01 || hey, u have light?
Kim Yewon
Pasadas las doce, salí del bar para tomarme un respiro. No me gustaba estar allí; sirviendo copas constantemente, escuchando gritos por doquier y perdiendo audición debido a la música, que siempre estaba demasiado alta. Sabía que solo sería esa noche y que lo hacía por mi hermano, pero había perdido la cuenta de todas las veces que revisé mi reloj de muñeca. Sin duda, estar en ese antro hasta las tres de la madrugada me pasaría factura.
Rebusqué en mi bolso negro y rescaté mi teléfono, imaginando que mi hermano querría saber cómo estaba yendo la noche. Leí algunos mensajes suyos en la bandeja de entrada y me propuse responderle antes de que aquel pequeño descanso terminara. Sin embargo, unas voces me desconcentraron.
—¡Eh, guapa!
—¿No es la camarera? —comentó un segundo chico.
Por la dirección de sus berridos, deduje que estaban a mi derecha, a pocos metros de mí, pero no perdí el tiempo con ellos y, y haciendo caso omiso de sus malas formas, desbloqueé mi teléfono.
Al ignorarlos, se sintieron todavía más en el derecho de reclamar mi atención.
—¡Te estamos hablando! —gritaron de nuevo, a lo que mis dientes rechinaron—. ¡Aquí!
—Estúpidos ... —Los insulté en un susurro que apenas tuvo alcance.
—¿Por qué no vienes un rato, bonita? —Insistieron, irritándome más y más.
Ya en el chat de mi hermano, tecleé la respuesta que buscaba, aunque no pude ignorar las palabras de aquel grupo de monos que se había reunido fuera del local. Seguramente habían salido a fumar, como era habitual.
—Vuestra forma de ligar es horrible, chicos.
La intervención de ese individuo fue más moderada, como si estuviera pensando por sí mismo, plenamente consciente de que apelar a una desconocida de ese modo era de lo más desagradable e incómodo.
—Cállate, Jungkook —Escupió uno de esos cerdos—. No hables como si tuvieras una técnica infalible.
Varios le rieron la gracia.
Yo solo retuve aquel nombre que no me sonaba de nada, pero que me ayudaba a ubicar al único individuo que conectaba más de dos neuronas dentro de una manada de salvajes.
—La tengo, pero unos animales como vosotros no merecéis conocerla —Alegó él, creciéndose en medio de esa panda de ineptos.
—¡Fíjate! ¡El niño se cree mejor que sus mayores!
—¡Serás creído! —Rieron de nuevo, burlándose del chico.
Escuchar cómo abusaban de la confianza que se tenían para hacer de menos a ese tal Jungkook me molestó tanto que poco me faltó para volverme hacia el grupito de matones de tercera y mandarlos al infierno. Por desgracia, un par de tipos salieron del bar en ese preciso instante y no estaban muy sobrios, ya que tropezaron conmigo de repente y mi bolso acabó en el suelo, con todo lo que había en su interior esturreado por la calle.
—¡Eh! —Alcé la voz y me giré en busca de los culpables.
Estos ya se iban alejando, entre risas y un fuerte tufo a alcohol que describía perfectamente el estado en que se hallaban.
—¡Perdona! —respondió uno de ellos, que trastabilló y a duras penas logró evitar el batacazo.
Decepcionada por aquel comportamiento, resoplé y me agaché para recoger mis enseres.
—Ni siquiera se dignan a ... —Comencé a balbucear, enfadada.
Una segunda mano con algún que otro tatuaje en los nudillos entró en mi reducido campo de visión.
Mientras cogía mi monedero, levanté la mirada y observé a la persona que se había acercado a ayudarme. Un chico, más o menos de mi edad, de cabello oscuro, peinado hacia un lado gracias a una buena capa de gomina, había tenido la decencia y la buena voluntad de hacer lo que debieron haber hecho esos borrachos.
Al mirarlo, no pude evitar fijarme en el cigarro que sostenía entre los labios para hacer uso de ambas manos.
