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ꗃ xxxv. cruel game.

written by 𝗆𝗂𝗄𝖺𝗌𝖺𝗆𝗎𝗇
♯🥊 ‧₊⋆ CAPÍTULO TREINTA Y CINCO ❜🗞️ೃ∗
today we present: Juego cruel.

Él se encontró solo en su despacho, un santuario lejos del mundo exterior porque con normalidad nadie lo interrumpía. A pesar de la antipatía que sentía hacia una mujer en particular, no podía negar la atracción física que ejercía sobre él, una atracción que le resultaba incómoda e indeseada, tanto que la expresión de asco se embargó en su cara de inmediato. La puerta se cerró con un suave clic, un muro invisible que separaba su vida pública de su vida privada. Se sentía extrañamente avergonzado, como si estuviera a punto de cometer un acto ilícito.

Su corazón latía con fuerza, cada pulsación un eco de su conflicto interno.

Un rubor subió a sus mejillas mientras se perdía en pensamientos que no quería tener, simplemente que eran innegables. Su mano temblaba ligeramente, moviéndose como si tuviera vida propia, a pesar de la soledad del edificio de ese día, se sentía como si estuviera bajo la mirada de un público invisible. La tensión llenaba el aire, una tensión que nacía de la lucha entre su deseo y su repugnancia. Cada objeto en la habitación parecía estar en sintonía con su estado emocional, cada sombra parecía guardar su secreto, pero a pesar de la incomodidad de la situación, había un cierto alivio en la liberación de sus sentimientos reprimidos.

No obstante, incluso en medio de este alivio, no podía evitar sentir una punzada de culpa, una sombra de remordimiento por lo que yace haciendo. A medida que los minutos pasaban, la tensión crecía, construyendo un crescendo de emociones que amenazaba con abrumarlo. Pese a la intensidad de la experiencia, hay una especie de belleza en ella, un descubrimiento de una parte de sí mismo que nunca había conocido antes. Fue en el momento más culminante cuando decidieron golpear la puerta de su oficina, la cual se hallaba en el centro de Seúl. Rápidamente, se abrochó los pantalones y se aplicó alcohol en gel en las manos, sacando el cerrojo de la elegante puerta marrón.

Martes por la tarde.

Estoy inundado de emociones, una mezcla tóxica de frustración y enojo que amenaza con consumirme por completo. Me siento como si estuviera en un laberinto sin salida, atrapado en un ciclo de arrepentimientos y remordimientos.

¿Cómo pude haberlo hecho? ¿Cómo pude haber besado a Sasaki? ¡Mucho más cuando yo puse esa maldita regla entre ambos! Ella, con sus ojos brillante y su jodida risa contagiosa, fue la persona que más me rompía los huevos. De hecho, siempre pensé que ella era alguien a quien nunca podría tener en mi cama. Pero ahora, todo se sentía alterado.

Teñido por ese único instante de flaqueza. No medité las consecuencias, simplemente me dejé arrastrar por el impulso del momento. Actualmente, me veo enfrentado a las secuelas de mis acciones, luchando contra la culpa y la humillación que amenazan con aplastarme. Cada vez que cierro los ojos, puedo sentir sus labios contra los míos, una dulce tortura que sirve únicamente para recordarme lo que he hecho. Cada vez que la veo, siento una punzada de remordimiento, una cruel recordatorio de mi error.

Quizás esa sea la clara razón por la que la había estado ignorando durante todo el día, o tratándola como cuando empezó a trabajar en mi empresa. En aquel entonces era severo y malo con todos mis empleados. Sin ninguna excepción, todos recibían el mismo trato, incluyendo a ella.

Mi actitud era dura y exigente, imponiendo altos estándares y esperando que todos los cumplieran. No era inusual verme reprender a alguien por un error menor o exigir perfección en todo momento. Algunos podrían incluso decir que era malo, mi dureza rayaba en la crueldad. Aun cuando, no comprendo por qué hablar en tiempo pasado, cuando seguía manteniendo esa forma de ser.

Sin embargo, volviendo a lo que en verdad me está jodiendo por dentro es que la culpa es una bestia voraz, alimentándose de mis inseguridades y mis miedos. Es un recordatorio constante de mi error, una sombra oscura que se cierne sobre mí, amenazando con consumirme por completo.

