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Sonrojo de Hoyuelos

Había algo en la forma en la que la Taiwanesa la veía, como si desconfiara incluso de que fuera humana, cosa que en otra ocasión habría logrado ofenderla o molestarla pero era tan difícil molestarse con alguien que incluso con su ceño fruncido y su mirada llena de juicio, le parecía el ser mas tierno del planeta.

Y teniendo una hermana como Mina, eso era decir demasiado.

Sin embargo en cierta medida lograba entender la actitud de la morena hacia ella ya que con la fama y especialidad de molestar a las personas que la caracterizaban, siempre haciendo chistes y bromas a los demás, lo suficiente vergonzosos y directos como para que pensaran que era una adicta al sexo sin remedio, ella misma se odiaba a veces.

Pues sabía perfectamente que la realidad era otra.

La realidad era que estaba obsesionada en secreto con FROZEN y el Libre Soy de su protagonista.

La realidad era que solo había tenido dos encuentros íntimos lo suficientemente desastrosos con otras chicas como para sentirse virgen sin serlo.

La verdad era que a pesar de la actitud reacia que su compañera había mantenido en todo el camino, lo que la estaba haciendo sentir no era del todo malo.

Si alguien le hubiera dicho a Sana que aquella chica era la misma que la salvó esa mañana, no le habría creído en lo absoluto, pues a diferencia de la chica de la que la salvó, esta chica la odiaba.

Pero aun así lo que con su expresión desconfiada, sus brazos cruzados y su ceño fruncido, estaba despertando en su interior, era muy parecido al cariño.

No era como el amor que sentía por sus padres, no era como el sentimiento que llenaba su pecho cuando estaba con sus hermanas. Pero también sabía que no era ni un poco parecido a la amistad.

Ella ya tenía muchos amigos, aunque fueran pocos los sinceros, pero los suficientes como para tener la certeza de que, el sentimiento de protección y felicidad que la cercanía de Tzuyu la estaba haciendo sentir era nuevo.

Tal vez hablaría con Momo sobre ello, o incluso con la pequeña Mina, pues no era un secreto que si tenían mas experiencia en ese tema.

Sin embargo ahora debía pensar en como rayos haría para no dejar que la chica a su lado notara lo nerviosa e insegura que la ponía su compañía. La compañía de un ángel bastante lindo y singular.

¿Es aquí? — Preguntó estacionándose frente a la mini mansión que su GPS le había indicado detenerse. — Wao. — Había echo un gran esfuerzo por no sonar diferente a momentos antes, con su toque juguetón y divertido en sus palabras.

Y por la forma en la que la morena la miró, de manera interrogante y sin dejar de fruncir el ceño, supuso que había funcionado. — ¿Que? — Cuestionó esta con un fastidio y desagrado que no se molestó en ocultar facilitándole su objetivo de mantenerse calmada y cómoda.

Así que solo sonrió de lado, una sonrisa divertida y digna de una celebridad. — Es que es justo como imagine que sería el hogar de una princesa. — Dijo sin dejar de sonreír, ese tono burlón y el guiño que añadió al final eran posiblemente sus mejores y mas efectivas armas de seducción, y aún sabiendo lo inútiles que serían con la chica a su lado, era lo que la caracterizaba.

Era lo que por los momentos podía ofrecer, sin dejar en evidencia lo que sus actos ya habían empezado a decir por ella.

Actos que iniciaron cuando vio a la morena esperando por un bus que gracias a las noticias de su radio sabía que jamas llegaría, lo que probablemente la haría tomar un buen baño bajo la lluvia que en cualquier momento amenazaba con caer, cosa que gracias a su auto, ella podía evitar.

Al principio creyó que se trataba de un acto de agradecimiento, sería una justa retribución al inesperado favor que la menor le hizo esa misma mañana, pero teniéndola allí a su lado, con su profunda mirada chocolate sobre ella, desnudando su alma como si supiera cada uno de sus pecados, removiendo cosas desconocidas en ella, ya no estaba tan segura.

Y al sacar su paraguas de la parte trasera del asiento de la menor y extenderlo en su dirección, terminó de aceptarlo. — Ten. — Dijo suspirando.

