Capítulo 13: "Que lo nuestro se quede nuestro"
— ¿Sabes que es lo más extraño de todo?
— ¿Qué?
—No puedo ver el futuro de Dumbledore
Cécile estaba plenamente convencida de que algo raro ocurría entorno al director del colegio al que partiría dentro de un par de horas. Lara veía como Cécile se esforzaba por escribir números en su libreta de viaje, a pesar de que no lograba predecir absolutamente nada. Estaba esforzándose, Lara lo notó gracias a la fuerza con la que cerró los ojos y la manera en que su mandíbula se apretó haciendo saltar una pequeña vena en su frente. Cécile se rindió, abriendo los ojos y soltando su cuaderno.
—No importa si ahora debo quedarme en el colegio que ese hombre dirige, sigo sin confiar del todo en él. Algo esconde, algo lo demasiado grande como para bloquear mi entrada a su numerología. No importa, como quiera que sea, voy a descubrirlo
—¿Cómo puede alguien esconder su numerología?
—Ese es el caso, no se puede. Quiero decir, una persona normal no podría hacerlo. Basta con saber la fecha de nacimiento de alguien y un par de acontecimientos más para adivinar su futuro, pero por algún motivo en particular Dumbledore ha logrado bloquear mi entrada a su aura. No me extraña, es un mago muy poderoso. La verdadera pregunta aquí es, ¿Por qué? ¿qué está haciendo?
—Bueno, supongo que no a todos nos gusta saber lo que nos depara el futuro
—Ya, eso debe de ser
— ¿Podemos cambiar de tema? La aritmancia me pone nerviosa
—De acuerdo— Cécile se acomodó en la cama, abrazando sus piernas mientras miraba a Lara quien imitó sus acciones. En un momento de la conversación Cécile tuvo que salir de la recámara con dirección al baño cuando Charles Weasley la interceptó en el pasillo, pidiéndole encarecidamente que mantuviera ocupada y fuera de la estancia a Lara al menos hasta después de las nueve. Cécile, a sabiendas de lo que iba su plan, asintió y regresó a la recámara donde Lara la esperaba para aguardar juntas la llegada de Dora al Grimmauld Place—Entonces hablemos de lo que harás antes de partir, ¿te despedirás de Byron?
—Lo haré, aunque espero que no esté demasiado molesto porque no le he pedido venir con nosotras a Hogwarts
—Estará bien—Cécile hizo un ademán restándole importancia—Sabes que a Byron no le gustaba demasiado ser profesor, incluso creo que sólo aceptó serlo porque de esa manera estaría más cerca de ti. Sinceramente creo que él estará mejor aquí, ya sabes, porque mi presencia no le es grata
—Le caerías mejor si no le hablaras de su futuro todo el tiempo
—No puedo evitarlo—Cécile se estremeció—Su futuro está lleno de desventuras. Oh, pobrecillo
— ¿Lo ves? Es justamente por eso que no se llevan bien, lo pones nervioso
—Él debería ser un poco más tolerante. No es mi culpa tener un don excepcional
Lara sacudió la cabeza y comenzó a reír. Cécile la observó con detenimiento, notando como sus ojos se achicaban cuando reía y la manera en que mostraba sus blanquecinos dientes al sonreír; ella pensó que Lara no había sido tan feliz como ahora, estando con su familia y sus amigos más cercanos. Luego imaginó como seria todo cuando Bill y ella estuvieran juntos, siendo felices y compartiendo momentos maravillosos; la sonrisa de Cécile se borró. Si tan sólo las cosas fueran así de fáciles.
A las nueve de la noche en punto el salón principal de la casa de los Black quedó totalmente vacío. Bill estaba parado en el centro de la habitación, con las manos entrelazadas en su espalda y moviendo los pies arrítmicamente. Dios, él estaba demasiado nervioso.
El cuarto estaba a oscuras y la poca luz que iluminaba la cara de Bill provenían de las pequeñas llamas de las velas que descansaban en la mesa para dos personas que Byron y Charlie habían colocado justo a la mitad del salón. Los gemelos habían ayudado a conseguir una botella de vino mientras que Molly se volvió loca diciéndole a Bill lo que debería hacer en una ocasión tan especial; él no quería hacer a su madre participe de toda esa locura, sin embargo, fue imposible detenerla luego de que Charlie le contara de su plan. Sirius se rio de Bill hasta el cansancio únicamente para que después le deseara suerte y le amenazara de muerte si es que se atrevía a lastimar a su sobrina.
Bill no esperaba que las cosas salieran mal.
Es decir, en el más remoto de los casos él podría olvidar todo lo que quería decirle a Lara y terminar haciendo el ridículo, dejar que ella se fuera a Hogwarts y perderla para siempre. Oh por dios, él iba a echarlo todo a perder.
