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Capítulo 2: "De vuelta a casa"

Lara Lexington recibió las desesperadas cartas de su hermana hasta su propia habitación en el Colegio de Magia y Hechicería de Beauxbatons. Su ceño no pudo evitar contraerse al ver las decenas de cartas que se agolparon en el alfeizar de su ventana luego de que hubiese terminado de impartir sus clases del día.

Lara dejó pasar a la lechuza de la familia Tonks antes de que ésta cayera desde el décimo piso del castillo por lo engarrotado de sus alas; Francia se había convertido en los últimos días en un refrigerador inmenso, por lo que le sorprendió que la pequeña lechuza grisácea pudiera llevar tantas cartas atadas a sus patas en medio de una ventisca.

La emplumada mensajera dejó salir un sonido de queja cuando Lara la tomó entre sus brazos y, quitándole las ataduras, la dejó sobre su cama cerca del fuego de la chimenea; acercó un poco de alimento sobre una servilleta y caminó hacia su escritorio para leer la correspondencia.

Si bien le era conocida la gran euforia de su hermana mayor al enviar cartas, lo cierto era que Lara reconoció que esta vez no se trataban únicamente de epístolas pidiéndole que le contase como era todo del otro lado del charco o exigiéndole saber los últimos chismes respecto a su vida sentimental. No, las cartas que su hermana Nymphadora le había enviado eran totalmente serias, maduras y directas; en todas y cada una de ellas pedía ayuda en su nombre y en el de Albus Dumbledore.

La metamorfomaga le pedía regresar a casa aun sabiendo los motivos por los que había decidido partir a Francia. La exigía su ayuda para acabar con un mal que asechaba la comunidad y le estaba obligando a formar parte de una organización que Dora describió como 'La Orden del Fénix' creada y divulgada por el director de Hogwarts.

Lara conocía muy bien a Albus Dumbledore, recordaba a aquel hombre que le había visitado en casa de los Tonks el mismo día de su cumpleaños número once pidiéndole ingresar al colegio que dirigía. No importa que tanto le hubiese rogado, Lara jamás habría aceptado lo que estaba pidiéndole, no porque no quisiera, sino porque ella y su familia adoptiva estarían mejor si ella se fuera lejos de ahí.

Andrómeda Tonks era madre de una pequeña de dos años cuando alguien llamó a su puerta en medio de una ráfaga de lluvia gélida. Abriendo la puerta se encontró con la sorpresa de que una pequeña canasta estaba frente a sus pies, mojada por completo y con una bebé que, empapada por la lluvia, lloraba desconsoladamente

¡Ted! ¡Ven a ver esto, Ted! —Había gritado ella mientras cargaba en sus brazos a la húmeda bebé que se acurrucó en sus brazos ni bien sintió la calidez de la mujer— ¡Por Merlín, Ted!

Su marido corrió hacia el umbral mientras cargaba a la pequeña Nymphadora que abrazaba un hipogrifo de peluche. El hombre se detuvo frente a su esposa, observando con asombro el regalo que habían dejado frente a su casa.

¡Es una bebé, Ted! Alguien ha dejado a su bebé aquí ¡Y en medio de un tormentón!

Tiene que haber una nota— Razonó su marido, temblando del susto— Si no la hay, quizá... quizá la dejaron aquí por error y tendremos que buscar a sus padres. ¿Hay una nota? ¿Qué dice?

La nota a la que se refería Ted Tonks no era nada más que un trozo de pergamino desgastado y casi deshecho por el agua del canasto. Andrómeda lo puso a contra luz para descifrar el mensaje, sin embargo lo único que alcanzó a leer fue: "SU NOMBRE ES LARA". El mensaje estaba acompañado únicamente de un relicario de oro que tenía la imagen de un cazo de barro junto a unas manos que lo moldeaban; en la parte de atrás estaban las iniciales 'L. S.'. Andrómeda no entendió el porqué.

Aun con todo eso, decidieron que se quedarían con la pequeña Lara Lexington –Era la palabra que estaba grabada en la canasta, con lo que Andrómeda concluyó que ese debía ser su apellido- al menos hasta que sus verdaderos padres volvieran alegando que todo había sido un grave error. Lo años pasaron y nadie fue en búsqueda de la pequeña.

Lara acarició el collar con lentitud luego de recordar aquella historia que su madre Andrómeda le contaba, diciéndole siempre que, a pesar de no ser su hija biológica, le amaba tanto como si lo fuera y que Dora le quería igual que a una hermana. Así pues, Lara se veía en la necesidad de ayudarle en todo lo que su hermana le pidiese.

Sus poderes eran extraños, nadie sabía a qué se debían, pero la familia Tonks nunca se lo preguntó ni siquiera cuando aparecieron de la nada, con cinco años de edad y luego de haber herido a Nymphadora de gravedad. Lara decidió que lo mejor era partir a Francia y aprender a usar sus poderes lejos de su familia.

