ꗃ xxxix. the truth.
written by 𝗆𝗂𝗄𝖺𝗌𝖺𝗆𝗎𝗇
♯🥊 ‧₊⋆ CAPÍTULO TREINTA Y NUEVE ❜🗞️ೃ∗
today we present: La verdad.
¿Estaba perdiendo la cordura? ¿Estaba mal de la cabeza? ¿O acaso merodear fuera del edificio donde ella vivía era simplemente el acto de un psicópata? La verdad es que no sabía cómo asimilar su confesión, por eso la tomé a la ligera, como si sus sentimientos no me importaran en absoluto. Pero la realidad era que no quería entenderlo, no tenía el deseo de soportar un romance como este. La relación que tenían mis padres es un gran ejemplo de ello, nunca lograron soportarse mutuamente y así fue como terminó su amor. Tiempo después de su divorcio, mi padre se quitó la vida, así que no quería acabar como él. Por eso no le dije nada.
Por eso mismo, no quería aceptar sus sentimientos, no quería ni pensar en la mera idea de llegar a sentir un amor tan profundo por Sasaki Miharu. Temía que al final del día, terminara locamente enamorado de ella hasta el punto de que, si algún día ella me dejara, no me quedara más remedio que seguir el mismo camino que mi padre. Cada pensamiento, cada recuerdo de mis padres, cada imagen de su relación fallida, todo se agolpaba en mi mente, creando un torbellino de emociones que luchaban por salir. No obstante, lo reprimí, lo mantuve todo dentro, porque el miedo a terminar como mi padre era más fuerte. El miedo a enamorarme, a ser vulnerable, a ser abandonado... todo eso me consumía.
Es así que me di la vuelta, alejándome una vez más para terminar en un parque situado a una considerable distancia de su edificio. Decidí reposar en uno de los bancos de madera, mi vista se posó en una pareja bajo un árbol de cerezos a lo lejos. De inmediato, una vieja historia de amor se me vino a la mente: una trágica leyenda de dos almas de clanes diferentes que estaban perdidamente enamoradas, pero castigadas por sus familias.
En la historia, él estaba condenado a vagar sin rumbo por el mundo de los vivos, llorando por el amor perdido y sin poder volver a verla. Se decía que cuando las flores de cerezo florecieran en diciembre, era una señal de que finalmente se han reencontrado. Miré a la pareja bajo el árbol de cerezos, sus risas y susurros llenando el aire frío de la noche. ¿Eran ellos como los amantes de la historia? ¿Estaban destinados a estar juntos a pesar de todo? ¿O están condenados a la misma triste suerte? El viento sopló, llevándose consigo los pétalos de cerezo, y por un momento, me perdí en la belleza de la escena. Fue un recordatorio brutal de lo que podría tener, de lo que podría perder. Me quedé allí, solo en la oscuridad, luchando con mis propios miedos y dudas.
Sábado por el mediodía.
Nos encontrábamos disfrutando de un almuerzo familiar, nuestros padres no dejaban de hablar sobre su larga relación de pareja y recordaban con cariño la amistad que tenían con mis padres biológicos. Hoy se cumplía un año más de su fallecimiento, un tema que preferiría evitar en estos momentos. Aunque la herida ya había cicatrizado, la simple idea de que ellos no están presentes aún me dolía. Además, desde que mi mejor amigo supo sobre el trato que recibía de mi jefe, no se despegaba de mí. Incluso fue capaz de ir a la empresa con la excusa de querer ver al Presidente Bang, y con uno de sus amigos para que no fuera tan evidente.
Ayer casi lo mato.
Entendía que Jung Kook también quería protegerme, pero ese mismo día le he dejado claro que todo con mi jefe terminó. Obviamente, no le dije las razones, solo le dije lo suficiente para que se tranquilizara y dejara de hacer escándalo.
