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11. Orgullo y aceptación

Las crisis son situaciones que todos pasamos. Tarde o temprano. Y como resultado, uno puede salir fortalecido o no. Pero es un método de aprendizaje, de fortalecimiento, de ponernos a prueba en todo sentido.

De alguna forma, ya sea Dios o la vida, nos pone pruebas constantes. Yo había sorteado algunas, pero siempre llegaban nuevas. Una de esas pruebas era durante mi vuelta a Clemencia para el cumpleaños y bautismo de la hija de una de mis primas. Como era costumbre, era un evento familiar, multitudinario y religioso.

Todo era tan lindo y bueno que resultaba empalagoso. Veía a mi madre hablar con sus hermanas, primas y amigos, mientras notaba como mi padre ya comenzaba a hartarse de todo ese ambiente en solo cuarenta minuto de haber estado rodeado de personas. Al parecer con los años su tolerancia a las personas disminuye, así como la mía tampoco parecía mejorar.

Mis hermanos y primos intentaban mantenerse alejados, pero de algún modo siempre eran arrastrados a la vorágine familiar. Todo era tan festivo al inicio que casi impresionaba ficticio, y solo analizada cuidadosamente el momento en que comenzaría a agrietarse, porque sabía que en cuanto sucediese, había que mantenerse lejos.

En medio de la penumbra del atardecer, escuchábamos la palabra de Dios en una iglesia que parecían volverse más siniestra a medida se oscurecía el cielo y las luces iluminaban todo. Las palabras podían ser interesantes pero mi mente no estaba allí, sino en algún lugar donde no tuviese que sobrevivir a la tensión familiar.

Revisaba mi teléfono, mi reloj, movía mi pierna inquieta, y le echaba un vistazo a las personas que estaban lejos de nosotros.

¿¿Dónde estaba Nik?

— Amor, estas moviéndote como si estuvieses orinándote encima —me susurró al oído Ash. La profundidad de su voz me dio escalofríos, y lo miré entre ofendido y confundido. Él permanecía cerca, contemplándome con aquellos ojos oscuros que siempre me advertían que podía leer mi mente.

— Ojala fuese eso, al menos tendría una excusa para salir de acá —respondí, removiendo en mi asiento nuevamente, me crucé de brazos y piernas al mismo tiempo que sentí su mano sobre mis piernas, como si intentara detener mi inquietud.

Lo oí reír por lo bajo, y suspiré profundamente.

— Voy a tener 30 y continuaré siendo obligado a venir acá —murmuré con la mente casi desestabilizada, de tener que oír un discurso que tenía grabado a fuego en mi mente. Faltaban un par de años para llevar a la tercera década, pero ya podía adivinar cómo sería mi futuro.

— Tranquilo, se termina esto y serás libre —me dijo, acomodándose más cerca de mí, como si fuese una muralla que me separaba del resto. O tal vez me protegía.

La palabra libertad era un sueño en mi vida. Por más que nombrara la palabra y fingiera vivirla, mi vida y la libertad eran dos cosas que no iban de la mano. Yo podía vivir cómo quería, siempre y cuando tuviese en cuenta los limites que tenía establecidos, y fuese por la senda marcada.

Mi vida era una fingida libertad, que podía engañar a todos, incluso a mi.

Los minutos pasaron, y de algún modo me habitué a las palabras que se oían. Los murmullos de los presentes, por momentos, se erigían y yo repetía solo por costumbre. La ansiedad comenzaba a arremolinarse en mi a medida reconocía que pronto llegaría al fin. Movía mi pie con inquietud, jugaba con las cutículas de mis uñas y me removía en el asiento con deseos de irme lejos. Solo Ash y su mano sobre mi pierna se mantenían inmutables. De alguna forma sobrevivió de manera magnifica a aquella situación, el rostro en blanco y actitud tranquila.

Miré aquella imagen de rectitud e inocencia con una sonrisa, acercándome apenas a él, mis labios rozaron casi imperceptiblemente su piel y noté como se tensaba.

 — ¿No te da miedo que este lugar se prenda fuego con la cantidad de pecados que hay aquí dentro? —pregunté con un susurro. Su mano sobre mi pierna aumentó su presión, sus dedos enterrándose en mi piel, con advertencia y mi sonrisa se hizo más pronunciada—. ¿Qué pensaría el sacerdote si supiera las cosas que haces? ¿o que hago yo? —volví a preguntar. Se veía tieso sobre el banco, con sus dientes bien apretados. Podía notar perfectamente los músculos de su mentón contraídos.

— Cameron —dijo mi nombre del mismo modo que mi madre me llama cuando estoy haciendo algo equivocado.

Me alejé de él, notando la oscura turbulencia de su mirada. Era como ver un mar embravecido que podía ahogarme en cualquier momento, y yo estaba dispuesto a que eso ocurriera.

