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Uno.


El murmullo de clase parecía ajeno a sus sentidos, su vista se hallaba enfocada en la ventana, apreciando el cielo gris y las tenues gotas que amenzaban en transformarse en una lluvia torrencial. Se abrazó a sí mismo, el jersey que llevaba no era suficiente para apaciguar el frío de aquella tarde de invierno y por dentro solo rezaba para poder irse pronto a su casa.

Todo lucía normal, como siempre, las clases transcurrían de forma monótona, la voz del profesor de cálculo le aburría en demasía y no lograba captar su atención ni una sola vez, se preguntó por décima quinta vez en la semana porque estaba estudiando aquella carrera y la respuesta era siempre tan simple: cualquier carrera habría sido lo mismo.

No tenía preferencia por nada en absoluto, sus notas habían sido siempre impecables, todo parecía dársele bien sin ningún esfuerzo, pero se sentía tan vacío, cómo si aún no encontrara sentido a su vida, aún estudiando no se veía para nada como un futuro empresario, ni siquiera sentía alguna emoción al respecto.

Siempre había sido así. La gente parecía flotar a su alrededor, encantados con su presencia y halagando siempre sus inusuales ojos color azul.

Había sido un misterio incluso para su familia el hecho de que Jimin hubiese nacido con aquellos brillantes ojos azules, porque aparte de ser poco común en la comunidad asiática, no era un azul cualquiera, eran casi cristalinos, como agua limpia con el reflejo de las nubes, era simplemente fascinante. Y los padres de Jimin habían deducido que era simplemente por el hecho de que su hijo era especial.

A sus veintidós años, la vida aún no le había sorprendido, tenía pocas amistades, rara vez salía los fines de semana y no porque fuese un antisocial de mierda sino más bien porque no era un gran amante de las noches frías fuera de la comodidad de su casa, sus padres eran de clase media, nada fuera de lo convencional, su madre se quedaba en casa la mayoría de las veces y en las tardes visitaba a sus amigas, mientras que su padre trabajaba duro todo el día para poder llevar adelante su familia.

Jimin obviamente había gozado de becas desde siempre debido a sus impecables calificaciones, incluso terminó sorprendiendo a todos cuando decidió que no iría a la SNU para formarse a nivel universitario, sin embargo todos respetaron su decisión y concluyeron en que el chico probablemente tendría otro tipo de planes.

—Jimin... Jimin —Seokjin lo zarandeó un poco desviandolo de sus pensamientos y parpadeó un par de vez observando que el salón ya se encontraba prácticamente vacío.

—¿Se acabó la clase? —preguntó confundido cómo si ya no fuese evidente la situación.

—Sí, hace cinco minutos. ¿Pasa algo? hoy estás más distraído de lo normal —su amigo castaño le miró con ceño fruncido en espera de una respuesta. Jimin suspiró.

—No pasa nada, creo que no dormí bien —se encogió de hombros y dispuesto a desviar la conversación tomó su mochila y se la colgó al hombro siguiendo a Seokjin hasta la salida.

Al llegar al campus todo estaba encharcado y Jimin se preguntó en qué momento había llovido tan fuerte, pues a pesar de que había estado atento a la ventana durante casi toda la clase no se había percatado.

El rubio acompañó a su amigo hasta la biblioteca situada en el complejo universitario mientras se cubrían un poco de la lluvia que comenzaba a caer nuevamente, así era el clima de Seúl, tan impredecible y cambiante.

Pasaron por un café antes para calentarse un poco y Jimin observó la hora cuando se sentaron en una de las mesas de la biblioteca, eran las siete de la noche y su estómago estaba rugiendo del hambre que cargaba.

—Hay una fiesta por el chico nuevo de intercambio este fin de semana, escuché que estará buena ¿Quieres ir? —preguntó Seokjiin en voz baja mientras copiaba algo del libro que estaba sobre la mesa.

Jimin lo meditó, no sabía cuántas veces había rechazado las salidas con Seokjin en el último mes así que se dijo mentalmente que el castaño merecía que le acompañara, después de todo siempre se mantenía a su lado a pesar de su carácter de mierda.

—Uh, sí. ¿Por qué no? Hace mucho que no salgo —respondió con una tenue sonrisa.

—Me gusta esa actitud, creí que debería insistir más —rió el castaño ganándose una advertencia por parte de la bibliotecaria.

