ꗃ xxxiv. the art of indifference.
written by 𝗆𝗂𝗄𝖺𝗌𝖺𝗆𝗎𝗇
♯🥊 ‧₊⋆ CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO ❜🗞️ೃ∗
today we present: El arte de la indiferencia.
MARATÓN 5/5
La inquietud me consumió hasta el lunes por la mañana, la incertidumbre sobre la reacción de mi jefe y el comentario enigmático del abogado Lee Yong Bok me dejaban con un nudo en el estómago. Las palabras del rubio pecoso cargadas de insinuaciones, resonaban en mi mente, sembrando semillas de duda que no podía ignorar, al llegar a la imponente estructura de NG Jadongcha, sentí un nerviosismo palpable. Mi corazón latía con tal fuerza que parecía que iba a escapar de mi pecho, mis manos, temblorosas, apenas podían devolver los saludos de mis colegas, aquellos con los que solía compartir almuerzos casuales y las salidas de los viernes por la noche.
Mi puesto de trabajo, un cubículo familiar en medio del bullicio de la oficina, parecía un refugio en medio de la tormenta. Sin embargo, al llegar, noté algo extraño, el escritorio de enfrente, usualmente ocupado por la segunda asistente, Kang Ji Yoon, está vacío. Sus pertenencias personales, los estuches de maquillaje y los labiales que normalmente adornaban una esquina de su escritorio de cristal, han desaparecido, la ausencia de Ji Yoon era un presagio de lo que estaba por venir. No solo tendría que asumir todas sus responsabilidades, sino que también tendría que buscar a alguien dispuesto a ocupar su puesto.
La perspectiva de la carga adicional de trabajo me hizo suspirar, pero sabía que no tenía otra opción.
Mis ojos se desviaron a una esquina del último piso, donde la recepcionista se encontraba, su rostro lucía pálido y cansado, como si hubiera estado trabajando sin cesar durante días, su mirada, normalmente brillantes y llenos de vida, están opacos y rodeados de ojeras. Su postura, la cual con mucha normalidad se encuentra erguida y llena de energía, está encorvada, como si el peso del mundo descansara sobre sus hombros. Estaba a punto de levantarme de mi asiento, de cruzar la oficina bulliciosa y decirle que se tomara un descanso, que se cuidara un poco.
Pero justo en ese momento, la oficina se quedó en silencio. El zumbido constante de las conversaciones y el tecleo de los teclados se detuvo de golpe, tal vez porque la imponente figura del CEO Bang Chan emergió del ascensor, su presencia llenando la sala. Todos nos pusimos de pie, como si estuviéramos programados para rendir homenaje, era una especie de ritual no escrito, una muestra de respeto que se esperaba de todos nosotros. No obstante, mientras todos se inclinaban y saludaban, yo no pude evitar notar algo extraño.
El presidente, cuya mirada siempre barría la sala, evaluando a cada uno de nosotros, no me miró en ningún instante. Desde el momento en que abandonó el elevador hasta que desapareció en su gran oficina, su mirada nunca se encontró con la mía. Cuando la puerta del despacho del CEO Bang Chan se cerró con un eco sordo, decidí ignorar la incómoda sensación que su indiferencia había dejado en mí debido a que mi atención se centró en la recepcionista, la señorita Shin Ga Hye, cuyo rostro reflejaba un cansancio que no podía pasar por alto.
Desde mi primer día en NG Jadongcha, la señorita Ga Hye fue una presencia constante, siempre dispuesta a ayudar con una sonrisa amable. Verla tan agotada me preocupaba, caminé a su puesto en la recepción, mis pasos resonando en el silencio repentino de la oficina. Cuando Ga Hye notó mi presencia, se sobresaltó, su rostro palideció aún más, si eso era posible. Rápido, intenté tranquilizarla.
—Soy yo, tranquila. ¿Te encuentras bien?
La aliviada sonrisa de Ga Hye no llegó a sus ojos.