Instintivamente, me aparté de él.
—Toma —Me tendió mi bloc de notas, un paquete de pañuelos y mi espejo de bolsillo.
Los tomé rápidamente, pero el roce de sus dedos latió en mi piel con una fuerza abrumadora.
—Gracias —contesté.
—¡Oye, Jungkook! ¿¡Esa es tu táctica!? —Así que se trataba de él. En realidad, su voz era idéntica a la del chico que oí segundos atrás. Vi cómo torcía los labios en una mueca de disgusto—. ¿¡Hacerte pasar por un niño bueno y educado!?
Guardé los objetos en mi bolso e hice espacio para mi monedero. Jungkook recogió también una cajita de chicles y una de mis cintas para el pelo.
—¡Con tías como ella lo único que funciona es ser duro! —clamaron, maleducados.
—¡Seguro que le gusta por detrás! —Apostaron entre burdas risotadas.
Yo suspiré, hastiada.
—Discúlpalos —Intervino Jungkook en favor de sus amigotes—. Han bebido demasiado. No suelen ser así.
—No me digas ... —dije a regañadientes.
Recuperé todas mis cosas y me incorporé al instante. Ignorando los improperios de aquellos tipos, cerré mi bolso y ojeé la pantalla de mi móvil, pero antes reparé en que Jungkook se quitaba el cigarro de la boca y expulsaba una bola de humo hacia su derecha, lejos de mí.
—¿Te han hecho daño? —preguntó.
—No —Comprobé los mensajes más recientes de mi hermano.
—Bien. ¿Necesitas que ...?
Su hospitalidad no era necesaria y así se lo hice saber.
—No —Fue la primera vez que sus ojos y los míos se entrecruzaron. Mantuve la firmeza en mi voz a pesar de la intensidad con que sus pupilas castañas me escrutaban—. Mejor ve con ellos y haz que se callen antes de que llame a la policía —Eché un vistazo a los fumadores que se creían con el derecho de increparme—. No tengo paciencia para aguantarlos ... —mascullé de mal humor.
Jungkook retrocedió medio paso y evaluó al descortés grupo.
—Creo que yo tampoco ... —Confesó.
—¿Y eres su amigo? —comenté, ligeramente sorprendida.
Jungkook me miró, resignado.
Era atractivo. Muy atractivo. Me pareció una verdadera lástima que sus malos hábitos estuvieran echándome lejos de él porque no actuaba como esos imbéciles, sino como una persona normal y corriente. No se le veía un mal chico.
—Eso parece.
Dio otra calada y el humo, si bien tomó un rumbo contrario a mi posición, caló en mis fosas nasales de igual manera.
No dudé en dar por finalizado el descanso. Había salido con la intención de respirar aire fresco, no de lidiar con ese pestilente olor que tan malos recuerdos me traía.
—Pues buena suerte haciendo de niñera —Le deseé, volviendo dentro del local.
Al final, el dueño del bar me dijo que podía irme antes de la hora acordada. A las tres menos cuarto, solo quedaban un par de borrachos que no tenían muchas ganas de moverse de su mesa, pero no parecía una situación extraña y me aseguró que encargarse de tipos así era el pan de cada día en su trabajo. Por lo tanto, tomé mi bolso del almacén y dije adiós al mismo tiempo que salía del establecimiento, sintiéndome liberada por fin y jurándome a mí misma que nunca más le haría un favor de esa clase a mi querido hermano mayor. Si estaba enfermo y perdía un turno en su trabajo de los fines de semana, tendría que buscar a un sustituto en otra parte.
Pensando en ello y en cómo le exigiría una cena después de una de las peores noches de toda mi vida, agarré mi móvil y valoré cuál sería la mejor opción para volver a casa en mitad de la madrugada.
—Oye —Alguien me llamó. Descubrí que era el chico que me ayudó a recuperar mis pertenencias después del golpe con aquellos borrachos, el que respondía al nombre de Jungkook—, ¿tienes fuego?
Caminó hacia mí.
