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ꗃ xxxi. contempt of order.

written by 𝗆𝗂𝗄𝖺𝗌𝖺𝗆𝗎𝗇
♯🥊 ‧₊⋆ CAPÍTULO TREINTA Y UNO ❜🗞️ೃ∗
today we present: Desacato al mandato.
MARATÓN 2/5


«Estás enojada.»

«Estás furiosísima con él.»

Intentaba repetir esos pensamientos constantemente en mi cabeza, no me iba a dejar vencer por los típicos encantos de un varón. Mucho menos si era el hombre que me podía calentar de cualquier forma, tenía que tener presente que él me había ocultado un dato muy importante para mí, necesitaba estar segura dentro de mi casa y no podía tener un encuentro sexual en estos momentos cuando estaba muy furiosa con él, por lo que intenté mantenerme fuerte.

—No lo hago, Presidente.

—Si lo haces, te dije que te quedaras. Te puede pasar cualquier cosa si te vas a esta hora, ¿o has olvidado lo que te sucedió con esa mujer?—recordó, a escasos centímetros de mi rostro.

—Obvio no lo he olvidado, Presidente, y mucho menos olvidé que usted la está protegiendo al no revelarme su identidad—giré mi cara, encontrándome ahora frente a él. Noté que bajó la vista rápido, al parecer no le agradaba hablar sobre esa mujer.—. Así que está claro que estoy consciente de que una mujer me estuvo siguiendo, pero como usted no me proporcionará la información que necesito, tendré que averiguarlo por mi cuenta.

Fueron mis últimas palabras, caminando lo más rápido que podía por las escaleras, como ya tenía mis pertenencias en mis manos lo único que había hecho era abandonar la casa. La madrugada fría chocó contra mi cara, el frío se coló por mi anatomía, siquiera con una chaqueta encima podía sacar el frío que sentía, empero, no me iba a quedar por mucho tiempo fuera de esta residencia porque si de algo he aprendido con todo lo que ha sucedido, es mejor caminar lo más rápido que se pueda hasta poder llegar sana y salva a mi hogar.

Una vez más, un sonido me alarma.

—Si tenemos un accidente, será por tu culpa.

—Déjeme en paz, ¿quiere?—repliqué, irritada por la misma situación de siempre. Seguí caminando como si nada, abrazándome a mí misma.

—Vamos en auto, ven.—insistió.

—No, iré sola. No estamos en horario laboral, así que no tengo por qué obedecerle en estos momentos.

El sonido de sus pies deteniéndose abruptamente en la acera una vez más captó mi atención. En realidad, no sabía por qué le estoy prestando tanta atención, lo único que tenía que hacer era seguir mi camino.

—No tienes que tener miedo de lo que pueda sucederte, Sasaki, porque ella no te volverá a molestar. ¿De acuerdo? No tienes por qué seguir indagando en algo que no te concierne.—expresó, levantando sus brazos en un gesto de cansancio.

Reí sin ganas.

—Eso es lo que usted no entiende, sí me incumbe porque esa mujer me advirtió sobre usted—confesé, más nerviosa que nunca. Él frunció el ceño al oír mis palabras.—. Me incumbe porque esa mujer me estuvo siguiendo durante días, me incumbe porque ahora tengo el puesto de primer asistente, cuando ella lo era, así que tengo todo el maldito derecho de estar molesta con usted y asustada. ¡¿Sí?!

Ahora la que estaba haciendo una cena en plena madrugada era yo, porque toda esta situación me estaba haciendo mierda por dentro, lo menos que quería era tener que volver al departamento de mi hermano adoptivo, sencillamente porque no me sentía cómoda o protegida en mi departamento, no quería vivir así, no quería vivir de ese modo, no me gusta tener bastante miedo, no me agradaba la simple idea de tener que verificar cada dos segundos detrás de mí para ver si alguien me está siguiendo o no, era una situación que no me agradaba.

—Lim Eun Nae.

—¿Cómo?—pregunté, acercándome más a él.

—Mi primera asistente se llama Lim Eun Nae, es la persona que te ha estado siguiendo todo este tiempo, y la razón por la que lo hizo es porque tiene cierta obsesión conmigo. Teníamos relaciones sexuales, seré muy honesto contigo porque es lo que quieres. Ella pensó que podríamos tener una relación más allá de lo físico, pero yo no compartía esa idea. Era atractiva, eso es cierto. Pero no era mi tipo, además de que tiene la edad de mi tía, y no estaría con alguien de esa edad. No, claro que no.—hizo una mueca de asco.