Ahora, mi madre decide cambiar el tema de conversación y preguntarme cómo me está yendo en la empresa. No tuve mejor idea que responderle lo de siempre, tampoco podía contarle lo sucedido con mi superior. También dudaba si contarles la propuesta que me había hecho la madre del CEO Bang, sin embargo, sabía que no era una buena idea, al menos no con mi mamá presente. Después de almorzar, me encontraba lavando los platos mientras mi hermano secaba, hasta que mi madre lo echó de la cocina para compartir un momento más conmigo. Su último comentario me dejó atónita, sin poder creer cómo se enteraba de las cosas tan rápido.
—¿Todavía no aceptaste la propuesta que te hizo Bang Se Woong?
—¿Tú cómo es que...?—me quedé estupefacta. Hasta donde yo sabía, mi madre no tenía nada que ver con la familia de los amigos de mi hermano.
—Íbamos juntas a la escuela. Las tres para ser exactas.
—¿Mi... mamá?
Hekima asintió, secando unos vasos.
—Así es, tu madre la idolatraba porque ella era la más brillante de la clase—soltó una risa nasal, exhibiendo su amplia sonrisa.—. Se Woong era nueva y tu madre siempre quiso hacerla sentir bienvenida, era una persona bondadosa... Bueno, dejando eso a un lado, me la topé hace poco y me comentó lo que te propuso. ¿No es una excelente oportunidad para tu futuro?
—Sí, es solo que... No estoy segura, mamá.
—¿Por qué? Chan lo comprenderá, querida.
Fruncí el ceño ante eso, afortunadamente mi padre apareció en escena, desviando el curso de la conversación. Al final, pasamos toda la tarde juntos, deleitándonos con la compañía de nuestros padres, hasta que el reloj marcó las 18:00 de la tarde y mi hermano adoptivo tuvo que partir. La presencia de Kim Seung Min en el penthouse me alertó de que él iba a participar en sus peleas clandestinas y un mal humor se apoderó de mí. No obstante, no dije nada.
Media hora después, recibí un mensaje de mi jefe informándome que debía acompañarlo a un evento. Aún asombrada por su cinismo, tuve que despedirme de mis padres para decirles que debía volver a mi departamento porque tenía que trabajar toda la tarde. Mi mamá me lanzó una mirada característica de madre, donde me expresaba seriamente que tenía que tener precaución y que debería pensar en mi futuro, específicamente en mi carrera, porque estaba muy consciente de que ella quería que persiguiera lo que yo tanto amaba. Simplemente, me despedí de ellos con un abrazo y me fui a casa.
Llegué puntual a las 20:30 de la noche, lista y preparada para cualquier cosa que el Presidente Bang pudiera necesitar en estos momentos. Tal como me ha indicado, un auto pasó a recogerme para llevarme al lugar donde debía encontrarme con mi jefe. Sin embargo, lo que encontré fue una mansión de lujo llena de personas por todas partes. Parecía ser una fiesta bastante extravagante. Mientras me dirigía hacia el interior, no pude evitar ver a uno de los amigos de mi superior lanzándose a una piscina rodeada de mujeres en bikini. Sacudí la cabeza varias veces, porque no hacía suficiente calor como para meterse a una piscina en estos momentos. De hecho, yo iba bastante abrigada. Una vez dentro de la mansión, comencé a buscar a mi jefe por todas partes, con la esperanza de que alguien me dijera dónde diablos se encontraba. Hasta que uno de sus amigos, al verme, expresó su sorpresa.
—¡La chica a la que no le gustan los aguacates!
Una media sonrisa cruzó mi rostro, porque aunque no me gustara la forma en que me llamaba cada vez que nos cruzábamos, tenía que admitir que era bastante gracioso verlo. Él se encontraba vestido con unos shorts rojos de cuero y llevaba unas gafas de sol negras. También se podían ver varios collares de cotillón alrededor de su cuello. Para rematar, comenzó a jugar con unos frascos de espuma y un par de ellos me cayeron en el cabello.
—Sabes que tengo un nombre, ¿verdad?
