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CAPÍTULO 3:
BESAR A TU AMIGA
—Todavía no te has puesto el esmalte que te regalé.
Nabi hizo una mueca con los labios, evitando la mirada de la chica que se encontraba frente a ella.
—En realidad, sí, y papá odió el color —murmuró en respuesta.
Una sonora carcajada sorprendió a la chica. Alexandra no había podido aguantar la risa por lo absurdo que sonaba aquello.
—¿Qué? —Preguntó Nabi sin entender.
Alexandra se acomodó el cabello rubio que se le había desordenado y se relamió los labios gruesos que brillaban producto del labial que se había aplicado cinco minutos atrás.
—¿Bromeas, mariposita? Ya estamos en mil novecientos ochenta y cinco, los tiempos están cambiando y te aseguro que el rojo no es de prostitutas.
Nabi apoyó los codos sobre el mostrador de la tienda del señor Choe y negó con la cabeza. Le encantaría que su familia pensara de esa manera tan liberal en la que pensaba Alexandra, pero no podía pedir más a la gente que nunca había estado fuera de Seondong. Alexandra, o Lexie, como le llamaban, había nacido en Estados Unidos y había dedicado su adolescencia a viajar por distintas ciudades y países, aunque fuese realizando trabajos de mala reputación.
—O sea —aclaró la rubia, mirando sus uñas pintadas de rojo—, yo sí soy prostituta y uso rojo, pero cualquier mujer puede usarlo...
Comenzó a reír nuevamente, esta vez acompañada por la tímida risa de Nabi.
Lexie había llegado a Seondong hacía cuatro años y había sido una noticia impactante para los habitantes. La casa rodante destartalada que se instaló en la periferia del pueblo el verano del ochenta y uno no había pasado desapercibido, tanto por su dueña de rasgos forasteros como por el trabajo que ejercía.
Por supuesto, su padre había sido el primero en realizar una reunión de vecinos con el fin de echarla del pueblo, aunque sin éxito alguno. La chica seguía allí.
—Entonces —Lexie se echó un trozo de goma de mascar a la boca—, ¿qué tal las cosas con ese chico?
Nabi la imitó en un intento de pasar desapercibida su sonrisa.
—No lo he visto desde que terminó la escuela, pero sus labios son... —Se detuvo un momento para encontrar la palabra adecuada— una delicia.
—¿Y? ¿Nada más que eso?
La menor negó con la cabeza.
—Mariposita, sabes que mi remolque está siempre disponible por si...
—¡Ya! —La interrumpió Nabi, dándole un pequeño golpe en el brazo—. No sé si lleguemos a ese punto.
Sus mejillas se pusieron rojas, pero ante la propuesta tan indecorosa que le había hecho Lexie, sino porque últimamente había estado pensando constantemente en llegar a algo más allá con Hoseok, pues la escuela había terminado y tampoco estaba dispuesta a nuevamente seguir esperando que la jornada escolar terminara para besarlo de manera apasionada debajo de las gradas de la cancha de béisbol. Pero no sabía cómo abordar el tema o cómo siquiera proponérselo para no parecer una desesperada.
Aunque él no creería eso de Nabi, ¿cierto?
La chica esperaba que Hoseok la estuviera viendo con los mismos ojos con los que ella lo veía, tanto románticos como lujuriosos. Nabi moría por seguir explorando el terreno de la intimidad con el muchacho que prontamente pretendía presentarse como su novio.
Y por un segundo se preguntó cómo sería hacer lo mismo, pero con Yoongi.
La campanita de la puerta sonó, anunciando un nuevo cliente, y Lexie fingió mirar los productos que estaban detrás de Nabi. Ambas lo sabían: nadie podía saber que eran amigas, por el bien de las dos. Y quizás aquello era lo que las mantenía tan unidas, la relación era prohibida y el placer culpable que Nabi sentía cuando hacían algo tan simple como conversar no se podía reemplazar con nada.
Ni siquiera con los pensamientos que había estado teniendo con Hoseok.
