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Capítulo único

A mi socia B.






La última vez que Jeon Jungkook se sintió así fue el verano antes de que sus abuelos murieran. Tenía ocho años y una vida lo suficientemente tranquila como para que sus máximas preocupaciones sean el espacio para los juguetes en su cuarto. Por eso tiene presente el recuerdo de sus abuelos, con la sensación plena de la que aun saborea la alegría y la inmensa paz de tener consigo a quienes ama y que lo amaban de vuelta. Hoy, catorce años después, no es diferente el sentimiento, aunque sí lo opaca un halo de nostalgia y remordimiento.

Estuvo así por lo que parecieron horas, pero fueron apenas minutos antes de que su padre y su madre se alejen del abrazo.

—Te hemos extrañado, hijo —comentó su padre, el más valiente para romper el silencio.

—Y yo —respondió compungido, con una voz que le sonó artificial aunque escondía tanta honestidad que le inundó los ojos de llanto—. Lo siento.

—Ya pasó, cariño —fue su madre ahora quien lo rescató, sonriéndole con lágrimas contenidas—. Vamos a casa, ¿sí?

Arrastró los pies, que los sentía entumecidos por haber esperado horas junto a la gran puerta de metal, hasta llegar al coche. Sus padres habían venido juntos. Incluso si estaban divorciados, todavía se comportaban frente a él como la familia que fueron una vez y Jungkook tuvo otro momento difícil por parar su llanto. Lo hacían por él, como si necesitasen asegurarse de que nada pudiera alterarlo. Lo cuidaban, pese a que estaba seguro de no merecerlo realmente.

En el trayecto a la ciudad, dado que el centro correccional estaba a las afueras de B., fue la radio la que rellenó los espacios y lo adormeció lo suficiente para cerrar los ojos y dormitar. Aunque había algo en él que recordaba las noches en tensión, de poco descanso, sabiendo que bajar la guardia incluso al dormir era un error. Pero estaba a salvo, tuvo que repetirse cuando casi saltó hasta el techo al sentir la mano de su madre sobre su rodilla.

Ya no volvería a aquel sitio, se prometió.

—¿Llegamos? ¿Papá...? —Más por no querer abusar de la generosidad aun brindada por su familia, que por no interesarle, no había preguntado dónde estaría residiendo el periodo de prueba.

—Te quedarás con mamá, ¿sí? —Su papá debió notar cierta mueca de preocupación, por lo que agregó—. Vendrás conmigo el fin de semana, si es lo que quieres. De todas formas, vivo a quince minutos, puedes ir a verme cuando gustes.

—Okay.

Observó a su papá bajar del coche luego de despedirse y lo siguió con la mirada hasta que este entraba a su hogar. Allí había vivido antes de ir al Centro, y ahora solo no podía pensar en otro espacio que habitar sin sentirse un extraño. Además, lo que le agradaba de vivir con su padre era que aunque este tenía pareja, todavía no formalizaron y por ende eran ellos dos. No obstante, no podía ser malagradecido con su madre por recibirlo en su casa, donde convive con su nueva familia, los Kim.

—Verás que todo se acomoda en el sitio que debe —conversó su madre, su sonrisa un tanto tensa—. Sé que preferirías quedarte con papá, pero él está muy ocupado estos meses por su ascenso y no queríamos que te sintieses solo. Yo trabajo media jornada estos días y Seokjin también ha vuelto de la facultad por vacaciones así que no estarás... solo.

—Sin supervisión —dijo él por lo bajo, aunque decidió cooperar—. Está bien, mamá. Lo entiendo y gracias.

—No, amor, no debes agradecer nada. Hacemos esto porque te amamos, ¿entiendes eso, no?

—Sí, yo también los amo —se le apretó la garganta y se obligó a respirar hondo para continuar conversando amenamente—. ¿Qué hay de Taeil hyung?

—Oh, él está de capacitación en Seúl y posiblemente llegue para fin de año.

Lo siguiente fueron intentos de conversación, pero Jungkook realmente no estuvo involucrado en ellos más que con asentimientos y monosílabos.

+

La noche llegó por fin y Jungkook había sido capaz de sobrellevar la incómoda cena con mamá y su hermanastro, Seokjin, sin inconvenientes. Lo cierto es que el muchacho no había sido especialmente atento con él y aunque podría haberlo hecho sentir rechazado, ocurrió que estuvo agradecido de que no pretendiese recibirlo como si volviese de unas largas vacaciones. Tampoco fue desatento al punto de que se genere hostilidad entre ambos, solo permaneció al margen de las pláticas y no hizo preguntas que darían respuestas que no le interesaban.

Tal honestidad fue suficiente para que Jungkook supiera que al menos alguien no estaba tratando de mimarlo o castigarlo. Solo le dejaba seguir adelante.