Seokjin había sido su amigo desde el primer año de la secundaria, y a pesar de que el castaño era técnicamente todo lo contrario a Jimin, se llevaban a la perfección, a veces hasta lograba creer que su decisión de optar por la carrera de administración de empresas se debia mayormente al hecho de que no quería separarse de su hyung.

El mayor también era bastante inteligente, sin embargo se esforzaba un poco más que Jimin para obtener buenas calificaciones, siempre se ayudaban mutuamente e iban bien a la par.

Alrededor de las ocho y media se levantaron para salir del lugar y poder irse a sus casas de una vez por todas, al salir el campus aún estaba bastante transitado, pues aún empezaban las clases del horario nocturno, los charcos se habían hecho más grandes y Jimin metió las manos dentro de su chaqueta para calentarlas un poco.

—Te veré mañana —se despidió Seokjin con una sonrisa, ambos tomaban caminos opuestos debido a sus lugares de residencia.

—Hasta mañana, hyung —el rubio le sonrió de vuelta y Seokjin ladeó la cabeza como si acabase de percatarse de algo.

—Tus ojos lucen especialmente brillantes está noche —Jimin no supo si era un halago o un simple comentario, sin embargo no tuvo tiempo de responder ya que Seokjin se marchó de inmediato.

Afuera del campus las calles estaban solas, probablemente las personas se habían refugiado temprano debido a la lluvia, cruzó la calle como era de costumbre al seguir el camino a su casa y dobló en la esquina pasando frente a un gran edificio de alguna compañía, el cielo estaba tan oscuro que incluso a pesar de la luz de las farolas no había buena iluminación, sus pasos eran perezosos, su mente se encontraba perdida en sus pensamientos sin embargo un destello en el suelo llamó su atención.

Paró en seco y observó algunos segundos antes de agacharse para recoger lo que había visto, cuando lo tomó se sorprendió un poco, era un anillo dorado, probablemente de oro con un hermoso rubí, o al menos eso parecía pues el no sabía mucho de diamantes, miró a todos lados pensando que quizá a alguien se le había caído, lucía costoso.

Devolvió su vista al suelo y observó un trozo de papel, como una pequeña nota que antes no había notado, no estaba mojada a pesar de que el suelo estaba encharcado y el mensaje escrito en esta lo dejó mareado.

"Tómalo como un regalo o sigue como si nunca lo hubieses visto."

En ese momento no pensó que aquello era demasiado extraño, pero sentía una mirada sobre su persona, como si de alguna manera estuviese esperando a que tomara la pequeña joya.

A Jimin ni siquiera le gustaban los anillos, pero lo tomó y se lo guardó en el bolsillo junto a la nota, se incorporó para seguir su camino y apenas avanzó dos pasos cuando escuchó como si el viento le susurrase, erizandole la piel.

No pudo entender, pero parecía haber escuchado su nombre, aún así no le dió importancia y continuó caminando deseando poder llegar a su casa de una vez por todas para poder comer algo.

Estaba acostado en su cama, acababa de tomar una ducha y se sentía satisfecho gracias a la comida de su madre. Miró su mesita de noche y tomó el anillo que se encontraba sobre está, lo alzó sobre su cabeza examinandolo, se veía brillante, no parecía ser un anillo cualquiera, tenía un leve grabado al rededor, como enredaderas de espinas, y el diamante tenía una forma peculiar, cómo los pétalos de una rosa.

Casi por inercia se colocó el anillo en el dedo anular de la mano izquierda, observó la joya y la manera en que contrastaba con su piel le gustó por lo que decidió dejárselo puesto.

Dos toques en su puerta lo sobresaltaron y luego de esto su madre asomó la cabeza.

—Iré a dormir cariño —habló la mujer con voz suave—. Buenas noches.

—Buenas noches, mamá. Descansa.

Suspiró una vez la puerta se cerró y se sentó sobre la cama, pensando en que su padre no había llegado aún, tenía un par de días sin verle, últimamente se desaparecía mucho, llegaba tarde y se marchaba temprano diciendo que tenía demasiado trabajo, Jimin quería creerle pero había algo que no encajaba.

Cortó el hilo de sus pensamientos y apagó las luces decidiendo que era momento de dormirse. Jimin no sabía que probablemente esa sería la última noche que podría dormir cómodamente.

