ꗃ xl. night warning.
written by 𝗆𝗂𝗄𝖺𝗌𝖺𝗆𝗎𝗇
♯🥊 ‧₊⋆ CAPÍTULO CUARENTA ❜🗞️ೃ∗
today we present: Advertencia nocturna.
En lugar de eso, me mantuvo cerca de él, como si la simple idea de soltarme le resultara insoportable. No obstante, ese momento fue interrumpido por el sonido de la puerta abriéndose repentinamente. Los dos hemos desviamos la mirada hacia la entrada, en donde los amigos del Presidente Bang Chan y mi hermano se encontraban. En su mirada, pude ver una mezcla de sorpresa y molestia al vernos en esa situación. Quiero suponer que fue el acercamiento lo que más lo ponía nervioso, así que di un paso a un lado.
—Miharu, vámonos.
Su voz denotaba una profunda decepción al verme en ese estado. Sin decir una palabra más, seguí a Jung Kook. Ignoré las miradas de los amigos de mi jefe sobre mis hombros y los murmullos que se alejaban mientras se burlaban de mi superior.
La expresión de Jeon Jung Kook era un cuadro de emociones contradictorias. Sus ojos, los cuales estaban hace un instantes llenos de calidez fraternal, ahora están nublados por la desilusión y la consternación. Esos labios se apretaban en una línea delgada, una clara señal de su disgusto. Pero a pesar de su evidente descontento, hay una tristeza subyacente en su mirada, como si estuviera observando un sueño querido desvanecerse ante sus ojos.
El silencio entre Jeon Jung Kook y yo se volvió ensordecedor. Podía sentir que las palabras no dichas se acumulaban en el aire, formando una barrera invisible entre nosotros. Miré de reojo al muchacho que está a mi izquierda, su rostro estaba tenso, sus faroles fijos en la carretera por delante, perdidos en un mar de pensamientos inescrutables.
Sentía un nudo en el estómago, una sensación de inquietud que se arrastraba por mi piel como un millar de insectos diminutos. Mi corazón latía con fuerza, cada golpe resonando en mis oídos como un tambor lejano. Mis manos comenzaron a sudar, y me encontré jugueteando nerviosamente con el borde de mi abrigo. Cada segundo que pasaba sin que Jung Kook dijera una palabra solo intensificaba mi ansiedad. Quería romper el silencio, quería preguntarle qué está pensando, pero las palabras se quedaban atrapadas en mi garganta, como si estuvieran atrapadas en una telaraña pegajosa de incertidumbre.
Sin embargo, a pesar del nerviosismo que me consumía, también sentía una extraña sensación de calma. Porque a pesar de la tormenta de emociones que estaba atravesando, sabía que, al final del día, Jeon Jung Kook seguía siendo mi hermano adoptivo y mejor amigo. Y no importaba cuánto pudiera doler ahora, sabía que encontraríamos una manera de superar esto juntos. Porque eso es lo que hacemos. Siempre. Lo que sucedió hace poco es una clara señal de aquello, empero, es ahora en que no sabía si romper el hielo o dejar a que se le pase el enojo. El rugido suave del motor del auto se desvaneció, marcando el final de nuestro viaje.
Estábamos estacionados frente a mi departamento, la familiar fachada del edificio parecía extrañamente distante y ajena en este momento. Volteé mi mirada hacia Jung Kook, esperando, anhelando que dijera algo, cualquier cosa. Deseaba que mostrara un poco de empatía, que entendiera lo difícil que era para mí de igual forma. Después de todo, hemos compartido momentos íntimos juntos, instantes que han creado una conexión entre nosotros que iba más allá de lo meramente físico.
No podía negar que había algo entre nosotros, una chispa, una tensión que siempre estaba presente, incluso en los momentos más tranquilos. Pero en este minuto, no me importaba si él sentía algo por mí o no. No me importaba si esos momentos íntimos significaban algo para él. Lo único que quería, lo único que necesitaba, era que me dijera algo. Que rompiera el silencio que se ha instalado entre nosotros como una neblina espesa e impenetrable.
—¿No me dirás nada?—indagué temerosa.
Ya que no podía seguir estando callada, necesitaba que me dijiste algo. No podía soportarlo más, porque no quería tener una pelea más con él, además de que se supone que ya se había enterado lo que tuve con uno de sus amigos hace pocos días.
