he loves me not
Verano jamás fue mi época favorita del año.
Por lo general, las personas normales, suelen salir a dar un paseo por la tarde y cerrar los ojos mientras respiran el cálido aire tibio que se cuela entre sus poros. Les encanta aquella calidez del ambiente mezclado con la humedad de las lluvias previas a un sol vibrante nutriendo su cada centímetro de su cuerpo con alguna vibra positiva.
Mi caso es todo lo contrario.
Me molesta muchísimo tener que retocar el maquillaje corrido bajo mis ojos y ocultar con papel de arroz los brotes de brillo sobre mi frente y mejillas. A eso, debo agregar que mi piel sensible no tolera la exposición prolongada al sol y tampoco la suciedad en el aire.
Odio verano.
Pero... Incluso si aquella noche calurosa mis pies punzaban por el dolor de los tacones altos, mi piel llena de imperfecciones daba la impresión de haber sido seleccionada para el "antes" publicitario de un producto milagroso para el rostro y mi cabello, tras un día de humedad, ahora permanecía atado en una descuidada coleta alta, ni siquiera me importó caminar cuesta arriba con el fin compartir diez minutos con él.
En algún punto, ese pequeño parque con columpios, toboganes de plástico, arenero y máquinas públicas para ejercitarse, se volvió nuestro punto seguro de encuentro; estaba ubicado lo suficientemente cerca de su trabajo y de mi casa como para tener que recurrir a otro lugar. Casi no recuerdo la noche en la que él descubrió ese lugar -porque yo estaba ebria- pero la historia oficial es que abusé del vino de arroz en una fiesta de mi primer empleo y mis compañeras marcaron al primer número en las llamadas recientes en mi teléfono; así que creo él salió de su trabajo, llegó hasta el restaurante, se disculpó con mi ex jefe, colgó mi bolso a través de su cuerpo, llamó un taxi y, para cuando llegamos a la avenida principal que lleva directamente hasta mi hogar, él decidió tomar un atajo para hacer algo de tiempo y que mi madre no se enfrentara a la penosa situación de verme llegar en ese estado. Nos sentamos en una horrible banca de aluminio por unos 30 minutos mientras me obligaba a tomar un café caliente bien cargado y hablaba una y otra vez acerca de mi irresponsabilidad, lo peligroso que era incluso beber con los compañeros del trabajo y que la próxima vez, no acudiría a ningún llamado.
Ese pequeño parque de juegos no era tan lindo, ahora que busco en mis recuerdos, los juegos estaban oxidados y había grava por doquier en lugar de pasto recién cortado.
Entonces aquel lugar se convirtió en nuestro lugar especial que cambiaba a la par de los años, igual que nosotros.
Era agradable.
Sin embargo, el tiempo entre encuentro y encuentro dependía mucho de su agenda. Al principio, aunque terminara devastado por las extensas sesiones de baile, canto y actuación, se daba unas horas para asistir. Estamos hablando de dos o tres veces por semana. Pero después... después comenzó a tener más trabajo, vino su debut, fallas, bajas, más trabajo, altas, más fallas y finalmente, un inminente estrellato que lo colocó en un peldaño inalcanzable.
El chico de la camioneta roja se había convertido en un hombre alto y hermoso, de anchos hombros, cintura pequeña y piel perfecta. Se encontraba en la cima del mundo y sin embargo jamás se perdió a sí mismo. Seguía siendo él.
¿Cómo fue que había guardado mis sentimientos todos esos años? Aún no lo sé. Todos los días me encargo de regalarme un suave abrazo mental debido a tal mérito.
Así que, al salir de trabajo, después de atravesar la ciudad, caminar por unos diez minutos con los pies punzantes, una terrible condición física y mi aspecto hecho mierda, llegué a nuestro lugar seguro.
Antes de sentarme en alguno de los columpios que por alguna razón de unos meses a esa fecha se habían encogido, fue casi un movimiento involuntario echar una mirada rápida sobre el perímetro asegurándome el ambiente fuera seguro.
