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El delgado mantenía el volante de su auto muy apretado entre sus manos, ni siquiera podía hablar después de aquel susto, ni siquiera sabía como había sido capaz de llegar hasta su casa.

Wonho se removió un poco en el asiento del pasajero, recuperando la consciencia y se dio cuenta que ya no estaban en el lugar de antes, sino que ahora parecía que estaban fuera de una casa muy bonita.

— ¿D-Donde estamos? — miró al inerte Hyungwon que mantenía la mirada perdida mientras se tocaba la cabeza debido al fuerte mareo que aún tenía — ¿Hyungwon?

El aludido miró a Wonho lentamente, parecía estar muy rígido y asustado.

— ¿Q-qué? — su boca parecía no poder modular ninguna otra palabra, entonces Wonho decidió no preguntar más, pero para su sorpresa, Hyungwon abrió la puerta del auto y salió — vayamos... adentro.

Asintió y salió débilmente del vehículo que por alguna razón se parecía mucho al que dibujó, notando que su leve sangrado aún seguía presente.

Se tapó la nariz mirando a su alrededor mientras Hyungwon sacaba la gata blanca del auto y la mochila suya.

A juzgar por el color del cielo, podría jurar de que estaba a punto de amanecer o algo así, la verdad era que la confusión en su cabeza era muy grande y no tenía idea de cuanto tiempo permanecieron estacionados allí.

Dejó de sacar teorías momentáneas y simplemente caminó detrás de Hyungwon.

— Es una casa muy linda... — dijo mirando a su alrededor, más precisamente a las preciosas piezas de porcelana que adornaban el lugar.

— Gracias... — las palabras de Hyungwon se escucharon extrañas, como vacías y él se miraba frío o más bien inexpresivo, tanto así que por un momento Wonho dudó si quedarse allí, pero de nuevo su voz lo sorprendió — ¿Tienes hambre? ¿Quieres que te prepare algo?

Wonho lo miró un poco tímido y negó.

— Muchas gracias, pero por ahora solo quisiera recostarme... — se rascó el cuello un poco avergonzado — ¿Puedo quedarme aquí hasta que amanezca? Supongo que sucederá pronto...

Asintió en reiteradas ocasiones.

— Claro — la respuesta de Hyungwon fue automática y casi sin verlo — puedes quedarte en la habitación de al lado, está bien equipada aunque quizá tenga un poco de polvo, hace mucho que nadie se queda allí... — avanzó por el lugar como si buscara algo.

— No te preocupes por eso, yo estaré bien en cualquier sitio... — lo siguió con la mirada mientras el rebuscaba algo en los cajones de la alacena.

— Bien... — siguió buscando en silencio, encontró un frasco blanco y lo leyó durante unos minutos mientras Wonho simplemente se quedó parado, viéndolo y tapándose la pequeña hemorragia con su camisa para no manchar nada de la impecable casa.

El silencio continuaba alargandose y Hyungwon parecía estar muy concentrado en seguir leyendo el frasco.

Pero justo cuando él se disponía a abandonar la sala en silencio, Hyungwon lo sorprendió por tercera vez.

— Creo... Creo que deberías beber un poco de esto — extendió el frasco hacia él — apenas son analgésicos, pero no tengo mucho más por aquí... No soy de las personas que suele enfermarse...

Él asintió y tomó el frasco.

— Gracias por preocuparte... — señaló la habitación que Hyungwon le había señalado — quieres que me quede para conversar o...

— Eh, no... — le señaló la puerta de la habitación — creo que primero debes tratar tu hemorragia — seguía manteniendo aquella mirada perdida y la expresión indescifrable — es decir... Si te recuestas...

Wonho asintió aún cubriéndose la nariz, tampoco quería que Hyungwon se excusara.

— Yo entiendo... Gracias Hyungwon... — comenzó a caminar hacia la habitación pensando en lo extraña que era la situación, pues él había estado inconsciente la mayor parte del tiempo.

Dejó su mochila a un lado de la cama y pasó directamente hacia el baño.

Se vio al espejo y de verdad lucía miserable con su cabello despeinado, pálido y su ropa manchada, pues su sangre parecía no querer dejar de brotar por su nariz.

Resopló un poco abrumado cuando se dio cuenta que la única imagen que venía a su cabeza al verse así, era la de aquel día cuando era tan solo un niño.

En ese momento, el recuerdo de quienes consideraba como padres fue su salvación para no caer en un abismo de tristeza.

Se quitó la ropa manchada y se puso una pijama que estaba en la habitación, con mucho cuidado de que su flujo nasal no manchara la ropa.

Entonces rodeó la cama en busca de lo único que había traído de su casa, su amada mochila.

Comenzó a revisarla en busca de aquel aparato tan necesario que se suponía que debía portar en sus bolsillos, pero no aparecía por ningún lado.

— Mierda... — susurró un poco frustrado y comenzó a ver a su alrededor en busca de algún reloj porque estaba muy desorientado, pero no había nada allí.

Reanudó la búsqueda de su celular dentro de la mochila, pero seguía sin encontrarlo, en cambio, esta vez algo más llamó su atención.

Aquel libro de dibujos que portaba en su mochila, parecía estar más que intacto a pesar de que no recordara haberlo tratado con cuidado.

Lo sacó de la mochila por aquel insaciable deseo de hacerlo, el mismo deseo que lo había impulsado a hacer cosas realmente extrañas todo el día.

Y entonces lo depositó sobre sus piernas con la intención de abrirlo y ver con mayor claridad aquel dibujo improvisado que había hecho hace mucho tiempo atrás.

Pasó su mano por la tapa del sketchbook, tomandose el tiempo de palparlo por primera vez.

Deslizó su mano hacia la orilla y decidió abrir el libro de una buena vez.

Pero un grito desgarrador lo interrumpió.

— ¡No, por favor no! — la voz de Hyungwon realmente parecía adolorida — ¡No te vayas por favor...! ¡No me dejes solo...!

Salió corriendo de la habitación siendo guiado únicamente por el sonido del llanto de Hyungwon.

Y sé detuvo al tener frente a él una de las escenas más tristes que había visto en su vida.

Hyungwon estaba tirado en el suelo llorando desconsolado, abrazando a su gata blanca que parecía estar inerte sin razón aparente.

No pudo moverse de su lugar, su corazón se rompió al ver a Hyungwon de esa manera y al saber que únicamente vio a esa criatura en dos ocasiones.

Una fue en la que le salvo la vida y la otra fue donde presenció su muerte.

Se sintió extraño de repente al tener aquella imagen frente a él y lo envolvió la tristeza, pero también notó que su sangrado se había detenido y no se había enterado cuando había sucedido.

Todo se había ido, su mareo, su debilidad, su dolor incluso.

Entonces algo muy loco encajó en su mente.

Miró el libro que aún portaba en su mano y lo abrió por fin en aquella página extraña.

Y allí estaba una de las locuras más grandes que existieron.

El dibujo parecía estar re diseñado sin borrones, habían nuevas cosas allí que él jamás plasmó y un detalle muy importante que vio, es que la gatita parecía estar muerta incluso en el dibujo.

Pero estaba seguro que él no había dibujado las cosas así y que el dibujo que tenía delante era muy diferente al que había visto aquella mañana antes de salir de su casa.

Y entonces tuvo miedo.

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