—Perdóname, Miharu.—comenzó, sus manos temblorosas revolviendo una pila de documentos en su escritorio.—Creí que eras el jefe. Desde que Kang Ji Yoon dejó de ser la segunda asistente, el presidente me ha encargado algunos de sus deberes. Ahora tengo que hacer malabares con esos y mis responsabilidades en la recepción.
Sus palabras salieron en un torrente apresurado, y podía ver el peso de la presión que estaba sintiendo. Sus hombros están encorvados, como si llevara el peso del mundo sobre ellos. La información que Ga Hye me proporcionó me dejó en un estado de confusión, se suponía que yo debía buscar a un empleado dentro de la empresa que pudiera asumir el papel de la segunda asistente, pero la ausencia de Kang era un misterio. Según mi entendimiento, el CEO no tenía intenciones de despedirla.
—¿Y dónde está Ji Yoon, exactamente?—pregunté, mi frente arrugada en una expresión de perplejidad.—El presidente me aseguró que no la despediría, que simplemente reasignaría a uno de los empleados existentes para asumir sus responsabilidades.
Ga Hye me miró, su rostro reflejando la misma confusión que sentía. Negó con la cabeza, su mano continuaba moviéndose en un patrón repetitivo, mientras sellaba documentos con el sello oficial de la empresa.
—No tengo la menor idea, Miharu. Creo que Jun In Ki es quien maneja los asuntos de contratación y despido. Realmente no sé qué decirte.
Su respuesta, aunque honesta, dejó un vacío en mi entendimiento de la situación. ¿Dónde estaba Ji Yoon? Por lo que preferí ignorar ese hecho que suponía que era más que evidente, que el presidente la ha echado de la empresa, para darle una mano con todos los papeles que se hallaba sellando. La mayor se veía más que nerviosa por todo lo que estaba haciendo en este momento, tal vez porque quería marcar un récord que era imposible en este mismo instante, puedo observar que la puerta del despacho de mi superior se abre de repente con la mirada en mi escritorio, los ojos de mi colega mayor me indica de que era mejor que vuelva a mi sitio antes de ser regañada.
—Ve, Haru, no quiero que te regañen por mi culpa.—Ga Hye insistió, su voz cargada de determinación.—Puedo manejar esto, tranquila. Además, no es que la anterior segunda asistente haya tenido mucho trabajo que hacer. Estoy bastante segura de que ese trabajo es el tuyo.
Asentí, entendiendo su punto de vista. Me giré para regresar a mi escritorio, pero noté que el CEO ya no estaba en su oficina. El cubículo vecino me dijo que se había marchado del último piso donde se encontraba su despacho, decidí regresar con Ga Hye para ayudarla con los documentos. Después de todo, ese era en gran parte mi trabajo, no el suyo.
Mientras trabajábamos juntas, Shin Ga Hye rompió el silencio.
—¿Sabes? A veces pienso que Kang se merece el no tener un puesto en esta parte de la empresa.—comentó, tomando un sorbo de agua de una botella en la esquina de la mesa.
Sorprendida, pregunté.
—¿Por qué piensas eso?
La mujer de cabellera negra con una alta coleta más que elegante suspiró.
—Por todas las cosas que le dijo a Song Daphne. Te puedo asegurar que cuando el presidente se enteró, fue a preguntarle a ella y Daphne fue quien cavó su propia tumba.—negó con la cabeza, moviendo su muñeca dominante de un lado a otro, aliviando el cansancio de sellar tantos documentos.—Es una tonta... Una niña tonta.
—Pero bueno...
Ga Hye continuó, su voz llena de desdén.
—Eso le sucede por hablar con tanta confianza. Parece que no conocía a nuestro jefe en lo absoluto. ¿Acaso no estaba consciente de que Bang Chan siempre se entera de todo lo que sucede en la empresa? A veces, hasta pienso que nos está vigilando todo el tiempo, ya sabes, con las cámaras de seguridad que tiene la empresa por todos lados. Hasta en los baños.
