Parte 2: Sombras.
Descubrimientos.
Mucha gente suele decir que el tiempo es el mejor aliado para curar las heridas... Pero todo eso es una mentira.
El tiempo no cura, solo nos hace olvidar aquellas cosas que nos hieren.
Pues a medida que avanza comenzamos a olvidar las cosas y esas paulatinamente van dejando de importarnos, también de doler.
Para Hoseok transcurrió el tiempo.
Poco más de una década para ser exactos.
Fueron años en los que él olvidó totalmente su origen y por eso vivió en paz mental durante todo ese tiempo.
Nunca es fácil que un niño olvide un evento traumatico de esa categoría, pero si hay algo que es muy cierto en esta vida, es que el amor si cura.
Y esa fue justamente la medicina para su pequeño herido corazón.
Para fortuna de aquel pequeño niño desamparado, la persona que lo recogió en la escena del crimen, era un hombre de un corazón humilde, sirviendo con devoción a la ley y con una familia muy bonita y unida.
Ese hombre se encargó de que durante todo el largo proceso que conllevaba su caso, él se sintiera bien consigo mismo y que dejara de pensar en que los sucesos que había vivido, eran su culpa.
En pocas palabras, actuó como el padre y madre que nunca tuvo, entonces sus corazones se unieron de por vida.
Después del tedioso juicio donde fue casi obligado a relatar con detalle todos aquellos terroríficos hechos que vivió y que llegaban incluso a atormentarlo en pesadillas, el oficial de policía que lo encontró, decidió iniciar un proceso de adopción para poder hacer de Hoseok, un miembro de su familia más.
Y logró hacerlo.
El pequeño Hoseok conoció por primera vez lo que era tener una familia, una verdadera familia.
Y creció en medio de mimos, abrazos, caricias y buenos tratos de parte de los que consideraba su familia.
Por lo tanto, ya no era Hoseok el niño desamparado con una madre que siempre tomó malas decisiones y un padre violento que casi le quitó la vida.
Ahora era un joven apuesto, con padres amorosos, dos hermanas mayores que lo consentían incluso aunque no vivieran juntos, una buena posición económica, un trabajo de medio tiempo y unas calificaciones excelentes en sus primeras clases dentro de la universidad.
Muy poco quedaba de aquel muchacho de años atrás, de hecho hasta los recuerdos se habían quedado en algún lugar de su subconsciente.
Lo único que lo mantenía unido a ese pasado, era aquel viejo e inutilizado libro que guardaba en el segundo cajón de su mesita de noche, junto al bolígrafo que en vida le pertenecía a su madre.
Los mismos objetos que por cosa del destino, ese día volvió a mirarlos después de tantos años.
Si no hubiera sido porque estaba buscando un viejo papel de la secundaria que le pedían en la universidad, jamás hubiera vuelto a abrir ese cajón otra vez.
Desde que los encontró, se quedó viendo fijamente ambas cosas y un deseo sobrenatural por tomarlas entre sus manos, lo invadían.
Algo que catalogó mentalmente como "curiosidad" pues esa había sido la última vez que Hoseok había hecho un dibujo.
En su mente estaba el pensamiento de que quizá su parte creativa y artística, quería salir a flote nuevamente.
— ¿Hoseok? — escuchó la femenina voz llamándolo desde la planta baja — ¿Lo encontraste allá? Creo que deberíamos buscar en la oficina...
— Ve tú mamá... Ya iré luego... — no podía despegar sus ojos de aquel libro y sus manos estaban temblorosas, porque al verlo, de alguna manera estaba reviviendo aquellos recuerdos buenos y malos de aquellos años que casi no recordaba.
Entonces, como una estrella fugaz iluminando el inmenso manto negro del cielo nocturno, Hyungwon apareció en su mente y su corazón dolió mucho al recordarlo.
Era su mejor amigo, la única persona que daba algo por él cuando nadie más lo hacía.
Recordó todas las veces que lloró pensando en cómo estaría él, hasta que un día simplemente dejó de llorar y comenzó a aceptar que Hyungwon estaría bien, pues su familia era buena, lo amaban y era alguien muy inteligente.
Pero sin importar su resignación, su ausencia seguía doliendole a pesar de los muchos años transcurridos.
Sin poder esperar más, tomó la libreta y el bolígrafo, se sentó en la cama y la abrió en la primera y única página que había usado en aquel desastroso día.
Pero antes de que pudiera ver bien la forma de su dibujo, notó que alguien venía entrando por la puerta y lo cerró rápidamente, escondiendolo.
— Mira Hoseok... — levantó el papel en el aire — te dije que estaba en la oficina, por suerte tu padre cuida muy bien de estas cosas... — le sonrió y Hoseok le devolvió la sonrisa sinceramente.
Pues aunque habían convivido por muchos años juntos, él en muy pocas veces los llamaba papá o mamá, en cambio ellos siempre le decían hijo y se referían a ellos mismos como su padre y como su madre.
Se levantó de la cama dejando el libro debajo de la almohada y abrazó a la anciana mujer.