Por eso creyó que, más relajado, podría echarse a dormir sin tener que estar medio dormido medio en vigilia por si alguno de sus compañeros quería hacer de las suyas. Sin embargo, no pudo conciliar el sueño. Dio vueltas de un lado a otro hasta que se rindió y observó el techo fijamente. Por fortuna, no eran los tormentosos pensamientos que lo asaltaron en sus insomnios en el centro. Aunque tampoco había calma en el estado en que estaba. Demasiado consciente de la suavidad de la cama, del perfume a limpio de sus sábanas, de la ropa pijama. De él, sus respiraciones y sus parpadeos lentos. De sus manos, con las palmas tibias recostadas sobre su pecho, del latir amortiguado de su corazón.

Se levantó.

Incapaz de dormir, tuvo que rendirse y ponerse en pie. Bajó a la cocina donde se sirvió un vaso de agua helada para espabilar del todo y cuando pensó que estaba solo como para asaltar los restos de la cena, escuchó el tecleo de una computadora y se congeló. Miró a la sala, donde el sofá daba la espalda al igual que su ocupante, y sonrió.

—¿No duermes?

—¿Y tú? —dijo Seokjin sin verlo, ocupado en escribir.

—¿Qué haces?

—Escribo.

—¿Cómo novela o como tarea?

Seokjin sonrió, aunque sus ojos no parecían contagiados de alegría. Jungkook debía admitir que el chico era atractivo, pese a no ser del todo alguien risueño. De hecho, no era como si olvidase el pequeño crush que tuvo con él cuando fueron presentados tiempo atrás. Pero había sido fugaz y, por supuesto, no correspondido.

—Mis finales de febrero no se resumirán solos, ¿sabes?

—Oh, claro. Te dejo que sigas con la diversión.

—Mmm —y cuando Jungkook iba saliendo, Seokjin dijo—. Por cierto, entiendo que estés algo abrumado por tanto amor, pero sino es por ti, hazlo por ellos.

—¿Qué debo hacer? —estaba confundido, aunque intrigado.

Seokjin recién se enfrentó a él, luciendo algo pálido por la iluminación y su cabello oscuro enmarcando su rostro.

—Soportarlo.

Y obtuvo una sonrisa completa de Seokjin, en la que sí se le iluminaron los ojos. Agradeció y deseó buenas noches.

Y pudo dormir sin tanta vuelta.

+

Más fácil decirlo que hacerlo. Soportarlo, había dicho Seokjin y Jungkook hizo de ese consejo su modo de supervivencia en un hogar donde estaban demasiado preocupados por él. De pisar con cautela a donde fuera y tener buena cara para que no llovieran preguntas.

Eran dos semanas ya y todavía sentía que todos esperaban que explotase de un momento a otro. Pero Jungkook no parecía a punto de estallar, más bien, se sentía hundirse. En sís y nos a preguntas de ¿estás bien?, ¿quieres hablar de algo?; en sonrisas que se sentían de cartón y en abrazos apretados que en lugar de consolarlo lo ponían nervioso, malhumorado.

Por eso, dormía poco de noche y los días los pasaba recostado en el sofá de la sala, frente a una televisión que sintonizaba en cualquier canal que rellenara el espacio. Veía a su madre cada hora, que pasaba por allí en una ensayada casualidad a preguntar si necesitaba algo y algunas veces lo animaba a salir al jardín o a dar unas vueltas al barrio, o a hacer las compras. Cuando decía que no, que en un rato iría, otra vez con una coordinada casualidad su padre le enviaba un mensaje para hacer las mismas preguntas de estás bien, quieres hablar, quieres venir a casa y los sís y nos estaban de vuelta ahora por escrito.

—Supongo que no te moverás hasta que caiga el sol —Seokjin dijo, mientras sostenía un libro en sus manos—. ¿Puedes hacer un espacio?

—Mamá dijo que hace lindo afuera, ¿por qué no te bronceas un poco?

—Tonto, no soy yo el que está interpretando un cuadro depresivo.

Jungkook se enderezó, haciendo sonar sus huesos y articulaciones de estar tanto rato quieto. Seokjin hizo una mueca al oírlo.

—¿Qué estás estudiando?

—Transculturación en literaturas hispanas —respondió él.

—Ajá, suena interesante —dijo con sarcasmo.

—Lo es —defendió Seokjin.

—Por supuesto.

Se quedó rezagado en su lado del sofá, con los ojos cerrados escuchando a su hermanastro cambiar las páginas, destapar bolígrafos y escribir. Estuvo a punto de quedarse dormido cuando sintió el picotón en sus costillas y saltó asustado.

Seokjin sonrió, divertido.