Mis ojos se abrieron de par en par.
—¡¿Hay cámaras de seguridad allí?!
Ga Hye se rio, agitando la mano con desdén.
—Duh, ¿dónde está tu cabeza, niña? Es una empresa automotriz mundialmente conocida, obviamente tiene que tener mucho cuidado, especialmente en la sede principal. No te puedes imaginar qué clase de seguridad tienen en el mercado de la marca de autos de nuestro jefe.
Sus palabras me dejaron pensativa. ¿Había estado tan ciega a lo obvio? La idea de que cada movimiento estuviera siendo vigilado era desconcertante, pero lo que más me desconcertaba era el hecho de que quizá todo este tiempo estuve haciendo mis morbosidades en el baño femenino cuando capaz de ese modo es que mi jefe se enteraba de los supuestos «rumores» que decía la empresa de la gran mayoría de sus empleados, o de lo que yo hacía de vez en cuando.
Después de despedirme de Shin Ga Hye, volví a mi puesto de trabajo, sumergiéndome de nuevo en la rutina diaria. No pasó mucho tiempo antes de que mi jefe volviera a aparecer en el corredor frente a mí, sin embargo, a diferencia de las ocasiones anteriores, ni siquiera me echó un vistazo, mucho menos me llamó para pedirme su desayuno habitual o cualquier otra cosa que se le antojara comer. Con normalidad, aprovechaba cualquier oportunidad para fastidiarme, para poner a prueba mi paciencia, pero ahora, luego de lo que sucedió entre nosotros, actuaba como si yo no existiera, su indiferencia, su falta de explicaciones, era como una espina clavada en mi costado.
La ira hervía en mi interior, una furia ardiente que amenazaba con consumirme. ¿Cómo se atrevía a ignorarme después de todo lo que pasó? ¿Cómo podía simplemente fingir que nada había cambiado entre los dos? Se suponía que las cosas se resolvían hablando, enfrentando los problemas de frente. Empero, él optó por la estrategia del avestruz, enterrando la cabeza en la arena y pretendiendo que todo estaba bien. La ira que sentía era intensa, una llama furiosa que me consumía por dentro, quería confrontarlo, exigirle una explicación. No obstante, en lugar de eso, me quedé allí, mirándolo mientras se alejaba sin ningún drama en su jodida vida, mi ira hirviendo en silencio.
El aburrimiento se apoderaba de mí, envolviéndome en su monotonía mientras giraba en mi silla, una y otra vez. Mi jefe, en un cambio de comportamiento inusual, ha decidido encerrarse en su oficina todo el día, sin pedirme absolutamente nada, cada vez que necesitaba algo, salía él mismo de su despacho, evitando cualquier interacción conmigo. Mi paciencia se desvanecía, reemplazada por una frustración creciente que amenazaba con estallar. A las 17:30, después de regresar de un breve viaje al baño, Ga Hye me sorprendió con una noticia inesperada.
Al parecer, el CEO Bang Chan le había indicado que me comunicara que podía irme a casa. Estaba inmerso en un nuevo proyecto y mantenía una reunión intensa con algunos socios y no me necesitaba allí.
—¿Te dijo eso?
—Sí, ya puedes irte.—Shin Ga Hye respondió, su sonrisa amplia y despreocupada contrastaba con el torbellino de emociones que bullía dentro de mí.—¿No te irás a descansar, Haru?"
—No entiendo por qué no me quiere en esa reunión.
Admití, apoyándome en el mostrador de la recepción, la confusión pintada en mi rostro. Ga Hye suspiró, rodando los ojos.
—Lo de siempre. Sabes que esos viejos verdes no toleran el hecho de tener mujeres en una reunión de hombres.
—Ese es el punto, unnie. Que al presidente no le importa lo que esos hombres piensen sobre sus asistentes. Pero siento que realmente hay algo más que está sucediendo aquí...
Ella me miró fijamente, luego apretó mis manos en un gesto tranquilizador.
