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CAPÍTULO 1:
EL CHICO NUEVO
Jung Hoseok entró a la tienda de convivencia a la que acostumbraba a ir desde que tenía memoria. Había nacido y sido criado en Seondong, un pequeño pueblo que parecía olvidado por la civilización contemporánea y que siempre había tenido una población de alrededor de mil habitantes. Nadie llegaba, nadie se iba. Y siempre había sido de aquella manera.
Levantó la vista y dedicó una pequeña mirada a la chica que estaba detrás del mostrador, masticando goma de mascar mientras se pintaba las uñas de color rojo y escuchaba a su amiga parlotear. Notó que ella posó sus ojos sobre él durante un momento más del habitual, lo suficiente como para provocarle una sonrisa en los labios.
Se acercó a la sección de las revistas y tomó una para leer el encabezado, aunque poco le importaba la nueva canción que había lanzado un grupo llamado A-ha, que ni siquiera conocía hasta ese momento. Sólo quería ver cómo la hermosa chica del mostrador medio sonreía al escuchar a su amiga.
Hoseok iba a comprar a aquella tienda de conveniencia desde que tenía memoria, pero no recordaba jamás haber visto una chiquilla tan hermosa como Yoo Nabi, que había comenzado a trabajar allí hacía un par de meses. La tienda siempre había sido atendida por el dueño o su familia, pero luego de varias generaciones el último de los hijos de la familia Choe y su esposa no habían podido generar descendencia, y la edad ya no les permitía pasar muchas horas detrás del mostrador.
—¡Dios! Mira la hora, ¡mi mamá va a matarme! —El grito de Yuna, la amiga de Nabi, sacó a Hoseok de sus pensamientos.
—Será mejor que vayas —le respondió la chica, con un poco de lástima.
Desde que Nabi había comenzado a trabajar allí la tienda había recibido más compradores, pues era una chica bastante popular en Seondong y siempre había alguien conversándole, convirtiendo su horario laboral en algo más llevadero.
—Ya me seguirás contando del chico ese —animó a Yuna, al ver que esta no quería irse—. Podemos hacer una pijamada mañana en mi casa, ¿qué dices?
El rostro de Yuna se iluminó y luego de asentir frenéticamente con la cabeza, se despidió y corrió rumbo a su casa, que quedaba un par de manzanas hacia el sur.
Y ambos se quedaron solos, por lo que Hoseok se vio obligado a bajar la vista hacia la revista que seguía sosteniendo. La música ambiental de la tienda acompañada del repentino silencio le habían perturbado lo suficiente como para que le entraran ganas de marcharse, pero era el único momento del día en el que podía ver a Nabi sin que nadie los molestara.
—No puedes leer las revistas sin comprarlas —el chico se sobresaltó al sentir una voz a su espalda.
Se giró con los ojos bien abiertos, encontrándose con el adorable rostro de Nabi que lo observaba con una ceja alzada. Los ojos de la chica le recorrieron el rostro y luego escudriñó la revista que sostenía.
—Yo... —Murmuró Hoseok, sintiendo que sus nervios comenzaban a dispararse.
Entonces la chica no pudo aguantar más la risa y soltó una pequeña carcajada.
—Es broma, Jung, pero si te ve el señor Choe me va a regañar —lo tranquilizó—. No sabía que te gustaba A-ha.
Él bajó la vista hacia la portada, sin saber cómo explicarle que únicamente estaba allí para verla y que no conocía a tal grupo.
Yoo Nabi era una hermosura, y no únicamente en el sentido físico. Era hija del pastor encargado de la iglesia de Seondong, una chica educada y bien portada. Hermosa y gentil. Popular, recatada y humilde.
O eso era lo que la mayoría de las personas creía.
Hoseok había tenido la dicha de conocerla un poco más íntimamente y se había dado cuenta de que era una muchacha común y corriente. Lo que no estaba mal en absoluto, simplemente era diferente de lo que mostraba al resto del mundo, especialmente a sus padres.
Y con mucha razón, pues su padre tenía fama de ser un hombre serio y estricto. Todos en Seondong sabían que había criado a su única hija siguiendo el camino de Dios, con la esperanza de que, en algún momento, el futuro esposo de Nabi se ocupara de la parroquia tan bien como lo había hecho él hasta ese momento.
—Ya comenzaron las vacaciones, ¿tienes planes? —Preguntó, evadiendo el comentario anterior.
Ella frunció los labios, maquillados con un sutil brillo color rosa, y luego hizo un puchero para negar con la cabeza.