—No duermas, tendrás insomnio de nuevo.

—Ya es normal para mí —se encogió de hombros.

Él pareció dividido entre decir algo o no, y Jungkook no presionó porque no estaba a la labor de oír un sermón. No de la única persona que no actuaba receloso o con excesiva preocupación.

—¿Pesadillas?

Se acomodó mejor, suspirando como si quisiera desinflarse. Se espabiló con un par de palmadas en la cara, activando su oído para escuchar a su madre hablar en conferencia por web, los sonidos de la calle ruidosa que se colaban por la ventana y el tamborileo del bolígrafo de Seokjin. Descubrió en ese momento que Seokjin pintó con ese mismo bolígrafo sus uñas pulgares. Le gustó. Y más porque el detalle de tinta acompañaba las manchas de sus dedos y lo hacía parecer un artista.

Tal vez lo era, si es que podía confiar en su madre sobre los escritos del chico publicados en el periódico universitario. Sintió culpa por no haber leído nada, siendo que él sí se interesaba por escucharlo. Como ahora, que aguardaba paciente una respuesta.

—No —se oyó su atropellada contestación y enrojeció por lo brusco—, lo siento, hyung. No son sueños, de hecho, no creo haber soñado con nada. Solo que no puedo —se golpeó con un dedo la sien—, apagar el ruido blanco.

Se sentía afortunado de no soñar. Si algo podía agradecer a las noches sin dormir, era no recordarle aquella noche en que se perdió.

—Mmm —asintió Seokjin—, ¿y no has pensado que sería mejor agotar energías para caer dormido como tronco?

Meneó la cabeza.

—No me gusta el deporte —y era cierto, por algo no le fue difícil encontrar una rutina de la cama al sofá, del sofá a la cama.

—Podríamos... —ahora fue el otro quien enrojeció, pero cuadró los hombros y suspiró—, podrías acompañarme.

—¿A dónde? —se notó bastante dispuesto a cualquier plan que él propusiera y quiso mostrar más reserva, pero tal vez estaba demasiado desesperado por ayuda y compañía.

Seokjin cerró el libro, acomodó con especial cuidado sus marcadores y bolígrafos, alineados junto al libro. Un sentido del orden que a Jungkook le era extraño, pero en Seokjin simplemente fluía. Una peculiaridad más aunada a que su apariencia, de ropa holgada y de tonos oscuros, azules y grises, veces claros, rosas y beiges, con tipografías y frases punk o con estampas graciosas y adorables no delatase su leve T. O. C.

—No lo sé.

—Okay.

+

La primera noche que salieron fue algo tensa. Sobre todo, porque Seokjin no parecía intimidado por el silencio y Jungkook intentó por todos sus medios encontrar tema de conversación. Al final, se rindió y solo acompasó sus pasos a los de Seokjin, en una caminata que los llevó a la plazoleta junto a la gasolinera y luego al puente.

Las siguientes noches, notablemente más frescas dado lo cerca que estaba el otoño, imprimieron algo de velocidad a su ritmo y cambiaron los destinos, pero no la simplicidad de la compañía. Era así que el silencio que los abrigó logró influir y aplacar la ansiedad de Jungkook, que entendió a qué apuntaba el paseo: a respirar, a ver y reflexionar.

Nunca pensó en su calle, en su barrio o ciudad como un punto atractivo, de hecho, era algo reacio a considerar quedarse allí toda su vida. Pero Seokjin, con su mirada serena y su seguridad al marchar parecía que no tenía este pensamiento. Y de cierto modo le permitió a Jungkook descubrir encantos en los rincones insospechados.

Y cuando creyó que era momento, que no estropearía el ambiente entre ellos, habló, ahora sí seguro de sus palabras:

—Te gusta vivir aquí —aseguró, y Seokjin asintió y siguió caminando.

A los pocos pasos, habló también.

—Estoy bien por ahora —explicó, notando la confusión de Jungkook y sonriendo—, quiero decir, aquí es un buen sitio, como cualquier otro. No tengo necesidad de mudarme para sentirme a gusto, ¿tú sí? —Agitó una mano—. ¿Qué pregunto? Recuerdo cuando llegaste, pensé que harías un berrinche para ir con tu padre.

—Supe que no tendría caso.

Sonrieron y siguieron andando. Un instante que pareció sumirlos en la complicidad de los que no pretenden del otro consuelo ni ánimo, sino estar. Y Jungkook deseaba que no se interrumpiese, pero se halló contrariado por no agradecerle a su hermanastro este momento.

—No es necesario dar las gracias —tranquilizó el mayor—. Me apenó que tuvieras que pasar por tanto, incluso si te portaste como un tonto, no creo que haya sido tu intención que todo acabara tan mal.

