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06 || matter of fate

Kim Yewon

Un rato después, la situación cambió de rumbo y todos olvidaron lo que mi hermano decía acerca de Jungkook y de mí. Por lo visto, le encantaba la idea de que su entrenador de boxeo acabase siendo también su cuñado, pero no recalcó demasiado el asunto y el grupo se dividió en pequeñas agrupaciones.

Uno de los amigos de mi hermano hablaba conmigo y con Jungkook. Él no se había separado de mi lado desde que llegó y yo lo agradecía porque no me apetecía mucho hablar con un chico que ni siquiera ofrecía una charla sustancial. Las intervenciones de Jungkook eran cruciales para el ritmo de la conversación.

Y pensar que él mismo me había dicho esa tarde que era algo tímido entre desconocidos ...

—Jungkook —Al buscar al dueño de esa voz, identifiqué al chico que había venido con Jungkook. Debían trabajar juntos—, vamos a salir a fumar. ¿Vienes?

—Yo sí me apunto —dijo el amigo de mi hermano que había estado con nosotros hasta entonces.

Yo me puse rígida, pero no miré a Jungkook. No habíamos hablado mucho sobre el proceso de desintoxicación, así que no estaba segura de que hubiera vuelto a fumar. Si fuera así, me habría sentido decepcionada. Sin embargo, no era algo que quisiera comunicarle. Su vida solo era asunto suyo y yo no tenía voz en ella, por lo que ...

—No —se pronunció él—. Lo estoy dejando, hyung.

El aire entró en mi interior de manera entrecortada. El miedo a que su respuesta hubiera sido otra me había paralizado.

—Mierda, es verdad —Recordó su compañero. Apenado por sacar el tema a relucir, se disculpó sinceramente—. Siento haber preguntado.

Jungkook agitó su mano, restándole importancia a la pregunta. La costumbre le había empujado a hacerlo. Era normal y comprensible.

Seguidamente, se marcharon y salieron del bar por la puerta principal.

Por primera vez en toda la noche, estábamos solos, aunque mi hermano, Nari y Jihoon estaban a poco metros. Yo aguardé unos segundos, conteniéndome por si Seojun volvía a interesarse por lo que había entre Jungkook y yo. Para mi alivio, nada de eso sucedió y siguieron hablando de algo entre risas.

Ninguno se atrevió a romper el silencio. Jungkook decidió terminarse su cerveza para hacer tiempo mientras elegía las palabras adecuadas o yo me animaba a abrir la boca y producir sonido.

Él estaba apoyado en la barra. Casi todo el peso de su cuerpo recaía en su codo izquierdo. Dio un último trago a la bebida.

—¿Has cenado? —Dudé.

Jungkook, que no había estado mirándome por pudor, rastreó mis ojos rápidamente y se separó el vaso de los labios.

Podría haber dicho que sí había cenado, pero algo me decía que no lo había hecho y le honró contestar con la verdad.

—No —Esclareció.

Dejó el recipiente vacío sobre la barra y se relamió las comisuras. Mi pulso se disparó al comprobar cómo jugaba con su piercing.

—Es horrible beber con el estómago vacío —Especifiqué. Él, que no entendía muy bien adónde quería llegar, arqueó sus cejas. Sin justificarme, agarré la manga de su bomber y me insuflé de coraje para tirar de él hacia la otra salida del local—. Vamos.

—¿A dónde ...?

No concluyó la interrogativa y se dejó arrastrar por mí a través del establecimiento. La puerta por la que salimos al exterior no era tan visible. Así pues, los fumadores se encontraban en la calle contraria y nos recibió un aire limpio, exento de un humo que ni él ni yo queríamos oler.

Me abroché la chaqueta y Jungkook hizo lo propio con la suya. Cada vez hacía más frío por las noches. En unas semanas, toda la ciudad andaría con guantes y bufandas para protegerse del fuerte descenso de las temperaturas, que ya anunciaban el invierno.

—Saltarte las comidas tampoco ayuda cuando estás dejando de fumar —Alegué y ambos tropezamos con las pupilas del contrario. Tragué saliva en secreto y continué explicándome—. Solo quieres llevarte algo a la boca, sea lo que sea.

Entonces comprendió a lo que me refería y una media sonrisa acompañó su bonita mirada.

—Tienes razón —Afirmó y se guardó las manos en los bolsillos de su chaqueta. Demasiado susceptible a cualquiera de sus gestos, emprendí el camino hacia una de las avenidas principales de Gangnam. Allí había una tienda de conveniencia que bastaría para que Jungkook se llevara algo sólido al estómago—. Ha sido una casualidad que tú y yo ... —Le oí decir y reducí la velocidad. Él no tardó en colocarse a mi derecha—. Es decir, tu hermano ...

