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ꗃ xxviii. silence.

written by 𝗆𝗂𝗄𝖺𝗌𝖺𝗆𝗎𝗇
♯🥊 ‧₊⋆ CAPÍTULO VEINTIOCHO ❜🗞️ೃ∗
today we present: Silencio.

Estaba en estado de shock, paralizada en el lugar mientras intentaba procesar lo que acababa de presenciar. Los guardias de mi superior se llevaron a la mujer bruscamente de la acera, entre que ella se mantenía callada y con la mirada baja, dejando atrás un silencio sepulcral. Me quedé allí, observando por la ventana, el corazón latiendo con fuerza en mi pecho. Debido a lo sucedido.

Entonces, me alejé de la ventana y me dejé caer en el sofá de la sala de estar con la mente totalmente en blanco, porque muchas preguntan iban a mi cabeza sin poder tener respuestas, estoy más que segura de aquello. ¿Quién era esa mujer? ¿Y por qué el CEO Bang Chan la había golpeado de esa forma tan dolorosa? Las preguntas se amontonaban en mi loca cabeza, pero no tenía respuestas.

Recordé la preocupación de mis dos colegas más cercanas en la empresa automotriz, empero, lo único que puedo ver es el rostro preocupado de la señorita Choi Soo Byeol, diciéndome millones de cosas de nuestro superior.

¿Debería decirles lo que vi? ¿O debería guardar silencio y fingir que nada había sucedido? No, está más que claro que no podría explicarles lo que pasó, o al menos a la señorita Ga Hye, ya que eso significaría que sepan lo que hacía con mi jefe y él dejó en claro que nadie debería de saberlo. Mientras luchaba con mis pensamientos, la puerta de la casa se abrió de golpe. Me giré para ver al presidente Bang entrar, su rostro inexpresivo. Nuestros ojos se encontraron y sentí un escalofrío recorriendo mi espina dorsal.

—¿Por qué me estás mirando así?

—Nada, tengo que irm... No.—me detuve ahí mismo. Quería huir de aquí, simplemente que no me podía ir sin antes saber de quién se trataba.—¿Quién es ella? ¿Por qué me estaba siguiendo y por qué demonios usted...? Usted...—mis palabras se perdieron, balbuceando mientras luchaba por encontrar las palabras correctas.

Durante unos largos segundos que se sintieron como una eternidad, él me observó.

Su rostro inexpresivo, como siempre, no revelaba nada de lo que estaba pensando. Un nudo se formó en mi estómago, la tensión creciendo con cada segundo que pasaba sin que él hablara. Parecía que este era el único tema del que no quería hablar el presidente, pero necesitaba saber la verdad antes de que pasara algo más. No iba a esperar eternamente, si mi jefe no estaba dispuesto a decirme la verdad, entonces tendría que descubrirla por mi cuenta.

Así que, con determinación, recogí mis pertenencias y pasé rápidamente por su lado, evitando que pudiera hacer algún movimiento para detenerme. Cada paso que daba hacia la puerta parecía marcar un hito en esta extraña y tensa situación. Apenas crucé el umbral, escuché el sonido de la puerta al abrirse detrás de mí. No necesité girar la cabeza para saber que era el CEO Bang Chan quien me seguía.

Quizás era su perfume fuerte y característico que impregnaba en el aire, un aroma que podía reconocer en cualquier lugar, o cualquier persona. En ese preciso instante, lo único que anhelaba era obtener una respuesta y luego retirarme a la seguridad y soledad de mi departamento. Fue una noche larga y agotadora, por demás de que aún tenía asuntos pendientes con mi excéntrica familia, sin embargo, lo que más me inquietaba y aterraba era la idea de tener a una mujer enloquecida persiguiéndome todo el jodido día. La incertidumbre y el miedo se entrelazaban en mi mente, creando un torbellino de emociones que luchaba por controlar, cada sombra parecía ocultar un peligro, cada sonido me hacía saltar, sabía que necesitaba mantener la calma, pero era más fácil decirlo que hacerlo.

—Ella era mi asistente.

Mis pasos se detuvieron abruptamente, casi tropezando con los tacones que llevaba puestos en esta noche de miércoles. Giré la cabeza para encontrar su mirada, esperando que finalmente me dijera la verdad. Él se acercaba lentamente, las manos metidas en los bolsillos de su pantalón, luciendo sorprendentemente relajado mientras me revelaba esa información.

—¿Su asistente?

—Mi primera asistente, en realidad —corrigió, deteniendo sus pasos frente a mí. Estábamos en la acera de su residencia, la noche cayendo sobre nosotros con cautela. De alguna manera, el tono de sus ojos marrones parecía diferente bajo la luz de la luna.