—¡Oh, sí! Pero es mucho más divertido llamarte así.—contestó, riendo mientras agitaba otro frasco de espuma—. ¿Estás buscando a Bang Chan?
—Sí, me dijo que debía venir a esta dirección. Pero nunca me dijo que era una fiesta de adolescentes.—bromeé, provocando una carcajada en el hombre.
—Lo sé, aunque pasemos los 22 años, tenemos que seguir divirtiéndonos. Pero en cuanto a tu tonto jefe, probablemente esté en una de las habitaciones con alguna mujer de poca monta. ¿Quieres que te sirva algo? Las bebidas son gratis.
Ese comentario me dolió un poco, pero me guió hasta el extremo de la mansión. Me hizo sentar en uno de los taburetes, entre que esperaba mi bebida. Y para mi sorpresa, o quizás desgracia, me encontré con la figura del abogado Lee Yong Bok, quien parecía perdido en sus propios pensamientos hasta que nuestros ojos se encontraron brevemente.
—Maldición... ¿Siempre vas a estar en mi camino?
—Solo si sigues apareciendo en los lugares a los que voy.—respondí con la misma dosis de sarcasmo, mi sonrisa burlona era un claro desafío a su comentario. Le sonreí al hombre que me había entregado mi licuado con un poco de alcohol, por lo que le eché un sorbo, más que asombrada.—Está rico...
—Bueno, parece que estamos en un aprieto.
Demandó Lee Yong Bok, su tono goteando sarcasmo. Aunque ahora que me ponía a analizarlo era la primera vez que no lo veía con su típico traje con la camisa crop top, creo que era mi primera vez viéndolo con ropa entera, cubriendo toda su piel, sacando de lado el hecho de sus manos y su rostro.
—Oh, ¿un aprieto? ¿Y qué podría ser eso?—pregunté, mi voz llena de falsa confusión mientras jugaba con la pajilla de mi bebida.
—No puedo deshacerme de ti, por más que lo intente.—declaró, su sonrisa era tan falsa como un billete de tres dólares.—Y sí que lo he intentado, eh.
—Y parece que tú eres un imán para los problemas, porque aquí estoy yo.—dejé saber, mi risa era tan forzada como su sonrisa.
—Touche.
Admitió, levantando su vaso en un brindis tan falso como su cortesía. Dejándome observar todavía aún más largo su cabello rubio, decorando sus orejas con algunos aritos, para ser sincera parecía tener un cambio muy radical. ¿O es acaso que había decidido seguir el camino de la religión y convertirse en una persona Santa? Eché una risa de solo imaginarme que eso pueda llegar a sucederle.
—Por los problemas que nos persiguen.—brindé, chocando mi vaso contra el suyo en un gesto que resonaba con desdén mutuo.
—Y por las soluciones que nunca encontramos.
También añadió él, su risa sonaba tan falsa como un billete de tres dólares. Sin embargo, el hecho de que cada vez nos encontremos más cerca me estaba dando un cierto tic horroroso, ya que cada vez la charla que nos encontrábamos dando parecía ser uno más amistoso que lleno de odio.
—Al menos tenemos algo en común, ambos somos un desastre.
—Habla por ti misma—replicó Yong Bok, con una sonrisa burlona. Bebió de su trago para verme.—. Yo soy un desastre encantador.
—¿Encantador? No estoy segura de que esa sea la palabra que usaría.
—¿Ah, no? ¿Y qué palabra usarías tú?
—Eso tendría que pensarlo.—respondí, sonriendo con malicia.
—Hazlo con calma, dispongo de toda la noche.
Declaró Yong Bok, su tono era tan despreocupado que parecía que realmente no le molestaba. Eso me hizo cuestionar. ¿Estábamos en conflicto o algo semejante? Según mi entendimiento, ninguno de los dos nos caíamos bien, y mucho menos éramos amigos o colegas. Me sentía bastante perpleja sobre cómo debía comportarme.
—Oh, no, no quiero que te desvíes de tus... ¿qué eran? ¿«Encantadoras» ocupaciones?