—No realmente. Lo único que he pensado es que pasaré algunas tardes con Yuna. ¿Por qué?
Aquel tinte de inocencia fingido en el tono de voz de la chica le provocó una sonrisa coqueta. Nabi sabía que estaba interesado en ella, se lo había dejado claro durante el año escolar recién pasado, y ella parecía mostrar el mismo interés en Hoseok.
—¿Quieres ir al cine el viernes en la noche?
Ella lo miró a través de las pestañas con una pequeña sonrisa en los labios. Siempre que hacía eso a Hoseok le temblaban las rodillas y le entraban ganas de tomarla por las mejillas para devorar sus labios carnosos.
—Sabes que no puedo estar fuera tan tarde —soltó con voz dulce y Hoseok asintió con la cabeza, dándole la razón—. Quizás podríamos ir durante la tarde, ¿qué opinas?
La sonrisa encantadora de la chiquilla provocó una revolución de mariposas en el estómago de Hoseok. Anteriormente se había limitado a pasar tiempo con ella durante el horario escolar, pero las vacaciones habían llegado y la escuela había terminado. Y ellos no volverían, puesto que se habían graduado. Así que Hoseok no había encontrado más pretextos para volver a verla más que ir a comprar pequeñeces a la tienda de los Choe.
Soltó un suspiro, que le evocó decenas de recuerdos con sabor a chicle de fresa, el sabor del brillo labial que Nabi utilizaba a espaldas de su padre.
—Pasaré por ti a las cuatro.
Nabi ladeó su cabeza lentamente, todavía observándolo con esa sonrisa que lo volvía loco y que lo dejaba pensando en ella durante horas, haciéndole sentir como un trastornado, y levantó la mano para llevarla hacia la camiseta de Hoseok para quitar una pelusa imaginaria.
—Te veo a las cuatro afuera del cine —respondió y luego se remojó los labios.
Hoseok no pudo evita quedarse viendo cómo estos quedaban todavía más brillantes gracias a la saliva, Nabi había logrado desviar su atención del tema de conversación para que no se sintiera mal por no querer que el chico pasara por ella a su casa.
No era que no lo quisiera, era que le aterraba pensar en la reacción de su padre si se enteraba que se estaba viendo con un muchacho y que varias veces le había besado.
—¡Genial!
Nabi se dio media vuelta y volvió a su lugar detrás del mostrador, nuevamente con el envase de esmalte de uñas rojo entre sus manos.
Después de unos segundos, Hoseok caminó hacia ella, todavía con la revista en mano, y la puso sobre el mueble. A su espalda se escuchó la campana de la puerta, que indicaba que esta había sido abierta y un nuevo cliente había entrado. Sacó la billetera del bolsillo de su chaqueta y miró sonriente a Nabi.
Pero ella no tenía su atención puesta en él, sino en quién estaba detrás.
Hoseok tragó saliva, teniendo que aguantarse las ganas de girarse para mirar de quién se trataba, pues no imaginaba quién podría provocar tal expresión en el rostro de Nabi. Curiosidad combinada con algo más...
¿Estaba saliendo con más chicos?
—¿Llevas algo más? —Le preguntó la chica después de un momento.
—No.
—Son cien wones.
Hoseok buscó el billete y lo dejó encima. Su corazón comenzó a saltar con rapidez cuando tomó la revista y su cuerpo comenzó a girarse hacia la salida de la tienda. Al fin podría ver quién había llegado.
Grande fue su sorpresa cuando se encontró con un par de ojos felinos y una tez extremadamente pálida. El chico era un poco más bajo que él, pero se veía un poco mayor. Su cabello negro llevaba un corte singular, difícil de encontrar en otros hombres, y que fácilmente le agregaban cierto tipo de identidad alternativa.
Jamás lo había visto en Seondong.
Y en Seondong todos se conocían.
Siguió su camino, fingiendo apenas fijarse en el segundo chico, y salió de la tienda con una revista en la mano en cuya portada salía un grupo que no conocía y que solamente había comprado para evitar que regañaran a Nabi.
Suprimió sus ganas de voltearse a ver qué era lo que ocurría dentro ahora que él se había marchado. No miró atrás, pero no pudo dejar de pensar en que Nabi estaba interesada en el chico nuevo.
Sin embargo, no había nada que pudiese reclamarle. Ambos habían dejado en claro, cuando su extraña relación había comenzado, que no se trataba de nada serio y que la exclusividad no formaba parte de su tonteo. Pero Hoseok no había salido con ninguna otra chica desde que había empezado a ver a Nabi y, por lo que tenía entendido, ella tampoco lo había hecho.
