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Prólogo

"Mis ojos son como hielo, pero cuando veo tus ojos rojos siento que me parten en dos, me sacuden, cuando estoy frente a ti parado en el trono siento llamas ardiendo dentro de mi.

Lo tengo que hacer, mis manos están ardiendo, aunque te busque no logro tenerte. No puedo tocarte nunca, pero me atraes. Esto es enfermizo te deseo demasiado."


La lluvia cae creando una relajante melodía, incluso él, que era considerado un ser alma era capaz de apreciar las buenas lluvias, siempre sentado en la columna de aquel edificio, invisible a la vista de los simples mortales que corrían para escapar del aguacero. 

Los charcos resonaban bajo sus pies y cubrían sus cabezas con sus propios bolsos o paraguas en su mayoría, tiritando de frío mientras apuraban el paso para poder llegar lo más rápido posible a sus casas.

Yoongi no podía sentir nada de aquello, no sentía frío, no sentía la lluvia chocar con su piel pese a que estaba empapado y goteando, llevaba horas allí, tantas que ya había caído la noche, y aún así no sentía que hubiese transcurrido el tiempo.

Era lo que más odiaba de ser un demonio, el hecho de saber que estaba estancado, cómo si estuviese en pausa, todo a su alrededor transcurría pero para él, las cosas se mantenían igual.

Al fin y al cabo, esa era su condena.

Todo por haber provocado al señor de los cielos, todo por haber querido burlarse de él y por querer demostrar que él era mejor.

Suspiró cansado, cómo si eso fuera posible y desvió su atención de sus pensamientos a el gran campus universitario que estaba frente al sitio en que se encontraba sentado.

Una sonrisa diabólica se pintó en sus labios cuando le observó salir, y cómo por cosas del destino la lluvia había cesado, probablemente ya era más tarde pues el flujo de gente había disminuido casi por completo.

Un chico rubio de ojos azules ya conocido para el, cruzó la calle con pasos cansados, algo en Yoongi parecía reaccionar cada vez que le veía, por eso mismo seguía haciéndolo, acechándolo, pensando que quizá, él sería la persona que estaba buscando.

Solo tenía una oportunidad, no podía arriesgarse. Pero ya habían pasado un par de meses y sabía qué era él, podía sentirlo.

Con su objetivo claro en mente, apretó la pequeña joya entre sus dedos, observando como la pieza cortaba su dedo y pintaba el diamante blanco de carmín, lo miró unos segundos y medito un poco más antes de lanzarlo al suelo frente a el, justo en la acera por donde pasaría el muchacho.

Yoongi lo observó con detalle, sintiendo algún tipo de emoción extraña burbujear en su ser, sus ojos brillaron tan rojos como el diamante en el momento en que el rubio paró observando el objeto en el suelo, totalmente ajeno a la mirada del demonio.

— ¿Pero qué es esto? —Murmuró el ojiazul más para sí mismo que otra cosa.

Miró en todas las direcciones pero no pudo ver a nadie, aunque Yoongi si estaba atento a él. Al chico no pareció sorprenderle la nota que permanecía intacta en el suelo a pesar de la lluvia, y con dedos curiosos la tomó para leerla en voz alta.

Tómalo como un regalo, o sigue como si nunca lo hubieses visto. —Yoongi vió su ceño fruncirse mientras leía y relamio sus labios sintiéndose exitado.

Casi podía saborear su energía, su descanso después de tanto tiempo. Tomaría todo de él, lo dejaría seco. Y tal vez al fin podría liberarse de aquel castigo.

El rubio no lo pensó demasiado, quizá si en aquel momento hubiese sabido al menos un poco en lo que se estaba metiendo, lo habría pensando dos veces. Pero para la suerte de Yoongi, el chico agarró el anillo y se lo echó en el bolsillo para luego seguir con su amigo.

Jimin escuchó una brisa susurrarle cuando dió un par de pasos.

"El pacto ha sido sellado, Park Jimin."

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