16. Lo siento mucho
16 de junio de 1986
Los meses solían pasar volando, la razón era que siempre solíamos hacer algo y cada día en esta casa era como una nueva aventura, los niños a medida que iban creciendo aprendían cosas nuevas.
Harry cada vez más se parecía a él y solía ser un niño muy divertido, siempre se preocupaba por los demás y tal vez solo tal vez aunque él lo negara repetidas veces, amaba las bromas al igual que a su hermana y los gemelos Weasley.
Harry a medida que pasaban los años se volvía más curioso y una de sus preguntas más frecuentes era sobre James, ¿cómo era papá de pequeño? ¿Cómo fueron sus años de Hogwarts? ¿Lo querías? Digamos que no paraba y yo obviamente no le iba a ocultar nada y le hable sobre él y de su madre. Siempre lo hacía, lo único que no me atrevía a decirles tanto a Marie como a Harry era que James ya no volvería nunca. Tenía miedo de decirle a Harry que sus padres nunca más volverían. Todos estos años les había dicho que estaban en una misión muy importante y no quería que sufrieran, solamente eran niños que merecían lo mejor del mundo.
Así que tal vez cuando fueran un poco más mayores y creyera que estuvieran listos pues les diría con calma.
Estos meses habían sido un poco duros a decir verdad, la señora Longbottom había enfermado gravemente y a mí cuando lo supe solo se me paso en la cabeza, lo que había pasado hace varios años con los padres de James.
También me preocupaba la situación de Neville, era al igual que Harry un pobre niño que había perdido de alguna manera a sus padres. Tal vez no fuera lo mismo aunque si lo pensaba si era parecido. Aunque estuvieran viviendo, la maldición Cruciatus los habían consumido, a tal punto de estar ingresados en el Hospital San Mungo de Enfermedades y Heridas Mágicas debido a la demencia generada por la maldición.
Hubo días en los que iba a verlos y odiaba verlos tendidos en la camilla mientras estaban perdidos, como si no estuvieran con nosotros.
Neville era un niño maravilloso que al igual que Harry merecía tener a sus padres con él, aunque Augusta siempre intento darle todo su amor y lo cuido muy bien, aun recuerdo una de las conversaciones que tuve con ella. Ella estaba ingresada en San Mungo así que Neville se había quedado con nosotros en casa en lo que ella mejoraba, pero eso no estaba pasando, nadie sabía exactamente lo que tenía. Cada día solía ser como un patrón, tenía días buenos y unos días malos, algunos malos se convertían en peores.
Me sentía horrible al verla en ese estado, ella había sido una mujer muy sana y fuerte, pero ahora era todo lo contrario, estaba más delgada y sin fuerzas.
Ahora me encontraba en el jardín viendo a los niños jugar entre ellos, igual vinieron también los Weasley. Molly se encontraba viendo todo al igual que yo y bueno Freya era Freya, era una niña más.
—¡Harry James Potter Williams! —últimamente a Freya le encantaba quitar el apellido de Lily y poner el mío. Según ella James era más salvable, así que no era justo que Harry no tuviera el Potter, como ya dije muy cuerda ella no era.
—¡No estoy! —Harry corrió hacia mí para esconderse detrás de mí, solté una gran risa y lo abracé muy fuerte protegiéndolo de Freya.
—Menudo cobarde que eres —ella se acercó y Harry le saco la lengua— ¡Qué grosero! ¡Controla a tu hijo!
—No me da la gana —le solté yo divertida.
—¡Pero mujer! —Remus apareció con Claire, Mary no pudo haber venido porque tenía trabajo en San Mungo.
Hace días tuve una conversación con mamá respecto a mi futuro, digamos que había dejado de hacer algunas cosas porque quería dedicarme a Marie y a Harry al cien por cien.
—¿Por qué Freya sigue gritando? —pregunto Claire divertida mientras dejaba las galletas en la mesa que teníamos en el jardín. Remus dejo la bandeja con los vasos llenos de zumo.
—Porque así es Freya una gritona, pero bueno solo nos queda unos años, después conocerá a alguien y nos dejara por fin —soltó Remus divertido mientras Freya lo veía indignada.
