ꗃ xxxiii. an unwanted visit.
written by 𝗆𝗂𝗄𝖺𝗌𝖺𝗆𝗎𝗇
♯🥊 ‧₊⋆ CAPÍTULO TREINTA Y TRES ❜🗞️ೃ∗
today we present: Una visita indeseable.
MARATÓN 4/5
El beso se volvía cada vez más intenso, cada choque de nuestras lenguas enviaba chispas de electricidad que recorrían mi cuerpo, dejándome temblando de deseo. Su boca se alejó de la mía por un momento, solamente para trazar un camino de besos ardientes por mi cuello, llegando a mis clavículas. Cada beso era como una marca de fuego, quemándome con una pasión que nunca había experimentado antes. Poco a poco, sus manos comenzaron a explorar mi fisionomía con una habilidad sorprendente, deslizó mi pantalón de pijama por mis piernas, dejándome expuesta a su mirada.
Un estremecimiento de anticipación recorrió mi cuerpo, y volví a encontrarme con sus labios, ahora con una necesidad aún mayor. Eran sus dedos que comenzaron a explorar mi entrepierna, cada caricia enviándome a nuevas alturas de placer, mis manos se enredaron en su melena brillante, atrayéndolo más cerca, deseando sentir más de él. Cada roce, cada caricia, cada beso, me hacía desearlo más, podía sentir su respiración entrecortada contra mi piel, su corazón latiendo frenéticamente contra el mío.
Nuestros cuerpos se movían juntos en un baile de deseo y pasión, el roce y caricia intensificando la electricidad entre nosotros, sus manos recorrían mi anatomía con un conocimiento que simplemente podía venir de la necesidad, cada toque y caricia enviaba ondas de placer a través de mi cuerpo. Su boca se movía con una urgencia feroz, dejando un rastro ardiente a través de mi piel, cada beso y mordisco dejándome jadeando y anhelando más, me encontré perdida en la sensación de él, de nosotros, cada pensamiento racional se desvaneció, reemplazado por una necesidad del presidente.
En ese instante, no hay nada más que nosotros, consumidos por un deseo y pasión que arremetían contra nosotros como una tormenta desenfrenada. Sus manos se movían con una determinación, explorando cada curva y contorno de mi cuerpo. Cada toque, cada caricia, enviaba placer que me dejaban temblando. Mis propias manos recorrían su ejercitado cuerpo, maravillándose de la dureza de sus músculos bajo mi tacto. Su piel era caliente al tacto, cada centímetro del CEO Bang Chan irradiaba un calor que me llamaba, me atraía hacia él. Podía sentir cómo respondía al mío, sus propios jadeos y gemidos llenando el aire entre nosotros, cada suspiro compartido servía para alimentar la llama que ardía entre nosotros, mientras nuestras bocas seguían explorando, nuestras manos comenzaron a moverse con más urgencia.
Cada toque se volvió más desesperado, cada caricia más íntima. Nos perdimos el uno en el otro, nuestros cuerpos entrelazados en un baile tan antiguo como el tiempo mismo. El mundo exterior se desvaneció, dejándonos a nosotros y a la tormenta de deseo que nos consumía. En ese momento, no había nada más que nosotros, dos cuerpos y dos almas perdidas en un mar de pasión y deseo. La intensidad de nuestras interacciones era indescriptible, cada embestida enviaba oleadas de placer por mi cuerpo.
Sentía su miembro masculino adentrándose en mi intimidad, provocando una oleada de sensaciones que hervían en mi interior. Rogaba en silencio para que este instante nunca terminara, deseaba eternizar la forma en que me deseaba, la forma en que me dedicaba cada segundo de este encuentro, pero como todas las cosas buenas, este momento también tuvo su fin, y antes de que me diera cuenta, se retiró de mí para alcanzar su clímax, un sentimiento que compartíamos, sin duda. Sin embargo, en ese segundo, mi superior pareció recuperar su compostura con una rapidez que me dejó atónita, guardó su miembro y se dispuso a abandonar el departamento.
Antes de irse, me dejó con la promesa de que su abogado se pondría en contacto conmigo para explicarme el motivo de su visita, una conversación que no habíamos podido tener. Una vez más, me encontré tratando de procesar lo que acababa de suceder, no era la primera vez que compartíamos un momento íntimo, por lo que su reacción me dejó perpleja. ¿Cuál había sido el verdadero error? ¿Qué ha cambiado? Mientras intentaba dar sentido a todo, mi mirada se posó en mi comida, un recordatorio de la normalidad que parecía tan lejana ahora.
Sábado por el mediodía.