Peor que mal, pensó Jungkook. Alcohol y otras sustancias, un enojo que no tenía otro destinatario que sí mismo y un par de sujetos que estuvieron dispuestos a provocarlo para que reaccionara. Que Jungkook haya defendido a alguien que, de igual modo, acabó muriendo por la paliza que antes le dieron unos imbéciles, no excusa el comportamiento agresivo, casi salvaje, con que arremetió e hirió a esas personas.

—¿Puedo confesarte algo? —Esperó a que Seokjin asintiera—, no sé qué lección debí aprender de todo esto, pero sí que me ayudó a conocerme. Y ahora solo resta que me reconcilie con ello.

Seokjin, por toda respuesta, le apretó la mano. Y fue un gesto tan sencillo y tan poderoso para calmar su angustia, que Jungkook lo agradeció con una sonrisa.

+

—¿Jungkook? ¿Estás despierto?

—No.

—Hijo, anda —la voz de su madre era urgente—, necesito que vayas por un medicamento.

Eso traspasó la bruma de sueño y se enderezó, arrugando los ojos ante la luz. Tuvo que parpadear reiteradas veces para enfocar el rostro de su mamá.

—¿Qué ocurre?

La mujer mayor parecía pálida, cansada, pero aun así lo tranquilizó.

—No es nada grave, cariño. Solo un poco de fiebre.

—¿Tienes fiebre?

—No, no es para mí el medicamento. Seokjin amaneció algo decaído, ¿te importaría ir?

Se levantó enseguida, casi olvidando peinarse y fue su madre quien le ordenó el cabello y le indicó cuál era la farmacia más cercana.

—Te ves fatal —murmuró mientras entraba al cuarto de Seokjin luego de oírlo gritar que pase.

—Oh, por favor, ahora sé que voy a morir —se cubrió con la almohada—. Ni siquiera son las nueve.

La sonrisa de Jungkook creció al verlo bien y esto calmó su miedo. Era tal vez un poco exagerado con los dolores o enfermedades y esto empeoraba cuando se trataba de alguien a quien quería. No tuvo, sin embargo, valor para considerar por qué Seokjin estaba ciertamente dentro de este grupo afectivo. O más bien por qué, si solo escarbaba un poco en su interior, parecía estar ocupando un sitio bastante importante allí.

—Te diré que he retrasado tu hora de muerte hasta después de que cocines la tarta de manzana que prometiste —recibió un almohadazo por eso—. ¡Oye! ¿Acaso quieres vagar como fantasma por la casa al tener ese pendiente?

—No tienes compasión de un convaleciente, tonto.

El resto del día Jungkook lo pasó ayudando en la casa, lavó la tanda de ropa, reparó la puerta de la alacena, cortó el césped y levantó las hojas caídas en su patio del árbol del vecino. Aunque no olvidó revisar a Seokjin regularmente, hasta que este suspiró fastidiado de sus interrupciones.

—Se supone que descanses para recuperarte rápido —se quejó, yendo hasta la silla del escritorio de su hermanastro—. ¿Qué es lo que tanto estás haciendo?

Procuró que su cabello, que seguía algo húmedo por la ducha reciente, no estropeara las hojas y apuntes sobre la mesa de escritorio. No quería ser asesinado tan joven. Todavía era sorprendente cómo el ordenado cuarto contrastaba con la mueblería de aspecto underground. Vio asombrado el material grunge clásico colocado en exasperante orden sobre las repisas, discos de vinilo y cds igualmente dispuestos en compartimentos alineados en una esquina. De ahí, entendió, la ropa con estampas de Soundgarden, Nirvana, Pearl Jam, Alice in Chains. Aunque con la convivencia, supo que Seokjin no se limitaba a un género y el lightstick de Red Velvet y Monsta X a un lado de una figura de Michael Jackson lo confirmó.

Seokjin enrojeció al pillarlo curioseando sus cosas, pero lo enfrentó con la mirada algo brillante desde detrás de sus gafas. La fiebre había pasado ya, pero lucía agotado. Lo que no le impedía, como observó Jungkook, estar pegado a la computadora portátil.

—Estoy descansando, ¿qué no ves?

—Te veo escribiendo, eso es estudiar y estudiar no es descansar.

—No estudio, solo... escribo.

Esto captó la atención de Jungkook, quien ya había enmendado su culpa al haber leído alguno de los cuentos que fueron seleccionados por la facultad para ser publicados. No era muy entendido de las letras, pero supuso que el disfrute de la lectura indicaba el talento.

—¿Puedo leer?

