03 || why don't u go out with me?
Kim Yewon
Una hora y media más tarde, con un poco más de alcohol en sangre y un exacerbado hechizo debido al cual hablar con Jungkook ya no era una pérdida de tiempo, él pausó la charla en busca de su paquete de cigarros y de su mechero. El primero salió fácilmente del bolsillo derecho de su chupa de cuero, pero el encendedor no hizo acto de presencia.
Entretanto, yo me di cuenta de que no había hablado con nadie más que él. Tampoco había buscado a Nari. Había decenas de personas en aquel sitio y, a pesar de la variedad y de la posibilidad de elegir a otros para conversar, solo me apetecía estar sentada a su lado.
Me agobié sin remedio y lo siguiente que recuerdo es analizar el fino cristal del vaso vacío que tenía entre mis dedos.
—Oye —Su voz me trajo de vuelta a un escenario relajado y distendido que me agradaba en exceso. Con una mueca divertida bailando en sus labios, formuló la pregunta del millón—, ¿sigues teniendo ese mechero?
Y así fue cómo acabé saliendo a la calle para encenderle un segundo cigarro y hacerle compañía durante esos minutos de receso.
Al poner un pie en la calle, me embutí en la chaqueta que había traído. Había un viento frío muy desagradable.
—¿Cómo puede ser que fumes y nunca lleves un mechero encima? —Saqué el objeto de mi bolso.
Jungkook escogió un cigarrillo de la caja. Estaba prácticamente intacta, lo que me sorprendió. A lo mejor acababa de comprarla.
—Es solo en esta chaqueta ... —Guardó la cajetilla en su bolsillo y, en lugar de acercarse a mí y pedirme que lo encendiera para él, me arrebató el mechero de la mano—. Ya estás tú para darme fuego, ¿no?
Él avivó la llama a través del pulsador y entonces extraje la razón de su movimiento; las ráfagas de viento dificultaban mucho la tarea de encender la colilla. Sin embargo, no requirió más de tres intentos antes de prender la punta del pitillo. Tenía práctica.
—Seguro que sí —murmuré, tomándolo de vuelta.
Lo resguardé dentro de mi bolso sin mirar, pues mis ojos estaban ligados a la forma en que Jungkook exhaló una primera y densa bola de humo.
—Ah ... —Metió su mano izquierda en un bolsillo, protegiéndola del frío que ya se hacía eco a mediados de octubre—. Necesitaba uno ...
—El mono es horrible —dije una obviedad.
Esquivando el aire nocturno, me encogí y descansé la espalda contra una pared de la entrada de aquel bar. Recogida en aquella esquina no sentía tanto el descenso de la temperatura.
Jungkook, por su parte, no imitó mis acciones. En su lugar, se colocó frente a mí. No me resultó difícil descifrar el porqué, puesto que la dirección del viento me habría echado el humo a la cara si no se hubiera tomado la molestia de elegir esa posición.
Era tan considerado que dolía. Dolía ver el cigarro entre sus dedos índice y corazón.
—Sí ... Pero este no es por el mono —Alegó, convencido.
—¿Ah, no?
—Es mi recompensa por haberte encontrado —respondió.
Ante mi estupefacción, él se regodeó dando otra calada y sonriendo ampliamente.
El rubor volvió a instalarse en mi rostro. Enfurruñada, miré hacia el otro lado de la calle.
¿Por qué demonios me cogía siempre tan desprevenida?
—Ni que me hubieras estado buscando ... —comenté, abogando por la incredulidad para defenderme de sus tácticas de seducción.
—¿Pasaría algo si lo hubiera estado haciendo? —Levantó sus cejas sin perder detalle de mis facciones.
—Te llevarías un chasco.
—¿Por qué, según tú?
—En tres semanas no he dejado de odiar el tabaco, ¿sabes? —declaré, resaltando el límite que ya puse cuando intentó ligar conmigo por primera vez.
Jungkook asintió y observó la acera a nuestros pies.
—Este es el tercero de hoy —me explicó de repente—. Lo estoy dejando.
Si bien no esperaba oír esas palabras, no permití que la emoción se leyera en mis ojos.
La mayoría no cumplía. La mayoría recaía porque estábamos hablando de una droga y no es fácil librarse de algo así después de haberlo consumido a diario durante años.
—Bien por ti —Suavicé el tono—. Tus pulmones te lo agradecerán.
