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12. Visiones del futuro.

¿Cuánto puede cambiar la realidad en un año o dos? La respuesta les sorprendería...

Recuerdo cuando estaba en uno de mis últimos años de la Academia, cuando ya era un poco más seguro de mí mismo, había salido de mi cascarón y estaba solo un poco más consciente de lo que quería. Estaba en una de mis clases de literatura cuando el profesor, probablemente el único que me caía bien, nos preguntó cómo nos veíamos de ahí en diez años.

Parecía tan demencial la pregunta. Toda una vida podía transcurrir en ese plazo de tiempo; vida, muerte, esperanza, desilusión, cosas que terminaban y otras empezaban. Diez años era como un centenar de años, era prácticamente un niño auto valido y llegando a la adolescencia.

En conclusión, diez años era demasiado.

No recuerdo las palabras exacta de lo que escribí en mi ensayo. Pero era algo similar a querer ser escritor, independiente y honesto, vivir sin importarme lo que las personas dijesen de mí, y ser lo suficientemente valiente para seguir adelante.

Corrían mis 27 años cuando aquel mero sueño se tornaba realidad. Era extraño saber que había llegado, pero cuanto más lo pensaba, más increíble parecía.

— ¿Qué vas a hacer cuando tengas tus títulos? —me preguntó Santiago, un día que nos reunimos a cenar en un restaurante, lejos de sus fans y los paparazzis que lo perseguían por ser un reconocido modelo en Bahía Azul.

— Decirles a mis padres que soy gay, confesarles que hace tiempo que no uso su plata porque tengo trabajo y que si les molesta como vivo se pueden ir al infierno, aunque los quiera a mi modo, los veré allá —respondí suelto.

Santiago se había reído de mí creyendo que era una broma, pero Ashton que estaba con nosotros me miró sabiendo la realidad de mis palabras.

Solo pasaron 7 meses para conseguir el título en ingeniería como mi padre tanto quería y al mes siguiente mi título en letras como yo quería. Y 3 semanas después viajé a Clemencia, vistiendo mi mejor ropa y mi mejor carácter, a mostrarles a mis padres lo que había logrado. Con su ayuda, con mi persistencia y con mi convicción. Había llegado lejos gracias a ellos, pero también gracias a mi, y una cosa no quitaba la otra.

Entré a una casa que ya poco tenía de mi, con paso altivo, noté la curiosidad de mi hermano Alexander antes de encontrarme con mis padres. Les había mostrado mis títulos con una sonrisa inocente; ambos gritaron de felicidad, mi madre lloró y mi padre contuvo las lagrimas. No era el primero de mis hermanos en recibirme, tampoco sería el último. Pero sí algo sería aquel encuentro, sería memorable.

— ¿por qué no nos has dicho? —me preguntó mi mamá sonriéndome, y yo respondí a su sonrisa con un beso en su mejilla, y abracé a mi padre brevemente sabiendo que pronto las cosas no serían como antes.

— Prefería traer el resultado de mi esfuerzo juntos; el sueño de ustedes y el mío. Así que ahora soy libre de vivir cómo quiero, siendo lo que quiero —respondí acomodando mi ropa, como si fuese una armadura—. Vivir en Bahía es lo que me hace feliz, y sé que mi confesión los hará enojar, maldecirme y quizás no querrán verme nunca más pero prefiero eso antes que engañarme a mi mismo —agregué—. Es raro decirles esto, pero quiero que sepan que estoy desde hace mucho tiempo enamorado de una persona, soy feliz y veo un futuro juntos. Me hace sentir que soy mejor persona y que todo puede ser mejor con él —hablé notando la expresión cambiar de la sorpresa, a la sonrisa, a la inexpresividad. ¿horror, asco, miedo? No sabía bien. Parecía más incapacidad de saber cómo responder que repulsión, y aproveché eso para mi beneficio.

— Cameron —dijo mi mamá, y negué, porque ese día era mío, era mi oportunidad de hablar, liberarme y que ellos después lidiaran con las consecuencias.