Descaradamente, me tomé unos segundos para analizar su vestimenta. Pantalones cargo negros que dejaban entrever unas botas militares, un tanto prematuras para estar a finales de septiembre, y una sudadera negra con detalles metálicos en las mangas. El conjunto le sentaba bien, de eso no cabía ninguna duda. Él también dedicó aquellos instantes a darme un buen repaso, reparando en mi falda de tablas, que apenas llegaba a la mitad de mis muslos, acompañada de unas medias oscuras rotas cerca de la rodilla y una camiseta de manga larga ajustada. No debió disgustarle mi atuendo porque lo revisó a conciencia, sin dejar escapar ningún detalle a sus curiosos ojos.
—¿Tengo pinta de fumadora? —pregunté, arqueando una ceja.
Él me regaló media sonrisa y se retiró la colilla intacta de sus comisuras.
—Un poco —bromeó.
Solo intentaba entablar una conversación en la que yo no estaba interesada.
—Pues te equivocas —Decreté, buscando en la aplicación un taxi disponible a esas horas de la noche—. Aprecio lo suficiente mi vida como para alejarme de esa mierda.
—Entonces ...
Ante su interrogativa, comprendí que había visto el mechero que llevaba en mi bolso cuando este cayó a la acera. Fue el primer objeto que recogí, incluso antes de que él se agachase y me echara una mano, pero debió verlo mientras se aproximaba. Solo eso justificaba que me hubiera pedido fuego directamente.
Aunque no hacía eso con nadie que usaba aquella desgastada excusa para tantear el terreno, lo consideré y metí la mano en mi bolso. Lo haría solo a modo de pago por haberme ayudado cuando nadie le obligó a hacerlo.
Era un mechero antiguo. Uno de esos que no se venden en estancos, sino personalizado, con unos detalles característicos que se grabarían en la memoria de cualquiera. El chico percibió su calidad en cuanto moví la tapa con soltura y la llama prendió, emitiendo un sonido ágil y satisfactorio a oídos de fumadores como él.
Sin borrar su sonrisa torcida, empujó la colilla contra su boca y se inclinó. Puso el extremo del cigarrillo a la altura de la endeble llama y colocó su mano de tal forma que la corriente nocturna no pudiera extinguirla.
Yo me entretuve contemplando sus labios.
Un error de principiante cuando quieres alejarte de un tío que, claramente, busca algo contigo.
No tardó en encender el pitillo. El tal Jungkook se apartó, inhalando una buena bocanada de la droga.
—Gracias —Me lo agradeció, soltando el humo a la par—. No fumas, pero llevas mechero —Señaló—. ¿Por qué? ¿Gajes del oficio?
—No —Negué—. Odio el tabaco.
—Eso me confunde todavía más —comentó, contrariado.
—Tampoco es que pensase explicártelo —Me defendí, incómoda.
—Pero a mí me pica la curiosidad —Expuso, interesado en mi hermetismo—. ¿Es para encenderle el cigarro a gente como yo, que aprecia poco su vida? —Parafraseó mis propias palabras.
Con la dirección seleccionada, le di al botón y esperé a que me confirmaran que alguien vendría a recogerme a la calle contigua. El tick verde me dejó tranquila. Estaba deseando llegar a casa y dormir durante doce horas seguidas.
—En absoluto —le respondí.
—¿Es tu forma de ligar?
—No sé por qué querría ligar con fumadores empedernidos como tú —Recalqué que nunca me acercaría a un hombre que fumara cual carretero.
—Eh, no te pases —Fruncido su ceño, el desconocido se me antojó más tierno de lo esperado—. Ni siquiera gasto una caja al día.
—¿Quieres que te felicite por eso? —Me crucé de brazos y apoyé mi espalda sobre la pared.
Jugó con su labio inferior y lo chupó como si echara en falta algo.
—No estaría mal —Me confirmó, divertido.
No tenía nada que hacer hasta que el taxi llegara y no me sentía en peligro con él cerca. Me permití seguir con esa charla a pesar de que no conduciría nada. Nunca podría relacionarme con un fumador. No había cosa que rechazara más que el tabaco.
