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ꗃ xxxvii. chan's mom.

written by 𝗆𝗂𝗄𝖺𝗌𝖺𝗆𝗎𝗇
♯🥊 ‧₊⋆ CAPÍTULO TREINTA Y SIETE ❜🗞️ೃ∗
today we present: Mamá de Chan.

Al fin cuando pude ver a mi madre, la encontré justo cuando se subía a un coche y se desvanecía de la vista. A mi lado, Bang Min Ye soltaba comentarios cargados de sarcasmo, lamentándose de haber llegado tarde para recomendar a una persona que, según ella, era la elección perfecta para trabajar en la organización de nuestra madre. Su tono irónico y actitud desenfadada solo servían para aumentar mi irritación. El humor se había desvanecido, reemplazado por una sensación de agotamiento y frustración. No estaba de ánimo para seguir trabajando, y menos aún para soportar la presencia de mi hermana, cuya mera presencia parecía tener la capacidad de sacarme de mis casillas. Así que, sin más remedio, decidí retirarme y dirigirme a casa. El día fue largo y agotador, y lo único que ansiaba era un poco de paz y tranquilidad lejos del caos de la empresa, los ojos sin respuestas de Sasaki Miharu, y de la constante provocación de mi hermana. Por lo que directamente me marché.

Era un jueves por la mañana, el aire aún fresco y la ciudad despertando lentamente a la rutina del día. Retomé mi horario laboral habitual, adentrándome en el bullicio de la oficina. Al caminar entre los escritorios de mis dos asistentes, pude percibir un cambio en la atmósfera. Mi segunda asistente parecía estar en otro mundo, sus ojos perdidos y su mente claramente concentrada en algo distinto a su trabajo. En contraste, Sasaki, con un movimiento fluido y decidido, giró su silla para enfrentarme. No esperó a que yo emitiera alguna orden o indicación debido a que desde que pasó lo del beso hacía todo lo posible para no tener que estar con ella lo suficientemente.

Pero simplemente se colocó frente a mí, su postura transmitiendo una seriedad inusual. Lo que realmente me desconcertó fue la mirada en su mirada. Hay una gran frialdad en ellos, una dureza que rara vez veía en su expresión temerosa y cálida. Era como si una cortina de hielo se hubiera deslizado sobre sus bellos ojos comunes, ocultando lo que solía ser familiar y confortante. Esa mirada, tan ajena y distante, me tomó por sorpresa, hasta diría que dejándome con sensación de inquietud y lo primero que se me vino a la cabeza es que mi madre tenía algo que ver con eso.

—Buenos días, Presidente Bang. Me gustaría presentarle los primeros informes del día.—saludó con la mirada en la tableta de la empresa, sin una pizca de emoción en sus palabras.—El ingeniero Han expresó su preocupación acerca de una máquina en el taller que parece estar funcionando de manera irregular, sugiere que sería prudente atender el problema de inmediato para prevenir cualquier incidente. En otro orden de cosas, su madre se encuentra esperándolo en su despacho en este preciso instante.

Al escuchar las palabras «su madre», una ola de emociones me invadió. No quería mostrar debilidad frente a mis empleados, y mucho menos frente a mi asistente principal. Tal vez no se percató de los nervios que me agitaban por dentro, sin embargo, sí del enojo que se dibujaba en mi rostro, provocado por la visita inesperada de mi mamá. Di un paso a mi despacho, dispuesto a enfrentar lo que viniera. Solamente que ella se adelantó, quedando a un lado mío, su mirada perdida en algún punto distante, evitando mis ojos.

—Antes de que comience su jornada, presidente, quisiera hablar con usted más tarde sobre un asunto que nos concierne a ambos.

Informó con una voz firme, algo en su tono me hizo sospechar que mi madre está involucrada en este asunto. Asentí, mi mirada transmitiendo un mensaje claro: independientemente de la decisión que tomara respecto a su futuro en la empresa, no permitiría que se fuera. Con determinación, entré en mi oficina. La luz del día inundaba la habitación a través de las ventanas, iluminando a mi madre que se encontraba sentada en el sillón frente a mi escritorio. Era evidente que ella fue la que ha abierto las cortinas, a pesar de que siempre he pedido que se mantengan cerradas, preferiendo la penumbra matutina en mi despacho. Al cerrar la puerta detrás de mí, dejé mis cosas en el escritorio y me dirigí hacia mi madre.

Mi madre, esa señora con el cabello en un rojo vivo con su vestimenta formal, se levantó con una sonrisa radiante, lista para saludarme con el cariño maternal que siempre mostraba.

—¡Hola, cariño! ¿No me saludarás?

