ꗃ xxxviii. a recipe for disaster.
written by 𝗆𝗂𝗄𝖺𝗌𝖺𝗆𝗎𝗇
♯🥊 ‧₊⋆ CAPÍTULO TREINTA Y OCHO ❜🗞️ೃ∗
today we present: Una receta para el desastre.
Primero me hizo entrar a mí, antes de cerrar la puerta con firmeza en la cara de su madre. Estoy llena de nerviosismo, temiendo que pudiera preguntarme sobre lo que su madre me había estado diciendo en su ausencia o cualquier otro asunto relacionado con ella. Sin embargo, parecía que todo lo que el presidente quería era mantener a su madre a distancia de mí, ya que me encuentro bastante segura de que ni siquiera recordaba que hace unos momentos le he dicho que teníamos que discutir algo importante. El CEO se dirigió directamente a su silla de cuero, sin intención de sentarse, solo ajustando algunos documentos que están sobre su escritorio.
De hecho, parecía que todo eso era mucho más crucial que haberle ocultado la verdad a su madre y dejarme en esta posición incómoda. Por lo tanto, decidí aclarar mi garganta, atrayendo su atención, porque ya que me hallaba aquí quería aprovechar la oportunidad para expresarle lo que estoy sintiendo en este momento, sin el temor de perder mi empleo. Después de todo, si eso sucediera, al menos ya tenía otra oferta de trabajo en una carrera que realmente me apasionaba.
—Presidente...
Mi voz fue rápidamente silenciada, ya que mi superior habló por encima de mí, su mirada aún fija en esas voluminosas carpetas que parecía necesitar llenar con urgencia, o al menos eso deduje por la intensidad de su concentración.
—No olvidé lo que me dijiste, Miharu.
Era raro que me llamara por mi nombre, lo que dificultaba aún más la tarea de decirle que era mejor que dejáramos de tener encuentros íntimos. Era difícil reunir el valor para decirle que estaba completamente enamorada de él y era aún más difícil enfrentar la posibilidad de que, luego de revelarle todo lo que estaba sintiendo, me despidiera. En este instante, un torbellino de emociones me embargó. Un miedo paralizante a la posibilidad de perder mi trabajo, una tristeza profunda ante la idea de que mis sentimientos no fueran correspondidos y una ansiedad abrumadora por la incertidumbre del futuro.
Pero, en medio de todo eso, hay también un destello de esperanza. La esperanza de que, tal vez, él pudiera sentir lo mismo por mí. Era todavía más difícil tener la concentración debido a que mis manos temblaban ligeramente y podía sentir cómo mi corazón latía con fuerza en mi pecho, tanta fuerza que podría estar segura de que en cualquier momento me daría un paro cardíaco. Debía de mantener la cordura, así que tragué saliva, intentando reunir el valor para hablar. Mis pensamientos yacen en desorden, empero, sabía que tenía que decir algo antes de que sea tarde.
—Quiero que dejemos de tener intimidad, presidente.
Hice la confesión mirando fijamente mis manos, el silencio que se apoderó de su oficina fue casi ensordecedor. El ruido constante de las carpetas en su escritorio se detuvo abruptamente, lo que me hizo levantar la vista hacia él, durante un breve instante, lo vi inmóvil, con los ojos fijos en los documentos frente a él, solamente que retomó su actividad, haciendo tanto ruido como antes.
—¿Por qué? Tú y yo teníamos un pacto, Sasaki.
Sabía que haría absolutamente todo lo posible para tratar de persuadirme de que continuáramos con nuestra relación tal como estaba, no obstante, ya no podía soportarlo más. No me importaba lo que pudiera suceder a continuación, así que simplemente lo solté. Pero tan directo que me asusté.
—Me he enamorado de usted, presidente, y dadas las circunstancias de nuestra relación, que es puramente física, creo que es mejor que lo dejemos a un lado. Prefiero que me vea como su principal asistente, nada más que eso—levantó la vista para encontrarse con la mía. Su rostro era uno serio.—. Y puede tratarme como lo hizo al principio. No me importa. Pero también entiendo que si no puede aceptar esto y decide despedirme de la empresa, lo comprenderé. De hecho, iré a recoger mis cosas ahora mismo.
—Detente.
Me detuve en seco, no había llegado ni a la puerta cuando su voz volvió a resonar en la sala.
—No logro entender por qué te habrías enamorado de mí, Sasaki. Nuestro contacto nunca fueron más que físico, en todo caso, estás enamorada de mi apariencia y de quien puedo llegar a ser en ese contexto. Estoy seguro de que no estás enamorada.
Una risa incrédula escapó de mis labios.
Para mí, este era un asunto de gran importancia, pero para él, parecía no tener ninguna relevancia. Aún seguía buscando algunos documentos, el sonido de sus dedos pasando las páginas resonaba constantemente en la sala. Era tanto el sonido que me estaba haciendo explotar por dentro.