Bill estuvo a punto de retractarse cuando escuchó pasos bajar las escaleras acompañados de las voces de Lara y Cécile. El corazón del Weasley mayor comenzó a latir como un loco y, tratando de calmarse, contó hasta diez a pesar de que los números se le olvidaron en el proceso. Vio a ambas mujeres en la puerta antes de que él pudiera siquiera contar hasta cinco.
Lara estaba enfadada porque Cécile le obligó a dejar su habitación y le acompañara hasta el salón principal para que le ayudara con algo que ella no entendió. Bajaron las escaleras discutiendo, hasta que su mejor amiga la jaló del brazo y la colocó en la puerta. Bill estaba del otro lado, iluminado tenuemente por las llamas de las velas que danzaban sobre el mantel de la mesa; iba vestido con un elegante traje haciendo que Lara se sintiera incómoda por los vaqueros y la blusa de estampado que llevaba puesta. Cécile le dio un empujón y tomó el pomo de la puerta.
—Diviértanse, pajaritos
La puerta se cerró detrás de ella y ambos se sumieron en un profundo silencio que no podía cortarse con nada. Bill carraspeó, decidiéndose de una vez por todas a dar el primer paso.
—Yo, uh... creí... creí que sería buena idea si nosotros, quiero decir, si tu aceptaras cenar conmigo esta noche
—Bill...
—Sé que dijiste que no podías aceptar mi invitación porque debes partir a Hogwarts esta misma noche, es por eso que decidí que sería mejor si tenemos una cita aquí, ¿qué dices?
Bill se preparó para huir a Egipto cuando Lara se quedó callada escudriñando cada rincón de su rostro; las manos le sudaban y un tic nervioso comenzaba a invadirle las piernas moviéndolas ligeramente. Fue entonces que Lara sonrió y asintiendo aceptó la propuesta de su compañero
—Pudiste haberme avisado, tengo éste bonito vestido que compré en Francia y que sólo ha estado guardado en mi maleta desde el primer día—dijo, agradeciéndole a Bill que la llevara hasta la mesa y recorriera la silla para ella—Ahora me siento como una tonta
—Siendo completamente sincero creo que te ves preciosa sin importar lo que uses—Bill notó el enrojecimiento en sus mejillas. 'Oh por mi-- ¿acaso estoy avergonzándola?' —Eh... no sabía que cocinar para la cena, así que sólo espero que éste siga siendo tu platillo favorito
Bill hizo aparecer dos patenas rebosantes de macarrones bañados en queso provocándole una risotada a Lara, Bill sonrió porque supo que el sonido de su risa era lo más bello que había escuchado en su vida.
—Hace mucho tiempo que no pruebo esto—dijo, olisqueando el platillo. Bill pudo jurar que sus ojos azules brillaron—La comida en Beauxbatons es muy diferente, ¿sabes?
—Déjame adivinar, ¿caracoles?
—Caracoles, hueva de pescado, pulpo... Merlín, era una pesadilla
—Seguramente lo fue, tú odias la comida del mar
—Lo hago—Lara le sonrió—No creí que recordaras eso
—Yo recuerdo cada cosa de ti
Cenaron entre risas; Lara le contó cómo había sido su vida en Francia y de lo difícil que fue acostumbrarse al estilo tan diferente que tenían ahí. Logró aprender diferentes idiomas gracias a Madame Maxime y se graduó con mención honorifica del colegio; su entrenamiento como auror fue difícil porque Madame Maxime tenía la alocada idea de que cualquier persona que deseara convertirse en Auror debía aprobar con calificación excelente su prueba de escondites y rastreo. Se había convertido en profesora inmediatamente después de graduarse ocasionando que no pudiera volver a casa para las vacaciones de Navidad, además, claro, que no podía volver hasta que pudiera tener un control parcial sobre sus poderes.
Era casi la media noche cuando ambos terminaron con la comida, el postre y el vino que los gemelos habían conseguido; las velas estaban consumiéndose mientras que la radio que Bill había colocado de fondo tocaba las últimas canciones. Lara suspiró, dándole un último sorbo a su copa.
—Fue difícil no poder ver a mis padres en las fiestas, incluso creí que mamá no me querría de vuelta luego de tantos años en que estuve fuera de casa. Sirius me convenció de lo contrario
—Bueno, es entendible por qué no quisiste regresar. Eso no quiere decir que no nos dolió a todos el que no lo hicieras
—Sí, Molly me dijo que quedaste devastado
—Yo... supongo que es verdad—La mirada de Bill cayó—Era demasiado pequeño cuando te fuiste, pero aun así sentí como una parte de mí se iba contigo. Jamás supe porque huiste e incluso estuve molesto conmigo mismo porque creí que había hecho algo para que te sintieras incómoda. Yo sólo te quería de vuelta
—Lo lamento—Lara estiró una de sus manos, acariciando su mejilla—Debí haberte contado lo que sucedía, es sólo que todo pasó muy rápido, Dora resultó lastimada por mi culpa y no quería que Charlie o tú corrieran con la misma suerte. Perdóname, William
—Está bien, hiciste lo que debías, aunque te llevaras mi corazón en el proceso
Lara soltó una risita
—No importa a donde hubiese ido, jamás podrías librarte de mí. Estamos casados, ¿recuerdas?