— No eres divertido —suspiré, volviendo mi vista hacia adelante. Los minutos que restaron a la ceremonia transcurrieron monótonamente pero más rápido que todo el resto, para cuando comencé a sentirme nuevamente inquieto, todo estaba finalizando.

— Hora de salir de aquí —murmuró por lo bajo Ash, sonando tan aversivo a estar allí como yo. Levantándose con prisa, tomó su saco y salió por el pasillo con aire elegante, más como si estuviese caminando por una pasarela que huyendo de una iglesia.

Conteniendo mi sonrisa, caminé tranquilo tras él, viendo como la familia se reunía más adelante entre risas y miradas emocionadas. Yo los observé momentáneamente, deseando poder ser parte, pero sabiendo que no compartía el mismo sentimentalismo que ellos.

— Odio las reuniones familiares —dije una vez más, por si acaso las primeras quince veces que lo dije no quedó claro.

Afuera el aire era fresco y el cielo había oscurecido completamente. Las personas se iban dispersando a medida salía como una mancha de aceite, hasta conglomerarse en pequeños grupos.

Ashton quedó a un par de metros de la salida, apoyado en una pared, con expresión oscurecida. Sus ojos miraban alrededor hasta que dio conmigo, y algo similar a una sonrisa cruzó por sus labios. Parecía acurrucarse más dentro de su abrigo cada vez que me acercaba, y miré mi reloj porque sabía que, aunque quisiera que todo terminara, estaba lejos de ser así.

— Nik tenía que estar acá hace una hora —dije, buscando la presencia de mi prima, pero no veía su pelo casi anaranjado por ningún lado.

— Quizás se le complico en el trabajo... o simplemente quiso evitar tener que presenciar esto —respondió él, señalando con la cabeza a la imponente construcción. Era tan alta y oscura que aterraba, y recordé que cuando era niño creí que me devoraría.

Retuve el ligero escalofrío que comenzaba a erizar mi piel.

— ¿Cuánto tiempo crees que tarden en emborracharse y empezar a pelearse por política y economía? —pregunté en medio de un suspiro. Odiaba cada aspecto de las reuniones familiares, sobre todo, las peleas que terminaban en la nada.

Ash apoyó su cabeza sobre la pared, juzgándome silenciosamente. Su pelo estaba tan largo que algunos mechones comenzaban a ocultar sus ojos.

— Deja de darle vueltas al asunto, solo intenta pasarla lo mejor posible y sacar provecho de las adversidades —me recomendó, con aire sabiondo. Elevé mis cejas con sarcasmo y una media sonrisa.

— Que poético —susurré, poniendo mis manos en los bolsillos mientras me erigía porque mi espalda comenzaba a doler del frio. Las voces me sacaron del momento actual, llevándome a ver al resto de la familia que salía como una bandada de pájaros ruidosos. Entre gritos intentaban coordinar cómo seguir, pero lo único que estaban logrando era comenzar con las peleas internas.

No pude evitar mirar a Ash, quién negó mecánicamente.

— Ni te atrevas a decir algo —dijo, alejándose de la pared para caminar hacia el infernal grupo. Quería decirle que mejor nos alejemos así no nos relacionan con ellos, pero sabía que era imposible.

— Cam y yo iremos en mi auto, Nik avisó que esta en camino, así que, buscamos unas cosas antes y nos encontramos allá —le dijo a nuestras madres, con aquel aire de chico bueno, y una incipiente sonrisa que podía convencer hasta al mismo Dios.

Ambas asintieron, murmurando recomendaciones y asentimientos, mirándome a mi con insistencia como si debiese hacer exactamente lo que él decía porque Ashton era confiable, buena persona y un ser ejemplar. Yo no iba a poner quejas a eso, por lo que me llamé al silencio.

— ¿Cuándo aviso Nik? —le pregunté mientras nos alejábamos de ellos.

— Nunca, le acabo de mandar un mensaje diciendo que sea donde sea que se metió, nos vemos allá en una hora —me respondió, dedicándome una expresión juguetona y maliciosa. Yo le sonreí, notando como nos alejábamos del ponzoñoso lugar.

*****

La comida estuvo buena mientras duró pero ya casi cuando los platos estaban vacíos y las botellas comenzaba a tener poco contenido, el ambiente aumentaba su tensión. Las risas pasaban a ser rudos comentarios; las opiniones eran poco toleradas, las discusiones empezaban dejando ese ambiente tenso que nadie sabía cómo deshacer.

para mi desgracia me había convertido en adulto, lo que significaba que había ascendido en mi escala jerárquica de mesa, lo que no me dejaba otra alternativa que estar con los otros adultos, en medio de aquel territorio bélico. Miraba a Ash, frente a mi, como si pudiese ayudarme a escapar, pero él estaban tan metido allí como yo. Era increíble el poder que había para que la calma y felicidad durara tan poco antes de que los comentarios maliciosos, las peleas y las tensiones amenazaran con aparecer.

