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CAPÍTULO 6:

LA FIESTA

La música sonaba tan fuerte que hacía retumbar el piso de la calle, aunque no estaba ni la mitad de fuerte que en otras ocasiones. Las fiestas en casa de Jeon Jungkook eran algo recurrente a pesar de no realizarse cada fin de semana, pero en un pueblo pequeño como era Seondong tener una fiesta cada mes era bastante. Habían partido como algo pequeño entre el selecto grupo de amigos de Jeon, pero cada vez se volvían más masivas, llegando a invitar a toda la escuela.

—¡Vamos! —Yuna la tomó de la muñeca para arrastrarla hacia el interior.

Nabi encogió su cuerpo cuando ingresó a la casa atestada de personas y se sorprendió de no sólo encontrarse con gente de la escuela a la que había asistido, sino con gente que ya había salido hacía un par años.

Era un milagro que esa noche estuviera allí, aunque Jungkook siempre se asegurara de invitarla jamás se había atrevido siquiera a pedirle permiso a su padre para asistir, pues sabía la respuesta que recibiría. Sin embargo, en aquella ocasión Yuna le había insistido tanto para que la acompañara que se vio obligada a envalentonarse.

Pero lo cierto era que había sido otra cosa la que finalmente la había motivado.

En el afán de Jeon de dar las mejores fiestas de Seondong, aquella ocasión había dejado en claro que todos estarían invitados y que mientras más jóvenes fueran, sería mejor.

Era su oportunidad de encontrarse con Hoseok en un contexto diferente al habitual.

Pedir permiso no había sido fácil, menos con aquella mirada inquisidora que su padre siempre le dedicaba. El estómago se le había hecho un nudo de nervios que casi no le permitió hablar y su voz salió temblorosa cuando realizó la pregunta. No recibió una respuesta inmediata, sino que su padre alegó tener que "conversarlo con su madre", cuando lo cierto era que eran muy pocas las ocasiones en las que realmente escuchaba su opinión. Pero esa vez había sido diferente, pues cuando se levantó en la noche para ir al baño escuchó de manera accidental la conversación que mantenían sus padres en la que su madre le pedía con voz suave que dejara que Nabi adquiriera diferentes experiencias antes de tener que cumplir con lo que tenía destinado.

Su destino no era más que convertirse en la esposa del futuro pastor del pueblo.

A la hora del desayuno había obtenido una respuesta afirmativa a todas sus solicitudes. Podía asistir a la fiesta de Jeon Jungkook y luego irse a dormir a la casa de Yuna, sólo si se encontraba de vuelta en casa a las diez de la mañana.

Quizás el hecho de que su padre y el alcalde Jeon fueran amigos había inclinado la balanza a su favor.

—¿Dónde estará Jungkook? —Preguntó Yuna por encima de la música.

Nabi miró a su alrededor, rogando no encontrar al muchacho tan pronto. No quería quedarse sola, pues sabía que la única razón por la que Yuna había decidido asistir a la fiesta había sido porque quería intentar una vez más tener algo con el cerdo de Jeon.

Y Nabi debía estar allí por si es que algo malo sucedía.

No era que no quisiera que su amiga viviera su propio romance, pero con Jeon Jungkook jamás se podía saber qué sucedería. Le gustaba andar de chica en chica sin tener ningún tipo de compromiso y esa era la razón por la que Nabi lo detestaba, había hecho sufrir a Yuna de muchas maneras.

—¿Por qué no disfrutamos un poco juntas? —Sugirió a su amiga.

Yuna se giró hacia ella con una expresión que no supo descifrar. Estaban de pie en medio de la sala, rodeadas de gente que bebía, reía y bailaba al ritmo de I Wanna Dance with Somebody de Whitney Houston. Nabi miró con admiración a su alrededor, dándose cuenta de que lo que veía era calcado a lo que había visto en las películas, y por un momento se sintió abrumada, pues había tantas cosas por hacer y no sabía por dónde partir.

—Pero... —insistió su amiga—, pero yo...

—¡Vamos, Yuna! —Exclamó, agarrándola por la muñeca y arrastrándola al centro de la sala.

Se abrió paso entre los cuerpos y cuando llegó al centro levantó los brazos y comenzó a bailar al ritmo de la música de la misma manera que hacía en la soledad de su habitación mientras miraba a su amiga para que la imitara. Yuna sonrió avergonzada y finalmente movió su cuerpo tímidamente, dejándose llevar de a poco por la música. Cerró los ojos, dejando que la melodía la consumiera, sin importarle si bailaba bien o no, o si alguien podía reírse de ella.

Su cuerpo chocó con el de Yuna y se vio obligada a sujetarse de ella para no caer. De pronto se encontró a sí misma con el rostro a escasos centímetros del de su amiga. Sus ojos la miraron sorprendida brillando bajo los destellos de la bola disco que estaba colgada desde el techo, le dijo algo que Nabi no logró entender, pues se encontraba ensimismada recordando el beso que se habían dado la semana pasada.