Él titubeó, con las manos sobre el teclado antes de volver a verlo. Parecía dudoso, pero también animado por el interés que demostraba. A Jungkook le enterneció el debate de su hermanastro y cuando aceptó, se acercó con prisas. De repente, demasiado consciente de la confianza entre los dos como para que pudiera sentarse a un lado de él en la cama, con los brazos tocándose —Seokjin más cálido que él, todavía con rastros del malestar de hoy temprano. Se obligó a respirar con normalidad —algo difícil por atrapar el perfume suave y dulzón de Seokjin— y sostuvo la portátil.

—Es un relato algo triste —aclaró—, y no está corregido, así que puede que...

—Shhh, calla, no te preocupes, no alertaré a los críticos literarios si noto una falla —rodó los ojos, y el otro lo empujó con el hombro riendo.

Entonces leyó:

La sonrisa era mentirosa, pero era escudo. De pequeña había aborrecido las sonrisas de mi madre, tibias, pálidas, caídas de un lado, de ojos apagados y mentirosas. Hoy que llevo una de esas la entiendo. Sé que nada más que una sonrisa te esconde de las preguntas incómodas y de las miradas preocupadas. O hastiadas. Hay que ver desde detrás del paño de la tristeza cuan intolerante se es al desánimo, al desgano y a la depresión.

No estoy diagnosticada con depresión. Y no quiero ser irrespetuosa, pero las pocas ganas de levantarme, el que olvide peinarme, lavarme los dientes, comer. O el que me suponga un esfuerzo enorme convencerme de salir de la cama me orillan a pensar que no estoy bien como mi sonrisa pretende hacer creer. Pero sonrío, tanto, que me duele el pecho de soportar la mentira con cejas encorvadas para componer una máscara.

—Si estuvieras aquí —digo, pero hablo sola. Él no me oirá y no pienso ilusionarme con que sí, con que la vida después de la muerte existe.

¿Qué mierda es eso? ¿Vida después de la muerte? La estoy viviendo y no es vida precisamente. Y sí, no es mi muerte, pero es tan mía que la cama se hace enorme hasta tragarme y dejarme adormecido los dolores y seco el llanto. Ya ni siquiera estoy triste, parece que lloro por hábito, porque por dentro estoy vacía. Y es un vacío oscuro, pero familiar y amigable porque me permite caer en él y olvidarme de que el día comienza y de que los días corren y de que vivo mientras Jaehyun ha muerto hace tres meses...

—¿Y? —Jungkook se encontró verdaderamente impresionado y se lo hizo saber—. ¿En serio? Oh, ¡gracias!

—¿Será una novela o un cuento?

—Todavía no lo sé —se encogió de hombros.

—Es un buen comienzo, ¿cómo se llama?

Last hope —explicó Seokjin, recuperando la computadora y buscando en la pestaña que estaba abierta en YouTube—, me basé en una canción de Paramore, ¿la has oído?

—Eh, no.

Jungkook tampoco se limitaba a un género musical, pero últimamente no podía despegarse de ciertas canciones nacionales que oía en la radio. Una búsqueda de minutos por entre el enredo de mantas y Jungkook debió levantarse un poco el cuerpo para que Seokjin pudiera rescatar sus auriculares. Luego, se repartieron los audífonos y cuando la música sonó tuvieron que acurrucarse por lo corto del cable.

Algo dentro de Jungkook se removió, pero lo ignoró en favor de ver la sonrisa de Seokjin cuando escuchaba, con los ojos cerrados, la melodía. No prestó atención a la letra, ni a nada, sino que sintió que la música apenas era un acompañante a lo que sea que sucedía entre los dos.

O tal vez, pensó con decepción, solo a él.

+

Mucho cambió en esos meses; Jungkook consiguió empleo en la gasolinera del barrio, obtuvo su certificación de buena conducta, por ende, el periodo de prueba estaba superado y era libre, y Seokjin cumplió años. Oh, y Jungkook está comenzando a enamorarse, pero prefiere no profundizar en ello.

Respecto al cumpleaños de su hermanastro, estuvo muy complicado en elegir un regalo, pero bastó que piense cuánto extraña los paseos nocturnos con él para tener una idea. Algo ridícula, pero que le hizo destinatario de la más hermosa sonrisa de Seokjin.

—¿Adaptador de auriculares? ¿Cómo en la película? —Jungkook no sabe cómo, pero logró no abrazar a su hermanastro cuando lo notó tan precioso y adorable con el cabello más corto y un suéter de lana con una ballena blanca.

Pero quizá fue la presencia de sus padres y amigos y familiares que le permitieron ser prudente ante su atracción.

—¿Spiderman? —aventuró, porque su madre tenía los jueves de películas y ya había perdido la cuenta de qué habían visto.

—No, tonto, pero la escena del avión es chistosa —rio Seokjin, un escándalo de mejillas sonrojadas y ojitos traviesos—, ya sabes, Lost star, ¿con Levine?