La vergüenza es igual de despiadada, un eco constante de mi debilidad, un espejo cruel que refleja la peor parte de mí. Es un recordatorio constante de mi fallo, una cicatriz que no desaparece, que solo sirve para recordarme lo que he hecho. Decidí buscar consuelo en mi mejor amigo, Yong Bok, así que con un suspiro pesado, entré a su despacho, dispuesto a contarle todo lo que había sucedido.

Lee Yong Bok siempre había sido mi confidente, el único que podía entender y soportar mis facetas más complicadas. Cuando apenas ingresé fui rápidamente a la mesita de vidrio, ahí está la botella de whisky que él no bebía, pero que yo sí. A medida que narraba los detalles, veía cómo se dibujaba una expresión de nerviosismo e ironía en su rostro.

Parecía que disfrutaba de mi desdicha, pero sabía que solo estaba tratando de aligerar la situación. Sin embargo, en este momento, su humor solo conseguía irritarme más. Mi mente está llena de preguntas sin respuesta. ¿Cómo había llegado a este punto? ¿Cómo he permitido que las cosas se descontrolaran tanto? Sentía como si hubiera perdido el control de mi vida, como si estuviera en una montaña rusa sin frenos.

La frustración y el enojo me consumían, pero también hay un toque de miedo.

Temía las consecuencias de mis acciones, temía lo que vendría a continuación. No obstante, más que nada, temía enfrentarme a mí mismo, a las decisiones que tomé y a las que tendría que tomar, a pesar de todo, sabía que tenía que enfrentar la situación. No podía seguir huyendo, no podía seguir evitando la realidad. Tenía que asumir la responsabilidad de mis acciones, tenía que encontrar una manera de solucionar las cosas, o poner una excusa a tal comportamiento con mi primera asistente.

Solo que no tenía idea de cómo hacerlo.

—¿Todo este drama es por un simple beso?—Yong Bok soltó una carcajada, sin quitarme la vista de encima.—Nunca pensé que vería el día en que el gran Presidente de NG Jadongcha, Bang Chan, se preocupara tanto por un besito. ¿Qué sigue? ¿Vas a comprarle flores y chocolates a tu asistente?—bromeó, su tono burlón hizo que la situación pareciera menos grave, al menos por un momento.

—No te burles, Bokkie.

Le respondí, intentando mantener la seriedad, aunque la risa de mi amigo era contagiosa.

—No puedo evitarlo, Channie. Es solo que es tan... inesperado. Tú, el gran Chan, todo trastornado por un beso. Y para colmo, con ella.—comentó Yong Bok, su tono lleno de diversión y de desdén al mencionar a Sasaki Miharu.

Bebí un trago largo de whisky, observando con pesadez la oficina de mi mejor amigo. Noté un frasco de crema en particular mal ubicado debajo de su escritorio.

Lo miré de nuevo.

—Ella querrá entender qué diablos me pasa, pero no sé qué decirle cuando llegue ese momento. No quiero hablar con ella, Bokkie. Me siento... raro estando con ella, y no me gusta.—admití, sintiendo cómo la confusión se apoderaba de mí.

—Bueno, tienes dos opciones—Yong Bok alzó la voz, sentándose en su escritorio de madera, poniéndose serio por un momento—. O hablas con ella y aclaras las cosas, o sigues ignorándola y esperas que todo se solucione solo. Pero ¿crees que ese beso ocasionó algo?—preguntó, levantando una ceja en curiosidad.

Me quedé pensando seriamente ante su pregunta sobre si ese beso había provocado algún cambio en mí. Nuevamente, me tomé otro trago de whisky, haciendo una mueca de desagrado. No me gustaba esa bebida, simplemente la consumía cuando algo me estresaba demasiado.

Mis ojos recorrieron una vez más el despacho de mi mejor amigo, y de repente, me di cuenta de que había llegado en un mal momento. La crema debajo de su escritorio, su nerviosismo inicial, todo empezaba a tener sentido. Yong Bok había estado en medio de algo muy personal cuando irrumpí.

Dejé el vaso de cristal en la mesa de centro y me giré, decidido a darle algo de privacidad a mi amigo. Pero no sin antes responder a su interrogante, mientras me volvía a enfundar el buzo.