Me quedé inmóvil, sintiéndome molesta por la información que me estaba proporcionando y la forma en que la está presentando. Sí, soy plenamente consciente de que también tuve relación sexual con él, pero hay algo en mí que está al borde de la explosión en este momento, pensando en lo imprudente que puede ser mi superior. Supongo que se dio cuenta de lo que me encuentro pensando, ya que mi rostro debía estar reflejando claramente mi disgusto por el dato que me entrego con respecto a su antigua asistente demente.

—¿Acaso, no puede mantener un poco de autocontrol?—cuestioné furiosa.—¿Es tan difícil no cogerse a lo primero que se le cruza por el camino, Presidente? Sé que estoy sobrepasándome en estos momentos, pero. ¿Hay alguien más con la cual esté cogiendo? Además de Kang Ji Yoon, claro está, porque comprendo que no es de mi importancia, pero no debería de recordar que usted y yo tenemos un trato. Me gustaría saber.

—Sasaki.

Revoleé los ojos, siendo más que evidente que jamás sería capaz de darme ese lujo de saber la verdad sobre este tema, sabía muy bien que no debía de hacer esa pregunta, sin embargo, en cierto modo me concernía saber esa información debido a que de vez en cuando manteníamos relaciones sexuales y no me quería llevar la noticia de que podría tener alguna enfermedad de transmisión sexual.

Es por eso que me molestaba.

—Solo quería asegurarme.

—Jamás estuve involucrado con Kang Ji Yoon.

Solté una risita que tapé con mi mano. No era necesario que intentara engañarme, cuando toda la oficina estaba al tanto, al menos yo que me encontraba pegada al lado de su oficina.

—Presidente Bang, no hay necesidad de falsear la verdad.

—Espera un momento—parpadeó un par de veces, reduciendo la distancia entre nosotros—. ¿Cómo es que esta conversación se volvió tan personal? Hace un momento solamente querías saber la identidad de la primera asistente que nos acosa y ahora pareces interesada en mi vida privada.

—No. Lo que quiero es tener la certeza de que no voy a terminar con alguna enfermedad de transmisión sexual por culpa de una imprudencia.

Él alzó sus cejas, asombrado por mi respuesta impulsiva que le había dedicado.

—Oh, ahora resulta que soy pulgoso.

Me contuve todo lo que podía, sin embargo, era una situación imposible de no reírme. El CEO Bang frunció sus cejas, observándome ciertamente con la misma expresión graciosa que yo tenía en mi cara, hasta que ninguno de los dos pudo más y comenzamos a reírnos en medio de la calle, llamando la atención de unos de los vecinos que no dudó en abrir la ventana para darnos una gran regañada, diciéndonos que no era hora para estar haciendo tanto ruido a las 4:30 de la mañana, porque al parecer habíamos pasado mucho tiempo discutiendo.

Dejé de reírme, manteniéndome serena.

—Entremos, necesito tomar café.

—Ya volvió el de siempre, no puede ser...—murmuré.

—Ahora por eso tú harás los cafés.

Regañó, empujándome por el hombro, casi haciéndome caer al suelo, debo añadir. Empero, pude ver una media sonrisa en su faz, mientras se dirigía a su casa de nuevo. A pesar de la brusquedad del gesto, no pude evitar notar la extrañeza de su comportamiento, normalmente, el Presidente Bang era una persona fría, distante, y en particular conmigo, siempre mantenía una barrera de profesionalismo estricto, nunca lo vi sonreír de esa manera, mucho menos con alguien que no sea de su círculo amistoso, era una expresión que me resultaba completamente desconocida en su rostro.

Esa media sonrisa, aunque fugaz, suavizó sus rasgos habitualmente severos, añadiendo una dimensión de humanidad que me desconcertó. ¿Qué podría haber provocado ese cambio? ¿Era simplemente el resultado de la tensión de la noche, o había algo más en juego? La curiosidad burbujeó dentro de mí, alimentada por este enigma. No obstante, sabía que debía proceder con cautela, después de todo, el CEO Bang Chan era conocido por su imprevisibilidad y no quería precipitarme en una situación que no comprendía completamente.

—Mañana, tómate el día libre.