—Oh, claro —decidió que el calor en su rostro era el sol de la ventana y no el sonrojo por recordar una escena de beso con este adaptador como mediador—. Esa peli...

Seokjin lo observó un momento, consiguiendo que se inquiete y comience a comer el pastel con pocos modales para que no lo haga hablar. Sin embargo, su hermanastro hizo algo peor que mirar, se levantó de su silla y rodeó la mesa hasta él para envolverlo en un abrazo. Le correspondió, por supuesto, había querido hacerlo desde que lo vio salir del cuarto esa mañana. ¿A quién mentirle? Ha querido sostenerlo así desde hace semanas, cuando por fin se admitió atraído. Y no buscó pretextos para abrazarlo porque sabe que no querrá dejarlo ir. Como ahora, que lo sostiene tan cerca sin importarle que no están solos, e incluso si temió que Seokjin pudiera escuchar el latido furioso de su corazón.

—Gracias, me ha encantado el regalo —dijo Seokjin, cuando se separó todavía luciendo una sonrisa y el brillo en su mirada—, ¿trabajas esta noche?

Jungkook entendió a qué se refería, y le fascinó el modo en que nadie más que ellos dos, tal vez su madre, supieran de sus paseos. Noches en que sinceraron tanto uno del otro, que ahora lo orilló a desconfiar de aceptar. Si acaso salían juntos a pasear cabía la posibilidad de que el otro note cuánto le gusta o, más bien, de qué él no aguante el silencio y confiese todo.

Seokjin insistió en si tenía trabajo y lo trajo de nuevo al presente. No, pero se escuchó diciendo:

—Sí, lo siento.

La decepción borró un poco del entusiasmo en la expresión de Seokjin, pero Jungkook tuvo que sostener su mentira porque no podía arriesgarse.

+

Los días siguieron corriendo y Jungkook tuvo que reconocer que su misión de evitar a Seokjin estaba saliendo a la perfección. Demasiado, tal vez. Y fue cuando notó que ahora era el otro quien esquivaba cualquier conversación, incluso al punto de responderle grosero.

—Ya no hay más cereal, come otra cosa y no molestes —Jungkook lo observó mientras tomaba su café, parecía más despeinado que de costumbre y supuso que había tenido una mala noche.

—Okay, no me gruñas —quiso bromear, pero Seokjin lo apuñaló con la mirada—. ¿Todo en orden?

—Por supuesto, ¿por qué no lo estaría?

Y sin más, se fue de la cocina dejándolo confundido y ciertamente mortificado. Y no fue esa sola ocasión, se repitieron los encontronazos en los que hasta su madre los oyó.

—Está sobre la repisa, ¡mierda! —Seokjin sostuvo su mano contra su pecho cuando se cortó cortando los tomates para una ensalada.

—Ey, ¿estás bien? —Jungkook se apresuró a revisarlo, pero el mayor lo empujó para pasar junto a él.

—Sí, sí —dijo, yendo a la repisa y buscando el cargador que Jungkook le había pedido antes, lo cual era una excusa para hablarle—. Ten.

—¿Chicos, ocurre algo? —Llegó su madre, a tiempo de ver cómo Seokjin salía enojado y Jungkook intentó seguirlo—. Alto ahí, habla conmigo.

—No pasa nada —mintió, sintiéndose fatal por traer tensiones a la familia—. Lo prometo, no ocurre nada.

Su madre lo persuadió de dejarlo solo, haciendo que ayude en lo que restaba de cocinar. Para cuando Seokjin regresó solo debió esperar la cocción de los fideos y se sentaron a comer los tres, Taeil volvería para cenar, y conversaron de trivialidades.

Jungkook estuvo un tanto callado, no sabiendo cómo enfrentar a su hermanastro. Quizá lo había ofendido con su torpeza al tratar de no ponerse en evidencia con sus sentimientos y tenía que arreglarlo. Solo que no sabía cómo.

+

La oportunidad llegó tras el último examen que presentó Seokjin, cuando lo notó aburrido buscando algo que ver en Netflix. Jungkook había querido hablar con él antes, pero este se había excusado diciendo que le dolía la cabeza como para escuchar sus tonterías y estaba de mal humor. Entendió, además, que mucho de ese ánimo se debía a la llamada de su madre, con quien Seokjin tenía muy poca relación tras que decidió vivir con su padre,Taeil, y su nueva familia.

—¿Nada bueno?

—No.

Lo observó, mordiéndose los labios cuando Seokjin frunció las cejas y se puso tenso, como a la defensiva. Sí, sus últimas conversaciones habían sido algo frías y ásperas, pero no se rendiría. Encima, para infortunio de su atolondrado corazón, Seokjin lucía realmente adorable siendo gruñón. Aunque, tras ver cómo se enfadó con un hombre que dijo algo sobre su boca voluptuosa en la calle cuando fueron al supermercado, no iba a subestimarlo. Podía verse angelical, pero sabía defenderse.