— No quiero que digan nada, solo me escuchen —murmuré torpemente—. Sé como se van a sentir, porque estaba junto a Ashton cuando pasó, pero estoy orgulloso de decir que él pudo sobrepasar esa situación y que yo también lo haré —respiré hondo, manteniendo la calma, pero notando mis manos sudorosas—. Con los años aprendí a quererlos, reconocer que no eran perfectos y que más allá de todo podía aprender cosas de ustedes; ojala ustedes también puedan aprender de sus hijos y de mi. Que más allá de cómo se sientan ahora, más adelante puedan aceptar la realidad. Que quizás sus sueños y los míos no son los mismos, que lo que a ustedes les hace feliz a mi no, y que a pesar de las diferencias, todos somos humanos, merecemos respeto y amor —finalicé, sintiéndome más liberado.

Noté el cambio, las preguntas, las expresiones, pero preferí no quedarme. Quizás por más valiente que fuese en ese instante, un poco de cobardía aún se mantenía en mi.

— Saben mi numero, mi dirección y dónde vivo. Cuando quieran hablarme, estaré para responderles. Los quiero y espero vernos pronto —me fui sin mirar atrás, sin responder al llamado de mi madre y la voz de mi padre que no sé qué decía.

Corrí, hui con prisa, cruzándome a un Alexander que parecía saber más de lo que parecía. él me guiñó un ojo, abriéndome la puerta para irme.

— Nos vemos hermano, estoy orgulloso de ti —me dijo, haciéndome dudar. Por primera vez en mucho tiempo, sentí un vínculo cercano con uno de mis hermanos y no un completo extraño. Tal vez más allá de todo, todos éramos iguales.

— Nos vemos pronto, Lex —le sonreí, antes de irme de allí para subirme a mi auto.

Solo seis horas fueron suficientes para que todo estallara en caos. Mensajes de familiares, amigos, conocidos. Por primera vez podía poner en una red social en la que mi familia me siguiera una foto con Ashton, y sentí que había avanzado mil pasos hacia adelante.

Prácticamente todo lo que imaginaba se estaba cumpliendo, y en cada momento, me pellizcaba para reconocer que era real.

— Aprieta con fuerza —le dije en un momento a Ashton, sentándome a horcajadas sobre él. Él ladeó su cabeza, entornando sus ojos sobre mi.

— ¿cualquier lugar? —inquirió con burla, enterrando sus manos en mis muslos. La sensación de sus manos sobre mi era suficiente para recordarme que aquello era real.

— Nunca me sentí tan emocionado y aterrado al mismo tiempo —confesé, peinando su pelo, acariciando su rostro y dejándome llevar por sus labios que siempre me resultaban una tentación.

Su sonrisa iluminó mi mundo que muchas veces se encontraba en las tinieblas, y mis defensas se extinguieron como llamas.

— Estoy orgulloso de ti, de todo lo que has logrado, lo lejos que has llegado —suspiró profundamente, mirándome con la expresión que me pertenecía solo a mi. Podían pasar años, pero continuaría mirándome con admiración, amor y deseo.

— Hubiese sido imposible sin ti —le recordé, porque luego de años de negarme a aceptar su ayuda, cuando lo hice valió la pena. Dejé un beso sobre su nariz, frente, mejillas y finalmente sus labios que me llevaban a un trance espiritual.

Nada se sentía mal con él, nada sonaba a pecado, y cada momento compartido era un recordatorio de lo bueno que podía resultar todo si continuaba persiguiendo mi felicidad.

— Te amo tanto, que no puedo imaginar vivir sin ti —le dije sobre sus labios, tornando más intensas nuestras caricias y besos—. Eres mi mejor amigo, mi primer y último amor —mordí su labio inferior, besándolo con fiereza mientras nuestros cuerpos comenzaban a moverse con inquietud, incapaces de mantener el control.

— Te amo y eres lo más hermoso que tengo —respondió él mientras buscaba aire, pero yo no quería que hablara, necesitaba decir lo que tenía guardado desde hace tiempo.

