo podría gustarle alguien como yo? — Alcancé a formular antes de escuchar mi voz quebrarse en el silencio de la habitación, mientras movía insistentemente mis rodillas bajo el protector sin un ritmo aparente.
— Cariño... — Musitó Dani. — Deja de idealizarlo porque asusta.
— ¿Lo asusto?
Dani asintió en silencio, tomó la silla a un lado y se sentó en ella para girarme en su dirección.
— Si tú lo ves como un Dios, pueden ocurrir dos cosas: 1. Volverlo un egocéntrico de mierda o 2. Vas a asustarlo porque querrá ser perfecto para encajar con la imagen que tienes de él. — Declaró enumerando esas opciones con sus largos dedos decorados con anillos de plata. — Y Hye, ese hombre es tan humano e imperfecto como tú.
Imposible.
— No lo había pensado así. — Musité regresando mi vista al piso, como si incluso aceptarlo frente a Dani me causara cierta vergüenza.
— Sinceramente ya no te entiendo. — Respondió regresando a su posición original. Tomó un par de tijeras y comenzó a hacer pequeños cortes verticales en los mechones que había seleccionado. — Quieres que te vea pero no te sientes suficiente para que lo haga. Me vas a volver loca.
Y es que como siempre, tenía toda la razón.
No había más que decir. ¿Cómo esperaba que alguien pudiera notarme si es que yo no me sentía bien conmigo misma? ¿Cómo esperaba que él sonriera al verme si yo evitaba mi reflejo cada vez que podía?
Yo también estaba a punto de volverme loca.
— No vine a que me regañaras. — Sorbí levemente la nariz, una vez que controlé mis sentimientos y pude reprimir mi llanto cargado de auto desprecio.
— No es regaño. — Respondió sonriendo, dando pequeñas palmaditas en mi hombro mientras daba su mejor esfuerzo por dejarme bonita.
No pasaron ni dos minutos en silencio cuando un grupo de miembros del staff se paseó por afuera del salón de estilismo. Recuerdo escucharlos reír conforme avanzaban en el pasillo, sus risas eran hostiles. Dani tensó su cuerpo y bajó la mirada en cuanto se asomaron por el marco de la puerta, explicando a algún nuevo asistente la forma en la que funcionaba el lugar.
Susurraban cosas desagradables y lo hicieron con el objetivo de herir a Dani.
—Él es Daniel, Kim Daniel, estilista de Kim Seok Jin, Jeon Jungkook y Jung Hoseok. — Dijo en voz alta la chica que lideraba el grupo.
Estaba a punto de voltear el rostro violentamente hacia ellos con la intención de corregir lo que ya era obvio desde un año, pero Dan-i palpó mi espalda con delicadeza y emitió un muy sutil "Está bien, cariño."
Kim Dan-i había dejado de ser legalmente Kim Daniel desde hace tiempo. A pesar de que todos lo conocieron como hombre, con el paso del tiempo tuvo la valentía para completar su transición y ahora era una bella mujer. ¿Era tan difícil tan siquiera, no aceptarlo, si no respetarlo? Al parecer no. Algunos estúpidos del staff y las agencias que despreciaron su talento con tal de apostar al odio, tampoco lo hacían.
— Te ves muy bonita hoy, unnie. — Musité sonriendo para ella por medio del espejo.
Dani con los ojos brillantes, la voz un poco cortada y un sentimiento que guardaba penosamente en el pecho, acarició mi cabello, bajó el torso a mi altura y declaró:
—Y si él no puede verte, es un idiota.
***
Oficialmente, este es capítulo más grande que he hecho.
Yo lloré escribiendo esto, sobretodo la última parte. Espero que les guste.
Muchas gracias por sus votos y por comentarios tan bonitos de siempre.
¡Los quiero mucho! Cuídense mucho y no bajen la guardia. Abríguense porque en mi parte del mundo está lloviendo.
Mi IG es ehabraxas y me llamo Min T/N por si gustan seguirme. Me gusta mucho compartir reels con mis flakos con alguna canción de tía de fondo. <3
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