— Gracias Meri... — le dio un beso en la mejilla y se separó - ¿Puedes ponerlo dentro de mi carpeta? Por favor...
Ella asintió sonriente y salió de la habitación, entonces él corrió y aprovechó a guardar el libro y el bolígrafo dentro su mochila.
Tenía en su pecho un impulso que casi estaba arrastrándolo a salir de su hogar en esa tarde-noche.
No sabía lo que estaba haciendo o por qué lo hacía, pero sentía que debía hacerlo.
Entonces bajó corriendo las escaleras, sorprendiendo a la mujer que estaba en sala guardando el papel.
— ¿Vas a salir? — miró el reloj de la sala — ¿A esta hora? — Hoseok dirigió su mirada al reloj también, notando que ya era más de noche que de día.
Así que pensó rápidamente y decidió que aunque no le gustaba hacerlo, esa vez tendría que mentirle, por un motivo que desconocía.
— Eh... Si — le sonrió para parecer convincente — los chicos de la universidad me invitaron a jugar video juegos esta noche... Ya sabes, algo así como una pijamada para hombres.
La mujer sonrió contenta, sabiendo que su Hoseok era alguien de pocos amigos.
— Está bien cariño... — la mujer lo abrazó dejándole una pequeña caricia a Wonho, que le dolió en el corazón por algún motivo — cuídate y te espero mañana temprano aquí ¿vale?
Él asintió sonriente intentando esconder la tristeza que lo invadía sin razón alguna.
— Está bien mamá, tú también cuídate, dile a papá que no se preocupe, que estoy bien y... que sé defenderme, gracias a las técnicas de defensa personal que me ha enseñado a lo largo de estos años... — sonrió recordando el entrenamiento militar al que su padre lo sometía para que los hechos nunca más volvieran a repetirse.
Y entonces salió de la casa y corrió un par de cuadras de distancia para finalmente subir a un autobús que lo llevaría directamente hacia su ciudad anterior.
No sabía adonde exactamente, ni el motivo repentino de su viaje, pero estaba haciéndolo.
...
Fue un viaje de casi una hora, donde se la pasó pensando en el por qué hacía eso y en el por qué no podía simplemente regresar a casa.
Sentía que algo se lo impedía.
El autobús se detuvo y él bajo, sin saber que hacer o a donde ir, ni siquiera había llevado consigo suficiente dinero para pagar un hotel, tampoco había llevado ropa.
Sólo fue.
Se acomodó la mochila, sintiéndose ridículo y comenzó a caminar sin dirección alguna a través de las calles que mientras más pasaba el tiempo, se volvían más solitarias que antes.
No podía pensar claramente y muchas cosas dejaban de encajar en su razonamiento.
Entonces, sintió un fuerte dolor de cabeza que lo obligó a detenerse, apretó sus ojos para intentar calmar el mareo y cuando por fin pudo abrirlos de nuevo, reconoció rápidamente el lugar donde se encontraba.
Era el mismo callejón donde había visto a Hyungwon por última vez.
Sorprendido, sacó el libro de su mochila con toda la rapidez que pudo y lo abrió directamente en la página de aquel desfigurado dibujo manchado de sangre que había hecho hace muchos años atrás.
En el dibujo estaba él, Hyungwon y el gatito, junto a una sombra deforme muy extraña.
Suspiró recordando el porqué lo había hecho de esa manera, pero para su sorpresa, el dibujo estaba firmado con la fecha de ese día en el que se encontraba y no con la de aquel desastroso día.
Entonces el dolor de cabeza que tenía se incrementó y un ardor comenzó a hacerse presente en su nariz, dejando que poco a poco una fina línea de sangre atravesara sus labios, sin que él pudiera hacer algo.
Guardó el libro, visiblemente extrañado y al sentirse peor, decidió que volvería por el mismo lugar por donde vino, pues no sabía que hacía allí si se sentía enfermo y debía volver a casa.
Tomó su mochila y decidió salir del callejón a paso rápido, mientras se tapaba la nariz con una mano, temiendo que algo malo pudiera ocurrirle de nuevo.
Pero justo al salir del callejón, chocó con alguien y ambos cayeron al suelo.
La historia parecía estar en un proceso de deja vu, donde el único cambio que había era que sus personajes eran mayores.
Pero al aclarar un poco su vista con ayuda de la palma de su mano, pudo saber de quien se trataba esa vez.
Sus ojos se abrieron en demasía por la sorpresa y su labio temblaba intentando decir algo que no salía de su garganta.
Pero después de varios segundos de silencio, balbuceó una única palabra.
— ¿Hy- Hyungwon?
-----🖤-----
¡Hola!
Lamento hacerlos esperar tanto con esta historia, pero es que la trama es un poco compleja y requiere mucho cuidado de detalles, pero me encanta.
Y ya que la idea me la dio una amiga, quiero que la historia esté muy bien desarrollada para que ella quede satisfecha.
Gracias a los que están apoyando.
🖤
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