Y envidiaba a mi prima Nik, porque ella había llegado tarde luego de haberse visto con su novia, luciendo feliz y desenvuelta, sobreviviendo a aquello sin rechistar. Esperé a que la comida se hubiese terminado y la bebida continuara sirviéndose para huir de ahí, refugiándome en un escondite oscuro.

— ¿Cómo fue que nos convertimos en los tíos Jack y Lisa? —pregunté curioso, mirando a Nik hablar por teléfono con su novia, y a Ash fumar un cigarrillo apoyado en la pared.

él sonrió con desdé, viéndose oscuro y atractivo, mirándome de pies a cabeza como si hubiese algo que evaluar de mi imagen. Había pasado varios minutos peinándome y vistiéndome, estaba seguro que no había nada malo en mi apariencia.

— Si acaso estuviesen acá, y no por el mundo, estarían orgulloso de ti — murmuró sombrío, y yo sonreí acercándome un paso más a él. Notando el aura melancólica y letárgica que poseía.

— Te noto extraño —susurré, y él suspiró mirando el alrededor antes de terminar en mi. Una suave sonrisa hizo que sus ojos brillaran un poco mas entusiastas.

— Eres hermoso —me dijo con la expresión de cariño que guardaba para mi, haciendo que mi corazón trastabillara y sonriera como un tonto.

— Tu también, amor —le aseguré, estirando mi mano hacia la suya y enlazando nuestros dedos con delicadeza. Era increíble como después de tantos años él continuaba haciéndome sentir único, amado y totalmente feliz. Más allá de nuestras peleas y diferencias en la vida diaria, de alguna forma siempre resolvíamos todo y continuábamos nuestro camino juntos.

— Te amo demasiado, a veces pienso que vivo en un sueño y tengo miedo que si despierto, no estés conmigo —agregó, suspirando y apoyando su cabeza sobre la pared.

Mi risa hizo eco en el aire.

— Es imposible que despierte de algo que es una realidad. Esta noche estas tan romántico que pareciera que estás por pedirme casamiento —bromeé, pero su seriedad me tomó desprevenido. Mi expresión se tornó en blanco rápidamente.

— ¡Y qué dirías si así fuese? —preguntó, con una pizca de desafío.

— Que sí, de eso no hay dudas —respondí, notando que había un tumulto de pensamientos que lo oscurecían y preocupaba. Llevó nuestras manos hacia su boca, apoyando sus labios sobre mi mano, sin quitar sus ojos de mi.

— ¿seguro? Eso incluye decirle a todo el mundo que me amas —una sonrisa sin humor cruzó sus labios, alejando nuestras manos y tirando de mí para acercarme más a él, prácticamente pegados—. Dejar atrás la imagen que todos tienen de nosotros, de primos que a veces se odian, sino de dos hombres que se aman, con lo que significa eso para nuestras familias, amigos y entorno —susurró, sus labios sobre mis labios, sin dejar de mirarme con sus penetrantes ojos oscuros.

Mi corazón palpitaba deprisa, confundido y obnubilado por todo el mundo que él me pintaba, lleno de nuevas posibilidades con nuevas reacciones. Estaba seguro de mi amor hacia él, mi corazón, mi cuerpo y mi alma le pertenecen. Pero también percibía una parte de mi que entraba en pánico; la parte de Cameron que aún tenía miedo a Dios, a su familia y a sus padres. El Cameron que a pesar de todo, no quería más que un poco de aceptación.

— No podría vivir sin ti —susurré, porque sabía que mi voz podría traicionarme. Él sonrió con los ojos llenos de amor y entendimiento, besándome con lenta suavidad, tan lento que podría matarme y no sufriría. Había amor, constancia, esperanza y ensueño, había eso y mucho más en su beso, hasta que la realidad nos llamó y tuvimos que separarnos.

— Son las personas más empalagosas que conozco, es asqueroso. Y nunca lo esperé de ustedes dos —canturreó Nik acercándose, haciéndonos señas de asco. Tanto Ash como yo pusimos los ojos en blanco, riendo entre lo bajo antes de juntar coraje para continuar con esa noche.

Pero aquella conversación no se esfumó con el viento y el tiempo. Persistió en mi mente por horas y días, podía sentir una fina capa de tensión instalarse en mi cuerpo. Veía mi vida como un extraño, desde lejos, y sentía que más allá de que no era perfecta, de alguna forma me había habituado a ella.

¿Estaba mal? ¿Estaba bien sentirme así?

Estábamos de vuelta en Bahía Azul, cuando las palabras continuaron acosándome. Ni los finales, ni trabajos prácticos importaban, lo único que tenía en mi cabeza era la posibilidad de avanzar en el futuro y no saber qué hacer.

En la tranquilidad de nuestra casa, en el sillón de la sala, me encontraba acostado sobre él mientras mirábamos una película. Nuestras piernas enredadas, él me abrazaba por el cuello y yo acariciaba su cuerpo con suavidad. Podía dormirme con el sonido de su respiración y su corazón. Todo era sereno y perfecto, y quería mantener todo tal cual estaba.