— Ashton —susurré su nombre una y otra vez—. Quiero pasar el resto de mi vida contigo, vivir por lo que somos y sin miedos, quiero que seas mi novio, mi marido, mi todo —agregué, notando sus ojos agrandarse con alerta. parpadeó como si intentara salir de una ensoñación y le sonreí con dulzura, besando sus labios mientras me movía para sacar la pequeña caja que tenía guardada en mi buzo.

— Cameron —me dijo en tono de advertencia, pero no había nada de broma o burla en lo que sucedía. Venía planeando eso desde el momento en que Ash dibujó un mundo en el cual podíamos ser más que novios, y tener todas las posibilidades que podía existir.

— ¿Quieres casarte conmigo? —pregunté con timidez, mostrándole los anillos que había comprado ya hacía meses. Su anillo era de oro negro y el mío oro blanco, con nuestras iniciales en el interior, el año en que comenzamos a ser pareja y un símbolo de infinito.

Él permaneció en silencio, pálido e incrédulo, y yo sonreía aún más, porque no me lo imaginaba tan tímido súbitamente.

— No podremos casarnos frente a Dios, pero él entiende nuestra situación y nos acompañará de todos modos, pero aún así podemos cumplir nuestros sueños e ir más allá de lo que alguna vez imaginamos —le aseguré, notando los ojos vidriosos. Toqué su cara, acariciándolo suavemente, probablemente con lagrimas contenidas en mis ojos—. Una vez me preguntaste si era capaz de mostrarle al mundo que nos amábamos, y estoy dispuesto a hacer eso y mucho más.

Ash sonrió, enterrando sus manos en mi pelo para besarme como si acaso fuese su única salvación, el beso que podía darle vida eterna.

— Te amo, te amo, te amo —murmuró una y otra vez, nuestros labios doliendo por los besos, las manos hormigueando, y nuestros corazones capaces de comprender tanta felicidad—. Esta vez fuiste más rápido y me ganaste —sonrió, dejando besos por mi rostro y mi cuello, respirando mi perfume, dejando marcas de sus besos y caricias en mi piel—. Por supuesto que me casaré contigo, seré el hombre más feliz —exclamó abrazándome.

— Lo que sea que venga en el futuro, estaremos juntos —le aseguré, moviéndome aún más cerca de él, queriendo quedar por siempre en la seguridad de sus brazos.

El futuro me asustaba, pero por primera vez en mucho tiempo, estaba entusiasmado por encontrarlo.

*******

Había momentos, en que me detenía a contemplar todo como un testigo ajeno a la escena. Analizar cómo la vida cambiaba, notar las diferencias y similitudes que había en los demás y en mi. De alguna forma, podía reconocer cuanto había crecido y no me refería solo a lo físico. Más allá de que continuaba viviendo un pasos atrás al resto de las personas de mi edad, estaba conforme con los resultados. No me daba cuenta en qué preciso momento fue que evolucione a alguien más abierto, menos tímido y capaz de conocer personas sin sentirme a la defensiva. Por supuesto, las personas continuaban siendo mi ser menos favorito pero al menos no estaban tan abajo en la lista de padecimientos.

Me había convertido en un adulto que no tenía reparos en hablar con sinceridad, defenderse y en ser crítico si se requería. Y pensaba en el Cameron de 13 años, dándome cuenta que él probablemente estaría orgulloso de lo que me había convertido. Ahora era un gay caótico con tendencias a la malicia, pero al menos me había vuelvo a amigar con Dios y a pesar de que él continuaría mostrando un lado más serio, recto y bondadoso, yo usaba su palabra como consejos y lecciones de vida.

él ya no me atormentaba, no me reprendía por lo que era, no era una figura que me hostigaba. Solo me cuidaba en silencio, recomendándome, ayudándome y haciéndome sentir menos solo. Aunque por supuesto, nunca estaba solo.

Tenía amigos y un prometido al que amaba. Mi familia quizás aún no me aceptaba, pero al menos no me aborrecía, o eso es lo que me contaba mi hermano por medio de mensajes y audios. Sentía que con los años, logré amigarme con mis hermanos de un modo que antes no, aceptar que nuestra relación no era perfecta, casi inexistente pero que teníamos en el otro una persona para poder hablar siempre que lo quisiéramos.