—¿Sabes una cosa mi querido Remusin? Voy a quedarme a tu lado como una garrapata toda la vida para sacarte canas verdes y molestarte toda la vida —Claire, Remus y yo reímos, la verdad es que Freya era capaz de eso.
—Lo que tú digas —dijo Remus divertido.
Remus y yo llevábamos casi tres años juntos y era demasiado lindo a decir verdad, siempre sabía como sacarme una sonrisa y obviamente como cualquier pareja necesitábamos estar a solas yendo a citas o bueno lo típico de las parejas. Por eso siempre que eso pasaba Freya y Claire se quedaban con los niños.
—Me dueles Remusin —Freya salto encima de él haciendo que callera—, que blandito estas.
—Joder Freya —susurro él quejándose adolorido.
—Esa boca Remusin, ¿con esa boca besas a nuestra adorable Adele? —él la miro divertido.
—Tal vez.
—Tal vez hagas algo más con esa boca para nuestra amada Addie —la mire sorprendida y sonrojada.
—¡Freya! —le grité y ella se levantó riendo.
—¡Él no lo negó Addie! —ay no, esto no estaba pasando.
—Tía Freya, ¿por qué dijiste eso? —le pregunto Harry mientras todos los niños la miraban esperando una respuesta.
—Porque tus lindos papis... —Remus se levantó rápidamente y la tomo como saco de patatas para tirarla a la piscina.
—¡Remus! —Claire le grito divertida mientras reía al igual que los niños. Freya segundos después salió de la superficie y miro muy mal a Remus.
—Cuanto te odio Lupin.
—Me amas —yo me acerqué sigilosamente hacia Remus con la intención de empujarlo a la piscina, Freya me miro disimuladamente divertida y cuando ya estuve detrás de él lo empuje a la piscina.
—¡Eso Addie! —grito divertida Freya mientras salía del agua riendo al ver salir a Remus del agua.
Remus me miro negando divertido, sabía que en verdad debía de estar de su parte, pero me apetecía empujarlo al agua, al menos logre que los niños rieran.
—Amor, veo que quieres jugar —mire divertida a Remus.
—Tal vez —reí.
—Bien... ¡Niños ya! —lo mire confundida, me gire y los niños ya me habían empujado al agua, segundos después salí de la superficie y vi a Harry y Marie riendo a carcajada al igual que los demás.
—Mis propios hijos me han traicionado —intenté sonar lo más sería posible pero escucharlos reír hacia un poco complicada la situación. En verdad, los amaba demasiado y jamás me cansaría de verlos sonreír y reír.
—¡Addie el teléfono! —me dijo Claire preocupada, salí corriendo del agua y entre dentro para agarrar el teléfono para saber que había pasado.
—¿Si? —confundida porque Claire no me había dicho lo que estaba pasando.
—¿Es usted la señorita Williams? —me pregunto una voz que apenas conocía.
—Si, ¿quién es usted?
—Le hablo desde San Mungo, la paciente Augusta Longbottom... —esperaba que no fuera lo que estaba pensando— Lo siento mucho, pero la hemos perdido.
Estaba en estado de Shock, deje de escuchar todo lo que tenía a mi alrededor. Era como si todo mi alrededor no existiera. No podía crecer que Augusta había muerto, aún debía hacer muchas cosas y sobre todo cuidar de Neville.
—Por favor querida te pido que cuides de Neville si no lo consigo... —la interrumpí con lágrimas en los ojos.
—No diga eso señora Longbottom, estoy muy segura de que se pondrá bien y estará con Neville —ella negó con una pequeña sonrisa mientras me tomaba la mano.
—Las dos sabemos que eso no pasara querida, lo tengo todo preparado cuando me muera, tú serás la tutora legal de Neville, además eres su madrina y sé que estará en buenas manos —susurro ella.
No podía creer que la señora Longbottom ya no estuviera, no sabía como actuar y mucho menos sabía que decirle al pequeño Neville que esperaba ansiosamente visitarla.
NOTA DE LA AUTORA
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