—¿Sabes? —Admiré la habilidad con que fumaba y echaba el humo por la esquina de su boca. Lo hacía para no molestarme mucho, gesto que agradecí en silencio—. Creo que el único que intenta ligar aquí eres tú. Y de una manera muy poco disimulada, además.
—¿Y funciona? —cuestionó, más atrevido.
—Nada de nada —Agité la cabeza de lado a lado.
—Ya veo que el tabaco es un problema para ti —Se lamentó.
—Sí. Uno enorme.
Apoyó su hombro izquierdo en la pared que ya soportaba el peso de mi cuerpo.
Me halagaba que un chico como él se fijara en mí y revelara sus cartas de una manera casi desvergonzada, pero no éramos compatibles.
—¿Nunca te han dicho que eres muy poco simpática para ser camarera? —interrogó, resaltando mi falta de tacto.
—Por suerte, no soy ninguna camarera —Aclaré su incorrecta suposición.
—Pero hoy estabas detrás de la barra ... —Titubeó.
Se me hacía adorable en ciertos momentos, lo que no casaba con sus aires de tipo duro.
—Solo estaba haciendo un favor —le dije la verdad detrás de mi presencia en aquel lugar.
—Ya veo ... —Valoró esa información—. ¿Y has acabado con el favor?
—¿Para qué quieres saberlo? —Lo miré, revelando mi interés.
—Para invitarte a salir —Declaró, confiado.
Seguidamente, alzó el rostro y soltó la siguiente calada hacia el cielo. La perspectiva me permitió ver lo marcada que era su mandíbula. Tenía un perfil asesino, de esos que te sacan el aire a patadas, y maldije de nuevo que fuera un adicto a la droga que más odiaba.
—Eres igual de pesado que los asquerosos de tus amigos —Manifesté así mi negativa a su proposición.
—Solo salimos de fiesta juntos —Se escudó en algo que no justificaba que tuviera amistades insoportables y maleducadas a ojos del resto del mundo—. No somos tan amigos.
—Pues yo de ti me cuestionaba si merece la pena que te relacionen con gente de esa calaña.
Chasqueó la lengua y ojeó su cigarrillo.
Las virutas calcinadas caían al suelo.
—No son tan ... —Pero me miró a la cara y mi semblante no le dio posibilidad alguna de escapar a la realidad—. Vale, vale. Tienes razón —Admitió que no eran trigo limpio—. Son unos hijos de puta.
Solo con ver la escena que montaron al verme sola en la calle ya se podía deducir que no eran tipos de buen corazón, precisamente.
—Reconocerlo es el primer paso —Un mensaje hizo que mi teléfono vibrara, avisando de que el taxi me esperaba en el punto acordado—. Suerte —Me despedí antes de emprender mi camino de regreso.
—¿Te marchas? —exclamó, perplejo ante el inesperado giro de los acontecimientos.
—¿Pensabas que me quedaría a hacerte compañía? —Agité mi mano derecha y, sin dar vuelta atrás, continué caminando.
—B-bueno ... —Se trabó y la idea de que era más tierno de lo que proyectaba a simple vista se hundió en mi mente—. ¡Oye! ¿¡Volverás por aquí!?
—¡Lo dudo!
—¡Entonces, dime tu nombre! —dijo, suplicando por cualquier dato que le invitase no perder toda esperanza conmigo.
Sonreí, alejándome.
Esa sonrisa solo surgió porque él ya no podía verla y, así, no me sentiría culpable por emocionarle. Había fracasado en su cometido, pero tampoco quería meter el dedo en la herida.
—¿¡Y qué harías con él!? —grité, secretamente decepcionada—. ¡Hazte un favor a ti mismo y deja la nicotina! ¡Hasta nunca!
Lo último que supe de él fue que me daba las gracias por haber contribuido a la paulatina destrucción de sus pulmones.
—¡Gracias por el fuego!
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09/11/2024
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