En cuanto a mi trabajo, me gustaba enseñar más de lo que imaginé. Y de alguna forma, terminé en el lugar en el que empecé, en una academia. La academia en la que trabajaba no era religiosa, allí me aceptaban por lo que era, me dejaban enseñar además de literatura y ayudar con materias que aprendí en ingeniería. Sentía que trabajar allí era una retribución a mi crecimiento y evolución, poder ayudar a chicos que pasaban por situaciones que también atravesé, hacerlos sentir menos solos y más comprendidos en un mundo de adultos que no siempre entienden cómo funcionan los niños y niñas. Más allá que la adolescencia continuaba generándome rechazo, los adolescentes era un misterio que de a poco parecía tener un poco más de respuestas.

— Cam, ¿estás aquí? —preguntó Lula, una compañera de la academia con la que había logrado llevarme bien. Una de las pocas personas de mi edad que trabajan allí.

— ¿Qué sucede? —pregunté sacudiendo mi cabeza, notando que nos encontrábamos

Recordé que me encontraba en una fiesta organizada por Nik para festejar mi compromiso y el de Ashton. él se encontraba a solo unos pasos, con una copa en la mano, hablando con la novia de Nik con quien de a poco nos familiarizábamos. También se encontraba Santiago con dos de sus amigos, quienes se llevaron al principio la mayoría de las miradas y la atención; al parecer la fama los perseguía pero ellos estaban acostumbrados, y el resto simplemente se adecuó a su presencia. Mi hermano Lex se encontraba con un par de sus amigos y mi hermano mayor que ni siquiera imaginaba que vendría. Y además de Lula también había compañeros del trabajo de Ash, y amigos que fue haciendo a lo largo de la universidad y la vida en Bahía.

Sonreía como un tonto al ver a tanta gente allí reunida por nosotros, sin sentir la presión de saber que pronto había tensión, peleas y diferencias. Era liberador vivir sin eso, sabiendo que allí todos estaban felices, sin celos, y en un ambiente amistoso.

— Creo que bebí demasiado gin —le confesé a Lula respirando hondo, ella me sonrió queriéndome dar agua que acepté con gusto.

— Has pasado toda la noche bailando y bebiendo, ni siquiera con tu resistencia al alcohol podría tolerar tanto —exclamó ella horrorizada. Me reí, poniéndome de pie con lentitud, y le demostré lo bien que me sentía por más que hubiese más alcohol que sangre en mi sistema.

— ¿Cómo te sientes mi amor? —me preguntó Ash al acercarme, mientras yo veía a Nik con su novia comenzar a bailar los lentos que Santiago se esforzó por meter entre canciones movidas.

— Borracho, enamorado y excitado —me reí abrazándolo y enterrando mi rostro en su cuello, dejé un beso y mordí suavemente su piel solo para escucharlo contener un gemido.

— Cameron —me dijo con advertencia, y mi risa resonó sobre su piel.

— ¿Qué? ¿No quieres escaparte para tener sexo en algún lado? Podrías tenerme de rodillas frente a ti —susurré en su oído, sintiéndolo tensarse pero también notando como comenzaba a excitarse.

— Media hora más y nos vamos, ya todos comenzaron a tener sueño e intentar meterse manos —respondió él, manteniendo la serenidad y menta fría que yo no mantenía.

— Yo quiero meterte mano también, ¿Cómo es que eres tan fuerte como para no ceder? —pregunté, mi voz sonó un toque infantil.

— Solo estoy tratando de mantener encerrado mis pensamientos y todo lo que quiero hacer esta noche —murmuró, con voz profunda y baja, mirándome con sus ojos oscurecidos por la intensidad de sus pensamientos y encendidos por la lujuria.

Le sonreí tiernamente, besando sus labios con hambre y sed.

— Te amo —susurré sobre sus labios.

— Yo más —me respondió—. ¿Estás feliz con esta noche? —inquirió.

— Estoy feliz con mi vida en este momento —confesé, sabiendo que ese era solo el comienzo, de una larga vida donde perseguiría mi felicidad. 

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