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4. Al ritmo propio

A diferencia de otros chicos, muchas de mis primeras veces fueron más atrasadas que el resto. Siempre me sentí en desventaja con el resto, como si mis pasos estuviesen más atrás de los demás. No sabía si era algo mental o adaptativo, en el que terminaba experimentando cosas que otros lo habían hecho tiempo atrás.

Mi prima Nik había dejado de interesarse en los juegos terminando a los 13, mientras que a mi me aburrieron recién a mediados de los 14. Ella había empezado a interesarse en chicos, ropas, música y amigas más que estar conmigo o Ash. Mientras que él estaba sumergiéndose más en la vida social, con fiestas y novias. Yo en cambio estuve mucho tiempo atrás de ellos.

Llegar a los 15 años sin besos, novias, sin haber asistido a una fiesta, y aún teniendo a tus padres atrás era casi foco de evaluación, burlas y dudas. Eric y sus amigos habían dejado de molestarme hacía tiempo cuando se aburrieron de mí completo desinterés. Pero siempre había alguien predispuesto a meterse conmigo y mi falta de experiencia.

Los cuestionamientos siempre llegaban de todos lados; familia, amigos, escuela, vecinos. Era tener que vivir con una coraza que me protegía de las preguntas y reproches que venían de la nada, habitualmente preparado para responder aquellas preguntas indeseables.

¿por qué no tenía novia? ¿Me gustaba alguien? ¿Salía con amigos? ¿Alguna vez me escapé de la escuela? ¿peleé con mis padres? ¿Ya tuve sexo por primera vez?

Mi usual respuesta era mirarlos en blanco, intentando procesar porque esos cuestionamientos eran esenciales para mi persona y en qué me modificaban las respuestas. Luego sonreía y decía las mismas respuestas prefabricadas.

Aún no. Si, pero ella no sabe. A veces salgo. Solo una vez, pero no le digas a nadie. Siempre peleo con ellos. Todavía no.

Tener que mentir en las respuestas era problemático porque Dios me vigilaba, siempre juzgando, y porque a veces me confundía de respuestas y terminaba diciendo otra cosa. Además notaban mi responsabilidad con la escuela o la buena relación que tenía con mis padres.

Por lo visto estaba mal visto ser adolescente y tener una buena relación con tus padres. O sea, todo lo bien que puede ser. No podía ser que no me gustara nadie, aunque todas las personas me dieran igual. Y cómo podía ser que no fuese un poco rebelde.

La curiosidad era una parte más de mi, junto con la luz y la oscuridad que aún me costaba lidiar. Y si bien había senderos hacia la tentación que recorría, había otros que no.

La adolescencia, por lo visto, era una carrera en la que ganaba quien más logros obtenía antes de la legalidad. Y yo venía perdiendo en todos los aspectos.

— Cam, ven conmigo esta noche, después de cenar nos juntamos en casa de Brie —insistió por octava vez Nik durante el recreo, saliendo de clases de historia. Ella lucía completamente despierta en comparación con los últimos minutos en clases.

Dudé y la miré, pensando qué podría llegar a hacer ahí, pero ella lucía muy entusiasmada conmigo yendo a ese lugar.

— Vamos primo, seremos los que vamos a la academia menos los idiotas. Escucharemos música, tomaremos bebidas y pasaremos el rato juntos —me dijo, intentando hacer lucir la escena como algo ideal.

Dudé aún más, y diría que sí solo para hacerla feliz pero estaba el factor padres.

— Dile que vamos a un cumpleaños y estarás conmigo, ¿creen que te dirán que no a que te juntes conmigo? —preguntó risueña, haciendo que sus ojos resaltaran más.

Había algo en el hecho de decir que sí, por obligación a ser social y para que no me dejaran de lado que me molestaba. Quería decir que sí porque me interesaba la idea, no porque la sociedad parecía resuelta a que sea un rebelde.

Mentir ya era parte de mi, lo había aprendido hacía tiempo, y estaba siempre en mis oraciones para ser perdonado.

— Está bien —respondí fingiendo felicidad, ella gritó y yo emití algo similar.

Y cómo si hubiera olfateado algo que era interesante, Ashton se materializó frente a nosotros. El sonido de disgusto quedó atorado en mi garganta, y aunque Nik estaba muy ensimismada como para percatarse, él notó el cambio en mi actitud.

— Cam se unirá a nosotros esta noche —canturreo ella, y Ash me miró como si hubiese hecho algo raro.

— ¿en serio? —Había una mezcla de sorpresa que sonaba más a horror que a incredulidad.

Puse los ojos en blanco antes de mirarlo venenosamente. Su expresión se tornó más estoica e irguió su cuerpo como si lidiar conmigo requería de mucha fortaleza.

— No sean tan dramáticos. Sí iré con ustedes, pero no me dejen solo porque no me vuelvo a juntar con los dos nunca más —amenacé apuntandolos con mi dedo. Nik asintió como un cachorro con grandes ojos, y Ash tardó en responder afirmativamente mientras continuaba analizándome.