— Cam —me llamó, y yo levanté un poco mi cabeza para mirarlo. Lucía más serio que otras veces, más cuando estábamos a solas—. Estoy pensando en decirle a mis padres que soy bisexual —agregó.

Hubo una extraña sacudida en mi mundo al oír esas palabras. Un sentimiento extraño recorrió mi sangre como una lenta y espesa lava, acelerando mi corazón con pesadez y haciéndome sentir calor.

Lo miré sorprendido, sin poder controlar mi expresión, con mi respiración atorada en mis pulmones por una fracción de segundos. él me sonrió, sereno y seguro. Era sorprendente lo preocupado, inseguro y nervioso que me sentía a medida pasaban los segundos mientras que él permanecía imperturbable y melancólico.

— Es algo que vengo pensando hace tiempo —respondió, acariciando mi pelo y descendiendo su mano hasta mi mejilla, pasando su pulgar sobre mis labios—. Al principio no creí que fuese algo relevante el tener que decirlo, pero ahora siento que es necesario. Soy lo que soy, y estoy orgulloso de serlo, sobre todo de amarte. Y no quiero tener que ocultarme y ocultarte, aunque acá no lo hacemos, ¿por qué hay que hacerlo en Clemencia? —preguntó con una sonrisa amarga.

— Ellos... van a odiarte —susurré, aterrado, abrazándolo con fuerza y enterrando mi cara en su cuello—. Van a juzgarte porque tienen mentes cerradas, y te van a hacer a un lado como lo hicieron con el tío Jack y la tía Lisa, o con la mamá de Nik solo porque se divorció. No quiero verte sufrir por ellos porque no lo merecen —dije, sin poder encontrar calma, con la mente pensando en miles de escenarios dramáticos donde Ash sufría.

Podría aguantar mi propio sufrimiento pero nunca el de él.

Sus brazos se ajustaron más sobre mí, apretándome con fuerza como si yo fuese capaz de desarmarme y no él, besando la cima de mi cabeza.

— Sé lo que me voy a enfrentar, por eso mismo voy a hacerlo y no voy a pedirte que lo hagas. Jamás te obligaría a hacer algo así porque es tu propia decisión, pero mi decisión ya está tomada —su voz se sentía ahogada por tantas emociones, y por primera vez en mucho tiempo quise llorar. Por miedo y al mismo tiempo por orgullo a él, porque más allá de que no me sentía preparado para llegar a ese punto, admiraba su osadía y seguridad.

— Voy a estar contigo siempre, ¿lo sabes, no? —pregunté, parpadeando para calmar el ardor en mis ojos. él asintió, respirando hondo, y permanecimos en silencio, enredados hasta que la calma volvió.

Esa noche, hicimos el amor en nuestra habitación, caricias y besos, en medio de promesas que lucharíamos por cumplir, sabiendo que lo que fuese a suceder en el futuro lo atravesaríamos juntos.

El día que Ashton le dijo a sus padres que era bisexual fue un día soleado de primavera aunque continuaba haciendo frío. él había esperado solo unos días para estar completamente preparado para lo que pasaría, cuando fuimos rumbo a su casa en el auto de Nik.

Estacionados a unos metros de la casa, Nik y yo esperábamos afuera con inquietud, completamente nerviosos y aterrados. La tensión volvía espeso el aire, y sentía mi corazón retumbar como bombas en mis oídos. No podía quitar mis ojos de la casa de él, esperando que saliera y la realidad no fuese tan mala como mis expectativas.

— Cam, estas golpeando con mucha intensidad mi asiento —dijo Nik rompiendo el silencio, obligándome a detener el movimiento involuntario de mi pie. Estaba tan nervioso que había cosas que no podía controlar, como la transpiración de mis manos, las palpitaciones y el inminente terror que crecía en mi estómago.

— Tengo miedo —murmuré por lo bajo, poco seguro de mi mismo y de todo.

— Lo sé, pero él va a estar bien. Tiene todo cubierto —me recordó, y respire hondo. Sabía que Ash siendo el tipo metódico e inteligente que era tenía todos los frentes seguros. él no era capaz de tomar una decisión a la ligera sin pensar en las consecuencias, sin ver más allá—. él es realmente valiente —dijo, y sentí que aquella frase podía terminar con "no como nosotros".

No me consideraba un cobarde aún, pero sí reconocía el miedo que tenía. Decirle a mi familia era un gran paso, casi como cuando reconocí a mi mismo y a Dios cómo me sentía. Después de tantos años siendo un rebelde, en contra de mis padres, ahora me encontraba en una especie de pacífica tregua que no quería perder.

Temía alejarme de mi madre ahora que podía encontrar tranquilidad en sus brazos, de mi padre porque sentía que a veces podríamos llegar a tener cosas en común, de mis hermanos que a pesar de que no éramos unidos teníamos un vinculo que nadie podría romper.