—¿Por qué ya no trabaja con usted?

—La confidencialidad entre mis empleados...

—¿De verdad cree que eso importa ahora, presidente? ¿Tengo que recordarle que esa mujer me ha estado siguiendo a todos lados?—fruncí el ceño, molesta por su actitud evasiva. Él desvió la mirada, como si intentara evitar el tema.—Esa señora sabe dónde vivo, no me siento segura sin saber quién es realmente.

—Entonces, deberías volver a la casa de Jung Kook.

Una risa amarga y llena de incredulidad se escapó de mis labios ante su sugerencia. Negué con la cabeza, mis dedos se apretaban con fuerza alrededor de la correa de mi bolso, como si fuera el único ancla que me mantenía en la realidad. Me sentía impotente, atrapada en el laberinto de una situación que no lograba descifrar del todo y que él, con su silencio, parecía no tener intención de aclarar.

Con un suspiro cargado de frustración y ansiedad, me di la vuelta, dejando atrás la imponente figura de su casa. Comencé a alejarme a paso ligero, cada zancada es un intento de poner más distancia entre nosotros. El miedo se anidaba en mi espalda, pesado como una losa, no obstante, no estaba dispuesta a enfrentarlo ahora, no cuando su respuesta había sido tan evasiva e insatisfactoria. Así que aceleré el paso, alejándome lo más rápido que mis tacones me lo permitían de la opresiva atmósfera de su hogar, dejándolo atrás junto con la confusión y el miedo que ha sembrado en mí. Por demás de su egoísmo.

Jueves por la madrugada.

Cuando llegué a mi departamento lo primero que hice fue sacarme los tacones que me estaban matando los pies, después me di una corta ducha y me puse la ropa más cómoda que tenía, aún con el cabello mojado y sin poder peinar porque los pensamientos me torturaban de una manera imposible de defender. El sonido estridente del timbre perforó el silencio, sacándome de mis pensamientos como un cubo de agua fría, me acerqué cautelosamente a la puerta, echando un vistazo a través de la mirilla.

La figura del otro lado era inconfundible: Park Ji Min, quien a pesar de no compartir lazos de sangre, se está comportando más como un hermano para mí que el propio Jeon Jung Kook. Sus ojos, normalmente llenos de calidez, ahora estaban nublados por el temor, sin esperar una invitación, entró en el departamento. Comenzó a inspeccionarme de pies a cabeza, sus faros recorriendo mi fisionomía en busca de signos de daño. Sus manos, temblando ligeramente, se movieron sobre mi cara, mis manos, hasta que finalmente se posaron en mis mejillas.

Su tacto era frío, y su mirada, que solía ser tan llena de alegría y vivacidad, ahora yace teñida de miedo. En ese momento, supe que algo estaba terriblemente mal, ya que el Ji Min que conocía nunca se habría mostrado tan asustado, más que vulnerable, algo debía haberlo sacudido hasta el núcleo para que se comporte de ese modo conmigo, por lo que detuve sus manos de un solo atajón, viéndonos directamente a los ojos.

—¿Estás bien? Me asustas, Mochi.

—Bang Chan me llamó. ¿Estás bien?

Revoleé mis ojos al escuchar el nombre de mi superior, me di la vuelta para servir un poco del licuado que ya tenía preparado para ingerir. En la mirada del amigo de Jung Kook se puede observar la confusión en la forma en que estoy actuando, obviamente que no sabía nada de lo que pasó, estaba más que segura de que mi jefe le dijo lo necesario para que se pueda preocupar por mí y saber cómo estaba, veo que un poco de alma si tenía el Presidente Bang Chan.

Ji Min se desplazó hacia uno de los taburetes que rodeaban la isla de la cocina, su figura cansada y tensa contrastando con la normalidad del ambiente hogareño. Se sentó frente a mí, sus ojos todavía cargados de preocupación.

—¿Qué te dijo?

—Me comentó que una mujer te seguía—empezó, su voz temblaba ligeramente.—. También dijo que iba a llamar a Jung Kook, pero sabía que no nos hablaba, por lo que dedujo que yo... Bueno, era el más cercano, y claramente no iba a llamar a tus padres.

Concluyó Ji Min, su tono intentaba ser ligero, empero, la seriedad de la situación se filtraba a través de sus palabras. Un eco de las preocupaciones que ambos compartíamos, él; porque temía por lo que me pasó, mientras que yo por todo lo que sucedió con esa mujer y con la forma en que se comportó mi jefe, sin embargo, no quería mentir al decir que no era por mi propio mejor amigo, ya que me dolía el hecho de que no quería saber nada de mí... o de sus propios amigos, así que la tensión se palpaba en el ambiente, cortante como una hoja afilada.