—Oye, estás tomándolo demasiado personal. Relájate de una buena vez y vete de aquí.
Sus palabras, aunque bien intencionadas, no lograron calmar mi inquietud. Pero su intento de calmar mis preocupaciones solo sirvió para avivarlas aún más. Ella no sabía lo que ha ocurrido entre Bang Chan y yo. La sola idea de mencionar su nombre sin un adjetivo previo me generaba escalofríos. Hay una rareza en la forma en que las palabras salían de mi boca, una sensación de vacío y desconcierto que no podía ignorar, era como si cada vez que decía su nombre, una oleada de emociones contradictorias me inundara, dejándome en un estado de confusión y frustración. Empero, preferí irme.
Martes por la tarde.
Era un martes por la tarde, el tipo de tarde donde el sol comenzaba a despedirse del día, bañando la ciudad en tonos dorados y naranjas. La empresa se erguía como un gigante de acero y cristal, un faro de actividad en medio del bullicio de la ciudad, llegué con una carpeta llena de informes que pasé todo el día preparando, sintiendo el peso de cada página como un recordatorio de mi responsabilidad. Era la segunda asistente quien normalmente se encargaba de verificar los mercados que distribuían nuestra marca de autos, no yo, mi trabajo era centrarme en las necesidades de mi superior, proporcionarle el apoyo necesario para que pudiera dirigir la empresa.
Pero hoy, parecía que el presidente tenía otros planes.
Al entrar al edificio, un aire de tensión era palpable. Los empleados parecían nerviosos, sus rostros tensos y sus conversaciones murmuradas llenaban el espacio con una sensación de inquietud. Algo estaba pasando, pero nadie parecía dispuesto a decirme qué era, así que en cuando llegué al piso 20, escuché una conversación entre algunos colegas. Hablaban de cómo el presidente ganó el famoso juicio contra una demanda presentada por algunos empleados que han tomado la decisión de marcharse al no soportar en lo absoluto su maltrato hacia ellos.
Según los mismos empleados, había vuelto a sus viejos hábitos, utilizando palabras afiladas y crueles para maltratar a aquellos que trabajaban para él. No estaba segura de cuánto de eso era cierto, pero la posibilidad me dejó un sabor amargo en la boca. Finalmente, al llegar al último piso y salir del ascensor, me encontré con una vista inesperada. Un chico joven estaba en el puesto de recepción, un lugar que comúnmente se encuentra ocupado por la siempre eficiente y amable señorita Shin Ga Hye.
Sosteniendo una pila de documentos casi tan alta como una montaña, no tuve la oportunidad de interrogar al nuevo rostro en el puesto de recepción. En lugar de eso, me dirigí a mi escritorio, un espacio que fue mi santuario desde que me uní a la empresa. Al depositar los documentos en la superficie de cristal elegante, mi mirada se desvió al escritorio frente al mío. Para mi sorpresa, ya estaba ocupado por las pertenencias de alguien más.
—¿Choi Soo Byeol...?—murmuré, reconociendo el rostro sonriente en una foto junto a la recepcionista. Mis pensamientos fueron interrumpidos por el sonido de la puerta del despacho del jefe abriéndose.
—Hasta que has llegado.—Ga Hye me saludó con una sonrisa desde la puerta. Encaminándose a su silla.
—¿Tú... aceptaste ser asistente de nuevo?—pregunté, mi sorpresa evidente en mi voz.
Ella frunció el ceño, luego me explicó que el presidente le había ofrecido un salario considerablemente mayor que el que tenía como recepcionista, a pesar de sus reservas, la oferta era demasiado tentadora para rechazarla. Aun cuando, hubiera preferido mantener su antiguo puesto, aceptó el cambio, aunque su tono de voz revelaba su insatisfacción. Nuestra conversación fue breve, ya que tenía que organizar los documentos que he recopilado durante mi inspección en los mercados automotrices de nuestra empresa.