Contesté, subrayando la palabra «encantadoras», mientras soltaba una risita entre dientes. Tomé otro trago de mi bebida.
—Posees un sentido del humor bastante singular.—observó él, su risa sonaba más genuina en esta ocasión.
—Y tú muestras una tolerancia al sarcasmo bastante elevada.
Repuse, arqueando una ceja. Nuestro diálogo fue interrumpido por el mismo individuo de antes, quien posó sus manos sobre nuestros hombros, una sonrisa maliciosa en sus labios. No obstante, percibí que ahora no llevaba ninguna prenda, solo sus calzoncillos.
—Vaya, detecto mucha tensión sexual aquí...—bromeó, soltando una carcajada.
—Oh, por favor...—murmuró Lee Yong Bok, rodando los ojos.
—¡Dios, no!
Exclamé, claramente irritada por su comentario.
—Oh, señorita anti-aguacates, relájate. Además—inclinó su cabeza, quedando a medio camino entre los dos.—deberían aprovechar esta oportunidad única. ¿Quién los va a juzgar? ¡Nadie! Porque la verdad es que todos aquí estamos drogados o borrachos. Creo que ustedes son los únicos en la fiesta que están conscientes de lo que están haciendo.
—¿Y eso es bueno o malo?
Pregunté, demostrando la gran confusión que estaba sintiendo en estos instantes debido a que el hecho de que todos aquí estén drogados era una terrible señal por si la policía llegaba a pasar. Empero, como si hubiésemos vuelto a la normalidad puedo escuchar la voz sarcástica del abogado.
—Depende de cómo lo veas. Pero, sinceramente, preferiría estar inconsciente que escucharte hablar.
—Qué lástima. Y yo que pensaba que disfrutabas de mi encantadora compañía.
—¡¿Lo ven?! ¡Ya cojan!—exclamó nuestro intruso, soltando una carcajada antes de salir corriendo.
Tan apresurado se hallaba en su huida que no se percató de su trayectoria, y su cabeza chocó contra la pared, provocando asombro entre la mayoría de los invitados, escuchándose el eco de un: «¡Ohhh!». Sin embargo, se reincorporó rápidamente y continuó corriendo por el amplio espacio de la mansión. Debo admitir que me quedé boquiabierta ante la escena. ¡Vaya! Nunca pensé que presenciaría con mis propios ojos una escena así, especialmente con alguien que normalmente trataba de mantener todo bajo control. Era una visión surrealista y, a su manera, bastante reveladora, pero chistosa.
—Vaya, eso fue...—empecé, buscando la palabra correcta.
—Inesperado.
Terminó Lee Yong Bok, su tono lleno de sarcasmo. Observando que ya había vaciado por completo su bebida, se giró en el taburete, apoyando sus codos en la barra de madera y con la mirada únicamente en el panorama.
—¿Crees que deberíamos...?
Dejé la pregunta en el aire, mirándolo con una ceja levantada. Hice una mueca de asco cuando me había hecho la imagen mental de solo haber escuchado a uno de los amigos de mi hermano dando esa estúpida idea. ¡Qué horrible!
—¿Seguir su consejo?—completó él, con una risa burlona, viéndome.—. No en un millón de años.
—Bueno, eso es un alivio—notifiqué bebiendo de mi licuado de piña, fingiendo un suspiro de alivio.—. No sé si podría soportar la idea de despertar a tu lado.
—Oye, el sentimiento es mutuo.—confesó con un tono lleno de sarcasmo y una sonrisa apretada.—Aunque, debo admitir, la idea de verte horrorizada al despertar a mi lado tiene cierto atractivo.
—Oh, eres un encanto.
Rodé los ojos, ante su hermosa forma de seguir con la conversación comúnmente normal en nosotros cada vez que nos veíamos.
—Lo sé, es uno de mis muchos talentos.—respondió él, con una sonrisa burlona.