Realmente, no entendía la obsesión de la gente por aparecer en mi puerta sin previo aviso. Mis pies arrastraban por el suelo de madera, aún adormilados de la noche anterior, apenas había tenido tiempo para despertar, mi cabello era un revoltijo de mechones despeinados y mis ojeras eran el testimonio gráfico de una noche de sueño interrumpida, sin ningún rastro de maquillaje para disimularlas.
Me envolví apresuradamente en una bata de lino transparente, dejando a la vista mi ropa interior y una blusa de tiras gris. No tuve tiempo para más, la insistente llamada a la puerta me arrancó de mi cama antes de que pudiera siquiera considerar la posibilidad de vestirme adecuadamente con un suspiro de resignación, me dirigí a la puerta, preguntándome quién sería el intruso que logró que abandonara el refugio de mi cama. Para añadir a mi sorpresa, había recibido un mensaje de texto de la recepcionista diciéndome que la empresa estaría cerrada hoy debido a una fumigación.
—¿Quién podría ser a estas horas?—me quejé, deslizando el cerrojo de la puerta. La última cosa que necesitaba era una visita sorpresa de mis padres. Sin siquiera saber quién está al otro lado, solté un suspiro de frustración.—¿Acaso no entienden el concepto de descanso? Claramente tú no sabes nada de eso.
Dije después de ver de quién se trataba, así que con un bufido dejé la puerta de madera abierta para que el abogado hiciera lo que le viniera en gana, ya sea quedarse fuera o entrar. En cambio, yo me dirigí al baño para lavarme la cara y arreglarme el cabello, aunque lo que realmente necesitaba era lavarme los dientes, mientras tanto, la voz del abogado Lee Yong Bok resonó por la casa, llenándola de quejas sobre mi decoración.
—Vaya, vaya...—comenzó, su tono lleno de sarcasmo. Expulsé una queja, sosteniendo mis manos en el lavamanos muy segura de lo qué tenía que escuchar en los siguientes segundos.—Es como si un tornado de mal gusto hubiera pasado por aquí. ¿Alguna vez has considerado contratar a un decorador de interiores? Conozco a uno excelente que podría hacer maravillas con este... interesante espacio.—podía oír la burla en su voz mientras continuaba.—En serio deberías considerarlo. Podría transformar este lugar de «casa del horror» a «hogar dulce hogar» en un abrir y cerrar de ojos, Sasaki Miharu.
—¿En serio, Yong Bok?—respondí, imitando su tono sarcástico, mientras me miraba en el espejo del baño.—¿Sabes qué es realmente horroroso? Tu actitud. Pero, desafortunadamente, no conozco a ningún especialista que pueda arreglar eso.
Podía oír su risa desde el baño, empero, no me importó muchísimo.
—Y por cierto,—continué, colocando el cepillo de dientes dentro de mi boca.—mi casa puede no ser un «hogar dulce hogar» para ti, pero para mí es perfecta tal como está. No necesito que un decorador de interiores venga a cambiarlo todo solo para satisfacer tus gustos, maldito idiota.
Escupí molesta, todavía escuchando las pequeñas de satisfacción del amigo más íntimo de mi jefe y el hecho de tener que seguir pensando en mi jefe, aún en un sábado y día libre para mí, era una situación que me estaba volviendo loca. Por demás la situación que me hizo pasar ayer, enjuague mi boca un par de veces hasta salir del baño, observando a un muchacho con su típico traje acortado, luciendo su pequeño equipaje entre sus manos, viéndome con una sonrisa que reflejaba la falsedad.
—¿Qué sucede, Miharu? ¿Te has levantado con el pie izquierdo?—se rio, lanzándome una mirada de advertencia.
—No importa con qué pie me levanté.—mi sonrisa era tan falsa como podía ser.—Lo que realmente importa es que podría terminar en tu trasero si sigues molestando, Yong Bok.—pasé a su lado, dirigiéndome a la isla de la cocina para prepararme algo de comer.—Ve al grano, no quiero saber nada más de ustedes. Al menos por hoy.
Con movimientos decididos, saqué unos cubos de hielo del congelador y los puse en la licuadora, seguidos de unas fresas frescas, el ingrediente esencial para mi batido matutino. Más tarde decidiría qué más añadir, ya que aún no había hecho las compras de la semana. Por ahora, esto sería suficiente para saciar mi hambre. Mientras tanto, él se acomodó en la isla de la cocina, colocando su maletín en el asiento a su derecha y empezando a sacar una serie de documentos de su maletín negro.
Observaba todo esto con una mezcla de confusión y curiosidad, ya que no me ha dicho nada sobre lo que se encontraba haciendo. Simplemente, se concentraba en mover las hojas con pequeñas letras mentas de un lado a otro, sacando una lapicera de tinta azul de su maletín y acomodándose para hablarme.
—Si tienes la suficiente inteligencia, aunque lo dudo seriamente, sabrás que esta es la mejor decisión que podrías tomar para tu estabilidad económica. Firma.