—No es...—se calló de repente. Apretó el volante con mucha fuerza, parecía que se estaba tragando todos los insultos que me quería decir. Viró sus ojos oscuros a los míos, de repente su mirada se había calmado.—Es esencial recordar que incluso los seres más puros pueden tener sus propios secretos oscuros, Miharu, y que en algún momento, esa figura angelical pudo haber sido una sombra problemática. ¿Si entiendes? Ve a descansar. Ya es tarde.
Me quedé en silencio por un instante que parecía muy largo, procesando sus palabras. Su voz sonaba tranquila, sencillamente que podía sentir la tensión en el aire, como una cuerda a punto de romperse. Empero, podía comprender algo mucho más profundo de esas palabras, quizás una razón justificable de que mi mejor amigo sabía algo que yo no.
—Lo entiendo, Jung Kook...—respondí finalmente, mi voz apenas un susurro. Las palabras parecían pesar más de lo que esperaba, como si estuvieran cargadas de un significado que aún no podía comprender del todo—. Gracias por traerme.
Con eso, salí del auto, cerrando la puerta con cuidado detrás de mí. Mientras caminaba hacia la entrada de mi edificio, eché un último vistazo a atrás. Jeon Jung Kook todavía estaba allí, su figura solitaria iluminada por las luces del auto. Con un último suspiro, me volví y entré al edificio, dejando atrás la noche y sus secretos no dichos sobre uno de sus amigos.
Sábado a la madrugada.
El enojo hervía dentro de Jung Kook como un volcán a punto de estallar.
Los golpes que daba a la bolsa de boxeo era un intento de liberar la furia que sentía. Sus puños golpeaban el cuero con una fuerza brutal, cada impacto resonando en el gimnasio silencioso. La imagen de su amigo Bang Chan y su hermana adoptiva juntos se repetía una y otra vez en su mente, como un disco rayado. Sabía cómo era Bang Chan, conocía su reputación y sabía que no era el tipo de sujeto que quería para su mejor amiga. Eso solo avivaba su ira, alimentaba el fuego que ardía en su pecho.
Su rostro estaba tenso, sus cejas fruncidas y su mandíbula apretada. Es ahora que su mirada yace oscurecida por la ira. Su respiración era pesada y entrecortada, cada exhalación liberaba una pequeña parte de la furia que sentía. A su alrededor, sus colegas observaban en silencio. Conocían a Jung Kook lo suficiente como para saber que era mejor dejarlo solo cuando estaba así. Sabían que cada golpe que daba a la bolsa de boxeo era su forma de lidiar con el torbellino de emociones que lo consumía.
Desde la ventana de arriba, su jefe lo observaba. Su expresión era inescrutable, sin embargo, sus ojos reflejaban una mezcla de sorpresa y respeto. Ha visto a Jung Kook enojado antes, pero nunca así. Podía sentir la intensidad de su ira incluso desde su posición, y sabía que las cosas están a punto de cambiar. Porque a pesar de todo, a pesar de la ira y la frustración, Jeon Jung Kook seguía siendo un luchador.
Y está muy claro que no iba a dejar que nada, ni siquiera su propio amigo, lastimara a su hermana. Con un último golpe lleno de furia, la bolsa de boxeo cayó al suelo con un estruendo. Rodó los ojos, notando que su madrugada no podría ser peor. Jeon Jung Kook se quitó las vendas de las manos, su mirada fija en el objeto derribado.
—No me importa quién carajos sea, hyung.
Comentó con su voz resonando en el silencio del gimnasio. A su lado, el jefe de los jefes lo observaba con atención. Sus ojos analíticos recorrían al menor, evaluando su estado emocional. Podía ver el potencial en esa ira, la forma en que podría ser canalizada hacia la pelea que se avecinaba. Si Jung Kook llevaba esa furia al ring, no hay duda de que ganaría. Y una victoria del moreno significaba más dinero para Min Yoon Gi.
—¿Qué quieres que hagamos? ¿Umh?—movió sus cejas, encendiendo su séptimo cigarrillo de la noche.—Estamos hablando de Bang Chan, no de un tipo cualquiera.