— Juntos los tres... será genial. Será una noche para el recuerdo —exclamó Nik entre saltitos, abrazándonos a Ash y a mi al mismo tiempo. Ambos nos miramos con incomodidad, y nos centramos en su felicidad que era lo que unía al grupo.

***

Cuando pensé en mi primera salida entre amigos, pasaron por mi mente muchas cosas, muy lejos de la realidad. Eran pasadas las once de la noche, en una casa quinta de la familia de Brie a quien aún no conocía después de estar en su casa por más de dos horas.

Dos horas que fueron de caos y ansiedad.

Mi primera experiencia en una fiesta con gente de mi edad que estaba lejos de ser tranquila y reconfortante. Había gente gritando y cantando, bailando encima de sillas y mesas, personas que se sacaban la ropa. Alcohol y comida por todos lados. Chicos y chicas acumulados en el fondo de la habitación para poder besarse en conglomerados que se veían incómodos desde la distancia.

¿Cómo era posible que eso fuese una actividad divertida? ¿qué había de divertido en dejar a tus amigos para aislarte con alguien a besarse?

Evidentemente había algo que no comprendía en la función de este tipo de fiestas. Lo peor era que no podía cuestionar ni quejarme con nadie porque Nik estaba entre las personas en el fondo, y Ash se había perdido súbitamente en algún momento.

Frustrado y solo me refugié en el exterior, donde las cosas no eran mejores pero tampoco tan lascivas como el interior. Sentía que esta era otra prueba más que Dios ponía para mi. Todas estas personas tenían la misma educación que yo, pero aparentemente yo era el único que intentaba vivir en base al libro sagrado.

— Cameron, no creí verte por acá —dijo una de las chicas que tenía vistas de los pasillos. Un par de veces la había saludado porque era simpática y tenía entendido que Nik era su amiga, pero nunca podía retener su nombre.

Mi mente y los nombres al parecer no eran dos cosas que congeniaban mucho.

— Si, Nik me invitó y acá estoy, pero así como me invitó, también me dejó —respondí sonriendo para ocultar cuando la estaba odiando en ese momento, sin contar la presencia de Ash que se esfumó como por arte de magia.

— Suele pasar. A mi mis amigas me dejaron ni bien pisaron la casa, una de ellas es esa —dijo apuntando a la rubia encima de la mesa que luchaba por bailar y llamar la atención de todos.

— Me alegra no ser el único —murmuré, dándole la bienvenida a estar junto a mi.

No era la mejor de las compañías pero algo era algo.

Ambos hablamos por un buen rato, ella sonreía mucho y contaba historias graciosas pero vergonzosas de sus amigas. Tenía una personalidad linda y adorable, y para ser alguien que concurría a la academia, podía decir que me caía bien.

— Gracias por hacerme compañía, creo que me voy a ir —me dijo en un momento, mirando el reloj. Eran pasada la una de la mañana y la fiesta parecía más en decadencia que antes.

— Gracias a tí, no hubiese sobrevivido sin tu compañia—sonreí, y ella se quedó mirándome por unos segundos. Quizás era el alcohol, quizás que no solía sonreír mucho o quizás que la charla la hizo acercarse emocionalmente a mi, pero me miró con ternura y agradecimiento.

Esperé muchas cosas, pero nunca un beso en mis labios. Sus labios eran suaves y torpes como los míos, y sabían a frutilla. Fue muy breve pero lo suficiente para descubrir aquel pequeño tesoro. Ahora entendía un poco más porque todos estaban desesperados en el fondo, aunque no entendía muy bien cómo funcionaba.

— Nos estamos viendo —dijo tímidamente antes de irse, dejándome confundido e ilusionado. ¿Siempre era así de suaves los labios? ¿cómo era que se besaba con tanta coordinación? ¿Qué se suponía que debía hacer con mis manos y mi cuerpo?

Parpadee una, dos, probablemente cien veces antes de ver el rostro dismórfico y enfurecido de Ash. él me miraba con ojos desencajados y se alejó de donde estaba. Procesé lo que sucedió por una milésima de segundos antes de que saliera corriendo a buscarlo.

— Ey, ¿qué te sucede? —le pregunté, llegando casi a la calle. No había nadie allí y sentía incomodidad de estar en un lugar que desconocía.

— Nada, vete de aquí —me ladró, como tantas veces le ladré yo. Mi corazón latía desenfrenado, y mi mente entró en pánico.

— No me digas que ella te gusta, o es tu novia. Lo siento, no lo sabía. Estábamos hablando, se iba, y de pronto me estaba besando pero no sé bien cómo sucedió porque no sé cómo se hace —dije, escupiendo un par de verdades que no tenía ganas que salieran a la luz.