No habían vuelto a hablar de eso, había sido como un pacto silencioso que ambas habían hecho sin siquiera ponerse de acuerdo, y las cosas habían seguido como si nada. Pero Nabi no podía seguir fingiendo, las cosas no eran como siempre porque cada vez que se encontraba con Yuna sentía que los nervios la consumían y su cabeza no dejaba de repetir aquel beso una y otra vez, haciéndole recordar de manera tortuosa cómo se sentían sus labios con sabor a cereza.

—He visto a Jungkook, ¡deséame suerte! —Dijo con una sonrisa nerviosa.

Yuna se dio media vuelta, dejándola sola en medio de la gente que seguía bailando, ajenos a lo que había ocurrido entre ellas. Vio cómo desaparecía, alejándose en dirección al patio trasero, y dejándola con una extraña sensación en el pecho.

No quería que se fuera.

Se encogió en su lugar cuando sintió la soledad como un balde de agua fría cayéndole sobre la cabeza. ¿Qué debía hacer? Ya no había nadie con quien pudiera estar, pese a que conocía a todos los que la rodeaban. Dio un paso con la intención de irse a la pared, donde había una pequeña cantidad de chicas que no tenían con quien bailar, pero se encontró de frente con un par de ojos convertidos en líneas debido a que su dueño se encontraba sonriendo.

—¡Yoo Nabi! —Exclamó en medio de su sonrisa—. Jamás esperé verte por aquí.

Ella se abrazó a sí misma. Realmente había tenido la esperanza de pasar desapercibida.

—Vine para acompañar a Yuna —murmuró en respuesta, pasando por su lado al volver a caminar.

—No la veo por aquí —le respondió.

La había seguido hasta la pared llena de muchachas que lo miraron con ojos brillantes, pero él ni siquiera se molestó en verlas. Solo tenía sus ojos puestos en Nabi.

—¿Qué es lo que quieres, Jimin? —Preguntó con cansancio.

Él soltó una carcajada.

—No soy tan malo como crees, sólo te vi un poco sola y... ¿Te gustaría tomar algo?

Estuvo a punto de negar inmediatamente con la cabeza, pero luego recordó que tenía permiso para dormir en casa de Yuna. ¿Qué importaba si se tomaba un trago de algo?

—Está bien.

El chico le regaló una sonrisa y se dio media vuelta para ir en dirección a la cocina. Otra vez se quedó sola, aunque no supo si se sentía aliviada o agobiada. El resto de las chicas que tenía cerca la miraron como bicho raro y cómo no hacerlo. Jimin tenía razón al decir que se encontraba sorprendido de encontrarla por allí.

Su corazón se aceleró cuando, entremedio de todas las personas, encontró un rostro conocido. Aquella sonrisa que le encantaba contemplar se formó cuando la vio, lo que terminó por desatar las mariposas de su estómago. Levantó la mano con timidez para saludar mientras él se acercaba a ella, intentando no chocar con la gente que se cruzaba en su camino.

Por un instante se preguntó si él estaría enojado con ella, la última vez que se habían visto lo había presentado como un simple amigo, aunque ambos sabían que eso no era así.  Eran más que simples amigos, pero nada estaba oficializado. Aunque aquella duda se esfumó cuando él se le plantó enfrente de la misma manera tímida de siempre.

—Por un momento creí que no vendrías —dijo a modo de saludo.

Para la sorpresa de Hoseok, la chica se le colgó del cuello y le plantó un casto beso en los labios. Miró a su alrededor, encontrándose con la mirada inquisidora del resto de las chicas sobre ellos, las únicas que habían presenciado aquella muestra de cariño, pues el resto de las personas estaban demasiado concentradas en pasarla bien.

—Jamás pensé en estar en una fiesta de Jeon Jungkook —admitió con una sonrisa tímida y las mejillas enrojecidas que Nabi no pudo notar debido a la poca iluminación—, pero haría cualquier cosa que me pidieras.

Nabi lo miró entre sus pestañas con una pequeña sonrisa coqueta en los labios. El corazón le golpeaba contra el pecho, incitándola a volver a agarrarlo por la nuca y atraerlo a sus labios, pero cuando estuvo a punto de hacerlo se encontró con el rostro de Park Jimin, quien en sus manos traía un par de vasos de plástico con un líquido color ámbar.

El recién llegado miró de reojo a Hoseok y le tendió el vaso a Nabi.

—Jamás aceptes vasos de nadie, Nabi —dijo una cuarta voz por encima de la música.

La chica miró por encima del hombro de Hoseok, encontrándose con un Yoongi que aparentemente acababa de llegar y se unía a la conversación. Sus ojos viajaron con curiosidad hacia el vaso que todavía sostenía Jimin.

—Ella no tomará eso —le informó Yoongi al chico.

Jimin levantó las cejas hacia Yoongi, dándose cuenta de que era la única persona en toda la fiesta que no conocía, y terminó por encogerse de hombros a la vez que hacía una mueca de desinterés.

—Bien —resolvió y se dio media vuelta.

Nadie dijo nada, sólo se quedaron viendo cómo Jimin se alejaba y se perdía entre la multitud. Cuando ya no fue visible, Nabi se giró hacia Yoongi con una expresión sorprendida, pues no había imagino que se lo encontraría en la fiesta de alguien que no conocía.