Lamí mis labios, concentrándome únicamente en el sabor de mi cóctel de piña. Sin embargo, una imagen inesperada cruzó mi mente, la posibilidad de que él y yo nos encontráramos en una situación íntima. Elevé mis cejas, sorprendida por ese pensamiento, porque estaba completamente de acuerdo con él: ni en un millón de años me acostaría con Lee Yong Bok. Decidida, me levanté del taburete, preparada para buscar a mi jefe o, en su defecto, irme directamente a casa a descansar.
—¿A dónde te diriges?
—No soy una invitada, Lee. Vine por trabajo.
—Si yo fuera tú, no buscaría lo que no quiero encontrar.
Me aconsejó, su mirada fría, pero su tono sorprendentemente amable. Asentí, entendiendo las implicaciones de sus palabras, y comencé a subir las escaleras. Observé a ciertos hombres con mujeres que no parecían precisamente respetables, más bien parecían prostitutas. Indagué en cada esquina y en cada habitación sin tener suerte de encontrar a alguien conocido. Suspiré, decidida a irme a casa y descansar.
Solamente que me había perdido en el laberinto de pasillos de la mansión y, sin darme cuenta, me encontré frente a una doble puerta con dos guardias a los lados. Extrañamente, no me dijeron nada y me dejaron pasar. El lugar era completamente rojo, con cortinas y manteles del mismo tono, parecía un bar más dentro de la mansión. Para mi sorpresa, vi a la figura de mi hermano adoptivo manteniendo una conversación con un grupo de hombres. Sin entender muy bien qué está sucediendo, decidí desaparecer antes de que me viera allí. Al girar a la derecha, vi a la persona que estaba buscando. Él yace sentado en un sillón que formaba una «C» con las piernas y los brazos separados, parecía estar disfrutando de la vista que tenía frente a él, una mujer desnuda bailándole. Quizás fueron los sonidos de mis zapatos contra el suelo los que llamaron su atención y nuestras miradas se encontraron.
Como si fuera un recuerdo viviente de cuando le confesé mis sentimientos, fingió no verme, centrándose únicamente en la mujer que le bailaba. No quería hacer esto. No ahora. Sencillamente que me quedé allí, paralizada, observándolo. A pesar de la música y el ruido de la fiesta, todo parecía estar en silencio, las risas y conversaciones se desvanecieron hasta convertirse en un zumbido lejano. Lo único que podía oír era el latido de mi corazón y la respiración entrecortada.
—Llegas muy tarde, Sasaki. No te quedes ahí parada, ven.—ordenó el presidente, sin apartar la vista de la bailarina, con uno de sus brazos reposando sobre el sillón bordo.
—No, gracias.
Contesté con mi voz apenas audible. Di media vuelta y salí de la habitación, sintiéndome extrañamente vacía. Mientras me alejaba, podía sentir su mirada en mi espalda. No me giré, no quería darle la satisfacción de ver mi rostro. Sabía que mi expresión reflejaba todo lo que estoy tratando de ocultar: la confusión, la frustración y, lo peor de todo, la tristeza. Me perdí de nuevo en el laberinto de pasillos de la mansión, pero esta vez no me encuentro buscando a nadie. Solo quería estar sola. Encontré una pequeña habitación vacía y entré, cerrando la puerta detrás de mí, me deslicé por la puerta hasta quedar sentada en el suelo, abrazando mis rodillas.
—¿Por qué tiene que ser tan difícil...?
Murmuré para mí misma, sintiendo cómo las lágrimas amenazaban con desbordarse. No sabía cuánto tiempo pasé allí, simplemente con mis pensamientos y mis emociones. Empero, al final me levanté, me sequé las lágrimas y salí de la habitación debido a que tenía que enfrentar la realidad, por muy dolorosa que fuera, o por muy horrible que él me lo esté haciendo. Pero aun así, al momento de abrir la puerta observo una figura impotente, viéndome fríamente y con cierto enojo en sus rasgos, tanto que me atemorizó.
—¿Qué haces aquí, Sasaki?