Durante aquellos veinte minutos, no recuerdo cuántas veces saqué mi espejo de mano haciendo un minucioso intento por lucir mejor: Retiré el exceso de brillo sobre mi nariz, con el mismo labial rojo maple pinté mis labios y retoqué mis mejillas, solté mi cabello y apliqué el perfume Moschino que solía usar exclusivamente al verlo, pues sabía le agradaba en mí.
Comenzaba a plantearme la posibilidad de retirar los tacones para poder sentir el frío pasto calmar mi dolor, cuando me percaté de su figura iluminada por los postes de luz. Vestía ropa holgada, muy posiblemente, lo que escogió con desinterés al salir de la ducha tras una larga sesión de práctica.
Por un momento, perdida entre los mil pensamientos que solían abordarme ante su presencia, recordé al chico delgado y alto que, a lo lejos, alzaba la mano en el aire para que pudiese notarlo... Justo como lo hacía en ese instante, mientras sonreía y caminaba hacia mí.
— ¡Hyemin! — Dijo en voz alta, sacudiendo la mano en el aire como si fuera un niño de cinco años.
No fui capaz de gritar su nombre, me limité a esperar balanceando el columpio suavemente con mi cadera, siendo consciente del amor unilateral que surgió 6 años antes y que, a pesar de conocernos de toda la vida, aun cuando había sido testigo de su lado más profundo, desagradable y desconocido, la icónica escena de él caminando hacia mí en cámara lenta acompañado de "Close to you" de The Carpenters reproduciéndose en mi cabeza, seguía apareciendo una y otra vez. No importaba cuan determinada estuviera, siempre terminaba cayendo por él.
Yo sonreí en silencio con una parte de mi alma totalmente reprimida.
— ¡Lo sabía! — Quejó en cuanto llegó junto a mí y tomó asiento en uno de los columpios. Me avergoncé mentalmente durante unos segundos al recordar que, seguramente, mi rostro se encontraría salpicado de un suave rubor rojo que culminaba en mi mirada brillosa y pupilas dilatadas hacia él. — Hyemin ¿Viniste directo del trabajo de nuevo? Te dije que tomaras tu tiempo.
No importaba si es que él había mandado una nota de voz horas atrás recordándome no ser tacaña y usar un taxi privado para ir a casa en lugar de tomar el transporte público o incluso si hablamos por unos breves segundos el día anterior o el anterior o el anterior, la calidez de su voz siempre lograba recordarme lo tortuoso y bello que era anhelar a alguien.
Lucía cansado. A diferencia de otros días, su piel no parecía ser de porcelana o estar retocada con el filtro más nítido y natural, más bien pude observar ciertas marcas de acné, ojeras sutiles y unos labios rosas resecos que gritaban desesperadamente por un poco de bálsamo labial sobre ellos. No tuve necesidad de mencionar algo al respecto: Abrí mi bolso, tomé mi bálsamo labial sabor Sprite, él pronunció los labios cerrando los ojos y, como una acción mecánica la cual es accionada por mi eufórico corazón, coloqué el hidratante sobre ellos.
— Tú siempre llegas antes de la hora. — Dije colocando un poco del mismo bálsamo sobre mis labios. — ¿Qué sucedió?
— Práctica con Hope. — Suspiró tirando su cuello hacia atrás, dejando caer la capucha que guardaba con recelo su identidad. — Te manda saludos.
— Igualmente. — Respondí. Fijé mis ojos en una bolsa negra de plástico a sus pies pero no pregunté al respecto. — ¿Cómo está su hombro? — Continúe. — Tengo una crema de árnica buena para ese tipo de lesiones -
— Puede cuidarse solo. — Respondió rodando la mirada. Una parte de mí quiso soñar que, en un universo paralelo, aquella acción fue un mero reflejo de celos... Pero mi realidad siempre fue muy diferente. — Y ahora... — Regresó el rostro hacia mí, pareció analizar el aura alrededor de mi cuerpo y, con seguridad, tomó uno de los mechones colgantes sobre mi frente y lo colocó estratégicamente tras mi oreja caliente. — Te cortaste el cabello. — Sonrió. — Se ve bonito sobre los hombros.
