Así, al día siguiente, caminamos hasta la casa de Megan quien vivía a dos cuadras de la escuela, ella caminaba delante de nosotros y saltando sobre las baldosas como si estuviera jugando a la rayuela, Indy y yo nos preguntábamos si lo que dijo ella era cierto.    

-¿Y si mata a esos bichos como dijo?

-No, seguro nos quiere matar a nosotros. –habla mi amigo en voz baja.

-No, eso creo…

-Ya llegamos. –Megan se detiene frente a un gran portón negro con rejas altas, es como un muro de metal. Ella golpea el portón tres veces y el mismo se abre haciendo un rechinido oxidado, como las rejas de un cementerio abandonado de las películas de terror.

-Pasen. –Megan entra sin miedo, ya está acostumbrada pero nosotros tenemos dudas.

-Tú primero. –se adelanta a decir Indy.

-Eh… okey. –acepto, entonces me asomo con cuidado y veo un gran jardín, cubierto de césped verde, hay arbustos, flores y eso, como un pequeño paraíso.

-Wau… -balbuceo asombrado.

-¿Qué hay? –pregunta mi amigo un poco asustado.

-Bueno, hay tenebrosos árboles, telarañas por todos lados y la casa se parece a una mansión en embrujada. ¡Ah! –suelto un grito espantoso haciendo que se espante.

-Ja ja jaja. –rio a carcajadas por la broma.

-¡No es graciosos! –se molesta mucho pero se calma al ver el hermoso jardín.

-Te asustaste. –hablo ahogando la risa.

-Eres un mentiroso. –él entra con toda confianza y yo lo sigo. A nuestro alrededor todo es verde y un pequeño camino de rocas nos lleva a la casa ubicada en el fondo.

-Pensé que no entrarían, mis amigas nunca quieren venir aquí porque tiene miedo de la puerta. –comenta Megan dejado su mochila junto al marco de la puerta. En ese momento, ella tropieza por una rama seca que está en el suelo entonces yo me apresuro para sujetarla pero piso mi cordón desatado  ambos terminamos en el suelo, yo con mi cara en la tierra y ella sentada cerca de mí.

Me levanto adolorido y limpio la tierra de mi cara mientras que Megan ríe, su risa es tan contagiosa que todos terminamos riendo tirados en el piso.