Cuanto más lo pensaba, más miedo e inseguro estaba. Y quizás, la cobardía era exactamente lo que era aunque no quisiera reconocerlo.

En una fracción de segundo, sentí el cambio de postura de Nik, y voltee hacia la puerta de la casa de Ash. él salió a paso rápido y cabizbajo, llegando a nosotros más rápido de lo que creí. En vez de sentarse en el asiento de copiloto se unió a mi atrás, cerrando la puerta con lentitud, sin siquiera mirarnos.

— Podemos irnos —dijo con voz tenue, mirando a sus manos.

Nik me miró por el espejo retrovisor antes de arrancar, le dediqué un asentimiento, sabiendo que el siguiente paso era volver a Bahía.

Permanecimos en silencio, solo el suave murmullo de la radio daba cierto ambiente. Ash permaneció sin decir nada, cabizbajo por varias cuadras, hasta que suspiró buscando mi mano para enlazar sus dedos con los míos.

Sentía mi corazón romperse viéndolo tan callado, encorvado, con su pelo cayendo sobre su rostro para que no veamos su sufrimiento. Apretó mi mano aferrándose a lo que creía que podía mantenerlo en pie, hasta que se apoyó en mi, abrazándome por la cintura y escondiendo su cara en mi pecho.

Suspiré pesadamente, ahogando mi tristeza y angustia porque necesitaba ser fuerte para él. Lo abracé cuidadosamente, acariciando su pelo y besando la cima de su cabeza. Lo vi aferrarse a mí, llorar en silencio hasta que de a poco fue liberando sollozos de sufrimiento. Nunca me sentí tan débil y triste como en ese momento, y me di cuenta que aunque siempre creí estar alejado de los sentimientos y emociones, solo él podía inspirarme tales cosas.

— Todo va a estar bien, amor —le susurré sobre su pelo, conteniendo las lagrimas que se acumulaban en mis ojos, pero sin poder controlarlas. Verlo sufrir me daba impotencia y rabia, como si pudiese desatar un infierno en la tierra solo para verlo conforme y feliz.

Para cuando su llanto cesó, nos encontrábamos en una estación de servicio a medio camino a Bahía. Nik estaba comprando golosinas y agua, cuando Ash levantó su cabeza de mi regazo. Se había dormido hacia casi cuarenta minuto, y tenía las marcas del llano y de mi ropa en su rostro.

— ¿Dónde estamos? —preguntó desorientado, mirando a todos lados como un cachorro perdido. Pasé mis dedos por sus mejillas y ojos para secar los vestigios de lágrimas que permanecían, besando su mejilla.

— A medio camino de Bahía, Nik paró a cargar combustible —respondí, notando como evaluaba mi expresión. Una pequeña arruga se instaló en su entrecejo.

— ¿estuviste llorando? —preguntó, como si acaso él no lo hubiese hecho y fuese más grave lo mío. Le sonreí con ternura, tomando su cara cuidadosamente con debajo de su mandíbula para besarlo.

— Dime qué paso —susurré sobre sus labios. Y él continuó con aquella expresión hasta que presione un dedo sobre su entrecejo y su expresión se suavizó.

— Ellos... no quieren saber nada de mi. No por ahora. Mi mamá lloró mucho, mi papá también pero después de que me dijo muchas cosas que quiero olvidar —la angustia ahogó su voz que terminó en un susurro. Mi corazón hizo una drástica pausa, y acaricié su rostro con mis manos.

Quería detener su pesar, transferir sus sentimientos hacia mi así no debía padecer nada de eso, era capaz de obtener incluso sus memorias y así no tuviese que volver a revivirlas. Me sentía inútil, sin poder hacer mucho por él.

— Ellos no van a apoyarme más económicamente, creen que me aproveché de ellos, y solo me dejarán la casa porque no quieren dejarme en la calle, pero ahora estoy por mi cuenta. Solo —agregó, la tristeza en sus ojos oscurecía su rostro y no podía dejar de negar.

— Estoy contigo, estamos contigo —le repetí una y otra vez sobre sus labios, mejillas, cuello, y pelo. Cada beso que le daba, era una promesa por cumplir.

— No llores, no por mí —y fue con sus palabras que me di cuenta que estaba llorando; era tan extraño para mi, que vi mis propias lagrimas con extrañeza y horror.

— Si no lloro por ti, ¿por quién voy a llorar? Eres el único que vale mis lagrimas —sonreí entre mi silencioso llanto, abrazándolo tan fuerte que podría haberlo asfixiado. Pero lo necesitaba cerca para asegurarle que había esperanza, que nada estaba perdido, que me tenía a mi, Nik y mucha gente que lo quería.