— Eres el primero que lo nota.
— Pues claro que sí, Hyemin ¿Quién podría quererte más que yo?
Y fue entonces cuando sus palabras lograban desestabilizarme de nuevo. ¿Cómo se sobrevive a eso?
¿Cómo debería interpretarlo si mientras sus ojos negros brillantes analizaban cada facción, cada milímetro de mí y, el corazón quería salir arrebatado de mi pecho, él decía en voz alta algo como eso?
Recibí una bofetada cruel con la realidad cuando recordé el verdadero sentido de sus palabras.
— Literalmente, nadie. — Musité arrastrando la vista al piso, pensando en cuánto deseaba poder argumentar que sí, efectivamente había alguien que sentía algo más fuerte, directo y profundo por mí. — ¿No es lamentable?
Él apretó la sonrisa en sus labios, entrecerrando la mirada con ternura mientras extendía sus manos para pellizcar suavemente mis mejillas.
— Ya te lo dije. — Exageró el tono pesado y meloso de su voz, justo como el que emite cuando quiere tratar a sus amigos más jóvenes como bebés. — ¿Cómo pretendes que un hombre decente te invite a salir si tú no pones de tu parte?
— Y yo ya te dije que no estoy hecha para-
— Sabes a que me refiero. — Soltó con cuidado mi piel y jugueteando con sus tobillos sin peso contra el césped, comenzó a balancearse suavemente sobre su eje. — ¡Eres hermosa!— Alzó la voz sonando como una especie de coach emocional. — Oye ¿Tienes idea de cuántas personas piensan lo mismo que yo?
Pero con el paso de los años mis reacciones fueron controladas gradualmente... O tal vez superadas.
Él era mi mejor amigo. Esas palabras dulces, esos cumplidos que podrían volar el corazón y la cabeza de cualquiera, para mí no eran otra cosa que lejanos susurros inalcanzables a los que yo moría por atribuirles otro sentido.
— Tú eres el único que lo piensa. — Respondí dando un pequeño golpe en su hombro. — Comienzo a creer que lo haces para no herir mis sentimientos.
Él negó en silencio, insistente y exagerado.
— Eres guapa, solo tienes que creerlo. — Dijo. Su tono de voz subía un poco a cada palabras. En ese momento pude reconocer que la seriedad en lo que decía comenzaba a perder sentido para transformarlo en algún tipo de comedia llena de regaños y egocentrismo falso, solo para hacerme reír. Acto seguido, una vez que se topó con mi sonrisa, calmó su tono regresando a ser el mismo hombre introvertido y cálido de siempre. — ¿Cómo están tus padres? Escuché que decidió retirarse... Si hay algo en lo que pueda ayudar-
— Están bien. — Interrumpí. Al mismo tiempo, él tomó la bolsa de plástico negra a sus pies y, sin tener que preguntar por ello, abrió un cono helado sabor dulce de leche y lo estampó contra mis labios. Él hizo lo mismo pero con uno de vainilla y chocolate. — Mbi bmaba esda lveda-
Soltó una pequeña risa después de escucharme, limpió las comisuras de mi boca con su dedo meñique, se limpió en mi saco y después, espero a que pudiera continuar.
— Mi mamá está aliviada. — Reiteré ya con las mejillas libres de helado y crema. — Él siempre trabajó mucho y aunque es relativamente joven para retirarse, creo que son muy felices... Querían pasar más tiempo juntos.
— Tus padres son la prueba de que el amor sí existe.
