Capítulo III
La madrugada envolvía silenciosamente la ciudad, y Victoria se encontraba en los cálidos brazos de Morfeo. El reloj marcaba las horas en un rincón de su habitación, y el suave resplandor de la luna se colaba a través de las cortinas. Pero el mundo onírico de Victoria, se podría describir con cualquier adjetivo, menos sereno.
Sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal mientras una pesadilla se hacía presente y atemorizaba sus pensamientos. Los sentimientos de inseguridad se apoderaban de su mente y su piel se erizaba; su corazón se aceleraba cada vez más, y la desesperación empezaba a resaltar en sus expresiones.
No pudo aguantar más y un grito ahogado escapó de sus labios mientras luchaba por regresar a la lucidez de su conciencia. Aun estando despierta, podía sentir su cuerpo vibrante y, a la distancia, escuchaba murmullos incomprensibles que solo atormentaban su alma.
Puso una mano en su pecho de forma inconsciente para calmar su corazón y cerró los ojos intentando detener los mareos por la ansiedad. El sudor recorría su frente y su espalda, por lo que intentó limpiarse fastidiada. Se volvió a acostar exhausta y observó detenidamente su techo blanco.
Solo ella sabía lo que pasaba por su mente en ese momento.
Seguía detenidamente los trazos negros que había pintado como detalles en su decoración, intentando encontrar respuestas en ellos de cómo enfrentar sus demonios internos. Lanzó un suspiro sutil y cerró sus ojos derrotada.
Siempre hacía lo mismo; incluso de niña, miraba el cielo estrellado una y otra vez buscando respuestas diferentes. Con el tiempo, se dio cuenta que era prácticamente inútil que el cielo le diera respuestas a situaciones tan complejas. Sin embargo, era a lo único que se podía aferrar para mantener la cordura.
Lo cierto es que ese cielo, así como el techo de su apartamento, le daban esa seguridad que buscaba como entre las respuestas.
Sin darse cuenta, había caído dormida finalmente.
Nuevamente tuvo que despertarse, solo que esta vez por el sonido de su despertador.
Se levantó luego de apagar la alarma y se estiró brevemente antes de pararse.
Caminó tranquilamente por su sala de estar y se acercó a la barra del desayunador. Puso música desde su celular, la elección del día de hoy fue "The Vampire Masquerade" de Peter Gundry.
Al escuchar los primeros segundos de la primera canción del álbum, empezó los estiramientos. Victoria acostumbraba a hacer un entrenamiento ligero de ballet por las mañanas para mantenerse en forma. No le gustaba hacer ejercicio en el gimnasio y no le veía intención al crossfit o a ese estilo de ejercicios.
A medida que la música envolvía la habitación, Victoria cerró sus ojos y se dejó llevar por la melodía. Comenzó con movimientos suaves y fluidos, sus brazos siguiendo la coreografía invisible trazada por la melodía encantadora. Cada movimiento era una expresión de gracia y vulnerabilidad, como si estuviera contando una historia con su cuerpo.
Los tonos oscuros y misteriosos de la música inspiraban una danza etérea. Victoria se elevaba en puntas, sus movimientos delicados como la brisa nocturna. Su reflejo en los vidrios del apartamento eran los únicos que podían capturar la elegancia de su figura mientras se movía en armonía con la música.
Peter Gundry lograba crear una atmósfera teatral, y Victoria se sumergía en la interpretación de un personaje que solo ella podía ver. Los movimientos de sus piernas delineaban arabescos y giros gráciles, mientras sus manos trazaban líneas imaginarias en el aire.
A medida que la música alcanzaba su punto culminante, Victoria ejecutaba movimientos más expresivos; no tenía miedo de tropezar con ningún mueble, parecía que su cuerpo tenía calculado cada centímetro libre del espacio para poder contar una historia de pasión y misterio. Cada salto y giro estaba sincronizado con la partitura, creando una conexión única entre la música y su danza.
Al final de la sesión, Victoria, con la respiración agitada pero controlada, se detuvo en el centro de la sala de un solo pisotón, su pecho subía y bajaba con la respiración pausada. La música se desvaneció lentamente, dejando un eco etéreo en el espacio. Victoria, aún en la magia de su propia interpretación, se permitió disfrutar de ese momento de serenidad antes de regresar al mundo exterior.
Se sentía liberada...se sentía ligera, pero vibrante.