Anunció de repente, su voz me sacó de mis pensamientos. Estaba sentado en uno de los taburetes de su cocina, con la mirada perdida en sus manos entrelazadas, desde que habíamos entrado a la casa, ha guardado un silencio sepulcral.

—¿Por qué?—pregunté, colocando su taza de café humeante frente a él.

—Por algo tengo dos asistentes, Miharu.

Mi sorpresa se intensificó.

El Presidente Bang raramente me llamaba por mi nombre de pila, siempre optaba por mi apellido o algún apodo poco halagador. Sentí como si estuviera presenciando una transformación radical en mi superior, eso, de alguna manera, me aliviaba. Indicaba que podía tener un trato más humano con sus empleados y con los futuros miembros de la empresa. Tomé un sorbo de mi café, intentando procesar la situación.

—Entonces, ¿no va a despedir a Ji Yoon?

—Todavía no, pero ya he tomado una decisión con respecto a su puesto en la empresa—dijo con frialdad, echándole un vistazo a la taza de café que yacía frente a él—. No quiero que sea mi segunda asistente nunca más. No tengo tiempo para entrevistar a alguien, así que voy a hablar con el personal para hacer un intercambio de puestos. ¿Podrías ayudarme con eso?

Me quedé boquiabierta. ¿Mi jefe pidiéndome ayuda? Eso era algo inaudito. Normalmente, simplemente me ordenaría hacer algo y yo no tendría más opción que obedecer.

Asentí, dando un largo trago a mi café.

—¿Está buscando algo en particular en la persona que ocupará el puesto?

—Con que sepa prestar atención a las cosas que le pido y que sea puntual, es suficiente para mí—contestó, con la mirada fija en la larga mesa negra de su isla. Algunos de los invitados que dormían se movieron, atrayendo nuestra atención a ellos.—. Ahora me voy a descansar porque estoy agotado, además de que tendré que levantarme en cualquier momento. Puedes dormir en una de las habitaciones de invitados. Una de las empleadas vendrá a limpiar, así que no tienes que preocuparte por eso. Gracias, Miharu.

Juraba que no estaba entendiendo muy bien todo lo que estaba sucediendo en estos pocos minutos, tanto que me había despedido con la voz balbuceante, ya que era una total sorpresa. Por lo que terminé de tomar el café negro para encaminarme por los largos pasillos de la casa de mi superior, buscando los cuartos de invitados, aunque era su primer asistente y la cual se supone que conocía hasta su color favorito de calzones, nunca me ha dejado enteramente ingresar a su hogar, eso únicamente lo hacía la señorita Choi. Así que me irá un poco dedioso encontrar una habitación para poder descansar.

Abrí una de las puertas, viendo uno de los pocos cuartos de invitados. Era una sala demasiado bonita para mi gusto, cerré la puerta de atrás de mí y comencé a quitarme los zapatos, era lo único que quería hacer desde hace bastante tiempo, sentía que me dolía tanto que me quedaría sin pies, no lo pensé por tanto tiempo cuando desabroché mi largo vestido color vino, como no tenía ropa cómoda no me quedaba de otra que dormiré ropa interior. No obstante, antes de poder meterme a la cama la puerta se abre de inmediato, dejándome ver a mi superior con una mano en el cerrojo de la puerta y la restante con dos telas grises, es aquí donde la incomodidad volvió a invadir mi cuerpo debido a que sentía que eran situaciones distintas a las de siempre.

—Te traje ropa para que duermas cómoda.

—Emh. Gracias.—respondí nerviosa por el momento incómodo que estábamos viviendo.

Tomé las prendas rápidamente, queriendo echar al dueño de la casa del cuarto. Sin embargo, el Presidente Bang no me dejaba de observar la anatomía con ojos morbosos que eso me daban ganas de ocultar mi rostro con la almohada que yace en la cama, pero me doy cuenta de que no se iba, así que no me quedó de otra que ponerme la remera velozmente, tal vez era la única forma de que se dé cuenta de que no era uno de esos momentos ahora mismo.

—Te dejaré descansar.

—Gracias, presidente.

Agradecí, cuando apenas se había dado la vuelta no dudé un segundo en cerrar la puerta de inmediato. Empero, mentiría si dijese que no me hubiese gustado que algo más haya sucedido en este pequeño transcurso de tiempo, el simple hecho de observar el cambio radical que estaba teniendo en este corto lapso de tiempo ocasionaba un revuelco de emociones dentro de mi estómago.

—No sientas mariposas, mejor mátalas, Miharu.

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