34 | El mejor regalo eres tú
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—¿Qué mierdas haces aquí? —la voz chillona de Jimin se dejó oir en una queja.
Jk alzó una ceja y lo miró confundido.
—-¿Cómo que qué hago? Trabajo, idiota —le contestó obvio sonando burlón.
—No seas imbécil, claro que lo sé. —rio mientras negaba— pero hoy no tendrías que estar aquí.
—Así es... —dijo V mientras entraba a la oficina— Hoy deberías estar en casa, relajado en calzoncillos o tal vez sin nada —comentó en un tono relajado haciendo reír a los demás— con una copa de vino en manos, o tal vez un ron mientras fumas un buen puro.
Los otros dos negaron entre risas mientras Jimin le daba un manotazo en el brazo, el pelinegro se levantó para ir hacia esos dos mamones que eran sus hermanos, los mayores abrazaron a su pequeño hermanito y le felicitaron por su cumpleaños.
—Pero no te creas ¿Eh? —apuntó V y Jk frunció el ceño— ya vuelvo —avisó saliendo nuevamente.
Al volver, lo hizo con una botella de champán y tres copas. Los tres rieron sabiendo que era el principio de un largo día.
Pero Jk mientras bebía de su copa y sus dos amigos peleaban por un tema que dividía sus opiniones, tenía en mente una cosa: El no haber recibido ni un mensaje hoy de su diablita.
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Pasos apresurados se hicieron sonar en la sala de la gran mansión Go... y ya todos sabían de quién se trataba.
—¿Lograste conseguirla? —la peliplateada preguntó acercándose a ella con rapidez.
—Sí, pero ten en cuenta de que le debes un grandísimo favor a Jimin —recordó con una sonrisa.
—Sí, sí... —le arrancó de sus manos el objeto y mordió su labio inferior al ver lo que le había pedido a Sook— ¡Eres la mejor amiga del mundo! por eso no te cambio por nada —la abrazó fuerte y luego corrió escaleras arriba para preparar todo.
Sook llegó a la habitación y luego volvió a hablar.
—Ya sabes... te llamaré más tarde —le guiñó un ojo y salió de la habitación.
EunJi sonrió amplio al ver en su cama todo lo que necesitaría para hoy.
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Se negaba internamente, cómo se reprochaba el hecho de estar aquí cuando necesitaba arreglar las cosas del taller. Ahora más que nunca tenía que tener todo en orden.
Miró a sus alrededores pensando en lo agradable y muy bonito que era el bar en donde se encontraba, pero lo mejor era el estar con sus mejores amigos.
Jimin, V y Jk se encontraban sentados en un sofá de forma redonda. En el centro, una pequeña mesa estaba adornada con botellas de todo tipo, vasos, copas, shots, todo tipo de cristal que se utilizaba para tomar las bebidas, sin contar una elegante hielera de plata que cubría con hielo la Champaña de bienvenida. Sin duda el lugar era costoso, pero conociendo a ambos chicos sabía que no escogerían menos para una celebración.
—El mejor ron del mundo está aquí, y no escaparemos de él ¿bien? —la risa de V retumbó en el ambiente y los otros sonrieron por lo loco que se vuelve su amigo al tomar.
—Si tú lo pagas por mí está bien —soltó Jimin en una risa inocente.
—¡Claro que sí! Hoy celebraremos los veintidós añitos de nuestro hijo. —dijo con gracia y el pelinegro rio fuerte.
—Gracias a todos los dioses no soy tu hijo —respondió en el mismo tono que usaba cuando llegó a Seúl, el típico tono de Busan.
Causando la risas de todos esperó que se distrajeran, y cuando sucedió sacó su teléfono para revisarlo. Nada, ni un solo mensaje de EunJi. En su mente llegaron miles de posibles causas, lógicas como ilógicas, pero es que se sentía confundido.
—¿Será que sigue molesta? —susurró para sí mismo mientras sus amigos se sumergían en una conversación ajena.
Vio como Jimin se levantó disculpándose y llevó su teléfono a la oreja.
—¿Entonces mi Kookie? ¿Brindamos por algo? —preguntó el moreno llenando dos vasos de ron, que Jk suponía, era el más costoso del mundo.
—Sí —asintió tomando el vaso y levantándolo en salud— por que consigas a una mujer que te controle la polla —y dicho esto, se bebió el ron en un sólo trago.
Escuchó la risa de V y luego observó cómo el ron desapareció de su vaso también.