Tzuyu ya estaba lista para bajar del auto con el claro pensamiento de que por la fuerza con la que la lluvia aun caía, en el trayecto hasta su puerta se mojaría un poco, quitando el seguro y deteniendo sus actos al escuchar la voz de la pelirroja y volteandose a mirarla sorprendida. — ¿Pero que... — De las pocas cosas que esperaba de la mayor, el que le prestara su paraguas no era una de ellas.

Pero Sana solo la miro con tranquilidad. — Tómala ¿Si? — Pidió suavemente. — No me gustaría que te resfriaras. — Confesó solo para que la confusión de Tzuyu aumentara, transformándose en una mueca incrédula en un segundo.

Espera... —  Dijo sacudiendo su cabeza rápidamente. — ¿Me estas diciendo que pudiste solo prestarme tu paraguas todo este tiempo en lugar de traerme a casa y evitarme el tener que darte mi dirección? — Preguntó con incredulidad.

Sana estuvo a punto de dejar escapar una carcajada con las ganas de soltar ese “Eres amiga de las novias de mis hermanas, de algún modo la obtendría” que pasó por su mente, pero no salió de allí. — Eso exactamente. — Respondió con tranquilidad sin perderse los siguientes movimientos de la morena.

Tzuyu rió sin gracia alguna, y a pesar de que no era la sonrisa que a la japonesa le habría gustado ver, a pesar de que su mueca ni siquiera llegó a sus ojos, Sana tampoco esperaba que el hoyuelo que se marcó en su mejilla la golpeara tan fuerte.

Si que eres increíble Minatozaki. — La escuchó decir luego de pasarse la mano por el cabello con frustración por lo que la pelirroja no pudo tener claro de si era un cumplido o algo más.

Quizá era muy mala para identificar el sarcasmo de la verdad, pero dejo de lado esos pensamientos al ver como después de tener un debate mental, la morena finalmente aceptaba el objeto en su mano. — Te lo devolveré. Escuchó decir junto a un suspiro.

Su mirada grisácea brilló ante la posibilidad de un futuro encuentro entre ambas, pero se encargo de esconder su sonrisa de felicidad detrás de su expresión serena, posiblemente perdida en la forma en la que la morena mordía su labio con nerviosismo, en el sonido de la lluvia en el exterior, ahora mas fuerte por su radio apagada y en los cada vez mas emocionados latidos de sus corazones.

Pues a pesar de lo que la menor estaba dejando ver en su exterior, todo ese recelo, esa desconfianza que sentía por la mayor y su fama, habían ido desvaneciéndose gracias a sus actos y su mirada realmente sincera y preocupada por ella, dejando como consecuencia el ensordecedor sonido de su corazón en sus oídos.

Tal vez por eso no se había dado cuenta de que la mayor la miraba como si fuera lo mas hermoso en el mundo en ese instante, o tal vez por estar sintiendo aquella mirada sobre ella no se atrevía a mirarla a los ojos sin sentir que se desmayaría ahí mismo.

— Gracias por traerme y por esto. — Seguía sin mirarla pero aún así hizo un gesto para que la mayor entendiera que se refería a su paraguas, escuchando el canturreo de la pelirroja que solo estaba absorta en ella y su ternura. — Bien, entonces adiós. — Se despidió bajando del auto sin darle tiempo a la mayor de responder, sin mirar atrás.

Y sana no sabe si fue su mente tratando de engañarla, pero pudo haber jurado ver un leve sonrojo en aquellas hermosas mejillas con hoyuelos. Un sonrojo que deseaba fuera por ella, a pesar de que no había echo nada realmente significativo, según ella, para ganárselo.

Pero era un sonrojo que no salió de su mente mientras encendía su auto y conducía a su casa.

Un sonrojo que se prometió volver a ver y proteger a toda costa.

El Capitán Minatozaki y su esposa la Teniente Minatozaki, eran los padres de las tres niñas que fácilmente pudieron pasar por trillizas debido a la similitud de sus rasgos y lo unidas que eran, pues las dos mayores siempre se habían encargado de darle a su pequeña hermanita, todos los mimos y el cariño que ellos no habían podido.