—Por algo evito besar a las chicas cuando cogemos. Lo siento muy íntimo.—revelé, sintiendo un nudo en el estómago al admitir algo tan personal. Una vez más, me sentí repulsivo.—Prefiero dejarte con tus asuntos, parece que ibas en pleno apogeo. ¡Nos vemos, Bokkie!

Exclamé, saliendo de su despacho con pasos medidos pero apresurados. Estoy decidido a regresar a mi oficina para terminar de firmar los documentos pendientes, sin embargo, pude oír la voz atropellada de mi mejor amigo.

—¡Espera! ¡No es lo que piensas, hyung!

No pude evitar soltar una risa ante su protesta, la imagen de Lee Yong Bok balbuceando excusas mientras intentaba recomponerse quedaría grabada en mi memoria por un buen tiempo.

Miércoles por el mediodía.

Estaba furiosa conmigo misma al reconocer esos angustiosos sentimientos que albergaba por mi jefe, y mucho más cuando me evitaba por completo. Ayer, cuando regresó a la empresa después de haber tirado mi batido al pavimento, empezó a delegar tareas a la señorita Shin Ga Hye, sabiendo que ella estaba sobrecargada, como si yo no estuviese allí para asistirle, especialmente cuando se supone que yo era su asistente principal.

¡Ah, pero por supuesto!

Para sus deseos carnales, soy la primera en su lista, ya que me hallaba con una ropa interior estratégicamente abierta y vendas en los ojos, mis manos encarceladas gracias a las esposas que me había colocado. Nos encontrábamos en su casa, en esa sala donde me confinaba cada vez que deseaba que mantuviéramos relaciones íntimas. Aun cuando, mi pregunta era por qué carajos vine si estoy enfadada con él, especialmente cuando él fue el que inició el beso, no podía entenderlo.

Mis pensamientos están revueltos, una mezcla de ira y confusión. ¿Cómo había llegado a este punto? ¿Cómo pude permitir que mi jefe me tratara de esta manera? Y lo peor de todo, ¿cómo he permitido que mis sentimientos por él se complicaran tanto? Estaba atada, tanto literal como figurativamente. Atada a él por las esposas que me ha colocado, y atada a él por los sentimientos que no podía ignorar y por alguna razón, a pesar de todo, seguía volviendo a él. La sala en la que me confinaba era un reflejo de nuestra relación. Era un lugar oscuro y lleno de misterio, un lugar donde se dejaban de lado las normas y se permitían los deseos más oscuros. Y yo, a pesar de mi enojo, seguía regresando a este lugar, seguía permitiendo que me atara y me vendara los ojos.

El recuerdo del beso seguía atormentándome. Había sido él quien lo inició abruptamente, él fue quien cruzó esa línea que él habíamos acordado no poder cruzar nunca más. Y ahora, no sabía cómo manejarlo. No sabía cómo manejar estos sentimientos que amenazaban con consumirme. No obstante, ahí estaba él, lo podía asegurar aunque mis ojos se encuentren sellados por la venda que me puso antes de marcharse de la habitación.

El Presidente Bang Chan apareció en el umbral de la sala, su silueta imponente contrastando con la tenue luz del pasillo, estoy segura de ello. También puedo decir que su rostro es una máscara de seriedad, ya que no sería nada nuevo en él, pero seguramente que sus faroles brillan con una intensidad que me hizo tragar saliva de solo imaginarlo.

Es el sonido que hace que me informa que en su mano, sostenía una fusta, un claro indicativo de lo que estaba por venir.

—Estás lista.—dijo, su voz profunda resonando en la sala, solamente que fue más una afirmación que una pregunta.

Asentí, a pesar de la tormenta de emociones que me agitaba por dentro.

Porque a pesar de todo, a pesar de la ira y la confusión, había una parte de mí que ansiaba este momento, que ansiaba su control. Pese a las vendas en mi faceta y las esposas que me mantenían cautiva, hay una extraña sensación de liberación en este juego de poder. Una liberación que sencillamente encontraba en esta sala, bajo su dominio.

Él se aproximó a mí, sus pasos resonando en la quietud de la sala. Podía sentir su presencia, imponente y segura, a medida que se acercaba. Su aroma llenó mis sentidos, una mezcla de cuero y colonia fuerte que siempre asociaba con él. Sentí su mano en mi cintura, su tacto firme y seguro a través de la tela de mi ropa interior. Un escalofrío recorrió mi columna vertebral.