— Te amo, no sé qué haría sin ti —me besó con firmeza e intensidad, como si quisiera deshacerse de la tristeza de ambos. Enterró sus manos en mi pelo y no pude controlar mis gemidos ante el comportamiento de su boca sobre mi mía. Tuve que detener su avances cuando recordé dónde estábamos, y él se quejó por lo bajo, dejando suaves besos sobre mis labios.

— En casa hablaremos bien, ahora, solo necesito digerir un poco lo que sucedió —me aseguró, dejando un ultimo beso sobre mi cuello antes de alejarse. Acomodó su ropa y su pelo, viendo a Nik volver a nosotros con comida.

— Espero que te sientas bien Ash, porque sea lo que sucedió, no has hecho nada malo. No hay persona más buena que tú —sonrió NIk con optimismo, alcanzando un poco de comida y agua. Ash sonrió, sus ojos brillaron un poco más entusiasmados que cuando se despertó, y nos miró con satisfacción.

— Gracias chicos, son mi gran familia —reconoció con timidez, sus mejillas se sonrojaron y no pude evitar llenarme de ternura. Solo él podía hacer a alguien como yo suave y sedoso.

— ¿qué hay de mi? ¿Yo no soy tan bueno? —pregunté en modo de chiste para alivianar el ambiente. Nik puso los ojos en blanco y Ash me miró de soslayo con malicia.

— Tu eres un demonio con cara de ángel —canturreó Nik poniendo en marcha el auto. Nunca me sentí tan halagado en mi vida, y sonreí satisfecho.

— Gracias prima —susurré, dándole la bienvenida a Ash para recostarse sobre mi. Él se acurrucó sobre mi, hundiendo su cara en mi cuello y lo abracé protectoramente, sin ser capaz de soltarlo.

Para cuando llegamos a Bahía el sol no estaba tan fuerte, y el aire se sentía renovado como cada vez que volvíamos. Clemencia por más bonita que fuese podía resultar asfixiante, y Bahía por más extraña y dura que fuese a veces, era como un soplo de aire fresco.

— Ya estamos en casa —le dije, besando su frente. él se estiró sobre su asiento, mirando los edificios altos, los arboles de las calles y como todo parecía fluir hacia la playa.

El ambiente dentro del auto continuo con la misma melancolía hasta que llegamos a nuestra casa. Al silencio le seguían pasos pesados y suspiros profundos. Como si fuese algo coordinado, Nik se dirigió hacia la cocina para hervir el agua, mientras yo preparaba la cama para que Ash se acostara luego de un baño.

— Te veo y siento que podrías matar gente —murmuró Nik en la cocina, sentada junto a la mesa con una taza de té entre sus manos.

— Yo también siento que podría matar gente —me senté pesadamente sobre la silla, sin saber si necesitaba un té o quizás algo más fuerte. Ella me sonrió, evaluando mi rostro y mi comportamiento huraño. No era nada nuevo en mi eso, pero quizás la situación de Ash había incrementado todo.

— Hace unos días había pensado en decirle también a mis padres, después de todo esto, la verdad es que no sé —dijo, su sonrisa cayó y sus ojos se tornaron tristes. Miraba sus manos meticulosamente, meneando la cabeza.

— Cada uno tiene su tiempo en la vida, a veces creo que estamos más preparado que otras, y supongo que aún estando seguros de lo que va a ser, igual duele y sorprende —respondí, recordando cuando seguro y nervioso estaba Ash solo minutos antes de entrar a su casa.

— Nunca me pasó de sentir tanto rechazo por el ambiente en el que nos criamos, por poner en dudas los valores que aprendimos y nuestras creencias como ahora —murmuró frustrada, pasando sus manos por su pelo.

Le sonreí porque no era algo ajeno a mi. Había crecido poniendo en juicio todo lo que me rodeaba, lo que era y lo que iba a ser.

— Lo único bueno de todo esto es que los tengo conmigo —Canturreo ella—. Pero cada día vivir una vida en la que miento no se siente para nada agradable —Agrego.

— Y no se va a poner mas fácil —Le recordé porque ahora que Ash había dicho sobre su orientación nuestros padres se pondrían alerta, paranoicos e insoportables.

Nik puso los ojos en blanco

— Mi madre me organizó una cita a ciegas con un chico y ni siquiera sabe  de Ash —canturreó horrorizada—. Y te puedo decir que ese chico era uno de nuestro bando pero estaba tan aterrado a su madre como yo a la mía —meneó la cabeza.

No pude evitar sonreír al pensar en la pintoresca escena, al menos los dos podrían haber encontrado un cómplice en el otro.

— No tengo esperanza en mis padres con respecto a esto, así que no hay mucho por defraudar — sentencié con un encogimiento de hombros. Nik torció sus labios con disgusto, ladeando su cabeza para oír los pasos de Ash yendo hacia la habitación.

— Creo que deberías ir con él, yo voy a aprovechar para dormir una siesta, el viaje me agotó —sonrió suavemente, y yo asentí, dándole un beso en la frente antes de ir a la habitación.