—Mi madre también quiere que lo deje —Me puso al tanto. Parecía realmente consciente de la mierda que se metía en el organismo cada vez que daba una calada—. Creo que lo consideré más después de hablar contigo aquel día.
Una tonta sonrisa recorrió mis belfos.
Él la miró como si fuera la más bonita del universo.
—¿Tanto te gusté? —hablé, sarcástica.
Las esquinas de sus comisuras rosadas ascendieron igual que el humo que subía hacia el cielo y su nariz hizo un mohín adorable.
—Sí, pero ese no es el punto —Se relamió—. Creo que es una pérdida de dinero.
Su fundamento me desarmó por completo y la sonrisa se transformó en una hilera de risas que jamás le habría dedicado a un adicto a la nicotina. Solo las obtuvo por ser él. Por haber conseguido un imposible.
—¿Vas a empezar a ahorrar lo que te gastas en cigarros? —cuestioné, verdaderamente impresionada.
La gente tendía a dejar las adicciones más perjudiciales en pos de cuidar de su salud, no para salvaguardar su economía.
—Es un gasto innecesario y no es que lo disfrute mucho —Reflexionó al respecto. Estaba siendo sensato—. Supongo que empecé a fumar porque la gente con la que salía también lo hacía.
—Eso es que eres demasiado influenciable —Lo insulté en broma y él puso los ojos en blanco. Provocó mi sonrisa, que parecía haber cobrado vida propia—. Además, con los amigos que tienes, no me extrañaría que te hubieran ofrecido otra clase de cosas —Añadí.
—Probar no es un delito —Acreditó, jocoso.
En esa ocasión fui yo quien rodó la mirada.
—Lo que tú digas ...
Cerré mejor mi pecho y crucé los brazos de forma que el ululante viento no me robara la calidez.
La sangre me hervía y viajaba por mis mofletes impulsadas por la dinámica de aquella conversación. Hería mi orgullo. ¿Cómo no iba a herirlo si Jungkook estaba luchando contra todo con tal de ganarse una de mis sonrisas? Era irritante y ofensivo, pero me generaba un placer inexplicable.
Ojear la punta de mis botas fue la vía de escape más segura, aunque escuché a las mil maravillas la exhalación de Jungkook. Pensé de nuevo en su boca y bajé mis párpados con virulencia, lo que acentuó esa imaginación tan estimulada después de comprobar la curiosa compatibilidad que había entre nosotros.
—Yewon —me llamó.
—¿Qué?
—¿Por qué no sales conmigo? —Ahogué otra carcajada y entreabrí los ojos—. Pertenezco al afortunado grupo de hombres que entran en tu prototipo, ¿no?
Al escrutarlo, me sentí intimidada y ... Y desnuda. Jungkook me hablaba como si tuviera la certeza de que estaba sufriendo un conflicto sin precedentes entre lo que latía en mi pecho y las palabras cuerdas de mi mente.
—¿No me escuchas cuando hablo? —Advertí.
Se llevó el cigarro a los labios, pero no fumó. Por el contrario, se perfiló la comisura inferior con el pulgar. No había burla en su mirada, sino un deseo espeso y oscuro.
—Eres tan hermosa que me cuesta.
Volví a reír, acorralada.
—Genial ... —Respiré con cierta dificultad—. Fumador que juega a ser un playboy ...
—¿Eso tampoco te gusta? —Finalmente, se empapó de una buena dosis de la colilla que titubeaba entre sus falanges.
—Lo cierto es que no —Expuse.
La amenaza de una sonrisa rota se cernió sobre su rostro.
—Eres exigente —describió mi actitud.
—Lo sé. Y estoy orgullosa de serlo —repliqué.
Debía parecer que quería espantarlo con mis malas formas, pero en realidad no era mi intención. Solamente estaba defendiéndome de unos ataques a los que no me acostumbraba.
—Pero no me mandas a la mierda —Recalcó. La situación le divertía con ganas—. Creo que sí te gusto un poquito —Me retó.
Me habría deshecho de cualquier hombre. Incluso si hubiese respondido al mismo perfil que él, el tabaco no le otorgaba ni la más mínima posibilidad de engatusarme. En cambio, había algo en Jungkook que me frenaba. Sacaba mi vena más mordaz, me ponía a la defensiva y lograba que me lo pasara bien en un tira y afloja casi ridículo.
Si hubiese sido otro, me habría librado de él. Pero, precisamente porque era él, resistiría cualquier protesta mía.