Todo por que el amor por sus oficios era mas grande que el amor por sus hijas.

Momo era la mayor de las tres, la pelinegra de personalidad tímida, que a pesar de lo reacia que se mostraba con todos a la hora de recibir cariño era una niña que amaba los mimos de sus hermanas y mas de su novia, Nayeon.

Mina, era todo lo contrario a la pelinegra mayor de flequillo, pues mientras la mayor de sus hermanas luchaba con su timidez encubriéndola con la actitud reacia al contacto físico, ella lo aceptaba sin problema, y aunque aparentara que no amaba recibir mimos y cariño de las dos mayores, la verdad era que las cariñosas personalidades de sus hermanas era lo que mas le gustaba de ellas, pues aun después de que su corazón tuviera como dueña a Jeongyeon, la capitana del equipo de fútbol en el que jugaba Sana, sus muestras de cariño no habían cambiado en absoluto.

Pero algo más caracterizaba a la menor de las japonesas y esa era su mirada y expresión capaz de helar la sangre de cualquiera, intimidándolo al nivel de no necesitar palabras cuando deseaba obtener algo, escondiendo sus emociones detrás de su inmensa belleza casi angelical e inocente.

Y si en algo se parecía a sus hermanas era en el instinto protector que poseía, ya que no había nada que no hiciera por sus hermanas, incluso actuar como la mayor cuando la situación así lo requería.

Y finalmente estaba Sana, la hermana del medio, la chica a la que todo estudiante debía conocer a donde fuera que llegara, y no porque la pelirroja así lo deseara, sino por la personalidad coqueta y juguetona que esta mostraba a todos, y quizá por el detalle especial entre sus piernas, de modo que ya fuera por amor, envidia u odio, todos sabían de las hermanas Minatozaki, las crush de media población estudiantil.

Pero más allá de toda esa aura de confianza, belleza y prestigio que habían ganado, solo por ser hijas de quienes eran, las tres chicas no eran diferentes de sus soñadoras compañeras de clase, deseaban el amor mas allá de la inteligencia de Mina, mas allá de la timidez de Momo, y mas allá de la mascara de diversión de Sana.

Pues a pesar de que habían crecido con sus padres ausentes, no les faltaron valores de respeto por el prójimo o disciplina, y el mas importante de todos, amor mas allá de su imaginación, aunque en aquel momento pareciera algo muy lejano para la pelirroja. Quien no sospechaba que eso cambiaría pronto.

Después de dejar la propiedad Zhou, Sana llegó a la suya, mucho mas grande y extravagante por gusto de sus progenitores, encontrándola como siempre, fría y vacía sin la presencia de sus hermanas.

— ¿Donde estarán ahora? — Puchereo bajando de su coche que estacionó en su seco y protegido garaje, tomando su mochila de los asientos traseros para adentrarse a la casa y dirigirse directo a su habitación. — Justo cuando esta lloviendo tanto, ojala aparezcan antes de los truenos. — Suspiró lanzando su mochila a un lado de la puerta, quizá vería una película para distraerse de la pequeña tormenta mas allá de su ventana, en la comodidad de su cama con una humeante taza de chocolate en sus manos.

O quizá solo se lanzaría sobre su alfombra con sus brazos extendidos perdiéndose en los pensamientos de la linda chica que había dejado en su casa momentos antes, Zhou Tzuyu.

Esa chica si que era todo un misterio, un misterio que llamaba su atención de formas que no entendía, un misterio difícil de resolver, pero que la hacía sentir que no todo estaba perdido con ella. — Es tan linda. — Suspiro nuevamente sonriendo tontamente.

Cerrando sus ojos para segundos despues, gracias a la paz que sentía por el sonido de la lluvia en el exterior y el cansancio en su cuerpo, a causa de su entrenamiento de futbol, quedarse dormida con el vivo recuerdo de aquella sonrisa de hoyuelos en su memoria.

Perdón por la demora, espero les haya gustado.

Saludos.

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