—Bien, creo que todavía no traen los cigarrillos que pedí —se quejó Lexie antes de darse media vuelta y marcharse de la tienda.
Yuna, que acababa de entrar a la tienda, arrugó el rostro con desagrado al ver a la rubia pasar a su lado.
—¿Estaba molestándote? —Le preguntó a Nabi.
Ella negó con la cabeza.
—No te preocupes —la tranquilizó—. ¿Tienes ya tus cosas?
Yuna mostró todos sus dientes en una amplia sonrisa y levantó un pequeño bolso de color lila que contenía su pijama y una muda de ropa. Habían acordado que Yuna iría a la tienda de conveniencia cuando la jornada de Nabi terminara y juntas caminarían a su casa. Así que la muchacha se dedicó a dejar todo en orden para finalmente dejarle las llaves a la esposa del señor Choe e irse junto a su amiga.
Su padre actuó de la misma manera en la que actuaba cuando recibían visitas en casa: amable. Saludó a Yuna con una gran sonrisa, ignorando que la noche anterior había abofeteado a Nabi "por su culpa", por aquel esmalte de color rojo que en realidad había sido regalado por Lexie. Aunque Nabi prefería ser golpeada mil veces que aceptar en voz alta el real origen de ese esmalte. Rápidamente subieron a la habitación de Nabi para cambiarse a ropa más cómoda.
Aquella noche, Nabi tenía permiso para escuchar música a un volumen moderado, una excepción que había hecho su padre únicamente porque estaba Yuna presente.
—¿Sabes algo? —Preguntó Nabi cuando ya había sonado al menos la mitad del compilado de música del casete—. Ayer fue el chico nuevo a la tienda, después de que te fuiste. ¡Sí que es guapo!
Yuna arrugó el rostro y emitió un quejido, como si fuera una niña de cinco años.
—¡Me perdí la oportunidad de hablarle!
Ambas estaban sentadas en el suelo de la habitación rodeadas por cojines y mantas. Nabi se había ofrecido a pintarle las uñas de los pies a Yuna, luego de que se pintara las de las manos, porque tenía claro la inexistente flexibilidad de su amiga.
Quería tantear terreno, pues sabía la condición amorosa en la que se encontraba su amiga, pero igualmente debía consultar y, si realmente estaba interesada en Yoongi, debía desecharlo de su mente, por mucho que le doliera.
—¿Por qué no sólo te acercas y ya?
Yuna pareció pensárselo, pero finalmente negó con la cabeza.
—No creo poder superar a Jungkook.
Nabi quiso soltar un suspiro de alivio. Así se lo había llevado su amiga durante los últimos años escolares: yendo y viniendo con el imbécil de Jeon Jungkook, quien no parecía tener otro interés en ella que no fuera utilizarla como un juguete. Sin embargo, se sintió mal por el alivio que la envolvió al saber que Yuna no estaba realmente interesada en Yoongi, pues no merecía quedarse atascada con el mismo estúpido.
—¡Ya déjalo, Yuna! —Exclamó Nabi en medio de una carcajada—. No deberías seguir detrás de alguien que te utilizó, tienes que conocer gente nueva y no hablo solo del chico nuevo.
—Él es el único al que no conozco —respondió Yuna con obviedad—, al resto los conocemos desde hace años y realmente ninguno me agrada. Además..., sería incapaz de sacarme a Jungkook de la cabeza, incluso estando con alguien más.
—Creí que sería mejor que seguir sufriendo siempre por la misma persona.
Se formó un momento de silencio entre ambas, en el que sólo se escuchó la música proveniente de la radio. Nabi cerró el envase del esmalte color rosa y lo dejó a un lado para estirar sus brazos y alcanzar los vasos con gaseosa que estaban sobre uno de los muebles de la habitación.
—Para ti es fácil decirlo —dijo Yuna después de recibir su vaso y darle un pequeño trago—. Eres linda y popular, todos quieren hablar contigo. En cambio, yo ni siquiera he tenido novio, ¡Dios!, ni siquiera he dado mi primer beso. ¿Por qué alguien tan interesante como ese chico querría siquiera hablar con alguien como yo?