Ahora no sabía si Madame Maxime le dejaría volver a casa, después de todo, Lara había pensado en dejar de ser profesora para dedicarse de lleno a ser auror porque para eso había estudiado día y noche hasta el cansancio, sin embargo sus intenciones habían sido un enigma para la directora de Beauxbatons, quien se negaba rotundamente a que Lara abandonara sus clases de defensa contra las artes oscuras. Pero, si Dora la necesitaba ella debía estar ahí, porque no hay nada que Lara Lexington no hiciera por su hermana.

Doblando cada una de las cartas, se acercó a su cama y con su varita hizo que toda su ropa volara del armario hasta dejarse caer en la maleta abierta que descansaba debajo de su cómoda. Cerró el pestillo hábilmente e hizo que ésta se convirtiera del tamaño de una moneda, cargándola en su bolsillo delantero. Abrió la puerta y bajó las escaleras de la torre a hurtadillas.

Saludaba a cada alumno que se topaba e incluso hablaba con cada uno de ellos en su camino hacia la oficina de la directora; Lara comenzó a correr, pensando que ese mismo día debía estar presente en la dirección que Dora le había anexado en la última carta que envió. Se arregló el cabello antes de llegar a la oficina y tocar tres veces la puerta. Una ligera voz le dio el pase del otro lado a lo que Lara se precipitó a entrar.

Excusez moi madame— dijo Lara al ver a la directora sentada frente a su escritorio. Del otro lado estaba sentado un hombre que Lara reconoció como Byron Murphy, un auror de rango superior que trabajaba como maestro auxiliar de defensa contra las artes oscuras. Lara frunció el ceño luego de que Byron le sonriera—Lamento interrumpirla, pero necesito hablar con usted de algo importante

— ¿Qué es, profesora?

—Yo... bueno— Lara carraspeó la garganta, mirando sus zapatillas— Verá, mi hermana me ha escrito desde Inglaterra con carácter de urgente y me ha pedido volver a casa de inmediato de ser posible

¡C'est du jamais vu! — Gritó la mujer, dando un puntapié a su escritorio. Byron saltó en su lugar— Esto debe ser una broma. Justo hoy mis dos profesores de defensa desean renunciar, ¿Esta es una clase de decisión amorosa?

Las mejillas de Lara pronto se convierten en dos tomates frescos brillantes a causa del bochorno. Byron la mira con una ceja levantada y le extiende su mano para que la tome, queriendo jugar con lo que la directora acababa de decir. Ella negó, porque no le es indiferente los chismes que corren en el colegio respecto a ambos.

Byron Murphy tomaba cualquier oportunidad para estar cerca de Lara, e incluso pensó que todo era un plan del auror cuando Madame Maxime lo nombró auxiliar de defensa contra las artes oscuras; pronto Lara supo que la clase era en sí muy pesada y que a pesar de que se negaba a aceptar la ayuda de Byron, no le quedaba más remedio que apoyarse en él cuando las cosas no resultaban como estaban dispuestas. Aun con todo eso, las chicas encontraron una manera de inventar que ambos profesores se encontraban en una relación amorosa. Hubo un día en que Lara escuchó a sus alumnas de cuarto grado cuchichear sobre como habían descubierto que el profesor Byron Murphy y ella se casarían el próximo invierno. Lara las castigó con tarea extra.

—No, por Merlín, no es nada de eso

— ¿Entonces?

—Mi hermana me necesita, ya se lo dije, Hay... hay un asunto en Inglaterra que debo ayudarle a resolver

— ¿Qué clase de asunto?

—Uh, bueno—Lara sabía que lo siguiente que diría molestaría gravemente a la directora, pero no le quedaba de otra más que ser sincera e irse de ahí cuando antes— No menciona mucho acerca de la situación, pero en cada carta que me ha enviado aparece el nombre de Albus Dumbledore

Hay un largo silencio que se corta cuando la enorme directora se levanta y la silla en la que estaba sentada cae hacia atrás causando un estruendo espantoso. Lara da un par de pasos hacia atrás e intenta tener sus manos lo más cerca de su varita posible. Byron también se levanta, camina hacia Lara y se pone a su lado, cogiendo su mano en caso de que la situación se salga de control.

— ¡Albus Dumbledore! ¡Ese desafortunado hombrecillo! Ya he tenido suficiente de él desde el año pasado

— ¿Se refiere al Torneo de los Tres Magos? — Preguntó Byron

— ¡Claro que me refiero a eso! Ese maldito Torneo en el que Hogwarts tuvo dos ganadores, injustamente, claro, pero no se pudo hacer nada porque las leyes del dichoso cáliz estaban claras, ¿verdad? Entonces no aceptaban apelaciones. Y luego... lo que le pasó a ese chico Diggory... lo que dijeron sobre el regreso de El-que-no-debe-ser-nombrado... ¡Albus Dumbledore es un mentiroso! —Lara cerró los ojos cuando una gota de saliva le cayó en la mejilla. Byron sacudió la cabeza

— ¿Usted no cree en el regreso del Señor Tenebroso?

— ¡Por supuesto que no! —Ambos supieron que la directora estaba realmente molesta pues su acento francés se marcaba todavía más. Lara miró a Byron por un segundo antes de volver a observar a la furiosa mujer—He leído acerca de ello en el periódico, en El Profeta, como ellos lo llaman, Igor Karkarov me ha mantenido informada del asunto

— ¿Usted sigue teniendo contacto con ese hombre?