Está más que claro que lo extrañaba, pero a la vez me encontraba tan enojada porque Jung Kook se portaba como un adolescente de 15 años, necio, estúpido y no le preocupaba asustar a los demás. Tenía que recordar todo lo que hizo para que ya me dejara de importar la forma en que se encuentra, así que decidí decirle a su mejor amigo todo lo que pasó con esa señora, pero no tanto debido a que apenas sabía, sin comentarle que yo me hallaba con mi jefe en una situación rara.

Ji Min se fue a los pocos minutos.

Para esto, dejándome a solas con mis pensamientos y todas las dudas que sentía.

Jueves por la mañana.

Cuando hizo presencia en la empresa, no tuvo que decirme mucho que comprendí la mirada que me dedicó antes de que ingresara a su oficina con unos socios con malas caras. No obstante, antes de que siga sus órdenes pude ver la manera en que se comportaba la segunda asistente, Kang Ji Yoon.

Ella yace frente a su espejo de mano, arreglándose con una meticulosidad que sugería que se preparaba para un evento de gran importancia en su vida profesional. Cada movimiento que hacía era deliberado, cada mechón de su melena cuidadosamente peinado, cada trazo de maquillaje aplicado con precisión. Era como si estuviera en su propio mundo, completamente ajena a la tensión que impregnaba el ambiente de la oficina. Por lo que le dediqué una mirada, más que clara de lo que le estoy tratando de decir.

—Relájate, Haru Ssi. Todo está bien.

—Ji Yoon, si el jefe te ve...—mis palabras fueron cortadas de inmediato. La nueva asistente estaba tan concentrada en su reflejo, puliendo cada detalle de su apariencia, que parecía completamente segura de sí misma. Sus palabras, pronunciadas con una confianza que me desconcertó, me dejaron sin palabras.

—El jefe lo dejará pasar. Mejor ve tú, Sasaki Miharu, no querrás que el presidente se enoje contigo, ¿verdad? Después no quiero tener que ensuciarme las manos por ti.—dijo, volviendo su atención a su espejo.

Mis cejas se dispararon en asombro ante la audacia de la recién llegada. Hace apenas unos días, estuvo llorando por la bienvenida que nuestro jefe le dio, el cual no fue con buenas palabras, menos para una persona que recién llegaba a la empresa. Pero ahora, de repente, parecía como si hubiera estado trabajando en esta empresa durante años, a pesar de que apenas llevaba semanas aquí.

Con la indicación del presidente, entré en el despacho justo cuando sus socios se están despidiend del CEO, sus miradas se posaron en mí con una mezcla de desdén y desaprobación.

Eran los mismos sujetos de todas esas reuniones donde voy con mi superior, aquellos a quienes claramente no les gustaba mi presencia en esas citas. Sin embargo, sus miradas de rechazo apenas rozaron mi conciencia. Hay temas mucho más importantes que requerían mi atención. Por lo que cuando ellos abandonaron el despacho del presidente, nos encontrábamos a solas, sin que nadie más nos pueda interrumpir, solamente que mis ojos están en la tableta y no en su mirada más que intensa, no quería tener una conversación en este momento con él.

—Tiene una reunión programada con el equipo de desarrolladores, un encuentro crucial para discutir los próximos pasos y estrategias.—inicié, leyendo lo que se encuentra en la tablet.—Debe asistir a un evento de gran importancia: la presentación del próximo modelo de auto que la empresa está a punto de lanzar al mercado. Además, su hermana ha estado intentando ponerse en contacto con usted, parece que tiene algo importante que discutir.

Terminé de repasar todos los puntos que he recopilado en las pocas horas desde mi llegada, manteniendo mi rostro serio durante todo el proceso. No era ingenua, sabía perfectamente que mi jefe está consciente de que algo más estaba sucediendo. Tal vez fue la forma en que frunció el ceño, o la intensidad de su mirada sobre mí, que me hizo pensar que está intentando descifrar qué me afligía.

No obstante, sinceramente, no se necesitaba ser un genio para darse cuenta de lo que me molestaba. Pero antes de que decidiera comportarse de forma brusca conmigo, como lo hacía las veces que eran necesario para su mal carácter del carajo, así que opté por hacer presencia otra vez de mi voz.

—Si no necesita nada más, presidente, me retiro. Tengo que preparar unos papeles.—informé, manteniendo mi tono profesional.