—Usted no sabe absolutamente nada de mí, no conoce mis emociones ni lo que siento. Sí, puedo entender que usted no sienta lo mismo que yo, y es completamente comprensible porque usted no me conoce y yo a usted sí.—dejé saber. Él me miró.—Conozco toda su maldita rutina, sé lo que le gusta y lo que odia, sé todo lo que una persona podría saber y eso es precisamente por lo que me siento tan enamorada de usted. Y sí, nuestros encuentros íntimos quizás tuvieron mucho que ver en eso, porque no es normal que una persona comparta los mismos fetiches...
—Sasaki...
Su voz sonaba pesada, como si estuviera reprimiendo las ganas de lanzarme cualquier cosa que tuviera a mano en su escritorio. Parecía estar buscando la única manera de hacerme callar antes de que dijera algo de lo que pudiera arrepentirme.
Solamente que no me importaba.
—Pero no por eso usted tiene el derecho de minimizar mis emociones, porque quizás no le agrade la idea de que, otra vez, una de sus secretarias se haya enamorado de usted—expresé con rabia, captando su atención y su mirada nuevamente. Mucho más cuando mencioné a su primera asistente.—. Pero sí, estoy perdidamente enamorada de usted.
Nuestras miradas se cruzaron y se mantuvieron durante unos largos y tensos minutos. Fueron minutos que parecieron eternos, empero, solo para darme cuenta de que para el presidente fue un intercambio más de palabras, ya que rápidamente volvió a centrar su atención en las carpetas. No estaba buscando una respuesta que indicara que sentía lo mismo por mí, simplemente, deseaba que comprendiera que yo estoy enamorada de él, no que me diera excusas o que confirmara que lo que yo estaba sintiendo era solo una atracción física.
Sin embargo, al ver que yace tan absorto en sus documentos, decidí que lo mejor sería retirarme de su despacho e irme directamente al baño. Necesitaba liberar toda la emoción de desesperación que bullía en mi interior, tenía un enorme deseo de llorar, pero no porque no me correspondiera, sino por la forma en que me está haciendo sentir. Sentí un nudo en la garganta mientras caminaba al baño, las lágrimas amenazaban con desbordarse de mis ojos.
Una vez dentro, me apoyé en el lavabo, mirándome en el espejo. Mis ojos están vidriosos y podía notar el reflejo de la tristeza y la frustración en ellos, así que permití que las lágrimas se deslizaran por mis mejillas, liberando la presión y el dolor que estuve acumulando. De alguna manera, estaba agradecida de que hoy el presidente tuviera que estar fuera de la empresa debido a un incidente con uno de los empleados, por lo que había trabajado con calma mientras lidiaba con mis emociones. A las 5 de la tarde, salí de la empresa, ya que mi superior me lo indicó por mensaje de texto.
Y eso fue lo único que recibí de él.
Cuando llegué a mi apartamento, pude ver una figura apoyada en la puerta de mi casa con dos cafés en una caja de cartón y otra caja que supuse contenía algo para acompañar. Eso me hizo ver a mi mejor amigo con una expresión en mi rostro que decía todo menos algo agradable. Le di una patada suave con mi pie para que abriera los ojos, y al darse cuenta de mi presencia, se levantó de inmediato del suelo.
—¿Qué estabas haciendo durmiendo en la puerta de mi casa como un vagabundo?—pregunté, más desconcertada de lo habitual—. Jung Kook, si piensas que no te he perdonado, créeme, ya lo hice. No hay necesidad de que montes todo este espectáculo.
El joven de largo cabello negro se puso de pie, sacudiéndose el polvo de la ropa. Sus fanales se encontraron con los míos, y pude observar un destello de alivio en ellos.
—No estaba seguro de si me habías perdonado.—admitió, rascándose la nuca en un gesto de nerviosismo—. Así que, pensé que un café y algo de comer podrían ayudar a suavizar las cosas.
No pude evitar sonreír ante su torpe intento de reconciliación. A pesar de todo, Jeon Jung Kook siempre fue alguien en quien podía confiar, alguien que estaba allí para mí incluso en los momentos más difíciles. La única mierda era que no podía hablar sobre los recientes con uno de sus amigos, lo cual era una conversación que urgentemente necesitaba charlarlo con alguien.
—Eres un tonto, Kookie.—dije, pero mi tono era más cariñoso que enojado. Tomé uno de los cafés y la caja de comida, agradeciéndole con una sonrisa antes de abrir la puerta de mi apartamento.
—¿Puedo entrar?
Indagó, mirándome con ojos suplicantes. Asentí, dándole paso para que entrara en mi hogar. A pesar de la tormenta emocional que había vivido este día, sabía que con Jung Kook a mi lado, las cosas empezarían a mejorar. Así que, mientras saboreábamos los cafés y comíamos, no tardamos en iniciar una conversación, especialmente sobre cómo nuestros padres estaban inquietos por la gran distancia que hemos mantenido últimamente. Esto llevó a que decidieran visitarnos, y llegarían precisamente el sábado. Por lo tanto, ese día teníamos que estar notablemente mejor que antes para demostrarles que ya habíamos hecho las paces. Minutos después, el timbre de mi departamento sonó, al abrir la puerta, me di cuenta de que se trataba de los mejores amigos de mi hermano adoptivo. Rápidamente llenaron mi departamento con todo tipo de aperitivos y bebidas, celebrando que ya estábamos todos juntos de nuevo, sin pensar que yo todavía me encuentro bastante molesta con uno en particular.