—¿Entrenas a mi hermano? —pregunté, consciente de que así era.

—Sí. Desde hace un par de meses —comentó.

—Qué coincidencia.

—Es un buen tipo —Jungkook no era del tipo de personas que mentía por agradar—. Es gracioso que lo que te decía esta tarde fuera ... Justamente esto —Señaló. Si hubiera accedido a ir con él, mi hermano habría montado un escándalo, pero la situación era demasiado graciosa en mi cabeza. La escena me arrancó una sonrisa suave, pasajera—. Parece que no fue casualidad.

Con ese comentario me despistó. Desubicada, lo miré mientras esperábamos a que un semáforo diera luz verde a nuestro esporádico paseo.

—¿El qué?

Jungkook contempló la confusión en mis facciones y se tomó su tiempo para responder.

—Que nos conociéramos —Declaró, dejándome de piedra—. Si no hubiéramos hablado aquella noche ... Habríamos terminado encontrándonos aquí igualmente —Su sonrisa terminó por aplastar mi revolucionado corazón.

Parece cosa del destino.

Eso era lo que estaba intentando decirme.

Un pitido indicó que ya podíamos pasar al otro lado de la calle. Me refugié en aquella escapatoria y reanudé la ruta que ya se había disipado de memoria a raíz del sobresaliente razonamiento de Jungkook.

—Sí —dije con la boca pequeña y un sonrojo insufrible.

Ante mi denso mutismo, Jungkook debió creer que se había sobrepasado. No había sido así. Solo ... Solo me pilló desprevenida y sin capacidad de defensa. Tampoco quería defenderme de aquello porque me parecía ... Me parecía una forma preciosa de entender nuestra relación, pero era demasiado romántica para una persona tan poco acostumbrada al romanticismo como yo.

A medio camino, él carraspeó, haciéndose notar.

—¿Por qué no te acercas al gimnasio un día? —Interrumpió mi bochornosa incapacidad de hablar.

Que cambiara de tema fue una bendición para mí.

—¿Yo?

—Sí —Asintió—. La primera sesión es gratis y podría monitorizarla, si quieres —Se ofreció a ayudarme en todo.

La invitación se me antojó tremendamente curiosa, incluso divertida. Al contrario que él, yo no era una persona deportista. Si bien no me molestaba hacer algo de deporte cuando tenía tiempo libre, mi vida no giraba en torno a ello. Jungkook estaba tratando de encontrar algo que nos hiciera pasar un poco más de tiempo juntos. Mientras ninguno de los dos se atreviera a pedirle una cita al otro, podía ser una buena excusa para vernos.

—¿Te encargarías tú? —le pregunté, ladeando la cabeza con tal de observar su reacción.

—Soy entrenador de boxeo, pero también tengo la licencia de entrenador de gimnasio —Aseguró que era el indicado para esa tarea. De un momento a otro, nuestros ojos se cruzaron y él, por primera vez desde que nos conocimos, apartó la mirada—. Las primeras veces es bueno que alguien te guíe para evitar sobrecargar los músculos y esas cosas.

—¿Y esas cosas? —Se me escapó una risilla.

Él parecía avergonzado de haber sido tan ambiguo, pero ese repentino ataque de timidez no le impidió justificarse y sonreír a la misma vez.

—Hablaría con más propiedad, pero es evidente que me pones nervioso, así que ...

¿Dice que le pongo nervioso? ¿Entonces, qué es lo que me hace él a mí?

No buscaba ensañarme con el asunto. Por tanto, dirigí la vista al frente y no insistí. Divisé la señal lumínica de la tienda de conveniencia en la esquina de la siguiente calle.

—Puede que vaya —Reconocí, ligeramente interesada en esa sesión monitorizada porque era la forma más sencilla de estar con él—. ¿Estás allí todas las tardes?

—Sí. Suelo cerrar yo —Confirmó lo que ya sospechaba—. Si me avisas, haré un hueco para ti sin problema.

—Te avisaré si decido ir —Le prometí.

—Vale —Se contentó con mi buena predisposición y llegamos a las puertas de la tienda.

Yo ya había cenado y no tenía hambre, pero Jungkook, una vez nos sentamos en una de las mesas que adornaban la entrada externa de la tienda, se empeñó en que probara algo de lo que había cogido. Lo había pagado yo, a pesar de sus duras quejas, por lo que no me quedó más remedio que sacar el segundo par de palillos que el dependiente le había dado y agarrar un pedazo del gimbap de tortilla.