La confusión, el horror y unas cuantas emociones más pasaron por la cara de Ash, sus ojos negros se iluminaban como gemas en la oscuridad. No entendía cómo podían brillar tanto siento tan oscuros, pero lo hacían. Eran como estrellas en una noche sin luna. Dudó, abrió la boca para decir algo pero solo se rió en voz alta.

— ¿por qué te ríes? Sales corriendo enojado y ahora te ríes. ¿Soy gracioso? —pregunté confundido.

— A veces sí —respondió sincero. Me pregunté si había tomado alcohol y por eso parecía tan suelto—. Yo solo... no me hagas caso —susurró meneando la cabeza, pasando sus manos por su pelo y desordenandolo.

Continué mirándolo fijamente, esperando que agregara algo que me diera más iluminación pero eso no sucedió. Él me analizó silenciosamente por unos segundos antes de acercarse a mi.

— Solo tuve una pelea con mi novia, los estaba buscando y... nada —agregó.

— Entonces ¿esa chica no te gusta? —pregunté solo para confirmarlo, y él negó, dándome tranquilidad.

— ¿por qué, te gusta? —había un doble filo en su pregunta que en ese momento no reconocí. Era una pregunta sencilla y al mismo tiempo compleja.

— Si, es linda, pero creo que aún no estoy listo para avanzar tanto como Nik y tu —admití.

— ¿qué quieres decir? — su voz sonaba menos severa y juiciosa que su habitual tono.

— Novias, salidas, dramas románticos, besos y lo que sea que siga... no sé si estoy preparado para todo eso. A veces me siento en desventaja, pero me gusta mi ritmo aunque no sea el del resto —respondí.

Ash asintió silenciosamente, jugando con las mangas de su buzo. Algo similar a una sonrisa curvó sus labios.

— Me parece bien que te tomes tu tiempo para hacer las cosas. Haz lo que te haga sentir feliz y seguro, pero nunca te sientas presionado por el resto a hacer cosas que no quieres —sus palabras me dieron una calidez que no creí sentir por algo que él dijese. Fue reconfortante poder haber dicho esas palabras en voz alta, y sentir que alguien estaba de mi lado.

Sonreí, sin poder evitarlo, agradeciendo a Dios que a veces había personas que podían estar de mi lado.

— Gracias —susurré, y él parpadeó, asintiendo y mirando a nuestro alrededor. Pareció torpe por unos minutos antes de aclararse la garganta para insistir en volver a entrar.

— Saquemos a Nik de allí y vayamos a casa, mi mamá convenció a sus madres de que se quedaran conmigo —murmuró él tomando la vanguardia, y yo estuve de acuerdo.

Más tarde, cuando llegamos a la casa de Ash, Nik dormía en la habitación de invitados mientras que yo dormía en la cama vacante de uno de los hermanos de Ash. Todo era silencio aunque el recuerdo de la música aún aturdía mi mente. El suave chirrido se tornaba permanente. Yo giraba de un lado a otro queriendo encontrar una posición para dormir, todas las emociones de antes aún merodeaban por mi cuerpo, haciéndome más inquieto.

Abrí los ojos solo para encontrar a Ash mirándome. Noté que su rostro se oscureció con rubor, quizás llevaría un rato observando sin que me diera cuenta.

— ¿Sigues preocupado por tu novia? —pregunté en voz suave. Él se acomodó en su cama, negando.

— No, ya no —respondió, apoyando su cabeza sobre su brazo. Estaba tan seguro de eso, que creí que todo se había solucionado con ella, hasta que habló de nuevo—. Creo que romper con ella fue lo mejor que pude haber hecho —agregó.

— ¿Y no la extrañarás? ¿Qué harás si no puedes tenerla de nuevo si te arrepientes? ¿Y si debes esperarla por mucho tiempo? —las preguntas vinieron a mi con mi característica curiosidad, que estaba seguro que Ash no estaba acostumbrado.

Incluso así, él sonrió.

— Supongo que si la extraño es porque sentía algo. Y si no la puedo tener de nuevo es porque Dios quiere que las cosas sean así. No me importa esperar a alguien que sé que me hará feliz y es para mí —confesó, tan seguro como lo era siempre, y con una convicción que me daba envidia.

Pero esta envidia era diferente a la que solía tenerle, y no sabía poner en palabras cuál era la diferencia, y porque ahora no me resultaba tan odioso como antes. Por ahí había aprendido que no era tan perfecto como creí o aprendí a tolerarlo y a darme cuenta que a veces sus palabras no me resultaban tan chocantes como antes.

— Suenas como que sabes exactamente lo que quieres —le dije, y lo escuché suspirar entrecortadamente.

— Creo que estoy más cerca de eso pero no completamente —sentenció, y yo emití una pequeña risa que se escuchó más de lo que quería.

Volví a acomodarme, con mi rostro hacia él, y dándole un último vistazo, cerré los ojos.

— Tienes razón, aún no estoy listo para todo estos dramas —admití, y así, a los 15 años aprendí que cada uno va a su ritmo en todos los aspectos.

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