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Capítulo I

En el aula, solo se escuchaba una voz decidida y animada resonando al fondo del salón. Era la voz de la diseñadora Lucile Vermont, quien impartía la clase de Diseño Escenográfico II. La mayoría de los estudiantes la miraban con genuino interés, aunque como de costumbre, siempre había uno que otro distraído, sumido en su celular o en pensamientos ajenos al curso. Sin embargo, por ahora, hagamos caso omiso de esas excepciones.

Hoy era uno de esos días raros en los que la teoría se adueñaba de la clase. Por lo general, las lecciones se desarrollaban en talleres de la facultad o en el teatro para revisar proyectos. Por esta razón, muchos estudiantes se sentían desorientados, divididos entre la detallada explicación de Lucile y el desorden caótico que sus compañeros habían dejado mientras intentaban explicar sus puntos en un tema previo.

Nico no era una excepción en esta situación. Se encontraba completamente perdido, incapaz de decidir si prestar atención a la minuciosa explicación de Lucile o al caos desordenado de las anotaciones dejadas por sus compañeros.

Mientras la mente de Nico vagaba por un mar de maldiciones, no podía evitar cuestionarse por qué los estudiantes de artes a menudo parecían tan caóticos. Aunque él mismo tenía un espíritu caótico, nunca se permitía perturbar el orden de los demás.

Nico cerró los ojos y suspiró suavemente, aunque con evidente fastidio. Al abrir los ojos, frunció el ceño al sentir la mirada burlona de Santiago Andrade sobre él. Santiago lo miraba con diversión, desafiante.

—Pst...Lorca —murmuró Santiago, que aunque sonaba bajo, seguía siendo penetrante—. ¿Sabes para cuándo era la entrega de la maqueta de Juan Carlos?

Nico lo observó con recelo y debatió internamente si debía siquiera responderle. No entendía cómo Santiago, incluso hablando en voz baja, lograba resultar tan molesto.

Juan Carlos era el arquitecto que enseñaba el curso de "Maquetas y Prototipos". Había solicitado las maquetas hace dos semanas para la propuesta de una exhibición de Art Deco.

Nico ajustó su postura y respondió con calma, e incluso podría haber sonado amable.

—Es para el lunes.

Desvió la mirada hacia sus apuntes luego de haber respondido, dejandole claro a Santiago que no tenía intención de continuar la conversación. Suspiró y notó, al bajar la vista, que mientras pensaba había llenado sus apuntes de garabatos.

A su lado se puede escuchar una dulce y suave risilla, lo que lo hace voltearse y encontrarse con el rostro sonriente de su amiga Georgy. ¿Podría ser su amiga? Ni el sabía.

—Te fastidia. ¿No?

—No...es solo que...es muy ruidoso. —Murmuró lo último Nico y siguió viendo a Georgy.

—No te lo tomes así, no es tan malo, he hablado con él, incluso me lo he topado en el gimnasio mientras voy a mi clase de yoga, el está allí dándole al punchbag a no más poder.

Nico se quedó sin palabras. Georgy solo se rió al ver su reacción y lo empujó suave con jugueteo.

—Veo que estabas siendo creativo. —Dijo Georgy en un tono burlón.

Nico frunció su ceño confundido al escuchar a Georgy y al darse cuenta de a qué se refería cerró su cuaderno rápido sonrojándose un poco y esto hizo que Georgy se volviera a reir causando que Lucile los callara con un sutil "Shh".

El tiempo pasó y ahora Nico se encontraba yendo a la cafetería. Georgy se había quedado a hablar con algunas personas y Nico no estaba dispuesto a socializar, así que se dirigió a una mesa a sentarse mientras escuchaba música, cuando de repente sintió como casi lo tacleaban por detrás. Sintió un calor sofocante en su espalda y se volteó sin entender que estaba sucediendo.

Era Santiago Andrade.

Lo tenía abrazado.

"La osadía" pensó Nico.

Suspiró molesto y se intentó zafar, pero Santiago solo lo abrazó más.

—Venga Nicky. ¿Por qué tan solo? —Dijo con una sonrisa brillante sentándose a su lado finalmente.

La sonrisa de Santiago era increíblemente encantadora. Casi no sonreía, pero cuando lo hacía derretía a hombres y mujeres por igual. Nico no era inmune a los encantos de Santiago, pero su fastidio y prejuicios eran mayores.

—Mira Santiago...—Suspiró pesado Nicolás y cerró sus ojos rendido—. Si quieres siéntate, pero no me fastidies... sinceramente aprecio mucho el tiempo de receso...y tu eres casualmente muy ruidoso.