—Te aprovechas de que es tu cumpleaños —comentó— ¿Pero para qué lo quieres? ¿Para estar todo baboso como tú o... —miró hacia atrás donde el peligris sonreía tierno y cubría su boca— ...cómo ese? —completó y ambos rieron en burla hacia Jimin.
Minutos después llegó Jimin disculpándose nuevamente.
—Sook... —dijo con un leve carmesí cuando sus amigos lo quedaron viendo.
Por instinto, al pelinegro le llegó a la mente los recuerdos del día anterior. La discusión por el perfume, la candente escena de la oficina, la hermosa imagen de ella comiendo en su comedor. Suspiró algo triste por como se siente ahora, a él nunca le había importado su cumpleaños pero... ella ni siquiera le había enviado un mensaje de felicitación o al menos de buenos días para excusar el hecho de quizás no saber su cumpleaños, y eso fue algo que notaron los mayores cuando lo vieron con su mirada baja y perdida con su teléfono en mano.
Las horas pasaron, Jk perdió la cuenta de cuántos cigarrillos había fumado y de cuántos vasos de ron había tomado. Aún podía sentirse cuerdo y eso se lo debía a su amigo el cigarrillo.
Jimin volvió a excusarse y tomar la llamada entrante en su teléfono, pero eso a ninguno de los otros dos le importó.
—Mujeres... —dijo con ironía el moreno, y Jk al mirar al peligris de inmediato se dijo a sí mismo: Ojalá a mí me llamaran tanto como lo llaman a él.
Tan solo unos segundos después Jimin volvió. Miró con seriedad a ambos chicos y se sentó derrotado.
—Nunca nos dejan divertirnos —resopló tomando el vaso frente a él y tomando todo el contenido.
—¿Y ahora qué pasó? —preguntó el moreno a su lado.
—¿Recuerdas el motor nuevo para el auto que estamos ensamblando? —el otro asintió— pues acaba de llegar, y SunHo dice que no quisieron entregárselo a él.
—¿Y eso por qué? —preguntó el pelinegro curioso.
—Pues dice que el hombre no lo quiso.
—Pero siempre lo hacen, y no es la primera vez que hacemos un pedido a esa empresa —comentó extrañado con su voz corta por el cigarrillo en sus labios.
Llevó el encendedor debajo de este y lo encendió soltando el humo suavemente.
—El problema es que el chofer es otro, y no entregará el pedido a menos que el dueño lo firme. —se levantó palmeando sus rodillas.
—¿A dónde vas? —preguntó el moreno.
—¿Cómo que a dónde? A recibir el pedido —siendo obvio, se burló de su amigo e hizo una señal de que ya volvía.
—Espera, Jimin~ssi —detuvo el pelinegro y Jimin se giró molesto— no te lo dará a ti tampoco, recuerda que en el documento yo soy el jefe.
—Estás loco, es tu cumpleaños. No irás a ningún lado, yo lo arreglo —el menor volvió a negar y Jimin suspiró.
—Sólo recibiré el pedido y vuelvo ¿bien? —sus amigos entrecerraron los ojos y replicó— volveré, lo prometo. —rio al final y sus amigos asintieron.
Caminó y salió del lugar.
Estuvo por unos minutos detrás del volante hasta llegar al taller, allí bajó del auto y caminó hasta adentrarse al local. A lo lejos vio a SunHo y le saludó.
—Perdona, pero no quiso entregarme el pedido. —el chico habló con vergüenza y Jk rodó los ojos.
—¿Se fue? —preguntó ofuscado.
—Así es, pero dejó algo para ti. Lo puse en tu oficina —apuntó hacia ella y Jk asintió palmeando su hombro.
—Gracias, SunHo. —con una mueca de fastidio se fue hasta su oficina y abrió la puerta.
Allí vio algo en su escritorio, una caja mediana. Frunció el ceño y se acercó hasta ella, la tomó en sus manos y la abrió lentamente. Tomó la nota en la tapa y leyó la hermosa caligrafía.
"Úsala cuando estés frente a la puerta de tu apartamento. Te espero.
—EunJi."
Sonrió ampliamente y negó varias veces. No podía creerlo.
Mordió su labio inferior mientras sacaba de la caja un pequeño trazo de tela de color vinotinto, era un antifaz.
Presionando la tela en un puño salió de allí rápidamente. Subió al auto y encendió el motor para luego conducir en dirección a su propia casa.
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¿Es que acaso era estúpido? ¿Por qué sentía sus manos temblar?
