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Capítulo 3.

—Llegamos —anunció Riley—. Pásalo bien.

—Dios, suenas como si fueras mi madre.

—Pues, los siento, pero desde que se fue tengo que ocupar ese lugar.

Bufé, me bajé de un salto y me tropecé con un chico en silla de ruedas que seguramente también se dirigía hacia el centro de apoyo. Y cuando me refiero a «tropecé» me refiero a que literalmente choqué con el y casi me voy de culo al cemento de no ser que logré mantener el equilibrio.

—Lo siento —dijo avergonzado—. Soy muy torpe.

—No, tranquilo. Fue mi culpa.

Intentó avanzar pero una rueda se le quedó atascada.

— ¡Rayos! —gritó frustrado.

—Hum... ¿Te ayudo?

—Si pudieras te lo agradecería muchísimo.

Sonreí y levante una punta de la silla de ruedas para poder pasar el pequeño bache en donde la rueda se había quedado atascada.

—Gracias —dijo—. Por cierto, soy Amos.

—Jessie, mucho gusto.

Me estrechó la mano.

— ¿Vas al centro de apoyo? —pregunté caminando a su lado.

—Si ¿y tú?

—También.

— ¿Primera vez aquí? —preguntó.

—Si, ¿tanto se nota? —pregunté y Amos se rió—. Me obligaron, pero quizá la última vez que venga.

— ¿Por qué? No es tan malo como parece. Yo ya llevo dos años.

—Guau —dije arqueando las cejas.

—Si, guau.

Llegamos y subimos a un ascensor. Era en una especie de edificio viejo, pero al llegar a la planta indicada me impresionó lo moderna que era.

Empezaron a llegar más chicos y chicas de todas las edades, algunos con brazos o piernas ortopédicas, otros ciegos, sordos, con silla de ruedas al igual que Amos... Y otros que se veía como si no tuvieran nada.

Seguramente eso mismo pensaban de mí. Yo me veía como si estuviera perfectamente. A nadie se le cruzaría siquiera por la cabeza que tengo leucemia.

Después de unos minutos llegó una chica bastante joven y se sentó en una silla.

Recién ahí noté el semicírculo de sillas que había alrededor.

—Tomen asiento.

Eso hicimos. Amos corrió una silla y metió su silla de ruedas en el hueco. Yo me senté entre Amos y una chica con un tanque de oxígeno.

Amos se puso a hablar con el chico de su lado así que para no sentirme sola intenté entablar una conversación con la chica del tanque de oxígeno.

Era de piel oscura, muy bonita y de unos ojos color chocolate. Su cabello iba recogido en una coleta alta.

—Hola. Soy Jess, un gusto —me presenté.

—África, igualmente.

—Wow, lindo nombre. No es muy común ¿no?

—No, de hecho no. Cuando mis padres se vinieron aquí y mi madre quedó embarazada, me puso África porque extrañaba su hogar. Pues, no es una gran historia... Pero...

—Pero es interesante —la interrumpí—. ¿Has venido antes?

—Sí, varias veces. Es como mi segundo hogar. ¿Y tú? Me parece no haberte visto antes.

—Sí, de es mi primera vez aquí. ¿Por que estas aqui?

—Creo que ya notaste que tengo algo al pulmón —le dio unos golpecitos al tanque—. Es cáncer, y al parecer este tanque de oxígeno me acompañará toda la vida. ¿Y tú?

—Leucemia —dije sonriendo de lado.

—Oh, vaya. Pero, si hay algo que he aprendido es que debes luchar siempre y nunca rendirte. No dejes que la leucemia te gan...

— ¡Silencio! —gritó la chica que se había sentado en la silla del medio.

Todos callaron al instante.

—Quiero decirles, antes que nada que no deben perder la esperanza, ¿vale? Así que después no quiero a nadie que se ande lamentando por la vida. Yo también pasé por esto. Todo empezó en el año 1989, cuando tenia tan solo...

Todos suspiraron cansados.

—Ay, no, esa condenada historia otra vez no —escuché a África lamentarse—. Cada día nos la cuenta, con la excusa de que los chicos nuevos aún no la han oído —me susurró.

Nos contó una larguísima historia de cómo había superado el cáncer de corazón con ayuda de sus padres y amigos, y bla, bla, bla.

—Pues, ahora todos preséntense. Los nuevos primero —dijo chocando sus palmas—. Cuéntenos de su vida.

Un chico alto y de ceño fruncido dio un paso adelante.

—Me llamo Julian, diecisiete años. Tengo un cáncer de apéndice que remito hace poco. Me he sentido bastante bien así que... Estoy bien.

Una chica sentada al otro lado de África dio un paso adelante con cara de aburrimiento.

—Soy Taylor, diecinueve años. Hace seis años tuve un accidente automovilístico donde perdí mi pierna derecha y según los doctores podría tener cáncer al pulmón por fumar. Me encuentro bien aunque mi vida sea como la misma mierda.

Algunas miradas se posaron en mí.

Nerviosa, di un paso adelante.

—Me llamo Jessie y tengo dieciocho años. Hace unos cuantos días los doctores descubrieron que tengo leucemia. Me hicieron quimioterapia, pero no funcionó del todo ya que necesito un trasplante de médula ósea. Lo más probable es que si no encontramos a alguien compatible en estos próximos tres meses, no sobreviva. Y... Aquí estoy. Me encuentro bien. O eso creo.

Todos terminaron hablando, incluyendo a África y Amos.

Cada uno compartió sus penas, alegrías, hablaron de la familia, los amigos, las enfermedades, se consolaron, otros buscaron consuelo y en especial se derramaron muchas lágrimas. Todos nos despedimos después de comer galletas y soda y salí.

Afuera sentí una mano en mi hombro.

—Hola —era África— ¿qué tal si quedamos algún día?

—Vale —dije mientras otra chica (creo que se llamaba Taylor, quien tenía una pierna ortopédica) nos saludaba.

—Hola —dijo sonriendo.

—Hola —dije con una sonrisa torcida—. Así que... ¿Fumas?

—Fumaba —me corrigió—. Y me arrepiento profundamente, fue un grave error. Tal vez tenga cáncer. Mi vida es una mierda.

—No tanto como la mía —dije bufando.

—Ya, claro. No tienes una pierna ortopédica ni cáncer.

—Corrección: si tengo cáncer, y me moriré en tres meses.

—Chicas —nos interrumpió África—, no me digan que se van a poner a discutir sobre quien tiene una peor vida. Vale, como iba diciendo ¿qué tal si quedamos el viernes en el cine? Puedes traer una amiga si quieres, Jess.

—Okay. Gracias —digo.

—Vale —dijo Taylor.

Me despedí y me dirigí a casa. Quedaba algo lejos, pero no me importó en lo absoluto.

Al llegar de vuelta a casa Riley me preguntó:

—Y... ¿Qué tal?

—Bien.

— ¿Seguirás yendo?

—Quizás por unos días —dije sonriendo.

Hizo un extraño baile de la victoria.

—Te lo dije.

Capítulo editado.

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