Ella captó la expresión de disgusto en mi cara, entendiendo rápidamente que no recibiría el saludo cordial que siempre solía darle. Mi madre soltó una risa suave y nasal, antes de volver a acomodarse en el sillón de mi despacho.

—Estuviste recorriendo la empresa como si fuera un maldito parque temático—comencé, mi voz cargada de frustración.—. Min Ye y yo te hemos estado buscando durante un buen rato, mamá, es evidente que estoy molesto contigo. Además,—relajé mis brazos, deshaciendo la postura defensiva que había adoptado al hablarle.—no me diste ningún aviso de tu visita. ¿A qué debo el «honor» de tu presencia? Y lo digo así porque es demasiado raro que estés en Seúl.

—Descubrí por la televisión que mis dos delfines estuvieron en un juicio juntos, y no precisamente nadando en armonía, sino chocando aletas como rivales, Chan.

Comenzó, su voz cargada de una mezcla de decepción y preocupación. Rodé los ojos en el momento en que empezó a ponernos esos apodos que hemos detestado desde que éramos unos niños.

—Ya basta de decirnos así.

—¿Cómo crees que eso me hizo sentir? Quería saber cómo estaban mis delfines, necesitaba entender qué había sucedido y por qué Min Ye, mi delfín más joven, defendía con tanto fervor a esos clientes en lugar de a su propio hermano. Sí, sé que Yong Bok es tu abogado, y es muy bueno en lo que hace, por algo ganaste. Pero no logro entender por qué hay tanta animosidad entre ustedes dos.

Obviamente que mi madre ignoró por completo mi opinión sobre esos apodos, que únicamente siguió haciendo lo mismo. Creo que ya comprendía de dónde sacó la maldad y sarcasmo mi querida hermana. Ya que en la faz de la mujer que me dio la vida se podía observar la molestia y el cinismo.

—No es animosidad, mamá.

—Tienes razón, es competencia, y no me gusta.—afirmó con una firmeza que me tomó por sorpresa.

Mi madre siempre había sido una mujer de carácter fuerte, pero en ese momento, su determinación era más palpable que nunca. No estaba aquí solo para una visita casual, sino para enfrentar el conflicto que se ha desatado entre Min Ye y yo. A pesar de mi frustración inicial por su visita sorpresa, no pude evitar sentir un cierto respeto por su valentía. No obstante, no tenía ganas de hablar de mi hermana menor, y menos del juicio que ya consideraba un capítulo cerrado en mi vida. No hay necesidad de revivir esos problemas del pasado, parecía que mi madre comprendía mis sentimientos, su rostro se suavizó y se levantó del sillón para colocarse frente a mí.

Inconscientemente, me encontré apoyado contra la superficie fría de mi escritorio, mis brazos cruzados en un gesto defensivo, mi mirada fija en la figura de mi madre. Ella, con una delicadeza que solamente una madre posee, colocó sus manos sobre mis brazos, acariciándolos suavemente. Una tenue sonrisa se dibujó en su rostro, suavizando las arrugas que el paso del tiempo había grabado en su piel, logrando disipar un poco de la tensión que hay en el ambiente.

—Observé que tienes una nueva asistente.

Comentó de manera casual. Un destello de irritación me atravesó al recordar que probablemente perderé a mi primera asistente debido a su intervención con ganas de sacarme a un miembro de mi personal.

—Así es.—respondí con laconismo.

—Pensé que Lim Eun Nae seguía siendo tu mano derecha, y vaya, me sorprende ver a Shin Ga Hye de vuelta en tu equipo.

—No, mamá. Has estado ausente por un buen tiempo, ocurrieron muchos cambios.—le recordé, caminando alrededor de mi escritorio para tomar asiento en mi silla.—Así que sí, tengo una nueva asistente, y la señorita Shin ha decidido aceptar la posición de segunda asistente de nuevo.

Ella asintió, tomando asiento en una de las sillas frente a mi escritorio, su postura relajada y tranquila.

—Eso me alegra, cariño.

—Gracias, supongo. ¿Y cómo te va en tu hogar? Porque, por lo que puedo ver, rara vez sales de allí para visitar a tus «delfines», ¿verdad?

Dije, con un tono ligeramente burlón al hacer referencia a la organización de la cual ella es la cabeza y que nunca salía, pero también al apodo cariñoso que nos había asignado. Pasó un tiempo considerable desde la última vez que la vi, a menos que mi hermana y yo decidiéramos hacer el viaje para visitarla en la Ciudad de Jeju, en donde se encuentra la base de la organización. Mi comentario pareció sorprenderla un poco, pero rápidamente recuperó su compostura. Su expresión se suavizó, y por un instante, pude notar un destello de nostalgia en sus faroles.