— ¿Verdad? — Sonreí orgullosa, recordándolos bailar al pie del árbol de navidad alguna canción de Billy Joel -¿O Joe? No, ese es el de Green Day- en la mañana de Navidad, mientras el chocolate caliente invadía nuestra cabaña rentada en Jeju y Hyosuk y yo peleábamos a punta de fatalities por los dulces de café en las botas colgadas en la chimenea. — Mis ideales de amor están basados en ellos.
— Salúdalos de mi parte. — Sonrió con lentitud para después volver a su helado. — ¿Has tenido noticias de Hyosuk? ¿Estuvo de acuerdo con la decisión de tu padre?
— Hyo está esperando a su cangurito en Australia. — Respondí. Era extraño pensar que mi hermano menor tendría un hijo antes que yo. — Hace unos días envío a nuestro chat familiar una foto de Charly. Es enormemente hermosa. — Sonreí con emoción porque, si yo no podía tener hijos, entonces me dedicaría a ser la tía genial soltera que lleva a sus sobrinos a su primer tatuaje, les presta el auto, provee de cerveza sin la supervisión de sus padres y los encubría en alguna falta menor a la autoridad. — Y Hyo respeta la decisión de mi padre. Además, con el dinero de su retiro, me ayudó a amueblar mi departamento. ¿No es genial? Me compró esa hermosa cabecera gris de Pottery Barn que quería.
Él seguida perdido en el jarabe de chocolate y en la galleta de nuez, ni siquiera me molesté en exigirle repetir lo que yo había dicho, y sin embargo...
— Hyemin. — Musitó pausadamente masticando el cono de galleta, sin mirarme, como si lo siguiente por salir de sus labios fuera algo absurdamente común. — Dije que podías vivir en mi departamento, jamás lo uso. Solo tendrías que regar mis plantas.
¿Que si no estaba emocionada? ¿Si te dice esa persona algo así posiblemente tropezarías en un coma profundo para después morir y volver a revivir?
Sí, yo tuve esa reacción en mi mente la primera vez que lo mencionó.
Sin embargo, con el paso del tiempo uno hace el ridículo intento por mostrar algo de madurez y caí en cuenta de que eso solo me ataría un poco más a él... Me ataría a él bajo la tortura constante del título de su mejor amiga y yo, para ese punto, para esa noche, estaba harta y cansada de seguirlo hasta donde sus pies lo llevarán. Necesitaba algo real. Necesitaba permitirme sentir algo por alguien más y eso involucraba alejarme poco a poco.
— Necesito mi espacio. — Dije con la voz más tenue que pude simular. Realmente por dentro, mis sentimientos se encontraban a pocos segundos de explotar.
— Mi espacio es tu espacio, tonta.
— Personal.
Se hizo una pausa sin contexto en el ambiente. Fue como si por un segundo, el canto de los grillos cesara, el ruido de los carros transitando a lo lejos silenciara y el chillido de las cadenas sosteniendo nuestros columpios nunca hubiese existido.
Él movió los labios por un momento, denotando un poco de confusión. Fijó la vista en sus Yeezy rosa pastel e incluso fui capaz de percibir una suave respiración cortada.
— ¿A qué te refieres? — Soltó una risita pronunciando sus mejillas blancas y suaves hacia arriba. — Oye, nos conocemos desde fetos. La palabra «personal» no queda entre nosotros. — Dijo con exacta rapidez. — Es como cuando llegas a ir a casa y te quedas a dormir en mi cama, ni siquiera usas una de las habitaciones de invitados. La prueba más grande es que todo mundo sabe de ti y aunque en su tiempo fue un desastre, terminaste por demostrar que tú y yo somos amigos, jamás pasará algo más allá porque somos inseparables y así ha sido-
— Jin... Conocí a alguien.