A petición mía, se llevó varios platos. La mayoría de ellos eran comidas calientes. La noche era fría y solo quería que entrara en calor y se llenara el estómago. Después de estar entrenando toda la tarde, me molestaba que no hubiera podido cenar nada. Tenía que recuperar las fuerzas de alguna manera.

Según dijo, el tteokbokki picante y el kimchi eran los más deliciosos. Solo con ver su cara cada vez que probaba un bocado sabía que era verdad. Cuando me di cuenta de que estaba sonriendo, me llevé la mano a la boca y la tapé disimuladamente mientras Jungkook devoraba otro pedazo de aquel tteokbokki tan rico.

Sus facciones hacían que pareciera enfadado, pero no era más que la forma que tenía de expresar lo sabroso que estaba todo. Averiguar eso de él me hizo sonreír todavía más. Me estaba mostrando una parte de sí mismo, sincera y real, y me sentía una maldita privilegiada.

Después de tragar el segundo trozo de gimbap, analicé cómo destapaba el cubo de ramen y una hilera de vapor escapaba del recipiente. Él comenzó a soplar los fideos antes de llevárselos a la boca y yo me aproveché de esos segundos para volver a mirar los piercings que adornaban y daban armonía a su atractivo rostro.

—Te has hecho piercings —dije sin pensar.

Jungkook alzó la barbilla y me miró. Todavía estaba masticando los fideos cuando se dispuso a hablar.

—¿Piercings? —Cayó en la cuenta de esa noche sí los llevaba y, aunque ya imaginaba que no eran recientes, esperé a que él me lo expresara—. En realidad los tengo desde hace más de un año. Me los quito para entrenar y casi siempre se me olvida ponérmelos —Era algo tan propio de él que me asustó verlo de ese modo porque significaba que empezaba a conocerle mejor, lo que implicaba otras cosas mucho más comprometidas—. En el boxeo es peligroso que ...

—Te quedan bien —Corté su explicación de sopetón.

Con las mejillas llenas de comida, parpadeó varias veces. Casi acobardado, se concentró en remover mejor el ramen caliente. El rubor no tardó en subir a sus pómulos para luego atacar los míos. Lo dije como si nada, pero en realidad estaba piropeándolo y tardé demasiado en entenderlo.

—Gracias —contestó al cabo de unos segundos de reflexión. Haberle hecho sonrojar no se sintió como un premio, sino como el descubrimiento de una nueva debilidad que ni siquiera sabía que existía dentro de mí—. ¿Sabes? —Me forcé a contemplar su semblante, aunque él estaba enfocado en marear el ramen una y otra vez—. Me asusté cuando vi que Seojun tenía el brazo sobre tus hombros.

No pude coger otro pedazo de gimbap con los palillos. La impresión fue tan grande que únicamente sostuve la nada.

—¿En serio? —Titubeé.

Jungkook clavó sus ojos en mí.

—Sí.

Lo supe tan pronto como él me miró y sus pupilas no recorrieron mi rostro, sino el brazo de mi hermano. Un gesto como ese solo podía implicar un alto grado de complicidad y cercanía y yo misma percibí el temor en sus palabras. Por eso aparté a Seojun. No quería que se confundiera y que creyera que había algo más entre nosotros. Ese también fue el motivo de que corriera a decir que éramos hermanos.

Pensándolo mejor, yo me había asustado igual que él, aunque nuestras posiciones no eran idénticas y Jungkook debía haber experimentado un miedo mucho más grande.

No era comparable porque había visto a la chica que le gustaba demasiado cerca de otro hombre y era algo con lo que no contaba. Por suerte, había podido corregir ese malentendido y no había trascendido, pero saber que Jungkook lo había pasado mal, incluso si había sido así durante cinco segundos, me molestaba. Me molestaba que hubiera creído algo que no era verdad.

—Pues no te preocupes —Intenté que me notara más animada—. Seojun es el único hombre que me soporta, y, a veces, ni eso —dije, burlándome de mi penosa vida amorosa.

—¿Y yo no cuento? —inquirió antes de llevarse un poco de tteokbokki a la boca.

¿No me ves como un hombre?

Mi cuerpo reaccionó con un estornudo. No supe muy bien si nació de la corriente que soplaba a esas horas o fue un acto reflejo de mi organismo frente a la inesperada pregunta de Jungkook.

—¿Tienes frío? —Se preocupó, especialmente cuando volví a estornudar. No sentía frío ni me encontraba mal, pero él se levantó de la silla y se desabrochó la bomber—. Toma —dijo, sacándose las mangas.