Era evidente que extrañaba los días en que éramos solo nosotros, sus «delfines», nadando juntos en un mar de amor y unidad. Aguanté las ganas de reírme en ese momento de solo haber pensado en la manera en la cual mi madre lo hubiese visto.

—Bueno, no es tan fácil salir de la Ciudad de Jeju, ya sabes.—respondió, intentando quitarle importancia a la situación con una risa ligera.

A pesar de la risa de mi madre, yace una sombra de tristeza en su voz que no podía ignorar. Eran sus ojos, los cuales siempre han sido un reflejo de fortaleza y determinación, ahora parecían nublados por la soledad. Me encuentro a punto de decir algo, de intentar consolarla, cuando la puerta de mi oficina se abrió de golpe, rompiendo nuestra burbuja de intimidad. Fue mi segunda asistente la que apareció en el umbral, su cara pálida y su mirada llena de preocupación, no era común que mis asistentes irrumpieran en mi despacho sin una invitación explícita, y su presencia inesperada me puso en alerta.

—Lamento mucho la interrupción, presidente, pero ha ocurrido un accidente en el taller. Una máquina se ha caído sobre la pierna de uno de los empleados. Ya hemos llamado a una ambulancia.

—Maldita sea...—murmuré, levantándome de mi silla con una rapidez que sorprendió incluso a mí.—Te enviaré un mensaje más tarde, mamá. Pero ahora, tengo que atender esto.

Sin perder un segundo más, me despedí apresuradamente de mi madre y seguí a Shin Ga Hye fuera de mi oficina, rumbo al taller. No pasó mucho tiempo antes de que me encontrara con la figura de la mujer de recursos humanos. Su mirada estaba cargada de resentimiento y hostilidad, probablemente, porque sabía que ya estoy al tanto de la situación, pero me he demorado en responder.

Jueves por la mañana.

Lamentablemente, la única vía de escape del salón de registros fue romper una de las ventanas, desencadenando una alarma estridente. Antes de que pudiera ser reprendida por los policías que rondan las calles del edificio, —ya que me conocían por estar la gran parte del tiempo con el CEO— el abogado intervino explicando lo sucedido. Me pesaba la idea de que capaz un miembro del equipo de seguridad perdería su empleo por no haber revisado todas las habitaciones antes de marcharse a casa. A pesar de todo, logré llegar a mi hogar a descansar lo necesario. Mi sueño fue efímero, ya que debía prepararme para otra jornada laboral.

Empero, la conversación que tuve con el mejor amigo de mi superior no dejaba de rondar en mi mente. Decidí poner fin a los juegos sexuales que mantenía con él, así que cuando llegué a la empresa le dije que necesitábamos hablar sobre algo que nos concernía a ambos. Pero, justo cuando salió de su oficina, escuché el rumor de que una máquina ha caído sobre la pierna de uno de los empleados. Era una de las pocas personas que aún permanecían en su escritorio, y aun cuando debía admitir que las ojeras dominaban mi rostro y dependía del café para mantenerme despierta, seguía allí. El sonido de la puerta del despacho de mi jefe me hizo despertar un poco más.

Era la misma mujer que vi el día anterior, a quien le sugerí que esperara a su hijo dentro del despacho y no estar esperándolo en una parte de la construcción que vivía haciendo ruido antes de que llegara el jefe Bang. Sin embargo, ahora mismo me miraba con una sonrisa cálida, una expresión que me hacía extrañar a mi madre Park Hekima, porque de cierto modo, me recordaba a ella. Por demás de que hace mucho tiempo que no sabía nada de mis padres.

—¿Y hace cuánto tiempo estás trabajando con mi hijo,—agachó sus ojos al gafete que se encuentra en mi escritorio.—... Miharu?

—Unos 8 meses, por ahí, señora Bang.

—Oh, eres muy nueva. Pero tengo la duda de cómo es que pudiste obtener este puesto, mi hijo es especial con respecto a su primera asistente.—la señora Bang hizo una pausa y luego continuó, su tono lleno de cariño y un toque de humor.—Sabes, mi hijo es como un pulpo en el vasto océano de los negocios. Es inteligente y adaptable, sin embargo, también es muy cauteloso y desconfiado. No deja que nadie se acerque fácilmente, especialmente en su entorno laboral.

El asombro se pintó en mi rostro al escuchar a la señora Bang comparar a su hijo con un pulpo. Mi sorpresa se tornó en diversión, y una risa escapó de mis labios. Ella parecía desconcertada ante mi reacción.

—¡Es increíble! ¡Acaba de equiparar a su hijo con una criatura marina! Pensé que era la única que hacía eso, aunque en mi caso, siempre le comparaba con una avispa de mar—comenté, y luego hice una mueca al darme cuenta de que estaba hablando con la madre de mi superior—. Lo siento, es que...