Ah, ya recordó. Estaba frente a la puerta de su apartamento, en donde se había dado cuenta de que no tenía las llaves en los bolsillos.
Con la venda en mano apretó su puño mientras mordía su labio inferior, indeciso. Luego de unos minutos decidió hacer caso a lo propuesto, es así como colocó la venda en sus ojos y amarró fuerte detrás de su cabeza. Carraspeó un poco y presionó el timbre.
A los pocos segundos, alguien abrió la puerta, y sin poder ver nada supo de quién se trataba cuando sus manos sintieron una calidez incomparable. La fragancia elegante impactó en su nariz como la caricia más cómoda y reconfortante. Y su cuerpo se vio obligado a ceder cuando lo tiraron del agarre para hacerlo entrar.
—Reconocería ese olor y ese tacto donde fuese. —murmuró con una pequeña sonrisa en sus labios mientras ladeaba la cabeza.
No recibió respuesta y su agarre se deshizo, haciendo que el pelinegro sintiera un vacío dentro de su pecho.
—Mm~ ¿Quieres que adivine? —vaciló con una risita juguetona— eres... no tan alta... De piel pálida como me gusta... Labios pequeños y abultados... —caminó un poco mientras se sostuvo de algo que supuso era el sofá de su sala— cabello sedoso, muy suave... Usas un perfume de Chanel que me vuelve loco... Tu cintura es fina y envidiable —murmuró sintiendo nuevamente la calidez cerca de él y tomó su cintura con sus dos manos— Y me besas de una manera tan viva y llena de pasión que... Me dejas drogado, más de lo que me deja el cigarrillo —susurró estando cerca de su rostro, muriéndose de deseo por querer probar esos la labios que había mencionado.
Parece ser que sus súplicas fueron escuchadas cuando decidió acorralarla sobre el espaldar del sofá, en donde unas manos acariciaron sus hombros y luego su cuello, para después sentir unos labios presionar los suyos con delicadeza y parsimonia. Joder, claro que conocía perfectamente la suavidad de los labios que lo besaban, esos labios que lo cautivaron y que ahora lo enamoraron por completo.
Los movimientos lentos y suaves lo dejaron encantado, y con una mano tomó la nuca debajo de ese cabello suave que también conocía, profundizó los besos sin dejar de lado lo cariñoso y su lengua entró al juego cuando el permiso fue concedido por ella. Pero en un momento sus labios hicieron un chasquido y ella decidió parar. Sus manos fueron tomadas nuevamente, y entre quejas de su parte lo tiraron hasta llegar a un punto que desconocía por no prestar atención.
La sintió posarse detrás de él y sus manos jugaron un poco en sus hombros anchos mientras que los labios redondos y pequeños besaron suavemente la piel de su nuca, un aliento cálido se posó en la misma y su cuerpo tembló ante su toque. Sintió como desamarró el nudo de la venda y pocos segundos después logró abrir sus ojos para captar mejor la escena frente a él.
—Wow... —susurró pasmado— ¿Qué es todo esto? —volvió a susurrar y la miró de reojo cuando se posó a un lado de él.
Volvió su mirada al frente y divisó el hermoso panorama. Su comedor estaba decorado de una forma algo oscura, las luces tenues le daba una mejor visión al color de la mesa. Rosas rojas estaban en el centro de la mesa junto a una botella de vino y dos copas, acompañados de unas velas. Los platos estaban puestos y preparados para un próximo menú. El color vino del mantel hacía destacar las dos charolas de plata que ocultaban algún platillo.
JungKook rio suavemente, la emoción de que ella hiciera eso no se la quitaba nadie. Suspiró girándose a ella que estaba más hermosa que nunca. Su cabello plateado estaba alisado y caía como una cascada helada; y su rostro maquillado de forma sensual tenía un hermoso color rojo en los labios. Los ojos azabaches del chico bajaron, encontrándose con un hermoso vestido blanco que resaltaba su figura junto a unos tacones de color beige.
JungKook sonrió ampliamente y la miró con un brillo en sus ojos. Ella le tomó sus manos y también sonrió.
—Feliz cumpleaños, amor. —murmuró con un tono provocativo.
—¿Qué hice? —EunJi frunció el ceño sin borrar la sonrisa— ¿Qué hice para merecerte? —acarició el dorso de sus manos y se aproximó a su rostro besándola con cariño— eres lo mejor, increíble, eres estupenda. —sonrió entre el beso.
Se abrazaron mientras sus brazos hicieron presión entre sí. Se sentían completos.
—¿Comemos? —propuso guiñándole un ojo.