—Salgamos entonces, ¿tienes tu regalo de cumpleaños aquí? —Seokjin lo miró ceñudo, aunque dejó de apuñalar los botones del control remoto—. ¿No? Vamos, hace lindo afuera.

—Suenas igual a tu mamá, ¿lo sabes?

—Estoy resignado —se encogió de hombros—. ¿Podría convencerte entonces de que limpies mi cuarto?

—Sueña en grande —sonrió, y eso fue detonante de una sonrisa todavía más grande de Jungkook—. De acuerdo, vuelvo enseguida.

Pasos lentos, perezosos, pero que condujeron a Seokjin camino a su habitación. Fue cuando su padrastro llegó, luciendo agotado del trabajo. Taeil le sonrió y preguntó adónde iba ya que lo encontró junto a la puerta. Claro, pensó Jungkook, él no nos ha visto salir antes. Y este hecho le hizo sentirse incómodo, culpable, pero luchó con esta sensación y le explicó.

—¿No quieres llevar el auto? Está atardeciendo —dijo el hombre, quitándose los anteojos antes de rebuscar en su bolsillo las llaves del coche.

—¡Oh, no! Gracias, pero es más ejercicio que paseo —excusó.

El señor Kim asintió, y Jungkook se relajó al no ver una reacción molesta. Después de todo, no era extraño que saliera con su hyung, ¿no? O tal vez, concluyó Jungkook cuando Taeil palmeó su hombro y fue a la cocina, era su propia conciencia que le remordía.

—¿Jungkookie, estás listo?

Parpadeo, sobresaltado ante la llegada de Seokjin. Asintió para sí, quizá, reflexionó, la culpa era apenas una lucha absurda entre lo que se supone que debería ser y lo que no, pero de todos modos siente por un él.

—Sí.

+

La noche pareció aliada cuando desplegó su mejor cartilla de estrellas. Jungkook podría haberse percatado de tal cosa, de haber podido despegar los ojos del rostro de Seokjin. Este, ajeno al escrutinio, continuó conversando sobre una reunión de compañeros de escuela media.

—Accedí solo porque me quedé sin excusas. Mis padres y hermanos ya han sido debidamente enfermados y hospitalizados, mis abuelos no pueden seguir muriendo —hizo una mueca ante esto—. Y lo último que quiero es inventarme una pareja controladora que teme que me reencuentre con mi ex.

Allí, la mente de Jungkook tropezó.

—¿Estará tu ex?

—Sí, y no que terminamos en mal plan, pero se siente extraño a pesar de que ha pasado más de un año desde que lo dejamos.

Se detuvieron llegando a una estación de autobús y simplemente dejaron pasar los minutos. Aún no habían escuchado música, pero Jungkook no quería dejar de conversar.

—¿Extraño cómo? ¿Ya está con alguien? ¿Eso te hace sentir mal?

—No —Seokjin lo codeó—. Lo superé, tonto.

—¿Es un chico? —su voz salió aguda y quiso patearse por ello.

—Sí —admitió, sonrojado—. ¿Eso te molesta?

Jungkook no lo pensó demasiado, y negó con la cabeza.

—Espera, ¿has salido ya o...?

—Eres el primero, además de Taehyung y Jieun —sus amigos— que sabe. Te sorprendería cuán fácil es ser bi si todas las conversaciones sobre tu vida amorosa solo cuestionan por una novia con la que debería casarme y tener hijos.

Le causó gracia el modo en que Seokjin habló, como exasperado, pero aceptando que no podría cambiarlo. Y ahora que lo pensaba, Jungkook recordó en el cumpleaños de Seokjin cómo oyó a las tías Kim y a las primas de esta hacerle interrogatorios insistentes sobre si era soltero aun y si es que no quería conocer a unas candidatas ideales para él.

—Puedes enfermarme o matarme a mí —se ofreció.

Seokjin empujó su hombro, meneando la cabeza hasta que algunas mechas de su flequillo cubrieron sus ojos. Lo cierto es que lucía más joven que él a veces, y esto no le alegraba a Seokjin en nada cuando era subestimado por su aspecto.

—O puedes venir conmigo —dijo casual, y antes de que Jungkook pudiera responder sacó el adaptador y lo sostuvo en alto, mirándolo con una sonrisa sospechosa—. Ya que debo estrenar mi regalo, voy a exigir algo de ti.

—¿Qué? —comenzó a preocuparse por la malicia que notaba en la expresión de su hermanastro.

—Quiero escuchar tu playlist.