— ¡Naturalmente! —Se escandalizó—Igor y yo hemos sido amigos desde hace años y a él le ha afectado el asunto al igual que a mí; el pobre ha tenido que esconderse en una choza a las afueras de Bulgaria desde donde se ha podido hacer con influencias que le envían ejemplares de dicho periódico mes con mes. De otra manera ambos estaríamos en la oscuridad. Así que lamento mucho lo que voy a decirle, profesora Lexington, pero no aceptaré ningún tipo de renuncia de su parte

—Madame, si tan sólo me dejara...

—Mucho menos cuando planea unirse a la locura de Dumbledore. Lo lamento, pero es mejor que vuelva a sus clases

El caso es que el asunto iba más allá de Dumbledore, se trataba de proteger a su familia, a sus amigos y en el peor de los casos, a toda la comunidad mágica. Quizá Lara no estuvo presente hace un año en Hogwarts, pero creía firmemente en lo que Dora le había contado acerca del asesinato de Cedric Diggory; no existía motivo para no creer en el regreso del Señor Tenebroso, porque incluso aquellos que se creían ser mortífagos habían estado desapareciendo de la noche a la mañana. Y Lara creía firmemente en la palabra de su hermana, ella, siendo un auror, era consciente de la gravedad de la situación y es por eso que le pedía encarecidamente volver a casa y ayudarle en todo lo que pudiera.

No, Lara no podía quedarse en Beauxbatons ni un segundo más

—Es una pena que no acepte mis motivos, Madame, pero ya he tomado una decisión. He preparado mis maletas y me iré de inmediato con o sin su aprobación. —La mujer estaba a punto de replicar, sin embargo, Lara la detuvo—Creo en la palabra de mi hermana y por supuesto que creo en el regreso de Lord Voldemort

— ¡No digas su nombre! —Madame Maxime chilló, cubriéndose los oídos. Byron se estremeció

—Cedric Diggory no debió morir y nosotros no debemos quedarnos con los brazos cruzados; hay gente allá fuera peleando y muriendo a manos de la magia oscura, sembrando miedo e iniciando una guerra interna de la que tal vez no podamos salir jamás. Desolé, madame, pero no puedo quedarme fuera de esto. He aprendido mucho aquí, e incluso logré controlar mis poderes, a pesar de eso, soy fiel a mi familia y, por lo tanto, soy fiel a Albus Dumbledore.

Lara se dio la vuelta, dispuesta a irse cuando la potente voz de la gigante la detuvo

—Profesora Lexington, ¿Está usted consciente de que si deja la escuela no podrá regresar jamás?

Lara la miró por encima de su hombro

—Créame, Madame, si se rehúsa a creer en el regreso de El-que-no-debe-ser-nombrado e intenta hacerle creer a los demás que así es, entonces no tengo ningún deseo de volver

Saliendo de la oficina, Lara corrió escaleras abajo intentando llegar a la puerta principal. Después de todo, de Francia a Londres no era un camino demasiado largo, podría solamente desaparecerse y aparecerse en el lugar que Dora le había marcado; lo haría si tuviera la mínima idea de donde quedaba ese lugar

Unos pasos apresurados la siguieron, deteniéndola frente a la puerta principal.

Era Byron, quien llevaba una pequeña maleta a cuestas

—Hey, no tienes por qué correr lejos de mí, cariño

—Déjame en paz, Byron

—Bien, vale, escucha— La tomó por las mejillas cuando Lara intentó salir del castillo. Sus ojos se encontraron con los de él, notando como una sonrisa comenzaba a formarse en sus labios— Lo que le dijiste a Olympe fue maravilloso, de verdad que sí. Y tu mejor que nadie sabe que yo también creo en el regreso de tu-sabes-quien

— ¿De verdad?

—De verdad. Estaba a punto de hablarle a Madame Maxime sobre mis razones para renunciar a mi puesto cuando tu llegaste

— ¿Cuáles son esas razones?

Byron sonrió de lado, acariciando las mejillas de Lara

—Quiero pelear contra Lord Voldemort

— ¿Qué?

—Así como lo oyes, cariño. Después de todo, ese es nuestro trabajo como aurores, ¿verdad? No puedo quedarme en este castillo y pretender ser un profesor cuando pueden estar necesitándome allá afuera. He escuchado sobre la Orden del Fénix, sobre Albus Dumbledore, su nombre está dándole la vuelta al mundo. Así que yo también quiero ser parte de ello

—Byron...

—Sólo... déjame acompañarte, ¿Está bien? Necesitarán toda la ayuda posible

El que Byron fuera un auror de un rango superior hacía todo más fácil, porque así tendrían ayuda extra contra el Señor Oscuro; no obstante, no estaba preparada para estar junto a él más tiempo del necesario. Byron le acarició la mejilla y, sonriente, abrió la puerta para ella. Lara suspiro, tomando su mano para desaparecer juntos de ahí.

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