Park Ji Min.
—¡Basta ya! ¡Resuélvanlo!
El tono de Kim Tae Hyung llenó la estancia, su rostro iluminado por el resplandor de la televisión encendida y su boca llena de bocadillos. El sonido de sus dedos golpeando el joystick del videojuego que habían traído para jugar aún se podía escuchar. La sala está sumida en la penumbra, tal como los chicos querían, mientras que la luz sobre la isla de la cocina estaba encendida, ya que yo estaba ocupada preparando algo de comida. A mi lado yace el hombre con quien no deseaba tener ningún tipo de diálogo.
—¿Necesitas que te ayu...?
—No.
Lo corté, continuando con el picado de las verduras. Park Ji Min tragó con dificultad, podía notar que ansiaba acercarse más a mí, empero, no le había brindado el espacio suficiente para hacerlo. Se notaba intranquilo ante la idea de tener incluso una mínima charla conmigo.
—Mimi...
Volteé hacia él, mis emociones aún en tumulto. Luego, con un suspiro, confesé:
—Tengo una amiga que se siente traicionada, Ji Min. Esta amiga creyó que eras su amigo, que podía depositar su confianza en ti. Pero ahora, esta amiga mía se siente perdida, no sabe en quién confiar. Hasta quizás se siente lastimada, como si un pedazo de su corazón se hubiera desgarrado.—corté bruscamente la tabla de madera, observando directamente a los ojos del amigo de mi hermano adoptivo.—Cada día, cada hora, me siento como si estuviera caminando sobre vidrios rotos, Park. Tu traición no fue solo un golpe a mi confianza, sino una puñalada a mi corazón. Y lo peor de todo es que tuviste la audacia de hacerlo público, poniendo mi carrera y todo lo que he trabajado en riesgo.
Mi voz temblaba con la emoción no expresada, y podía sentir la amargura y el dolor tejiendo una telaraña en mi pecho. Mis palabras eran como dagas, afiladas y precisas, dirigidas a la persona que había traicionado mi confianza. La cocina quedó en silencio después de mi confesión, solo el sonido de la televisión y los murmullos de los demás llenaban el espacio.
Ji Min me miró, sus faroles llenos de arrepentimiento y tristeza. No obstante, ya era demasiado tarde para las disculpas.
—Lo siento, Mimi...—empezó a decir, pero levanté una mano para detenerlo.
—No, Ji Min. Las disculpas no van a arreglar esto—dije, mi voz sonaba más firme de lo que me sentía. Tanto que Jung Kook levantó la cabeza por un instante, queriendo verificar que el cuchillo que tenía en la mano no quedó en su amigo.—. Traicionaste mi confianza y pusiste mi carrera en peligro. Eso no es algo que se pueda solucionar con un simple lo siento. ¿De acuerdo?
Podía ver que Ji Min empezaba a captar la seriedad del asunto, aunque no pudo ocultar la consternación en su rostro.
—Comprendo que estés enfurecida conmigo por esto, pero debes entender... estaba tratando de protegerte a mi manera.—expresó nervioso, hasta podría decir que preocupado.—Tú, más que nadie, conoces cómo él maltrata a sus empleados y estoy dispuesto a apostarlo todo, Miharu,... que tú también has padecido bajo su yugo.
Expuso, sin embargo, eso provocó que mi hermano se levantara del sillón para aproximarse a la isla de la cocina. Su rostro reflejaba claramente que ha estado escuchando toda nuestra conversación. La tensión era palpable en mi departamento, mientras en el fondo se oía a Tae Hyung quejándose porque su compañero de juego lo había dejado solo.
—¿A qué te refieres, Ji Min Ssi?
—Nada, Jung Kook.—respondí, agitando las verduras que se están cocinando en la olla. Le lancé una última mirada fulminante a Park Ji Min.
—Dímelo, quiero saberlo.
No le quedó más remedio a Ji Min que desembuchar todo lo que ha sucedido en los meses desde que empecé a trabajar para la empresa automotriz de mi jefe y del amigo de mi hermano adoptivo. Parecía que Jung Kook estaba al tanto de cómo su amigo trataba a todos sus empleados, pero albergaba la esperanza de que, por ser yo familia, recibiría un trato diferente. Ya me estaban llevando a un estado de ánimo que no deseaba, ya que no quería entrar en conflicto con mi mejor amigo en estos momentos, simplemente que la forma en que están hablando de estas cosas está a punto de hacerme estallar una arteria en mi interior. Así que solté una confesión.
—¡Yo lo consentía! ¡¿Si?! Lo consentía porque me atraía, lo consentía porque..., eso me excitaba de una forma que ninguno de ustedes lo puede llegar a entender.—apagué el fuego, mirándolos con una expresión enfurecida.—Deben estar satisfechos ahora, la salsa se me quemó.
Y me alejé.
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