Pero a un lado, Kim Seung Min observaba la escena con preocupación. Fingía estar ocupado terminando su entrenamiento, su mano sosteniendo una botella de agua mientras sus faroles se mantenían fijos en Jeon Jung Kook. Conocía al hombre, sabía que cuando se dejaba llevar por la ira, se convertía en una fuerza imparable.
No obstante, también sabía que esa ira podía ser peligrosa, que podía llevar al mayor a tomar decisiones imprudentes. Seung Min se mordió el labio, una sensación de inquietud creciendo en su pecho. Quería creer que Jung Kook saldría ileso de la pelea, solo que no podía ignorar el temor que se anidaba en su corazón. Debido a que a pesar de las apuestas y los juegos de poder, Jung Kook seguía siendo su amigo. Y no quería perder a su amigo por culpa de la ambición del señor Min.
—Qué me importa. Ella es mi hermana.
Yoon Gi exhaló una nube de humo, su mirada nunca abandonó al moreno. Sus faroles, dos brasas brillantes en la penumbra del gimnasio, estudiaban al joven con un interés calculador. Exhaló una nube de humo. Hizo un movimiento de cabeza, indicándole al muchacho que era mejor que tengan una charla en su oficina, en donde nadie más puede hacer parte de esa conversación que iban a tener.
—Pero Bang Chan... él es un pez gordo, Kook.—dijo, su voz tenía un tono burlón—No es alguien a quien puedas simplemente golpear y esperar que todo salga bien.
Se recostó en su silla, cruzando los brazos sobre su pecho mientras continuaba hablando. Entre que el menor mantenía sus ojos en el pavimento sin limpiar del despacho de su superior, sus brazos en una cruz y esa mirada que te decía que no iba a recibir menos ahora mismo.
—Sin embargo, supongo que podríamos... arreglar un pequeño accidente. Nada demasiado serio, por supuesto. Solo lo suficiente como para que se dé cuenta de que no debe meterse con tu hermana. ¿Qué te parece?—preguntó con ironía en su tono.
Una sonrisa maliciosa se formó en su rostro y sus ojos brillaban con una diversión oscura. Jung Kook frunció el ceño, considerando la propuesta de Min Yoon Gi. Finalmente, asintió con determinación.
—Está bien. Si eso es lo que se necesita para mantener a Chan alejado de mi hermana, lo haré.
Yoon Gi soltó una carcajada, su risa resonando en su despacho vacío. Se inclinó hacia adelante, apoyándose en su mesa de madera mientras se reía sin parar, tanto que comenzó a toser gracias al cigarro que aún se encontraba fumando.
—¡Oh, Jung Kook!—demadó entre risas, limpiándose una lágrima del ojo—Siempre tan serio. Estaba bromeando, chico. No puedes simplemente ir por ahí planeando «accidentes» para la gente.—se enderezó, todavía sonriendo mientras miraba a Jung Kook.—Además, Chan no es un tipo con el que quieras meterte. Es peligroso, tal vez incluso más. No, si queremos mantener a tu hermana a salvo de él, vamos a tener que pensar en algo más inteligente.
Jung Kook entrecerró los ojos, su mirada se endureció mientras consideraba las palabras de Min Yoon Gi. Luego, con una determinación de acero en su voz, respondió:
—Si haces eso, hyung, si le das a Bang Chan la advertencia que necesita... Entonces yo pelearé esta noche. Y no solo pelearé, ganaré—notificó, su voz era un murmullo amenazador—. Haré lo que sea necesario para asegurarme de que mi oponente no se levante.
Hizo una pausa, sus ojos oscuros se encontraron con los de Yoon Gi, transmitiendo la seriedad de su promesa. En cambio, el mayor estaba cruzado de brazos después de colocar su cigarro en el cenicero, escuchando atentamente a las próximas palabras que iba a decir el joven, tratando de descubrir la realidad del por qué no le gustaba que se acerque a su hermana.
—Puedes apostar todo lo que quieras en esa pelea, porque te garantizo que ganarás. Pero a cambio, Chan tiene que recibir el mensaje. Tiene que saber que debe mantenerse alejado de mi hermana. ¿Tenemos un trato?—propuso serio.
Min Yoon Gi se quedó mirando a Jung Kook por unos largos segundos, sopesando sus palabras. Luego, con un lento asentimiento, extendió su mano hacia el más joven.