Eran pasadas ya la media noche, se había encargado de seguir al humano directo a su casa y en el camino no pudo evitar pensar que las cosas se volverían muy entretenidas de ahora en adelante.

Jimin aún no podía notar su presencia en absoluto, pero sabía que era cuestión de solo una noche antes de notar como empezaban a cambiar las cosas, con que solo usara el anillo una noche entera era más que suficiente, y había creído que tendría que ponerselo el mismo por lo que se sorprendió cuando vió al humano colocarse la joya el solito justo para dormir.

Caminando directo a su propia trampa.

Se acercó a su cama viéndolo de cerca mientras dormía plácidamente, se sentía impaciente por empezar a absorber su energía, sin embargo ya había esperado demasiados siglos, no le costaría mucho esperar un par de días más.

Sólo esperaba que el humano no se infartara cuando sintiera su presencia por primera vez. Yoongi se prometió a sí mismo que iría suave con él, al menos la primera vez.

El demonio no se sorprendió cuando sintió al otro demonio sentarse sobre la ventana del cuarto de su humano, Jungkook le miraba divertido y de brazos cruzados probablemente pensando en cómo joder su paciencia.

—Mmm. Huele casi como un ángel. ¿Es un virgen? —preguntó con voz ronca el otro demonio de cabello negro y mechones rojos.

—Claramente es un virgen, Jungkook. ¿Para qué lo querría si no? —respondió con aspereza el contrario.

—La sangre de algunos mortales también es muy rica, mi señor —dijo cómo si se tratara de alguna gran noticia—. Claro que apuesto que este debe saber mejor...

El menor se acercó a la cama tratando de olfatearle más de cerca, pero el gruñido de Yoongi le detuvo.

—Anda a jugar a otro lado, imbécil. Y esconde esas alas, no quiero tus plumas regadas por allí —espetó seco, y con voz no demasiado alta, aún así fue suficiente para que Jungkook obedeciera.

—Era broma, señor. Ya encontré con qué entretenerme mientras estamos por esta zona.

Yoongi rodó los ojos, a veces no soportaba a aquel niñato, pero era lo más cercano que tenía a un amigo aunque solo era un súbdito más.

—Ten cuidado, hay muchos ángeles custodios por la zona. Podrían hacerte pasar un mal rato, podrías confundirlos, se ven del tipo que te atraen —murmuró el azabache en forma de advertencia.

—Eh, tranquilo. Es un chico que vive por la otra calle, se llama Kim Taehyung y tiene un aroma tan especial, me muero por probarlo —suspiró cómo si de una colegiala enamorada se tratase, Yoongi solo rodó los ojos.

Jungkook tenía una especie de adicción con la sangre, era un ángel caído que precisamente había caído por desangrar a otro ángel, ya habían pasado un par de cientos de años desde aquello pero Yoongi seguía viéndolo como a un niño, al parecer el castigo de Jungkook sería nunca sentirse saciado de la sangre y por eso se había convertido en un demonio.

— ¿Crees que este sea el indicado..? —preguntó con tono más serio el menor mientras examinaba la habitación del rubio.

Yoongi suspiro.

—Quiero creer que sí, es la única oportunidad que tengo —respondió serio sin desviar su mirada del chico sobre la cama.

— ¿Y qué hay con el ángel custodio de Jimin? —el de mechones rojizos le miró con curiosidad.

—Él no tiene uno.

El menor abrió los ojos de más.

—Eso quiere decir que sí puede ser él... —susurró más para sí mismo el pelirrojo.

—No creo que sea tan fácil, pero al menos lo he encontrado. Aún si no es él, me dará energía de todos modos, ya estoy muy cansado.

Jungkook le miró como si de alguna manera le diera la razón y en silencio se compadeció de su señor, condenado a vagar por la tierra cientos de años sin nada que lo llenase, con una esperanza tan mínima como un grano de arroz de librarse de la eternidad. El menor observó el anillo en la mano del rubio, la única oportunidad que tenía de ser libre.

Sin embargo, sabía que podían pasar muchas desgracias, malos días, atrocidades, y más antes de poder librarse de aquello, después de todo, su señor no era cualquier demonio, era Asmodeo, príncipe del infierno y actualmente encerrado en un anillo como un demonio íncubo.

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