—¡Oh, eso es brillante! ¡¿Por qué no se me ocurrió antes?!

La risa de la señora Bang llenó la habitación, y su alegría contagiosa me hizo unirme a ella. Nos sumergimos en una charla sobre la peculiaridad de comparar a las personas con criaturas marinas, hasta que su risa se desvaneció y me miró con una expresión que no lograba descifrar completamente, pero que sugería que tenía una idea en mente.

—Me preguntaba por qué estabas trabajando aquí, ¿acaso te confundiste de carrera?

—Oh, no. Estoy aquí gracias a mi hermano. Jung Kook me presentó al presidente en una fiesta, y ahí fue cuando supe que necesitaba una secretaria y yo estaba en busca de un empleo. Así que así sucedió. Mi formación académica, en realidad, es en biología marina.

La madre de mi superior, la señora Bang, elevó las cejas en un gesto de asombro ante mi confesión. Me detuve en medio de mis pasos, a punto de llevar unas carpetas al departamento de tecnología de la información. Necesitaba completar algunos detalles que me faltaban y Huening Kai, experto en esa área, se había ofrecido para asistirme.

—No puede ser, dulzura. Yo formo parte de la organización de conservación de Arrecifes Resilientes.—declaró, su voz llena de un orgullo evidente.

Mis ojos se abrieron aún más, como si de repente todas las piezas del rompecabezas encajaran en su lugar. Me acerqué a ella, rodeando la mesa con pasos lentos.

—U-usted es... Bang Se Woong...—articulé, casi en un susurro.

—¡Sí! En persona.

Confirmó con una sonrisa amable y un brillo de orgullo en sus ojos. Mi mandíbula casi se desencaja al darme cuenta de que tenía frente a mí a la líder de la organización que he idolatrado desde que comencé a estudiar biología marina. Siempre había soñado con ser parte de ese equipo, me maravillaba todo lo que hacían por el medio ambiente y, en particular, por la vida marina. No obstante, luego comprendí que ese sueño probablemente no se haría realidad, y mi título en biología marina parecía más un adorno que una herramienta útil.

Tragué saliva, intentando procesar la sorpresa.

—Es... En serio es un honor conocerla en persona, señora Bang Se Woong.—logré decir finalmente.

—¿Sabes?—dijo con una sonrisa astuta, acercándose un poco más para susurrarme—. Me gusta tu forma de trabajar... Y por lo poco que te estoy conociendo, cariño, sé que harás un buen trabajo, pero no en la empresa de mi hijo.

Me sentí como una intrusa, como si estuviera buscando algo que no debería.

—Señora...

—Escucha, te voy a dejar mi número de teléfono—dijo, tomando una pequeña hoja y un bolígrafo, anotando sus datos.—. Cuando lo pienses bien, me llamas, Miharu. Porque estoy convencida de que tomarás una decisión acertada al final del día.

Acepté, guardando esa pequeña hoja en el bolsillo trasero de mis pantalones formales.

—Mamá, ¿qué estás haciendo?

Justo cuando la madre del CEO Bang Chan terminó de hablar, repentinamente una voz familiar se hizo presente, era mi jefe que apareció en medio del pasillo en donde se encontraban nuestros escritorios, el de las secretarias. Su rostro reflejaba una mezcla de confusión y sorpresa al ver a su madre hablándome. La señora Bang se giró hacia su hijo con una sonrisa tranquila y despreocupada.

—Oh, solo estaba teniendo una charla fascinante con tu asistente, querido.

Respondió, su tono casual no revelaba la importante propuesta que acababa de hacerme.

Yo permanecía en silencio, observando el intercambio entre madre e hijo. Me sentía como si estuviera en medio de un mar revuelto, intentando mantenerme a flote. Aún tenía guardada la hoja de papel con el número de teléfono de la señora Bang, un recordatorio tangible de la decisión que tendría que tomar. Mi jefe, aún desconcertado, se encogió de hombros y decidió no presionar más el asunto. Después de todo, era bien sabido que su madre era una mujer de espíritu libre y que a menudo actuaba de formas inesperadas, o es lo poco que mencionó la señorita Shin.

—Bueno, si ya terminaron su conversación, necesito hablar con Sasaki sobre algunos asuntos de trabajo.

Demandó, indicándome con un gesto que lo siguiera a su despacho. Asentí, dejando las carpetas en mi escritorio y siguiendo a mi jefe. Mientras caminaba hacia el despacho, no pude evitar mirar una vez más a la señora Bang. Ella me devolvió la mirada con una expresión que parecía decir: «La decisión está en tus manos.»

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