Dijo con una mirada severa, pero su comentario me provocó una carcajada. Sin prestarle la más mínima atención, presioné el botón de la licuadora. El ruido ensordecedor llenó la cocina, ahogando cualquier intento de conversación. Mantuve mi rostro serio, disfrutando del evidente disgusto en la cara de Yong Bok. Suspiró, echándose hacia atrás con los papeles aún en sus manos.
—Miharu, por favor.—intentó nuevamente, su voz apenas audible sobre el rugido de la licuadora.—Esto es importante.
Apagué la licuadora para enfrentarlo con una sonrisa maliciosa.
—Oh, ¿acaso te interrumpe el ruido? Qué lástima.—dije, con un tono claramente burlón.—Quizás deberías haber pensado en eso antes de aparecer en mi casa sin previo aviso. ¿Y para qué? ¿Amenzarme?
Lee Yong Bok frunció el ceño, claramente irritado por mi actitud.
—No es una amenaza, es simplemente una precaución. Para asegurarnos de que no estás divulgando ningún tipo de información de la empresa a otras personas. Aunque, claro, entender eso podría ser mucho para ti.—luego, con una sonrisa sarcástica que no llegaba a sus ojos, añadió.—Y si hubiera sabido que tu licuadora iba a ser la banda sonora de nuestra charla, habría traído tapones para los oídos. Pero pensándolo bien, tal vez prefiero el ruido de la licuadora a escucharte. Firma ahora.
Rodé los ojos, el simple hecho de tener que escuchar a Yong Bok me daba un dolor de cabeza monumental.
Serví el licuado en una de mis tazas aesthetics, o así le decía gracias a mi madre Hekima, añadiendo un poco más de hielo. Por muy raro que pudiera parecer, me gustaba que mis bebidas estuvieran bien frías cuando debían estarlo, una vez hecho esto, me concentré en los documentos que Lee Yong Bok había dejado sobre la isla de mi cocina.
No iba a firmar nada sin leerlo primero, especialmente si tenía que ver con la empresa de mi jefe. Si hay algo que aprendí del Presidente Bang Chan, era que no podía confiar en él, si fue capaz de darme un cheque falso para «ayudar» a mi hermano adoptivo, no quería ni pensar en lo que podrían decir esos documentos. Después de leerlos a toda prisa, finalmente los firmé, solamente que no sin antes dejarle muy claro a Yong Bok que yo no había dicho nada y que el hecho de que Park Ji Min fuera uno de mis amigos más cercanos no significaba que les contaba todo lo que sucedía en mi vida personal.
Él levantó una ceja, su rostro severo.
—No es necesario que te pongas a la defensiva. Este es un asunto de negocios, no personal. Y si tienes algún problema con los documentos,—continuó, una sonrisa maliciosa se formó en su rostro.—deberías hablarlo con tu jefe, no conmigo.—hizo una pausa, su sonrisa se ensanchó aún más.—Pero supongo que si no estás corriendo a su casa es porque algo muy interesante sucedió anoche, ¿no es así?
Mi mandíbula se apretó ante su insinuación.
—Yong Bok, no tienes ni idea de lo que estás hablando.—respondí, mi voz era tan fría como el hielo en mi batido.—Lo que suceda entre mi jefe y yo no es de tu incumbencia.—tomé un sorbo de mi batido, manteniendo mi mirada fija en él.—Y si estás insinuando algo, te sugiero que lo guardes para ti. No tienes ni idea de lo que pasó anoche, y te aseguro que no tienes derecho a hacer suposiciones.
Yong Bok se echó a reír, un sonido desagradablemente burlón que resonó en la cocina.
—Oh, Miharu.—dijo, sacudiendo la cabeza con fingida tristeza.—Siempre tan defensiva. ¿Acaso te he tocado un nervio?—se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en la isla y mirándome con una sonrisa maliciosa.—Por cierto, no necesito hacer suposiciones. Tu cara lo dice todo.
Yong Bok pronunció sus últimas palabras con un aire de suficiencia, su tono estaba impregnado de un triunfo inmerecido. Se levantó de la silla, recogiendo los documentos firmados y metiéndolos de nuevo en su maletín con un gesto deliberado. Miré cómo se alejaba, su figura alta y delgada desapareciendo por el pasillo de mi departamento. La puerta se cerró con un golpe sordo, dejándome sola con mis pensamientos y el zumbido silencioso de la nevera.
No pude evitar preguntarme qué le había dicho mi jefe a Lee Yong Bok. ¿Ha compartido detalles de lo que sucedió la noche anterior? ¿O Yong Bok sencillamente estaba haciendo suposiciones, tratando de desestabilizarme? No lo sabía, y eso me molestaba más de lo que quería admitir.
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