Sonrió antes de incorporarse y suspiró para regresar a la cocina y empezar a preparar su desayuno.
Ella pudo haber sido la mejor ballerina de España, pero eso no estaba entre sus planes. Ella solo disfrutaba poder ver y escuchar como espectadora las maravillosas obras que se permitía presenciar.
El resto de la mañana se dedicó a tener una rutina sencilla para arreglarse para luego de un tiempo salir finalmente de casa.
Ese sábado Victoria tenía planes todo el día, había aceptado un café de un chico de la universidad que se le acercó un día. Era lindo, no totalmente su tipo, pero no estaba mal; además, el café le caía bien para hacer tiempo a la función de teatro universitario al cual tenía planeado asistir.
La obra se hacía llamar "Sombras del Pasado".
Según la descripción de la obra, se trata de un grupo de actores los cuales se iban a encargar en la revitalización de una antigua obra teatral abandonada. A medida que los ensayos avanzan, los límites entre la ficción y la realidad se desdibujan, desencadenando eventos misteriosos. Los personajes de la obra parecen cobrar vida propia, revelando secretos del pasado de los actores y desenterrando tragedias personales. La trama explora la interconexión entre el arte y la realidad, mientras los protagonistas luchan por entender y superar las sombras que los persiguen.
Finalmente, se encontraba sentada junto al chico platicando amenamente de temas cotidianos que podía manejar; no era lo que le encantaba, pero podía sobrellevarlo. El chico genuinamente se estaba esforzando en agradarle, pero ella simplemente no estaba interesada en profundizar.
Pasaron 2 horas aproximadamente, habían tomado 2 cafés, comido un postre y ahora se encontraban caminando por la plaza. Podría atribuir a que era un lugar muy ameno, las luces de la decoración, no había mucha gente y el chico la intentaba escuchar. Simplemente era un buen chico.
Llegó el momento de despedirse; el chico se había ofrecido en llevarla a su casa, sin embargo, fue sincera y le dijo que no iba a su casa, sino a una función de teatro, por lo que el chico no tuvo otro remedio que dejarla en la plaza. No obstante, Victoria sentía que debía recompensar su esfuerzo, por lo que tomó la mano del chico y lo acercó a ella diciendo en un tono dulce.
—¿Te irás solo así? Eres más bueno de lo creí...
El chico se sonrojó un poco ante la pregunta tan directa de Victoria, pero no dudo en tomarla de la cintura y darle un beso lento y delicado. Ella posó su mano en su mejilla y correspondió el beso de la misma manera. Así estuvieron por unos largos 20 segundos, sin prisa alguna, hasta que Victoria decidió cortar el beso sutilmente y le dio un beso tierno en la mejilla para fianlmente alejarse totalmente.
Tomó su mano y el chico la vio sin entender muy bien la repentina separación.
—Nos vemos, ten linda noche. Ve con cuidado, gracias por el café.
Le dio una última sonrisa y se dispuso a caminar lejos de allí sin dar vuelta atrás.
Luego de unos minutos llegó al teatro donde se llevaría a cabo la obra. Entró mostrando su entrada y le dieron paso, dio paso decidido hacia adentro y tomó un lugar relativamente cerca del escenario para poder ver con más detalle la obra.
Tiempo después que todos los espectadores tomaran sus respectivos lugares, las luces se fueron apagando poco a poco y prendieron la luz que iluminaba el escenario, dando inicio a la obra de teatro.
Victoria observaba cada detalle de la obra, logrando sentir la obra. No despegó un solo segundo su mirada de los actores, porque sentía que si parpadeaba o respiraba se perdería los detalles. Así pasaron 2 horas volando como si nada, culminando la obra en su totalidad.
Victoria logró parpadear finalmente, y junto a la audiencia aplaudió eufóricamente.
Los actores y actrices alegremente se inclinaron agradeciendo los aplausos de la audiencia.
Las luces iban encendiéndose poco a poco mientras los actores y actrices se incorporaban; de un momento a otro, Victoria conectó miradas con uno de los actores, tomándola por sorpresa, así como lo tomó de sorpresa a él.
Victoria...
Pensó el chico.
—¿Nico? —susurro ella sorprendida—.
Antes de que pudiera reaccionar alarmado, el telón cayó y las luces estaban encendidas totalmente. Era hora de retirarse.
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