— Oh. — Quise imaginar su expresión pero para ese punto, me había cansado de no ver algo más allá de una sonrisa. Ya habíamos pasado por ese tema. Cada año. Cada tres o cuatro meses. Me cansé de querer averiguar su expresión. Me cansé de querer causarle celos y que él siempre se limitara a desearme suerte y querer conocer a la persona en turno. Había sido suficiente. Esta vez, era real. — Es que... Segundos atrás dijiste que eso no era para ti.
— Y no lo es, pero quiero intentarlo. — Sonreí. — Se llama Sujeon. Entró hace poco a la oficina, lo transfirieron de Busan. Es agradable y estamos saliendo.
— ¿Saliendo? Pensé que ya te habías rendido.
Él lo sabe todo. Con el paso de los años, al no ver una reacción de su parte, comencé a salir con otras personas. Seokjin ha sido testigo de mi primer novio, de la primera vez que me engañaron o aquella vez que me rechazaron. Jin estado presente en todas aquellas desilusiones porque siempre termino corriendo hacia él. Es inevitable. La típica escena desde hace años es yo, tirada en su cama llorando y él practicando con el piano y una taza de arroz frito con kimchi al lado; entre sollozo y sollozo, él toma un bocado de comida, toma otra porción, abre los labios para que yo lo imite, y me alimenta, diciendo que tener el estómago lleno siempre ayudará a sanar el corazón un poco más rápido.
— Sí. — Contesté parando el balanceo del columpio con mis talones y ahora tener el propósito de caminar a otro lado sin que mi trasero quedara atorado en el asiento. — Constantemente coincidíamos en el elevador y en el pasillo del comedor. Un día chocamos por accidente, sonreímos, me invitó un café y al otro día, comimos juntos. Me gusta.
Y fue ahí cuando regresó su faceta. Mi mejor amigo quedó atrás para que Jin, el talentoso integrante de un grupo que escalaba hasta la cima a cada segundo, hiciera su intervención procurando establecer una tregua.
— ¿Por lo menos es guapo?
— No como Jungkook, pero sí. — Sonreí. ¿Por qué aún si era consciente de su respuesta seguía doliendo? — Creo que sí.
— Debías decir que no es tan guapo como yo.
— ¿Es posible tan siquiera acercarse?
Sin embargo, la tregua duró muy pocos instantes. Lo siguiente que percibí fue su voz apagada dirigida hacia mí. Lo odié por querer volver a hablar de ello, por ocultar al Jin que todos conocían y dejar tomar control a aquella persona que daba señales de quererme pero no como yo quería que lo hiciera. ¿Qué no era capaz de notarlo?
— Por eso necesitas tu propio espacio. — Musitó caminando hacia mi lugar en el castillo de toboganes de plástico. Cuando llegó a pocos centímetros de mí, muy lejos de colocarse al lado como una persona común y corriente, aventó su cadera contra la mía para despojarme del escalón libre y así tomar asiento.
— Sí, gracias por ofrecer -
— ¡Es genial Hye! — Interrumpió. Sonrió asintiendo en silencio mientras jugaba con las pulseras de oro en su muñeca, entre ellas, aquella que compré para él como regalo de intercambio de navidad cuatro años atrás. — Solo no vayas tan rápido, no quiero ser tío tan pronto. — ¿Bromeó? De nuevo, soltó palabras agradables sumamente hirientes.
—Le he hablado mucho de ti. — Dije. Y de nuevo ahí iba yo, evidenciando que él era un tema inicial al momento de entablar una conversación con alguien que mostraba interés en mí. — Tal vez algún día lo conozcas.
— ¿Yo? — Arqueó una ceja en dirección a mi rostro sin expresión alguna. — Sí. — Sonrió oprimiendo los labios entre sí, convencido. — Aprovecharé la oportunidad para hacerle saber que Seo Hye Min tiene un hermano mayor que podría matar a cualquiera que la lastime.
Ironías de la vida. ¿Cómo le explicaba que entonces tendría que recurrir a él mismo?