Sin querer se habían dado aquella exclusividad que no estaba incluida dentro de los límites.
Hoseok tampoco planeaba manchar la fidelidad que había desarrollado hacia Nabi, pues estaba seguro de una cosa: la quería. La quería tanto como podía quererse a alguien. Cada vez que pensaba en ella, su estómago cosquilleaba; buscaba pretextos para verla, como ir a comprar donde los Choe y gastarse lo poco que tenía de mesada en estupideces que no necesitaba; y si no podía verla, la extrañaba a cada hora.
La quería y estaba dispuesto a dar el siguiente paso con ella, pedirle que fuera su novia. Incluso pensaba en pedir la autorización del pastor Yoo. Y, si las cosas salían bien, no tenía problemas en hacerse cargo de la parroquia de Seondong, pues había sido criado bajo las creencias religiosas de su abuela.
Tomó una respiración honda y tomó el camino hacia su casa, mirando vagamente la portada de la revista. La leería para tener algún tema de conversación con Nabi.
La chica, por su parte, se encontraba frente al chico nuevo, sosteniéndose con fuerza al mostrador mientras él repasaba lentamente con la mirada el mueble lleno de chucherías que había detrás de ella. Aquellos ojos oscuros y felinos la habían dejado sin aliento, con el corazón acelerado producto del nerviosismo.
—Una cajetilla de Marlboro, por favor —pidió él, luego de haber encontrado el sector de los cigarrillos.
Nabi se giró lentamente y tomó la pequeña caja de bordes rojos, intentando que su mano no temblara ante la mirada intensa del chico.
—Son doscientos wones.
Aquel era el chico que Yuna le había dicho momentos atrás. Había llegado corriendo a contarle que acababa de ver a un chico nuevo en el pueblo, algo extremadamente raro, pues nadie quería siquiera visitar Seondong. Menos mudarse.
Ella sabía que cualquier cosa era mejor que ese basurero que su padre insistía en llamar hogar.
Yuna no había tardado en comenzar a fantasear con una posible relación con él porque se le había hecho realmente guapo. Pero, para Nabi, la palabra "guapo" se quedaba corta, aunque no encontró un denominativo que describiera mejor la hermosura que tenía enfrente.
Levantó apenas la vista para encontrarse con los ojos oscuros que brillaban igual a los de un gato debido al fluorescente del techo. El cabello negro le caía hacia atrás, dejando ver los lados rapados de su cabeza, como las de las estrellas de rock que salían en las revistas que llegaban una vez a la semana a la tienda. Tragó saliva y extendió la mano para recibir el dinero que él le entregaba.
—¿Tan raro es ver a alguien nuevo? —Preguntó con voz golpeada.
Nabi se sobresaltó, nuevamente su corazón se había acelerado. Negó con la cabeza de forma inmediata y replicó:
—No, lo siento, no quise ser maleducada.
Abrió la caja registradora y metió el billete que el chico le había entregado. Sus dedos vagaron por el espacio donde estaban guardadas las monedas para entregarle el cambio, pero ni siquiera podía concentrarse en eso, pues había olvidado hasta cómo restar.
—Lo siento —murmuró él de vuelta, como si se hubiese dado cuenta de que había sido demasiado brusco—. Puedes quedarte con el cambio... Soy Min Yoongi.
Nabi volvió a levantar la mirada para encontrarse con la suya. Sus labios entreabiertos brillaron de color rosa bajo el fluorescente de la tienda, llamando la atención de Yoongi, quien por un instante fijó su vista sobre ellos.
El chico terminó por dar un asentimiento de cabeza a manera de despedida y se dio media vuelta para salir de la tienda, todo mientras abría la cajetilla y sacaba un cigarrillo para ponérselo entre los labios.
—Soy Yoo Nabi —atinó a decir la chica antes de él estuviera afuera.
Yoongi se volteó para mirarla con una sonrisa de medio lado y volvió a despedirse con un asentimiento de cabeza antes de salir de la tienda, haciendo sonar otra vez la campanita.
Hola hola! No sé si alguien recuerda esta historia (no sé realmente si alguien la leyó porque fue un fracaso estrepitoso xd) pero bueno, aquí la tenemos nuevamente en un remake, una re edición que estoy haciendo con el fin de agregarle más profundidad a los personajes (porque inicialmente sólo tenía 5 capítulos). Esta historia se mantendrá corta y no creo que sobrepase los 10 capítulos, pero tenía muchas ganas de editarla y hacerla todavía mejor.
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