Yuna se echó hacia atrás, quedando recostada sobre los cojines, y fijó la vista sobre el techo. Su amiga se acomodó a su lado y la imitó. Era cierto, Nabi era popular, pero se debía netamente a su padre, quien era considerado una persona importante en el pueblo. Ser la hija del pastor Yoo era casi equivalente a ser hijo del alcalde Jeon. Sin embargo, sabía lo que la mayoría de las personas pensaban sobre ella producto de esa popularidad, pues siempre había procurado mostrarse de la manera en la que su padre le había dicho que debía ser. A diferencia de otras chicas de su edad, Nabi no solía ir a fiestas, no salía de casa todos los fines de semana con sus amigos y menos compartía algún tipo de gusto en común con sus compañeros de salón, o eso era lo que ellos creían.
Muy poca gente la conocía realmente y la chica que estaba a su lado no era una de ellas.
—Eres hermosa, Yuna, tanto por dentro como por fuera —murmuró—, y el hecho de que no hayas encontrado a la persona correcta no significa lo contrario.
Yuna acercó su cabeza a la de su amiga en señal de cariño, provocando que el estómago de Nabi cosquilleara del nerviosismo.
—Eres lo mejor que tengo, Nabi.
Su amiga no respondió, pero la tomó de la mano y le dio un apretón. No pudo concentrarse en nada que no fuera su corazón exaltado y su intento por mantener un ritmo de respiración normal. Desde hacía un tiempo a la fecha que se sentía extraña cada vez que Yuna traspasaba los límites de su espacio personal, algo que ocurría con frecuencia.
Se sentía extraña, pero no incómoda.
De pronto Yuna se giró y apoyó el peso de su cabeza sobre su mano, poniendo el codo en el suelo y quedando su cuerpo de costado. Sus rostros quedaron bastante cerca, tanto que Nabi podía apreciar las pintas ámbar que su amiga tenía en los ojos y que únicamente se veían cuando le llegaba el sol directo.
Nabi tragó saliva y tuvo el impulso de alejarse, pero la manera en la que habían puesto las almohadas en el piso se lo impedía, así que se vio obligada a permanecer allí, con el rostro de Yuna a escasos centímetros del suyo y con el corazón queriendo salirse de su pecho.
—Quizás le volveré a hablar a Jeon —decidió.
—¡Dios mío! —Exclamó la chica, intentando ignorar aquella extraña sensación que le provocaba tener tan cerca a Yuna—. No era precisamente eso lo que quería escuchar. ¿Acaso no aprendes?
—No, y tú vas a ayudarme a aprender.
Nabi ladeó la cabeza y soltó una carcajada nerviosa, sin entender.
—Vas a enseñarme a besar para impresionar a Jeon —aclaró.
Los ojos brillantes de su amiga la observaban en busca de un consejo, pero Nabi había perdido por completo el hilo de la conversación. Sin duda, estaba distraída. Se sentó para ganar un poco de espacio, aunque por la posición en la que puso sus piernas su cuerpo seguía rozándose con el de Yuna.
No sabía qué le ocurría. ¿Por qué su amiga la ponía tan nerviosa?
Aquello no era normal en lo absoluto.
—¿Cómo aprendiste tú? —Insistió Yuna sentándose también.
Claramente Nabi ya había dado su primer beso, su amiga ya lo sabía, a pesar de no tener idea de lo que ella estaba haciendo con Jung Hoseok. Lo que sí sabía era que, a principios del año anterior, un muchacho había estado pretendiéndose a Nabi, creyendo que podría pasarse de listo, y aquel fue quien se había llevado su primer beso, aunque no era merecedor de él en lo absoluto. Al tiempo, Nabi le había pedido que dejara de buscarla, pues una culpa inexplicable e irracional se había apoderado de su ser, sintiendo que había fallado a todo lo que su padre le había enseñado desde pequeña y creyendo que, debido a eso, había disgustado a Dios
Pero el tiempo había pasado y la chica había entendido que algo como eso no la mandaría al infierno. O simplemente había dejado de importarle su destino.