—Por supuesto. —aceptó sonriendo tiernamente, una sonrisa que a EunJi le recordó a un conejito.
Luego de muchos minutos, ambos se encontraban cenando y riendo con las cosas que se contaban del día a día.
—Está delicioso ¿Tú lo preparaste? —la chica asintió y JungKook sonrió dándole el buen gusto— deberías pasarte más tiempo con la cocinera de tu casa —bromeó y ambos rieron ante el comentario.
—Si supieras que pasé muchas horas junto a Martha para que me enseñara el toque de estos platillos —bajó el rostro con una sonrisa tímida y un carmesí en sus mejillas, sintió la mano de él sobre la suya mientras entrelazaban los dedos y lo miró.
—Muchas gracias por todo esto EunJi. No sabes lo mucho que he aprendido a quererte y valorarte todo este tiempo que, a pesar de ser poco, ha sido la mejor parte de mi vida. —sus ojos demostraron sinceridad. EunJi con una amplia sonrisa se levantó y se inclinó depositando un beso corto en sus labios.
Sí, JungKook era lo mejor que había pasado también en su vida. Y por un momento llegó a pensar que sus caminos se encontraron en el momento justo.
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—¿Ahora que otra sorpresa me darás? —preguntó riendo un poco cuando EunJi lo tiró de su mano y lo empujó suave hacia la cama haciendo que cayera sentado a los pies de esta.
—Pues aún no he terminado —responde con una mirada segura.
—¿Ah no? —arqueó una ceja con travesura. Ella negó lentamente y vio como el chico se inclinó hacia atrás apoyándose de sus manos.
Bajo la atenta mirada azabache de él llevó sus manos a la espalda y tomó el cierre para bajarlo con lentitud, dejando la prenda floja sobre su cuerpo. El pelinegro volvió su rostro serio y se volvió atento a cualquier movimiento de ella.
Cuando EunJi dejó caer el vestido al piso vio como JungKook terminaba de desnudarla con la mirada. Y es que su conjunto de lencería rojo marcaba con exactitud cada curva que a él le gustaba. Su brasier ajustado le daba el volumen necesario para sus pechos, no tan grandes ni tan pequeños, y el tirante cruzado en su pecho, la hacia ver tan malditamente excitante para los ojos del chico. Su intimidad estaba cubierta por un cachetero de encaje que estaba atado a unos ligueros en sus muslos trabajados.
EunJi era un sueño, tan sensual como tierna.
Maldición, esa dualidad que tanto le encantaba la estaba experimentando ahora mismo.
JungKook se enderezó en su sitio cuando ella se acercó hasta posarse frente a él entre sus piernas también trabajadas, esos muslos que la hacían suspirar.
Las manos masculinas se posaron a los lados de esa cintura fina y dejó un beso sobre su abdomen con el deseo a flor de piel.
—Eres tan tierna como tan malditamente sexy. —murmuró levantándose y llevando sus labios a sus pechos para dejar un beso en cada uno.
Al estar sobre sus labios no perdió el tiempo y los atacó salvajemente, con vehemencia y pasión descolocada. Giró sus poses y la empujó sobre la cama sin soltar sus labios. La manos de ella viajaron por el torso del chico y desabrochó uno a uno los botones de su camisa. Se sentía deseosa de él, quería sentirlo en todos los aspectos, quería sentirse amada por el hombre que ella amaba.
Las posiciones cambiaron cuando ella aplicó fuerza para colocarse encima de él, besó su mejilla, mandíbula y cuello mientras escuchaba los pequeños gemidos salidos de su garganta a través de esos labios finos y húmedos. Miró su rostro perdido en el placer y llevó sus manos al pecho trabajado de él, desnudo por su camisa abierta. Movió sus caderas un poco para sentir el leve bulto bajo su intimidad y escuchó ahora un ronco gemido de placer. Siguió sus movimientos mientras besaba y mordía sus labios y barbilla, bajando luego a su cuello para aplicar la misma técnica de tortura.
El gemía profundo, satisfecho con cada movimiento, nublado por el deseo que se incrementaba con el tiempo, perdido en esa ola candente que lo ahogaba bajo el cuerpo de su preciosa mujer, de esa mujer que amaba con locura, esa mujer que dispuesta a todo, lo protegía, aquella mujer que con el paso de tiempo logró volverlo loco, esa. Esa mujer de nombre Go EunJi.
Soltando un gemido agudo, este se levantó hasta quedar sentado. Besó los labios abultados de ella con posesión y le tomó el cuello entre sus manos para profundizar más la unión.