—No soy tan maleducada como para mandarte al cuerno —le dije, incapaz de reconocerme en esa oración—, aunque no me faltan motivos —Esclarecí.
Jungkook me admiraba encandilado.
¿Qué tenía yo que le gustara tanto?
—¿Me das tu número?
Me cubrí la cara con ambas manos, a punto de estallar a reír como método de autodefensa.
No me iba a dejar escapar.
Mis piernas temblaron tan pronto como entendí aquello.
—¿Estás de broma? —clamé, temblorosa.
La voz también se me entrecortó.
—Así podré darte la buena noticia de que he dejado el tabaco y no tendrás más remedio que aceptarme una cita —Me hizo partícipe de su malvado plan para conquistarme.
—¿Crees que me gustan los hombres insistentes? —Fruncí el ceño.
Él movió su cabeza y empujó la lengua contra su mejilla. No sabía qué significaba ese gesto, pero me dejó aturdida y con un arsenal vacío.
—Simplemente estoy decidido a que me des una oportunidad —Porfió, incansable.
—No me gustan las citas —Perseveré con lo primero que se me ocurrió. Ni siquiera era cierto, pero ya no importaba—. Implican expectativas a la hora de conocer a alguien —Agregué a mi discurso.
—Podemos empezar siendo amigos —Se chupó los labios, tenso y desesperado—. ¿Qué opinas?
La bola en mi garganta no abrió paso a ninguna queja más.
Miré hacia mi izquierda, hacia mi derecha, y suspiré a modo de rendición. No podía batallar contra la química que él también había notado.
Cuando extendí mi brazo en su dirección, Jungkook me observó con los ojos más optimistas y sinceros del mundo entero.
—Tu móvil —Demandé.
Feliz, se ancló el cigarro, ya medio acabado, entre los labios. Mientras buscaba su teléfono en el bolsillo de sus pantalones, no pudo disimular la alegría y se pavoneó de su saber hacer.
—Soy el mejor en esto ... —Verbalizó, entregándome su móvil desbloqueado.
Resoplé, mostrando abiertamente mi desacuerdo, y entré en la agenda para guardar mi número entre sus contactos.
Solo hubo una cosa que me llamó la atención y es que, cuando abrí la aplicación, esta se encontraba en el apartado de favoritos y el primer nombre que sobresalía en la corta lista era el de madre. Ver que la tenía agregada con un corazón junto al nombre fue mortal y solo al clavar los incisivos superiores en mi labio inferior impedí que una sonrisa delatora exhibiera la conmoción que me sacudió.
El segundo en la lista era su padre. Nadie más la conformaba.
Después de aquel desvío, pulsé en el menú principal y tecleé los dígitos de mi número rápidamente.
El aparato regresó a las manos de su dueño diez segundos más tarde. No obstante, Jungkook no revisó nada. Dejó el móvil olvidado en el fondo del bolsillo y fumó con más vehemencia.
Interesada en su tranquilidad, hablé.
—¿No vas a llamarme?
Él me miró, confundido por la sugerencia.
—¿Ahora? —Yo asentí—. Te tengo delante —Rio.
—Puedo haberte dado un número que no es el mío —Manifesté—. Es una buena manera de quitarse de encima a pesados como tú.
Negó de lado a lado, sonriendo.
—No lo has hecho.
Consumió más el cigarro y soltó el humo lentamente.
—Te veo muy seguro —Subrayé su templanza.
Algunos de sus pendientes chocaron entre ellos. El agudo sonido me sedujo. Fue injusto y sofocante.
—Porque sé que te he gustado más de lo que reconocerás jamás —Apuró el pitillo, que tenía los segundos contados, y se aproximó a mí. Apenas pensé en nada. El olor a tabaco me aturdió. Jungkook aplastó el cigarrillo en un cenicero en el que no reparé hasta entonces y, una vez apagado, se creó una nueva distancia entre él y yo—. ¿Entramos?
Abrió la puerta del bar para mí y yo salivé.
Por favor, que se canse de mí, que encuentre a otra chica para pasar el rato, que pierda el interés en la cascarrabias de turno y se vaya tras las faldas de una mujer más receptiva.
Pero implorar por algo de eso no era lo que quería. Enfurecida conmigo misma, pasé frente a Jungkook y entré en el local con premura.
🚬🚬🚬
17/11/2024
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