—Por supuesto, jamás podría olvidar a Charlie casándonos bajo ese árbol
—Y los anillos...
—Eran de dulce, sí. Recuerdo haberlos comprado con un par de monedas que le quité a papá de su cartera
—Arthur te riñó por eso durante horas
—Valió la pena
Ambos rieron por los recuerdos, ignorando que era ya demasiado tarde para que Lara partiera junto a su hermana y su mejor amiga a Hogwarts. Hubo un pequeño silencio que terminó cuando Bill mencionó:
—Tal vez te parezca una tontería, pero aún conservo ese anillo
—No es cierto
—Lo es, definitivamente—Bill sonrió—No sabes las veces que luché contra mis impulsos de comérmelo recordando que eso era lo último que me quedaba de ti. Es algo tonto, como quiera que sea
—Yo también lo tengo—Admitió—Está un tanto lamido, pero creo que aun sirve
—Espero que si
Una canción comenzó a sonar en el radio, era lenta y tranquila, y las voces de los cantantes parecían ser sacadas del mismo cielo. Bill se aclaró la garganta antes de tenderle su mano derecha a Lara pidiéndole un baile
—Yo... no sé bailar
—Tampoco yo—Aceptó Bill—Pero supongo que podemos ser un desastre juntos
Él la convenció de hacerlo, joder, que ella nunca se había atrevido a bailar con alguien nunca. El baile no era su fuerte porque no sabía cómo mover su cuerpo al compás de la música mucho menos cuando se trataba de una melodía lenta y empalagosa. Sin embargo, se sintió bien cuando una de las manos de Bill fue a parar a su cintura y la otra tomó su mano en un apretón cálido y necesitado. Lara colocó su mano contraria sobre su hombro comenzando a balancearse de un lado a otro.
—Jamás tuviste intenciones de ir a Hogwarts, ¿Por qué aceptaste ahora? —le preguntó él, moviéndose de un lado a otro. Lara sacudió la cabeza
—No lo sé. Dumbledore me hizo promesas y sé que él es la única persona capaz de ayudarme con la parte de mis poderes que no puedo controlar—Bill frunció el ceño
—No hablaste de eso la otra noche cuando Sirius te preguntó sobre lo que podías hacer
—Es complicado. Mis poderes son difíciles de comprender, ni siquiera yo puedo entender que es lo que pasa con ellos. La profesora Delacour trató de ayudarme, pero era demasiado peligroso
— ¿Delacour? —preguntó Bill, extrañado. Lara asintió—¿Cómo Fleur Delacour?
—Sí, su madre fue una de mis maestras en Beauxbatons, ¿Por qué?
—Oh, por nada, curiosidad—Lara no pareció tragarse su mentira, aun así, decidió que debía creerle por el bien de su salud mental—Entonces ella fue quien te ayudó a dominar tus poderes
—Si. La verdad es que tengo miedo de que los planes de Dumbledore no resulten, que Harry salga lastimado y que no pueda hacer mucho por mi
— ¿Qué es lo que puedes hacer exactamente?
—No creo estar lista pare decirlo—Bill le hizo dar una vuelta, logrando atraparla de nuevo con éxito—Aun así, aprecio que te preocupes por ello
—No podría simplemente no hacerlo
La canción estaba por terminar, por lo que Bill decidió hacerle dar una última vuelta. Algo salió mal pues una de las piernas de Lara se enredó entre las suyas ocasionando que perdieran el equilibrio. Bill hizo una palanca con sus piernas alcanzando que Lara no tocara el piso, sus caras quedaron totalmente pegadas, logrando percibir el aliento del otro.
Sus ojos se encontraron y bajo la luz de las velas Lara creyó que los luceros azules de Bill danzaban entre llamas de fuego; la mano derecha de Bill acarició su cintura y, en un mar de sentimientos, acercó sus labios a los de Lara.
Fue un simple roce, y con eso Lara sintió que las piernas le fallarían y que su corazón se detendría. Bill era un manojo de nervios, pero se prohibió determinantemente el echar a perder el momento, no era tiempo de acobardarse. Su labio inferior rozó con el superior de ella y cuando estaban a punto de juntar sus labios la puerta se abrió.
Era Nymphadora, cargando un par de maletas
—Lara, ya llegué, es hora de irnos
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