—¿Qué? ¡No! —su mente corrió por las canciones que podrían avergonzarlo, y se sintió expuesto de algún modo.

—Está decidido, mi regalo, mis reglas —Sin esperar más, Seokjin buscó sus auriculares y los conectó al adaptador y luego estiró la mano, aguardando a que Jungkook sacara los suyos—. No seas cobarde, te mostraré mi playlist también si te hace sentir mejor.

—¿No crees que eso es muy íntimo?

Pero se encontró obedeciendo, sobre todo porque la última oferta fue tentadora.

—Creo que es como estar desnudos —apostilló él, y Jungkook se ahogó con saliva y tuvo que toser y respirar hondo para recuperarse. Seokjin se carcajeó, y entonces él supo lo que era eso. Venganza.

Se estaba cobrando por haber sido ignorado.

—No te desmayes, no te lo permito.

—Gracias por preocuparte.

La primera canción que sonó fue un clásico de Queen que Jungkook no sintió necesidad de justificar. Las dos siguientes resultaron de una banda llamada Onewe que los dos conocían así que estuvo tranquilo, pero entonces comenzaron a reproducirse canciones más sentimentales, más personales y que le hacían de alguna manera consciente de que el otro podría descubrir sus sentimientos. ¿Por qué? Porque las letras eran absolutamente delatoras de un corazón enamorado. Bastaba oír a NCT cantando dile a todos tus amigos que estás ocupada, lo saben, saben que tenemos química en Highway to heaven, o la banda de la que estuvo investigando cuando Seokjin le comentó que disfrutaba mucho, Monsta X, en Night view cantando para ellos mañana hablaremos de todo lo que no nos hemos dicho aun y, por último, a Paramore agregando y recordándole a él que debería haber superado todas las mariposas en el estómago, sin embargo, Jungkook ya sabía para ese momento que era tarde, que estaba "enganchado" por Seokjin. Y luego Still into you calló y los dejó solos.

Y sí, Jungkook estaba siendo bastante absurdo al solo resaltar partes de las canciones, pero era lo típico. Solo prendarse a las frases que le interpelan directamente.

Seokjin sonrió, buscando su mano para darle un apretón, ya no como un consuelo, sino tal vez como animándolo a que actúe, y él tuvo que escarbar en su interior hasta que encontró el coraje necesario para hacer lo que deseaba hacer.

La noche era estrellada, la ciudad dormía un sueño ligero y las luces de la ciudad, como presintiendo qué ocurría, ambientaron con calidez el parate de autobús. Y fue sincero el temblor en la mano de Jungkook al tomar el mentón de Seokjin, que volteó a verlo y quedó encandilado por el sentimiento que brilló en los ojos del menor. Una luz que brotó del pecho y que pareció encender también en Seokjin su propia chispa, la cual ardió ante el ligero roce de sus bocas.

Pero no era como si no fueran enterados de lo que al otro le dictaba moverse, con lentitud, pero firmeza, para unir sus bocas. Estaban a plena luz citadina, que los despojó de cualquier mentira o engaño, y se aferraron el uno al otro sin querer que las cosas cambien, aunque aceptando que era inevitable que todo deba mutar. Jungkook suspiró aliviado al no ser rechazado y presionó su boca sobre los suaves labios de Seokjin, rindiéndose al amor que lo hace vibrar de gozo y de alegría.

Por su lado, Seokjin correspondió con igual o mayor intensidad, porque en él el sentimiento nació más temprano y supo asimilarlo, cosa que Jungkook no, sin tener que esconderlo o rechazarlo o negarlo. Lo sostuvo en sus miradas, en sus sonrisas y lo cargó con él mientras pacientemente veía cómo Jungkook tenía sus propias luchas. Y aunque perdió el temple, enfadándose por cómo Jungkook no parecía conforme con quererlo, tampoco fue demasiado lejos como para pretender olvidarlo. Así que aquí y ahora, enredó las manos en el castaño cabello corto de Jungkook para acercarlo, mientras sentía las manos de él llegar a su espalda, rodearlo y abrazarlo.

El beso podría haber durado eternidad, y no los conformaría, aunque sí la idea de que era el primero de muchos otros que vendrían.

Al separarse, sonrojados y con el pecho agitado, tuvieron que sonreír por cómo chispearon sus ojos de contento; y al sentir el abrigo de la confianza y el amor sobre sus cuerpos era claro que no retrocederían.

Fin.









Nota:

Una historia sencilla, que me gusta por eso mismo. Y porque la historia nació de un reto de edición con mi socia B. con quien me desafío a hacer cosas así aunque no tenga idea de na'. No es exactamente un songfic, pero casi.

En fin, quien sea que ande aquí: ¡gracias!

:)

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