No supe cómo reaccionar de forma acorde a sus palabras. Una sensación agotadora de impotencia aterrizó en mi pecho exigiendo salir de ahí lo antes posible, antes de estallar en un sollozo, vómito verbal o cualquier otra acción, pensamiento y sentimiento que estuviese reprimiendo desde hace años.
¿Cómo lo logré?
— Cuando termine de amueblar el lugar, haré una cena y podrán conocerse. — Interrumpí de nuevo con mis comentarios idiotas que, a cada palabra, terminaban por reflejar ante él una imagen muy distinta a la realidad. — Tu hermano ya lo hizo, lo encontramos en un restaurante de Hongdae hace unas semanas.
— No me dijo algo al respecto.
— Supongo que no es importante. — Insistí haciendo del sentido de mis palabras un total desastre. — Mis relaciones jamás duran más de dos meses. Creo que por eso ya a nadie le sorprende.
Pero como si mis palabras hubieran sido lo que Seokjin quería escuchar, lejos de animarme, colocar su mano sobre mi hombro y alentarme a pensar todo marcharía bien esta vez con Sujeon porque era lo que yo merecía, tronó las cervicales en movimiento circular y después, dejó pasar un largo y lento suspiro.
— Tú y yo no estamos destinados al amor. — Dijo finalmente. No recuerdo con exactitud si eso me hizo sentir mejor o peor. — Espera unos años más y cuando estemos solos y viejos, viviremos juntos. — Aseguró. — Viviremos en una montaña, lejos de aquí. Yo tendré una granja vacas, pollos, cabras y alpacas.
— En las granjas no hay alpacas.
— ¡En la mía las habrá!
Bueno, por lo menos me tenía en cuenta.
No entiendo la razón, pero de alguna forma, logró hacerme reír. Siempre hacía eso: Hablábamos sobre temas un poco más sentimentales, la situación no llegaba a ser tensa pero, para desviar el cuadro, surgía alguna broma o comentario absurdo que yo terminaba por aceptar porque no tenía otra cosa más qué decir. Sucedía lo opuesto cuando él llegaba con alguna novia o pretendiente y justo como lo hice aquella vez en el centro comercial años antes, intentaba no odiar a la chica, sonreía y les deseaba lo mejor.
— Yo quiero tener por lo menos un hijo. — Aseguré. Y sí, esa afirmación tuvo toda la intención de probar el terreno. ¿Qué sucedería si su respuesta era alguna que yo esperara? Ojalá.
— Para eso podemos adoptar un hijo. — Respondió con rapidez. Suspiró, alborotó su cabello negro hacia atrás y volvió en rostro hacia mí. — No no no, podemos adoptar 15 hijos, armar con ellos un club de fútbol y ser mantenidos por ellos.
— En 20 años lo voy a contemplar. — Musité como si mis palabras estuvieran a punto de mezclarse con el aire.
— Es la mejor opción.
Y por fin terminé mi helado. Él sacó otro de algún lado en la bolsa y se dedicó a devorarlo. Durante un buen rato permanecimos en ese castillo hablando sobre su trabajo y el mío, agendando días del mes siguiente para visitar algún restaurante nuevo o planeando ver una película restringida en el país en su casa. Él y yo, simplemente fluíamos como cualquier otro par de mejores amigos que no necesitan decir de algo para disfrutar el tiempo al lado del otro. Disfrutaba sus anécdotas, sus chistes absurdos que solían hacerme reír genuinamente, verlo hablar sobre lo difícil que era seguir el ritmo de un paso de baile que llegó a ejecutar perfectamente bien después de ensayarlo toda la tarde, escuchar sus peores miedo y después, darme el gusto de ser la primer persona en consolarlo.
De pronto, un dolor persistente en la parte baja del vientre, me provocó cerrar los ojos con bastante fuerza y soltar un nada silencioso quejido mientras presionaba la zona que punzaba.