En su voz podía anotarse la gravedad del asunto que ambos teníamos uno con el otro, mucho más la forma en que ambas manos se encontraban en su cintura y me veía con una expresión enojada.
—Estaba... Solo estaba...—balbuceé, buscando una excusa que no fuese tan estúpida.
—¿Llorando por quién no deberías?—interrumpió, su tono era duro y lleno de enojo. Su mirada era dura, casi acusadora—¿Permitiéndote sentir cosas que no deberías por la persona equivocada quizás? ¿Umh?
—Yo... Yo no...
Intenté negarlo, únicamente, las palabras se quedaron atascadas en mi garganta. Debido a que todavía tenía mi cabeza la imagen del CEO Bang Chan observando con mucha lujuria a la bailarina y digamos que eso me hacía muy mal al corazón. Porque no me agradaba el simple hecho de saber que podría llegar a mirar a otra persona de la manera en que me veía a mí.
—Tal vez no sea la persona correcta nunca, Miharu. No puedo serlo.—confesó, su voz suavizándose un poco, empero, la dureza en su mirada permanecía.— Lo que viste en el bar es un claro ejemplo de ello.
Asentí, porque en algo tenía razón de sus propias palabras. No quería ni siquiera sentirme de este modo, solamente que una duda va mi cabeza de inmediato, y no me iba a mantener callada ahora.
—Si realmente usted no es la persona correcta para mí, ¿por qué vino a buscarme? ¿Por qué no me deja en paz con mis sentimientos, por muy mal dirigidos que estén?—él pareció sorprendido por mi respuesta, no dijo nada. Sus ojos se endurecieron aún más.—Quiero que me diga la verdad, presidente—mi voz temblaba, pero me obligué a mantener su mirada.—. Si en serio no siente nada por mí, dígamelo. Pero si hay algo, por muy pequeño que sea, quiero que me lo diga. Necesito saberlo, por mucho que duela.
—¿Necesitas saberlo...?
Su voz era apenas un susurro, sin embargo, cada palabra resonaba en el silencio de la habitación. Comenzó a caminar hacia mí, con pasos lentos pero decididos. Tanto que estaba ocasionando que mis piernas sigan retrocediendo cada vez más, recordando que todavía me encontraba en la habitación de aquella mansión desconocida.
—Sí, necesito saber la verdad.
Afirmé, mi voz apenas audible. Llegó hasta donde yo me hallaba, después de cerrar la puerta del cuarto de un portazo que me sobresaltó, su mirada intensa y penetrante. Por un momento, pareció que iba a decir algo, solamente que en su lugar, se inclinó hacia mí. Admito que fue una de las miradas que había conseguido helarme por completo, ya que no sabía cómo demonios debería de reaccionar.
—Eres mía, Miharu. Esa es la única verdad.
Confesó, antes de que sus labios se apoderaran de los míos en un beso apasionado. Fue un beso brusco, lleno de una intensidad feroz que me dejó atónita. Sus labios eran duros y exigentes, moviéndose sobre los míos con una determinación que me dejó sin aliento. Era como si estuviera marcando su territorio, reafirmando su posesión sobre mí con cada roce de sus labios, podía sentir sus manos en mi cintura, apretándome contra él con una fuerza que me sorprendió. Su agarre era firme, casi doloroso, de alguna manera, me sentí segura en sus brazos. Todo a nuestro alrededor se volvió borroso, mi enfoque estaba en él y en el beso que está cambiando mi mundo.
No podía entender lo que está sucediendo, solo sabía que estoy siendo arrastrada por un torbellino de emociones que no podía controlar. Cuando finalmente nos separamos, me quedé jadeando, tratando de procesar lo que acababa de suceder. Pero incluso entonces, no me soltó. En lugar de eso, me mantuvo cerca de él, como si no pudiera soportar la idea de dejarme ir.
✂️¡! WRITER'S SPACE ”
QUÉ CARAJOS ACABO DE ESCRIBIR KDKDKD AYUDA, NECESITO UN BALDAZO DE AGUA FRÍA PORQUE M MUERO
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