—No hace falta —Rechacé su ofrecimiento—. Estoy bien.

Jungkook ya se la había quitado. Rodeó la mesa y se situó a mi lado para darme su chaqueta.

—Póntela —Demandó, echándola sobre mis hombros—. Está caliente y no huele a tabaco. La he recogido de la tintorería esta mañana —Me explicó.

Yo no lo decía por eso, pero fue todo un detalle que hubiera pensado en que el olor a tabaco me incomodaría.

Debajo de la bomber traía una sudadera gruesa. Su insistencia me obligó a aceptar la prenda, muy en contra de lo que habría pretendido por cuenta propia. Nunca se la habría pedido. Si pasaba frío por mi culpa no me lo perdonaría, pero él ya estaba regresando a su asiento y, ciertamente, la bomber desprendía tal calidez que no tuve el valor de negarme.

—Gracias —Se lo agradecí.

—No hay de qué.

Sonrió de un modo tan dulce y asesino que me martilleó el pecho con una intensidad incomprensible. Incluso sus ojos sonrieron a la par, y no hubo forma humana de sacarme de la cabeza esa imagen de Jungkook sonriendo con cada fibra de su ser tras mi agradecimiento.

Y continuamos cenando, aunque él más que yo, tal y como correspondía.

Por otro lado, la conversación se había vuelto banal, sin mucha profundidad. Debería haber seguido en ese sentido, pero algo rondaba a Jungkook, y así me lo hizo saber a los minutos.

—Yewon —Me interpeló.

—¿Qué? —Me limpié los labios con una servilleta.

—¿Te ha molestado que le dijera a Seojun que ya nos conocíamos y que me interesas?

La pregunta fue tan inesperada que me costó elaborar una respuesta tajante.

—¿Eh? No —Desmentí su suposición—. Solo hablará de ello y tratará de burlarse de mí. No es nada a lo que no esté acostumbrada —dije con algo de burla.

—¿Estás siendo sincera? —interrogó, desconfiado.

El marco de sus facciones dejaba entrever que realmente se sentía responsable por haber hablado más de la cuenta. Temía haberse explicado en exceso en lugar de callar y guardar lo que compartíamos para nuestra intimidad. Sin embargo, no me importaba en absoluto que se lo hubiera contado a mi hermano. No intentaba mantener en secreto el tipo de relación que teníamos, pues no era más que una amistad cualquiera. Si evolucionaba y cambiaba de estado ... Eso no era algo que pudiera saber en esos momentos, ni yo ni nadie, así que no había nada de malo en que Seojun hablara y especulara sobre Jungkook y yo con sus típicas bromas.

—¿Por qué no lo sería? —Fruncí el ceño.

—Es que te noto rara —Evidenció él.

El ardor se afianzó en mis mejillas.

—¿Rara?

Si estar rara se resumía a no saber cómo controlar mi nerviosismo cuando él estaba cerca, entonces tenía toda la razón porque desde que lo vi aparecer en el bar no había logrado calmar mi frenético pulso.

Él sospechaba de que no me encontraba igual que siempre, pero, ¿cómo iba a confesarle que todo era por él y por lo que empezaba a provocarme?

—Sí, es como si ... —Titubeó, sopesando qué podría estar sucediéndome para no actuar como siempre.

—Creo que tengo un poco de frío ... —Mentí.

—¿De verdad? —Se volcó en mí de nuevo, verdaderamente inquieto ante mi comentario—. ¿No puede ser que tengas fiebre o algo así?

Él se levantó de su asiento.

—Lo dudo —murmuré.

—Deja que lo compruebe ... —Y se agachó para revisar con el dorso de su mano si el calor que escapaba de mi frente era preocupante. Tenía la piel fresca, aunque no helada, pero el sofoco que sufría no me dejó más alternativa que pensar en lo agradable que se sentía su roce—. Tu temperatura parece normal. ¿Seguro que te sientes bien? —me preguntó, alejando la mano de mi cara.

Jungkook me miró y debió vislumbrar el sonrojo con el que apenas podía luchar.

—Estoy ... Perfectamente —Aseguré.

Con los ojos puestos en los palillos que aún sostenía entre mis dedos, recé para que mi corazón no se desbocara otra vez. Lamentablemente, no obtuve la respuesta deseada.

—Claro. Sí —No fui capaz de ver su rostro, pero los nervios le habían aturullado la boca. Lo percibí en el traspiés que dio al contestar—. Solo eran imaginaciones mías. Perdona —Tomó asiento y fingió que aquella no había sido la segunda vez que su piel y la mía se tocaban.








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15/12/2024

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