—Me vuelves loco —susurró mordiendo su labio inferior.
Ella sonrió y siguió el beso. Oyendo sólo sus gemidos, suspiros y jadeos, ambos se deshicieron de las prendas restantes de él.
JungKook quería despojarla de todo lo que cargaba puesto, pero ella no se lo permitió.
Cuando pudo dejarlo nuevamente acostado sobre su cama —esta vez sin nada puesto— besó húmedo su cuello para comenzar un camino hasta su abdomen, rozando su pecho se permitió juguetear con sus tetillas oscuras hasta llegar a esos marcados músculos en su abdomen.
—Ah~ diablita... —ese gemido algo agudo la hizo continuar.
Llegó hasta su abdomen bajo y lo miró a los ojos, esos ojos que ya la veían ansiosos. Tomó el miembro en su mano y comenzó masajeándolo suave y lento, expandiendo el presemen por todo lo largo. Hizo el primer movimiento con su boca cuando dejó un beso en la punta de este antes de introducirlo completamente en ella. Escuchó de inmediato un gemido largo de su parte.
—Ah~ dios... Se siente tan bien —gruñó suave mientras con su mano acariciaba el cabello, un poco despeinado de ella.
Con un vaivén placentero le hizo el mejor oral que JungKook había sentido. Ella era perfecta, al menos para él lo era.
•••
—Aunque no me gusta mucho esto, me encanta experimentar cosas nuevas contigo —susurró en su oído.
—Ya habíamos estado así —soltó con un jadeo de por medio.
—Mm~ sí, pero casi no lo hacemos por el mismo motivo... —murmuró tomando su mandíbula para besar su mejilla.
—¿Y cuál es ese motivo? —preguntó. Su respiración agitada casi no la dejaba hablar.
—Que no puedo ver tu precioso rostro retorciéndose de placer —terminó en un murmullo en su oído antes de dejar un beso en él y levantarse.
EunJi quiso contestar, pero en el momento en que iba a hacerlo sintió a JungKook llenarla por completo en una estocada. Apretó fuerte las sábanas y bajó el rostro mientras mordía su labio inferior.
—Ah~ joder Jk. —soltó su apodo en una queja de placer.
Las estocadas comenzaron cuando él presionó sus manos en las caderas de ella, yendo de una manera constante y rápida.
Su cuerpo aún poseía algunas prendas del conjunto de lencería. Su brasier desapareció casi de inmediato al terminar el oral, y su cachetero fue desprendido del liguero. Pero eso no le bastó al pelinegro que, con el deseo difícilmente reprimido, rompió el cachetero que ahora, se encontraba roto en su cintura.
Ambos tenían el sudor corriendo por sus rostros y cuello, sus cabellos se pegaban a su piel y sus respiraciones iban agitadas. Las estocadas aumentaron de intensidad, y el cuerpo del pelinegro la abrazó por detrás, con su brazo en su cintura y su rostro enterrado en su cuello, allí la torturó un poco mientras se sostenía del otro brazo.
Los gemidos subieron de tono. JungKook llevó la mano de su cintura al pecho de ella, lo masajeó con deseo antes de dejar un leve mordisco en su hombro.
Y allí, sintió tanto una presión en su cuerpo como una tensión apoderarse del femenino de ella, y bastaron tan sólo unas estocadas más para que ambos sintieran su orgasmo cubrirlos. EunJi se dejó caer agotada cuando JungKook salió de ella, y unos segundos después él cayó a su lado. Tiró del delgado brazo de ella y la abrazó con posesión, como si no quisiera que desapareciera de su lado, hundió el rostro sudado de ella en su cuello luego de dejar un beso en su mejilla.
—Eres la mujer más grandiosa del mundo, de mí mundo. —volvió a besar su rostro y luego la besó en sus labios tiernamente, causando la risa de ella.
—Te amo —susurró con una sonrisa mientras sus narices chocaban por la cercanía.
—Y yo te amo a tí —contestó de la misma forma para luego volverla a abrazar.
Minutos después la vio dormida profundamente y besó su nariz de forma tierna. Vio la hora en el reloj de su mesa de noche que marcaba las 2:05 am. Cubrió sus cuerpos desnudos con la sábana que había quedado en el piso, y luego la atrajo a su pecho.
Viéndola con unas risas cortas de por medio la volvió a abrazar. Estaba seguro que mañana pegaría un grito, pero no le importaba. Hoy sólo quería sentir su calor toda la noche.
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