—Tenemos un trato, Kook—aceptó, su voz era seria, pero había un brillo de anticipación en sus ojos—. Pelearás y ganarás esta noche, y yo me aseguraré de que Bang Chan reciba el mensaje.
La sonrisa que se formó en su cara era de pura satisfacción, como si ya pudiera observar las ganancias que obtendría de la pelea de esa noche. Empero, también había un destello de respeto en su mirada cuando chocó con los ojos de Jung Kook, reconociendo la determinación y la valentía del más joven.
Domingo por la tarde.
Desde el momento en que salí de mi auto para entrar a la casa de uno de mis amigos, supe que algo no estaba bien. Una sensación incómoda de ser observado se arrastró por mi piel, como una corriente eléctrica. A lo largo del día, esa sensación persistió, una sombra constante en mi espejo retrovisor. Empero, no mostré signos de alarma, seguí con mi rutina como si nada fuera fuera de lo normal.
Cuando la noche cayó, estacioné mi auto en un callejón oscuro y solitario. Lo dejaba acá cada vez que visitaba este bar recurrente en mi día, al salir, me encontré con un grupo de hombres esperándome.
Yacen armados con todo tipo de instrumentos, desde palos de béisbol hasta cadenas, cada uno más amenazador que el anterior. Eché un suspiro de cansancio, enfrenté situaciones como estas antes, y cada una de ellas me endureció un poco más. Con una postura desafiante, enfrenté a los hombres. Mi voz sonó firme y segura en el silencio de la noche.
—¿Quién demonios los envió?—pregunté, mis ojos recorriendo cada rostro en la multitud.
Solamente que los hombres se miraron entre sí, pero ninguno respondió. Fruncí el ceño, la paciencia se agotaba. Estoy decidido a enfrentar lo que viniera y a defenderme.
Porque eso es lo que siempre hago, tener que aguantar a los matones de los demás cuando ni siquiera pueden ser capaces de enfrentarme ellos mismos. Uno de los hombres finalmente dio un paso adelante, una sonrisa torcida se formó en su rostro.
—Solo es una advertencia, CEO Bang Chan—dijo, su voz era un gruñido bajo—. Mejor mantente alejado de Sasaki Miharu.
Mi corazón se aceleró al escuchar su nombre. Miharu. ¿Qué tenía que ver ella en todo esto? Pero no tuve tiempo de hacerme más preguntas o a ellos. El hombre se lanzó hacia mí, y la pelea comenzó.
Esquivé el primer golpe, girando hacia un lado y lanzando un puñetazo al hombre más cercano. Sentí el impacto a través de mi puño, y el hombre cayó al suelo. Sin embargo, no hay tiempo para celebrar, los otros estaban sobre mí en segundos. La adrenalina inundó mi sistema mientras luchaba. Cada golpe que lanzaba, cada patada que asestaba, está impulsada por un único pensamiento: averiguar quién carajos me mandó un mensaje de advertencia.
Golpe tras golpe, patada tras patada, luché con todo lo que tenía. No tenía idea de quién ha enviado a estos hombres, empero, una cosa está clara: no iba a dejar que Miharu se viera arrastrada a este lío. No importa lo que costara. Un golpe en la espalda me hizo caer de cara al pavimento. Apenas tuve tiempo de protegerme antes de que los golpes comenzaran a llover sobre mí.
Sentí el golpe de los palos y las cadenas contra mi piel, cada impacto enviaba un estallido de dolor a través de mi cuerpo. Intenté levantarme, intenté luchar, pero los golpes continuaban sin cesar.
Cada vez que intentaba moverme, un nuevo golpe me enviaba de vuelta al suelo. El sabor metálico de la sangre llenó mi boca, y por un momento, todo se volvió borroso. Fue ahí cuando unas voces resonaron en el callejón, los golpes se detuvieron de repente, y los hombres se alejaron corriendo, desapareciendo en la oscuridad. Me quedé allí, tendido en el suelo, tratando de recuperar el aliento.
A pesar del dolor, una sonrisa se formó en mi rostro. Han venido a intimidarme, a asustarme. No obstante, no iba a dejar que eso sucediera. Y definitivamente, no iba a dejar que me alejaran de Sasaki Miharu.
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