Mis pasos dejaron de hacer eco cuando me deshice de mis zapatos, observando a Ash sentado al borde de la cama, con la mirada perdida a la ventana y el pelo mojado. Respiré hondo, cerrando la puerta y buscando una toalla, para sentarse junto a él y ayudarle a secar su pelo.

— Si te duermes con el pelo así te enfermaras —dije en voz baja, secando con delicadeza su pelo oscuro. Él no respondió nada, solo aguardó en silencio con la mirada perdida hasta que terminé.

Sus ojos recién se posaron en mí, al cerrar la ventana, sumergiendo la habitación en la oscuridad, incitándolo a dormir.

— ¿quieres algo para tomar? —le pregunté, peinando su pelo. Sus ojos me persiguen, grandes y opacos, perdido y triste.

— Solo te quiero a ti —susurró, su voz más rasposa de lo habitual. Su mano buscó la mía, que apreté con fuerza mientras me acercaba a él. Nos acostamos con los rostros enfrentados, él sin dejar de mirarme y yo sin detener mis caricias.

— Dime que necesitas, y lo haré —murmuré, acariciando sus mejilla con mi pulgar.

— Quiero olvidarme por un rato de todo. Quiero solo recordar lo que soy y me hace feliz —respondió, los ojos brillantes con lagrimas acumuladas. Me acerqué a él, ahogando mi tristeza y enojo en mi garganta, besándolo para hacerlo olvidar a él lo que pasaba, para hacerle saber que todo estaba bien, y que si él sufría, yo era capaz de levantar el infierno en la tierra para vengarlo.

— Te amo —le susurré una y otra vez, sobre sus labios, sobre su piel y cabello, entre cada caricia y abrazo—. Eres lo más importante que tengo —le recordé mientras lo tenía bajo de mi y me encontraba dentro suyo, moviéndose lento y cuidadosamente, para no dañarlo más, para expresarle todo lo que mis palabras no podían confesar.

— nunca me dejes —dijo, besándome entre el llanto.

— Eso es imposible que suceda —le respondí las palabras que tantas veces me dijo, enterrando mi cara en su cuello para esconder las lagrimas que esta vez no podía controlar. Impotencia, soledad, desesperación, ira.

Era un remolino de emociones que podía tornarse inestable si no fuese por Ash.

Luego de llegar al punto mas alto permanecimos abrazados, con nuestros latidos rápidos en compas, abrazados y enredados hasta que comenzamos a sentirnos incómodos.

— Gracias por estar a mi lado —susurro posando su mano bajo mi barbilla para obligarme a mirarlo y yo me seque las lágrimas secas con prisa.

Le sonreí, besándolo. Prometiéndole que todo mejoraría, porque estando juntos era lo único que importaba.

*****

Los días pasaron así como las semanas y meses. La realidad se asentó con el paso del tiempo, y de a poco fuimos vistiendo otra piel encima de la que ya teníamos. Una más fuerte, más desconfiada y quizás más huraña. El humor era cambiante así como el clima, por momentos todo era color de rosa hasta que los recuerdos oscurecían las emociones.

Era difícil querer vivir con lo que se tenía, teniendo en mente lo que se quería. Pero la realidad no era como nuestra imaginación, y aunque había días en que me levantaba creyendo que no oiría ningún comentario homofóbico y despectivo hacia mi novio, de alguna forma u otra siempre me encontraba con algún obstáculo hacia mi felicidad.

Era sorprendente el poder que tenían las personas para generarme intolerancia y malestar.

— ¿Qué sucede? —Pregunto Ash deteniendo mi andar en medio de la sala. Sentía un aura que me rodeaba oscura y peligrosa.

Negué sabiendo que el continuara indagando, acercándose a mí hasta hacerme sentir intimidado por su altura y su rostro. Posando su mano bajo mi barbilla para obligarme a mirarlo.

Respire hondo, con un súbito recuerdo de todas las veces que estuvimos en esa misma posición.

— No me mientas, te conozco demasiado como para saber cuando mientes —Me dijo con voz suave y calma. Sus ojos eran tan intensos que podían hacer agujeros en mi rostro. Posé mi mano en su muñeca, sonriéndole con inocencia.

— No sucede nada demasiado importante —respondí con soltura—. Solo que se acerca el cumpleaños de mi tía y realmente no quiero volver a Clemencia —agregué, mi voz apagándose. Me dolía el solo pensar en la ausencia de Ash, en los comentarios y mi impotencia.

— Tienes que ir —sentenció él, seguro y conciso, pero yo volví a negar, sin querer aceptar tan fácilmente tener que ir a esa boca de lobo. Aquel lugar era mi infierno personal.