—Traje a un amigo —dijo entonces Hoseok, rompiendo el silencio que se había formado entre los tres.

¿Amigo?

Nabi se mordió el labio inferior sin saber cómo sentirse ante aquella confesión que aparentemente no significaba algo importante, pero no sabía cómo sentirse al enterarse de que el chico que le gustaba se había hecho amigo del chico que le interesaba más de lo debido.

Yoongi le devolvió la mirada desde su altura y dibujó una pequeña sonrisa en sus labios que la hizo estremecer.

La canción que sonaba a través de los altavoces finalizó y el pegadizo ritmo de Footloose comenzó.

—¡Me encanta esta canción! —Exclamó Yoongi.

Nabi abrió la boca y soltó una carcajada. Se le había ocurrido una idea:

—¡Vamos a bailar! —Los tomó a ambos de las muñecas y los arrastró de la misma manera que había hecho con Yuna.

Yoongi sonrió complacido y cuando estuvieron en medio de todos, su cuerpo se movió igual que el de Nabi, entre meneos y pequeños saltos. Por su parte, Hoseok se quedó parado en medio de ambos sin saber qué debía hacer. Sonrió al verlos disfrutar de esa manera, pero tuvo el impulso de devolverse al lugar donde estaban antes. Y estuvo a punto de hacerlo, pero Nabi lo sostuvo de la ropa. Su cuerpo no había dejado de moverse al ritmo de la música y fue de esa manera en la que lo tomó de la mano para ayudarlo a moverse. Yoongi hizo lo mismo con su otra mano, por lo que Hoseok terminó con ambos brazos moviéndose a un ritmo que todavía no llegaba a entender.

Miró a su alrededor sintiéndose un poco abochornado. Nadie le estaba poniendo atención.

¿Qué más daba si no conocía la canción o si no sabía cómo mover su cuerpo?

Nabi celebró cuando comenzó a moverse, casi de manera imperceptible, y se acercó a su cuerpo para abrazarlo y ayudarlo con el ritmo. Yoongi se carcajeó y aplaudió, disfrutando del espectáculo mientras la chica hacía girar el cuerpo de Hoseok junto con la melodía de la música.

Hoseok cerró los ojos un momento. Su vergüenza finalmente había quedado atrás y simplemente disfrutaba de cómo se sentía el cuerpo de Nabi abrazado al suyo, pese a que no duró mucho porque volvió a separarse para solamente tomarle la mano. Entonces Hoseok se sintió lo suficientemente seguro como para intentar moverse igual que sus amigos y allí, tomado de las manos de ambos, lo logró. Cerró sus ojos y se dejó llevar por lo que la música le hacía sentir.

Nabi sonrió satisfecha, aunque aquella sonrisa se desvaneció cuando divisó a Yuna entrar a la casa desde el patio trasero. Sus ojos estaban brillosos por las lágrimas que intentaba ocultar, pero ella la conocía y sólo bastaba mirarla para saber que estaba a punto de explotar. Se disculpó con los chicos, elevando la voz por encima de la música, y corrió hacia la salida de la casa, hacia donde su amiga se marchaba.

—¡Yuna! —La llamó cuando ya había atravesado el marco de la puerta y salía a la calle.

Su amiga se detuvo y se giró hacia Nabi con las mejillas empapadas. Se marchaba en dirección a su casa, dispuesta a dejar que la noche muriera en ese preciso momento.

—¿Qué ocurrió? —Preguntó Nabi cuando estuvo lo suficientemente cerca—. ¿Te hizo algo?

La chica bajó la vista al piso y negó con la cabeza.

—Creo que jamás seré lo suficientemente interesante para él, sólo es eso.

Nabi tragó saliva, ahogando las ganas de decirle que se lo había dicho más de una vez. Eso no era lo que Yuna necesitaba en ese momento.

—¿Por qué? ¿Te dijo algo? —Insistió.

—¡No! —Soltó su amiga, perdiendo la paciencia—. Ese es el problema, Nabi, no me dijo nada, ni siquiera me miró...

—Oh, Yuna —murmuró, acercándose más todavía para darle un abrazo—. Lo siento mucho... Él..., él no es para ti, no es bueno.

Yuna se alejó con brusquedad de su cuerpo, su ceño estaba fruncido mostrando que se encontraba profundamente disgustada. Nabi abrió los ojos más de lo normal, sin entender qué era lo que había molestado tanto a su amiga.

—¡¿Y quién lo es, Nabi?! —Preguntó y la voz se le quebró—. ¿Tú? ¡No creas que lo de la otra noche significó algo! ¿O es que estás lo suficientemente trastornada para pensar que sí?

La boca de Nabi se abrió sorprendida, pero no fue capaz de emitir una palabra. Sus pies parecieron haberse quedado pegados en el suelo mientras observaba cómo Yuna se alejaba rápidamente.

Su corazón dolió y sus ojos se llenaron de lágrimas.

Dios mío Yuna, ya no me caes bien

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