Jin inmediatamente dirigió la regresó la mirada en mi dirección, asintió varias veces y después, golpeando suavemente las palmas contra sus muslos intentando apartar el polvo de su ropa, se puso de pie tirando suavemente de mi mano.
— Lo sabía. — Dijo coz melódica. — Sostén esto. — Pidió colocando el helado entre mis manos. De la misma bolsa negra en donde trajo los conos de helado, como si se tratara de un sobrero mágico sin fondo alguno, sacó un pequeño sobre de color rosa rasgando la esquina con sus colmillos.
Sin preguntar o avisar, teniéndome frente a él, con las manos sudorosas y un dolor que seguía atravesándome, desfajó mi blusa y subió la tela hasta la mitad de mi vientre, dejándolo totalmente descubierto.
No sabía qué estaba haciendo, es decir, sí, él solía entrelazar sus manos con las mías o cruzar su brazo por mis hombros con regularidad, pero jamás se había tomado tantas libertades. Así que, tan solo imagina al hombre que te ha gustado por años levantando tu blusa y tocando una parte sensible de ti, sin caer en movimientos obscenos o partes íntimas... Solo el tacto de sus largos dedos tibios sobre tu piel. No sé quién hubiera reaccionado de forma distinta, pero yo solo pude soltar un leve quejido para detenerlo, fallando al recordar como lucía mi cuerpo en realidad.
Intenté bajar la ropa para cubrir las estrías en la piel, pero él apartó mi mano inmediatamente, como si el tema de las imperfecciones sobre mi abdomen fuera su menor preocupación. Tomó el pequeño parche blanco y lo colocó con cuidado a unos pocos centímetros bajo el ombligo. Bajó la tela, enderezó la espalda, me sonrió, volvió a tomar su helado entre mis manos sudorosas y recuperó su lugar contra la pared del castillo de plástico.
Un parche tibio para cólicos menstruales.
Permanecí estática, con el pecho subiendo y bajando de forma descontrolada mientras mi mente procesaba a su máxima capacidad lo que acababa de suceder. ¿Qué? ¿Cómo? ¿Cuándo?
— ¿Qué harías sin mi Seo Hyemin? Soy tan atento que es imposible no amarme. ¿Verdad? — Susurró sin darle importancia mientras reía, volviendo a suspirar, mirando hacia las copas de los árboles sacudidos por el viento. — Recuerda tomar un analgésico cuando llegues a casa. — Tomó mi mano, colgó la bolsa de plástico sobre ella e intentó buscar mi mirada, la cual yo no era capaz de arrancar de algún punto perdido en el pasto. — Aquí hay té de hierbabuena y canela, pon agua a hervir y agrega una cucharada pequeña de bicarbonato, encontré en internet que es bueno para el dolor.
¿Es bueno que fuera consciente de ese tipo de cosas? Es decir, hace unos 10 años era gracioso, yo solía argumentar que no era raro para un hombre saber cómo y por qué existía la menstruación pero... Pero ¿Ahora? Creí entonces que quizá fue un error hacer comentarios casuales hablando sobre mi acné, hinchazón y mal humor debido a mis cambios hormonales cada mes o correr a él desesperada cuando no tenía la regla y pensaba estaba embarazada.
¿En qué momento crucé el límite y por qué él lo había permitido? ¿Qué habría hecho todos estos años que pudiera alejarlo más que acercarlo? ¿Por qué demonios me comportaba de esa forma?
— G-gracias.
Tienes razón. ¿Cómo es posible no amarte, Kim Seok Jin?
***
Besties ¿Les ha pasado algo así? ¿Dar un buen de señales, hacer todo para que alguien te note y que al final sea tan difícil expresar lo que sientes porque hay DEMASIDA confianza?
Espero que no. Porque es bien feo.
Muchas gracias por leer y comentar y todas esas cosas bonitas que me hacen saber que no les merezco. T_T
¡les tkkmmmmm!
Por cierto, en Instagram estoy como @ehabraxas para etiquetarnos en reels bien macizo.
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