Durante unos largos y tensos segundos, él me miró. Finalmente, asintió con la cabeza, dándome permiso para abandonar su despacho. Sin embargo, antes de que pudiera salir, me pidió que llamara a su segunda asistente. Mientras me acomodaba en mi escritorio, vi la sonrisa de oreja a oreja de mi compañera, en cuanto entró en la oficina, cerró las persianas y el sonido familiar de la música comenzó a emanar del despacho del jefe. Las risas que siguieron confirmaron mis sospechas sobre mi compañera de trabajo.

Mi mirada se desvió automáticamente al escritorio de la recepcionista, la señorita Shin Ga Hye. La mujer de coleta negra de caballo bajó la vista rápidamente, fingiendo estar absorta en los documentos que está llenando.

—¡Ay, presidente! ¡Qué cosas dice!—la voz chillona de Kang Ji Yoon resonó dentro de la oficina, confirmándome que estaban coqueteando.

No pude soportarlo más. Tomé los papeles que debía enviar a la administración para los desarrolladores y me puse en marcha, mientras caminaba por el taller, ya que la mayoría de los desarrolladores vivían en ese piso, me crucé con el abogado que tanto detestaba. En serio, no podía soportarlo, y el sentimiento parecía ser mutuo, debido a que la sonrisa se borró de su rostro en cuanto me vio.

Se detuvo frente a mí, su figura imponente llenando mi campo de visión.

Su cara, usualmente inexpresivo, estaba marcado por una seriedad inusual, sus ojos, normalmente indescifrables, parecían revelar un torbellino de emociones. Hay una especie de tensión en su mirada, una mezcla de frustración y descontento, incluso un toque de arrepentimiento. Era como si cada línea de su rostro, cada brillo en su mirada, estuviera gritando los sentimientos que tenía hacia mí. Podría jurar, incluso, que había algo en la forma en que sus faros se estrechaban ligeramente, una señal de que preferiría que yo me hubiera ido en lugar de la señorita Choi.

—Vaya, aún estás aquí. Habría apostado que ya te habían dado una patada en el trasero.

—Oh, qué irónico—respondí, con una sonrisa forzada.—. Estaba bajo la impresión de que ya te han despedido por tu notable habilidad para arruinar acuerdos con ex empleados que ahora quieren demandar a tu amigo.

—Bueno, parece que ambos estamos equivocados.—respondió, con una risa forzada que no llegó a sus ojos.

—Sí, parece que sí.—contesté, manteniendo mi sonrisa. Pero no pude evitar añadir.—Aunque, en tu caso, parece ser una constante.

—Oh, siempre tan aguda con tus palabras, Miharu.—replicó, su voz cargada de una falsa diversión.

—Y tú siempre tan hábil para esquivar la realidad.—dije, permitiendo que un toque de desdén se filtrara en mi tono.

—Bueno, siempre he sido un optimista.—respondió él, encogiéndose de hombros con una sonrisa burlona que no llegaba a sus ojos. Su tono era ligero, pero con una tensión subyacente en su postura que sugería que mis palabras le han afectado más de lo que quería admitir.

—Y yo siempre fui realista.—contesté, manteniendo mi mirada firme en él. Mi tono era tranquilo y decidido.—Quizás deberías intentarlo alguna vez. Podría ayudarte a evitar ciertos... inconvenientes.

Comenté, dejando que la insinuación se cerniera en el aire entre nosotros. El silencio se instaló en el pasillo del taller, solamente roto por el zumbido suave del aire acondicionado y el distante murmullo de todas las maquinarias. Lee Yong Bok me miró durante un largo momento, su expresión inescrutable, antes de romper el silencio.

—Sí, creo que lo intentaré ahora.—notificó, su voz llena de un sarcasmo venenoso.—Y para empezar, probablemente, te den una corrida y seas suplantada. Bueno, Ji Yoon es más atractiva que tú, quién lo diría. Recién llegó y ya tiene al jefe en la palma de su mano.—la forma en que pronunció las palabras, saboreando cada sílaba, hizo que su declaración se sintiera como un golpe bajo.—Y no solamente eso, ella tiene algo que claramente tú no tienes: ambición. No está aquí para jugar a ser la buena chica, está aquí para ganar. Y, a diferencia de ti, no tiene miedo de ensuciarse las manos para conseguirlo.

Pronunció todas esas palabras con gran intención de lastimar mi ego, por lo que acomodó su maletín en su mano dominante y me echó una sonrisa que parecía ser amable, sin embargo, de amabilidad no lo tenía nada, era con gran intención de maldad y desprecio en cada palabra. Por lo que me sonrió falsamente, con un movimiento de cabeza.

—Qué tengas un lindo día, Miharu.

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