—Relájate...—susurró en mi oído, su aliento cálido contra mi piel me erizó los vellos.—Confía en mí.

Es que a pesar del resentimiento y la confusión, supe que lo hacía. Porque a pesar de todo, confiaba en él cuando no debía, y cuando dije que no lo hacía. Empero, es entonces cuando comenzó.

Una de sus manos se deslizó desde mi cintura hasta mi espalda, presionando suavemente contra mi piel. Podía sentir la tensión en su cuerpo, la anticipación en su aliento. Luego, la fusta. Un golpe suave al principio, apenas un roce contra mi piel. Pero segundos después, más fuerte, un golpe que me hizo contener el aliento. Y a pesar del dolor, de la sorpresa, había algo liberador en ello. Algo que me liberaba de mis pensamientos, de mis emociones, de todo lo que no fuera este momento, este lugar, y él.

Las sensaciones se intensificaron, cada golpe de la fusta enviaba ondas de dolor y placer a través de mi anatomía, cada uno más intenso que el anterior. Mis sentidos se agudizaron, cada sonido, cada olor, cada sensación se magnificó. Y a través de todo, estaba mi superior. Es su voz, su aliento, su tacto, todos sirviendo como un ancla en la tormenta de sensaciones.

—Respira...

Me recordó, su voz un susurro suave contra el caos de mis sentidos. Podía sentir su aliento cálido contra mi piel, una constante reconfortante, mis labios estaban fuertemente cerrados, mis dientes amenazaban con hacerme daño al contener las ansias de que me hiciera suya de una vez por todas.

—Estoy bien.

Logré decir entre jadeos, mi voz temblorosa pero decidida. A pesar de la intensidad de todo, quería que continuara. Quería sentir más, quería explorar estos límites únicamente con él.

—Eres increíble...—murmuró, su voz llena de admiración y, si no me equivocaba, de cariño. Sus palabras, aunque sencillas, significaban más para mí de lo que podía expresar.

No obstante, parecía que se arrepintió rápido de hacer uso de esas palabras porque sentí un golpe aún más fuerte, uno que me hizo soltar un gemido. Sentí la punta de la fusta deslizarse sobre mi feminidad, provocándome un chillido de éxtasis. Esa sensación me hizo olvidar lo que acababa de suceder. El dolor y el placer se mezclaban, creando una tormenta de sensaciones que me dejaban sin aliento, pero aún así, no quería que se detuviera.

El CEO Bang no mostró piedad alguna. Cada golpe era más fuerte que el anterior, cada uno enviando oscilaciones de dolor y placer a través de mi cuerpo. Cada gemido, cada grito, parecía alimentar su deseo, su necesidad de dominarme.

—Eres una buena perrita, Sasaki. Házle caso a tu amo.—gruñó, su voz ronca por el deseo. Sus palabras, aunque dichas en medio del frenesí, resonaron en mi mente, añadiendo una nueva capa de intensidad a las sensaciones que me embargaban.

—Sí, presidente.

Confesé, en mi voz se podía entender la necesidad de que siga haciendo lo que mejor sabía hacer. Hacerme sufrir, empero, de una forma que me encantaba de sobremanera. Mi cuerpo fue empujado a un mueble, colocando mi cintura para arriba sobre ella, dejando que mi trasero se encuentre en el aire, sintiendo esa oleada de aire en mi vagina.

—Eso es, Sasaki. Eres tan fuerte.—dijo, sus palabras llenas de orgullo y admiración. A pesar de la situación, a pesar de todo, sus palabras me llenaron de un calor reconfortante.—No puedo esperar para ver hasta donde puedes llegar.

—No me detengas...

Rogué en un murmullo, sintiendo que la fusta ya no se hallaba más entre sus manos. Quizá por el sonido que logró hacer hacía apenas segundos, ya podía sentir su piel acercándose a mi vagina, pero lo había hecho de tal manera que mis jadeos se oyeron en todo el salón.

—No te detendré, Sasaki.—prometió, su voz llena de una promesa que me hizo estremecer de anticipación.—Te llevaré hasta el límite.