Santiago se rió y se cruzó de brazos arqueando su ceja de forma retadora.

—¿Por qué no hablamos? Apuesto que no soy tan tonto como crees. He salido con honores en todo lo que he estudiado.

Nico suspiró y lo vió desde arriba de sus lentes sin subir su mirada.

—No es esa la razón por la que te dije que no quería hablar. Es porque quiero leer.

—Entonces, ¿Qué lees? —Se inclinó hacia enfrente y le quitó de las manos el libro para hacerse hacia atrás y ver la portada.

Nico entró en pánico y estaba a punto de colapsar de rabia por lo salvaje y mal educado que era Santi, pero se retrajo, algo llamó su atención y fue que a pesar de que Santi prácticamente arrancó de sus manos el libro, lo tomaba con la delicadeza debida. Vió que genuinamente estaba revisando la portada y leyendo el resumen en la portada. Tocaba las hojas y era sublime con sus acciones.

Nico salió de trance, frunció su ceño confundido y aclaró su mente tendiendo su mano en señal de que se lo devolviera.

—Ya de divertiste. ¿Me lo podrías devolver? Salvaje.

—¿Salvaje? —Esta vez Santi lo vió serio.

Algo en Nico se encendió como alarma en señal que había dicho algo incorrecto. Esta vez Santi no sonreía o había pasado por alto su hostilidad, se sintió culpable y con un poco de miedo, sin embargo se negaba a bajar la cabeza o retirar lo que había dicho. Santi por su lado ya había dejado el libro enfrente a él y a su vez levantado, allí fue cuando dijo en un tono calmado pero grave sonando algo intimidante.

—Puedes revisar cada hoja, ni un rasguño. Sólo lo revisaba. Te lo tuve que quitar de las manos porque si te lo pedía te ibas a negar...Supongo que te veo en clase.

Tomó sus cosas seriamente y se dispuso a caminar lejos de allí pero se detuvo y se volteó para sonreír sutilmente y decir.

—Tengo la colección entera de ese libro. Si quieres leer los demás podrías ser menos cabezota y pedírmelos prestados.

No dejó que Nico contestara y cuando Nico notó ya estaba muy lejos para contestarle en defensa. Este gruñó en bajo mostrando su frustración y levantó el libro sorprendido.

¿El lo había leído completo? ¿Siquiera leía?

Dio un respiro hondo dándose por vencido, sin embargo volteó a ver cuando una voz femenina y tranquila le habló.

Era Victoria Luna, su compañera de "Ilustración", casi no hablaban, sus conversaciones eran esporádicas. En realidad se llevaban bastante bien, sin embargo ninguno entendía porque la amistad no crecía. Ella se sentó delicadamente frente a él dejando su bolsa a su lado y lo saludó con un beso en su mejilla sonriendo.

Nico no entendía cómo podía existir una chica tan hermosa, en el sentido que era estéticamente agradable de ver. Su atuendo, su cabello, su rostro, su voz, todo en ella era como si fuera una chica de las que veías únicamente en alguna foto de referencia.

—¿Nicolás? —Dijo Victoria extrañada llamando la atención de Nico.

Nico parpadeó repetidamente para salir de trance y le sonrió apenado.

—Perdóname Victoria. Es que...ha sido un día medio difícil.

—Ugh...dímelo a mi. Pero no te preocupes, vine a alegrarte la tarde un poco. ¿Escuchaste el nuevo álbum de "The Neighbourhood"? Está on point.

—¿Ya salió? ¡No! Yo no recordaba que salía esta semana, he estado totalmente disociado, no se que me pasa.

Victoria solo se rió al escuchar su respuesta asintiendo y procedió a mostrarle lo que le estaba mencionando.

La conversación continuó animadamente un rato hasta que tuvieron que irse. Nico acompañó a Victoria a la parada del bus y cuando llegó el bus finalmente por ella, Nico se dispuso a ir a su casa. Él iba caminando pues su casa quedaba cerca de la universidad.

De lado de Santiago, había quedado con unos amigos en ir a tomar algo tranquilo a un bar cercano y para esa hora ya había terminado y estaba de camino al gimnasio. Mientras manejaba para salir del área universitaria vió a Nico caminando. Pensó un poco en si era buena idea parar o seguir de largo.

Tuvo que seguir de largo, ya que sabía que Nico rechazaría la idea de subirse a su carro. Rió levemente al pensar en cómo hubiera reaccionado. Llegó al gimnasio después de unos minutos de camino, se estacionó y bajo su maletín con todo lo que necesitaría. Estaba listo para hacer un entrenamiento intensivo de boxeo y functional training. Era justo lo que necesitaba luego de un día estresante.

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