—Simplemente lo supe —murmuró en respuesta y se encogió de hombros para restarle importancia—. Quizás podrías practicar con la palma de tu mano.
Yuna arrugó el entrecejo y se miró la mano antes de acercarla a su boca, aunque antes de llegar a apoyar los labios soltó una carcajada nerviosa.
—¡No puedo! —Chilló—. Me siento como una idiota.
Nabi rio también mientras desviaba la mirada hacia su vaso de gaseosa que descansaba a un lado de su cuerpo. Realmente no encontraba otra manera de ayudar a su amiga, pues había sido tal cual le había dicho: al momento de besar a aquel chico había sabido cómo hacerlo. Sin embargo, tuvo que apiadarse una vez más de ella cuando la vio con las mejillas enrojecidas observando la palma de su mano.
—Aquí —le dijo, sosteniendo su mano en alto y señalando la hendidura en la parte posterior de su palma, justo antes de que comenzara la muñeca—. Y gira un poco tu cabeza —con su mano libre inclinó la cabeza de Yuna.
Tragó saliva viendo los ojos de su amiga cerrarse y sus labios rosas apoyarse sobre la piel de su mano. Quiso correr la vista para dar su privacidad, pero se encontraba hipnotizada admirando la delicadeza con la que Yuna se dedicaba a besar y sus mejillas se tornaron rosadas al sólo imaginar que quizás podría ser ella...
—¿Qué tal lo hice? —Preguntó Yuna cuando se alejó de su mano.
Nabi se remojó los labios. Sus rostros se encontraban demasiado cerca, lo que no ayudó a calmar el ardor de su rostro. Sin pensarlo mucho, estiró la mano para posarla sobre la mejilla de Yuna y terminó por acortar la distancia entre sus bocas.
Sabía que lo que estaba haciendo estaba mal, que no era correcto, pero quizás eso era lo que más lo motivó a avanzar.
Atrapó con delicadeza el labio inferior de Yuna entre sus dientes y succionó, llenando su boca del dulce sabor del brillo labial que esta se había aplicado momentos antes. El corazón le martilleaba contra el pecho y por un segundo lo único que pudo escuchar fueron sus acelerados latidos. Su lengua no tardó en tomar acción, abriendo la boca de su amiga e introduciéndola.
La mano de Yuna se posó sobre la mejilla de Nabi, terminando por quitarle toda la valentía que se había apoderado de su cuerpo y llevándola nuevamente al mundo real. Aquello estaba mal, las chicas no se besaban con chicas. Eso había escuchado decir a su padre varias veces cuando predicaba frente a todo el pueblo en la iglesia. Se echó hacia atrás, creyendo que la mano de su amiga la alejaría, pero se sorprendió cuando fue ella la que la sujetó y se acercó nuevamente.
En todo el transcurso del beso, Yuna no había movido sus labios y sólo se había dejado llevar por lo que Nabi estaba haciendo, pero una vez tuvo la noción de lo que significaba besar se sintió preparada para seguirle la corriente. Pasó la lengua sobre los labios suaves de su amiga, y sin querer soltó un suspiro al sentir las extrañas mariposas que revoloteaban en su estómago.
De pronto, Nabi se alejó, con los ojos muy abiertos y las mejillas coloradas, los labios le brillaban, ligeramente hinchados, y con la respiración acelerada dijo:
—Lo siento mucho, Yuna, no quise...
—No te preocupes —la interrumpió, con la vistaperdida, pero intentando dibujar una sonrisa—. Gracias por ayudarme, eres lamejor.
Estoy cuestionándome tanto las decisiones de Nabi, pero bueno, yo tampoco me podría resistir a Yoongi, no voy a mentir
Por favor, recuerda dejar tu voto!
-Nini
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