Y así lo hizo. Porque quitó rápidamente sus dedos de mi feminidad, escuché el sonido de un cinturón, gracias a las hebillas. Entonces, la sentí alrededor de mi cuello, apretando pero no gravemente, fue cuestión de milisegundos en que bruscamente introdujo su pene dentro mío, penetrándome.

—Eres mía, Sasaki.

Rugió en mi oído, pero parecía que eso simplemente había aumentado el fuego dentro de mí porque con más razón me excitó. Expulsando los gemidos que me causaba gracias a las embestidas que me está dando y la presión que sentía alrededor de mi cuello. El cual, probablemente, me deje marcas. Sin embargo, eso era lo de menos.

Soltó el cinturón, y se retiró de mí.

Agarró de mi nuca para girarme, estampando mi fisionomía contra el borde del mueble aquel. Aún me mantenía con el vendaje, por lo que no podía describir su mirada ahora mismo, así que no sabía qué era lo que se hallaba pensando. Lo único que sé es que me ordenó algo.

—De rodillas, Sasaki. Y abre la boca.

Obedecí sin dudar, me coloqué de rodillas y abrí mis labios carmesí. No pasó mucho tiempo cuando sentí unos dedos introducirse en mi boca, siguiendo las órdenes de mi superior. «Lame», lo hice. Succionando sus dos dedos, jugando con mi lengua, la textura me volvía aún más loca. «Alto», paré apenas escuché su orden. Entonces, nuevamente, sentí algo dentro de mi boca, y fue cuando comprendí que era su virilidad.

—Si eres una buena perrita, tendrás una recompensa.—aseguró, apartando mi flequillo de mi rostro oculto.—Enorgullece a tu amo.

Mandó, y yo no dudé en saborear su pene. Mis labios se cerraron alrededor de él, mi lengua explorando cada centímetro de su longitud. Podía sentir su calor, su dureza, pero de igual forma, cada suspiro que escapaban de sus labios solo me animaba a continuar. Al mismo tiempo, una oleada de humedad brotaba de mi intimidad, una prueba tangible de mi deseo desbordante. Opté por hacer uso de ambas manos, mientras que una se deslizaba arriba y abajo de su palo, mi boca se movía con rapidez, mi lengua jugaba traviesa, saboreando cada vez más su miembro ardiente, dándome la señal de que está al borde del clímax. Sin embargo, decidí provocarlo todavía más, jugueteando con sus testículos.

Por eso es que mi otra mano se deslizó hacia abajo, acariciando suavemente sus testículos con una mezcla de audacia y provocación. Dejé momentáneamente su virilidad en llamas, saboreando sus genitales, podía sentir cómo se tensaba bajo mi tacto, cómo su respiración se volvía más errática con cada segundo que pasaba. Por lo que volví a su miembro, dando una última succión más que velozmente, escuchando sus gemidos hasta que un sabor llenó mi boca de inmediato.

Sentí un torrente cálido y espeso sobre mi boca, una cascada que se deslizaba por mi piel y goteaba hasta mis senos. Era la confirmación indiscutible de que mi superior ha alcanzado el clímax, la evidencia tangible de su liberación.

—Desaparece cuando me oigas salir del cuarto.—ordenó con una seriedad inquebrantable, su voz aún ronca por el deseo recién saciado.

Sus palabras, duras y despiadadas, resonaron en mi interior, dejándome con una sensación de vacío. Me ha reducido a nada más que un objeto de su placer, una mera prostituta que seguía sus órdenes sin cuestionar. Cada palabra suya era como una daga en mi corazón, hiriendo mi orgullo y mi dignidad. Empero, a pesar de absolutamente todo, a la humillación y la degradación, no podía negar la excitación que sentía. Era una cruel contradicción, una batalla interna que no tenía fin si no le daba un alto antes de tiempo.

✂️¡! WRITER'S SPACE ”

Jelous, ¿cómo están? Ojalá que muy bien, quise hacer un espacio para comentarles que ya estamos cerca del final. Así que espero que puedan disfrutar todo lo que se pueda de esta hermosa historia (ahre) porque al fin está llegando a su final. ¡Por cierto! Gracias a las personas que se están atreviendo a leer una de mis obras, muchas gracias por su apoyo constante, los quiero muchísimo ‹3

Besos en las nachas
💘

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