Tenía que archivarlos de forma ordenada, una tarea que requería toda mi concentración.
Después de organizar meticulosamente todos los documentos y verificar que no había cometido ningún error, dejé la sala de registros para regresar a mi puesto de trabajo. Sin embargo, antes de eso, decidí probar un nuevo batido que se ofrecía en la cafetería de la empresa, sin pensarlo dos veces, hice el pedido y esperé ansiosa mientras lo preparaban, deseando evitar cualquier regaño de mi superior por mi ausencia. Con el batido en la mano, me dirigí al ascensor, al probarlo, me sorprendió gratamente el sabor del batido de fresa y limón.
Las fresas aportaban un dulzor suave, casi como un abrazo cálido, mientras que el limón añadía un toque de acidez que despertaba los sentidos. Era una combinación que nunca pensé que me gustaría, pero tenía un equilibrio perfecto entre dulzura y acidez que era simplemente delicioso. Cada sorbo me hacía querer más, y pronto me encontré deseando que el batido nunca se acabara. Guardé mi móvil luego de responder a las preguntas de mi madre, siempre preocupada desde la otra punta de la ciudad.
No obstante, al salir del ascensor, no me percaté de que alguien se aproximaba muy cerca de mí, en peligro de ser rociado con mi precioso batido. Solté una risa nerviosa, más aún al darme cuenta de que se trataba del presidente de la empresa.
—Lo siento, yo...—comencé, pero fui silenciada de inmediato y con un rápido movimiento de su mano, el presidente hizo que mi batido cayera al suelo.
El líquido rosa y espumoso se esparció por el suelo, desperdiciando lo que costó mi dinero ganado con tanto esfuerzo. Me giré, dispuesta a decirle algo más, únicamente que me encontré con una mirada de desdén en su rostro. Su expresión era una mezcla de disgusto y enfado, como si mi mera presencia fuera una molestia para él.
En ese momento, sentí una urgencia desesperada por entender por qué se comportaba de esa manera conmigo, por qué su trato hacia mí había cambiado tan drásticamente sin ninguna explicación. La impotencia se apoderó de mí, un sentimiento que antes no me habría afectado en absoluto. Antes, simplemente, habría aceptado su comportamiento, habría seguido con mi vida como si nada hubiera pasado. Pero desde aquella noche en su casa, desde la fiesta donde vi un cambio en él, y aún más después de cómo se comportó conmigo en mi departamento, he albergado una pequeña esperanza.
Una esperanza de que él y yo podríamos tener una...
Qué podríamos tener una aventura agradable juntos. Empero, de vez en cuando, me olvidaba de que él era el presidente Bang Chan. Un hombre de dos caras, que cambiaba de personalidad tan rápido como el viento cambia de dirección. Un hombre que podía ser cruel con sus empleados, y especialmente conmigo, cada vez que su mirada se encontraba con la mía, sentía un nudo en el estómago, una mezcla de miedo, confusión y, lo admito, un poco de esperanza.
Cada palabra dura, cada gesto frío que emanaba de él, golpeaba mi corazón como una bofetada, dejándome aturdida y confundida, preguntándome qué había hecho mal. Sencillamente que al mismo tiempo, no podía evitar recordar los momentos de ternura, los destellos de humanidad que vi en él brevemente. Momentos fugaces, pero tan reales y palpables que se han grabado en mi memoria. Y esos recuerdos, esos destellos de la persona que él podría ser, alimentaban la pequeña llama de esperanza que aún ardía en mi corazón.
Entonces, como un rayo que ilumina la noche, la verdad me golpeó con una fuerza abrumadora. Me había enamorado de mi jefe. La revelación me dejó sin aliento, como si hubiera sido arrastrada por una ola gigante. Era una verdad que no esperaba, una verdad que nunca pensé que tendría que enfrentar. Pero ahí estaba, brillando con una claridad deslumbrante en mi mente. Me había enamorado de Bang Chan.
Y no saben cuánto odiaba saberlo.
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