— No voy a ir a un lugar donde no me siento cómodo, sin ti y teniendo que soportar ese ambiente —me quejé, elevando mi voz. Sentí la furia envenenar mi sistema, y me alejé de él—. Estoy cansado de tener que fingir lo que no soy, de ser lo que quieren que sea y tener que pretender que soy feliz rodeado de ellos cuando no lo soy. Quiero ser yo, estar contigo y que ellos me acepten si quieren y si no esta bien, ¿pero sabes qué? Soy un cobarde de mierda que no se anima a decirle a los padres que esta enamorado de un hombre por miedo al rechazo —exclame caminando por la sala como un león enjaulado, sintiendo la mirada de Ash sobre mi—. Tengo 25 años y sigo buscando la aceptación de todos, cuando ni siquiera tengo mi propia aceptación —sacudí mi pelo frustrado, refregando mi cara y deseando poder estar en otro cuerpo para golpearme a mi mismo por ser un pusilánime.

Estaba cansado de mí mismo, de mis debilidades y aparentes fortalezas, de vivir dos vidas que ninguna terminaba de conformarme. El ambiente era silencioso pero mi cabeza era un caos que me aturdía.

Respiraba agitado, con los ojos ardiendo por el enojo y la garganta cerrada, hasta que sentí a Ash en mi espalda. él me rodeó con sus brazos por la cintura, afianzándome sobre su cuerpo, enterrando su rostro sobre la parte posterior de mi cuello.

— Tranquilo amor mío —me susurró, y yo volví a elevar mi voz.

— Nada de amor mío, necesito que me digas que sea más fuerte y desafiante, que me animes a que enfrente mis miedos, no que me comprendas, seas dulce y me digas que siga siendo lo que soy —me quejé con tono infantil. Lo oí contener la risa y le di un suave codazo que solo hizo que me abrazara más fuerte para no soltarme.

— ¿quieres que deje de ser dulce y comprensible? —preguntó, dándome un suave beso sobre la piel de mi cuello. Estaba tan enojado con todo, que cualquier cosa que dijera me resultaba un espanto.

— No quiero eso, solo... no sé lo que quiero —me rendí, sintiendo que estaba a punto de enloquecer. La risa de Ash vibró en mi piel y le hubiese dado otro codazo de no ser porque me tenía prisionero.

Pelear con Ash era siempre inútil, él era como una muralla estable de lucidez mientras que yo era un huracán emocional sin sentido que se transformaba en un suave viento para cuando llegaba a él.

— Deja de pensar tanto en los demás y piensa más en ti mismo, concéntrate en tu felicidad no en la de los demás —me recomendó, volviendo a besar suavemente mi cuello y mi oreja—. No es fácil, no voy a engañarte, pero a la larga valdrá la pena —murmuró.

— ¿Vale la pena para ti? —pregunté, sintiéndome nuevamente como el niño de 13 años con miles de preguntas en su mente.

— A veces no pero a veces sí —respondió—. Quizás no tengo la aceptación de mi familia, pero estoy viviendo por lo que soy, teniendo un trabajo que me gusta, sabiendo que ahora no le debo nada a nadie. Tal vez a la larga ellos deciden aceptarme, o tal vez no, es algo con lo que voy a tener que vivir —afirmó. Suspiré, deseando poder ser como él, pero aún dependía económicamente de mis padres y eso era una tortura suficiente.

— Quisiera ser un poco más como tu —confesé tímidamente, sentí su sonrisa sobre mi piel mientras rozaba su nariz sobre mi cuello.

— Y yo a veces como tu, aunque no lo creas —dijo haciéndome reír con burla—. Hablo en serio, pero recuerda lo que hablamos hace mucho tiempo, cada uno tiene sus tiempos y procesos por cumplir —volvió a repetirme, y el recuerdo vino a mi, haciéndome sonreír.

— Te amo —dije, aunque fuese un empalagoso infernal.

— También te amo —me respondió sin dudar.

Solté sus manos sobre mi y lo miré, él lucía pacífico y sonriente. Lejos del Ashton sombrío y triste de aquel primer tiempo. Era hermoso, verdadero y lo más cerca a la perfección que tenía en mi vida.

— En momentos como este me dan ganas de ponerme de rodillas para hacerte un... —posó su mano sobre mi boca, poniendo los ojos en blanco pero sin dejar de sonreír.

— Ya me parecía que tu romanticismo no podía ir muy lejos —exclamó, y mi risa vibró bajo su mano.

— Iba a decirte que te haría una oración, pero si acaso tienes la mente sucia ese es tu problema —me quejé alejándome hacia la cocina, con el humor más renovado, la mente más silenciosa y el corazón un poco menos pesado—. Pervertido —grité.

Esa noche, mientras bebía vino y miraba una película recostado en Ashton, me imaginé mil escenarios de cómo viviría a futuro, cómo le diría a mis padres sobre mi persona y cómo crecería siendo desafiante, sincero y fuerte. Y me dije a mi mismo, que de acá a un par de años, quería estar orgulloso de la persona en la que me había convertido. Y ese era mi objetivo principal.

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