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Capítulo 1. (original)

Antes que nada quisiera aclarar esto: no, no subí este capítulo otra vez por error. Lo que pasa es que reescribí este capítulo (es el anterior a este) y quise dejar el antiguo (este) para que hicieran una comparación.

Voy a reescribir todos los capítulos(:

Charlotte.

PD: Y sí, era como la mierda... pero no me juzguen, tenía 13

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Hola, soy Jess.

Eso sonó muy seco.

¡Hola, yo soy Jess!

Demasiado entusiasta. Mejor dejémoslo como estaba.

Ese siempre había sido mi problema; nunca he sabido como iniciar conversaciones ni presentarme. Probablemente por eso se llevaban una mala primera impresión mía, y quizás esta es la causa de porqué nunca me destaqué en el arte de hacer amistades.

Estoy yéndome por las ramas, así que vallamos al grano.

Según mi mejor amiga, Abby, he malgastado toda mi vida estudiando, pero obviamente eso no es cierto.

Solo paso el 68,7% de mi vida diaria estudiando, el 29,2% leyendo y el 2,1% en trabajos universitarios. Nada de fiestas ni salir con amigas.

Hoy es lunes. Para muchos, el peor día de la semana, pero en mi punto de vista, es una nueva oportunidad que me da la vida semanalmente para aumentar mi rendimiento en los estudios.

Ya sé lo que están pensando. Nerd.

Eran las 13:46, para ser exactos y estábamos en Cálculo grado 3.

Yo tomaba apuntes a toda velocidad mientras algunos miraban aburridos al viejo profesor, otros bostezaban y algunos ya habían llegado al punto extremo de quedarse dormidos.

—Así que, chicos... —dijo el maestro al comprobar la hora en su inmenso reloj— Hay un examen el día 8 de Agosto que valdrá el 25% de su calificación final, así que deberán esforzarse más si no quieren reprobar esta materia. Pueden comenzar a alistar sus cosas.

Todo repentinamente comenzó a dar vueltas a mí alrededor y sin más me desmayé.

***

Antes de siquiera abrir los ojos el inconfundible y desagradable olor característico del hospital inundó mis fosas nasales. Con mucho esfuerzo abrí los ojos y me encontré con el doctor Jacks —ya me había atendido anteriores veces por lo que lo conocía— quien leía algo en mi ficha médica.

— Hola Jessie. Esta vez... Encontramos algo extraño en tu sangre e investigamos un poco —ordenó algunos papeles y levantó la vista. Noté que me miraba con un gesto de lástima—. Ya sabemos lo que estaba causando tu dificultad para respirar, tus dolores de cabeza, debilidad y convulsiones constantes, entre otros.

Me habría puesto a celebrar de no ser por la cara de preocupación que tenia. Me senté bien, curiosa.

—Lo que sucede —continuó— es que esos son algunos de los muchos síntomas de la Leucemia (aunque no sabemos específicamente cual podría ser), y no lo habíamos pensado antes, ya que los síntomas son muy fáciles de confundir con gripes y enfermedades comunes. Te hicimos unos exámenes, los cuales llevaremos al laboratorio para así saber si realmente lo tienes o no, así que en tres días pueden venir a retirarlos.

Oh, diablos.

Mierda, mierda, mierda.

Me mordí la lengua e intenté reprimir las lágrimas, sin poder asimilar lo que el doctor me acababa de decir.

Asentí secándome las lágrimas que habían logrado colarse de mis ojos y vi como salía por la puerta.

***

Los siguientes tres días fueron un completo infierno para mí. Podía tener o no tener esa enfermedad.

Realmente nunca le había temido a la muerte, no me preocupaba.

Digo, tengo tan solo 18 años, tengo toda una vida por delante... O al menos tenía.

¿Y si moría? ¿Mi familia me recordaría? ¿O eso solo sucedería en los primeros meses?

¿Y qué hay de mis compañeros de clases? ¿Les importaría o solo les preocuparía que ya no tuvieran a nadie que les pasara sus apuntes?

Sacudí la cabeza alejando esos malos pensamientos y subí al auto de mi hermana.

Papá no tenía idea de esto, la verdad es que yo le importaba poco, la única razón por la que me tomaba en cuenta era por mis excelentes notas. Vale, si. Eso no sonó para nada humilde... pero vamos, es cierto.

Al llegar al hospital, mis manos sudaban y mis piernas flaquearon. Intenté avanzar, pero mis pies no respondían.

—Vamos, Jess —dijo mi hermana sonriendo forzadamente. Esto era igual de difícil para mi como para ella—. Debemos ser valientes.

Asentí, tomé aire y crucé las inmensas puertas blancas.

Nos sentamos a esperar a que nos llamaran y empecé a temblar más que un chihuahua.

—Jessie Parks —anunciaron por los altavoces.

Me puse de pie de un salto, al igual que mi hermana Riley.

Entré al consultorio y tomé asiento en una silla frente al escritorio del doctor y segundos después Riley tomó asiento a mi lado.

—Pues, hablando sin rodeos... Aquí están los resultados —dijo mirándome sin una pizca de emoción en el rostro mientras sacaba unas carpetas de un cajón.

Saqué todos los papeles y rápidamente busqué el que decía los resultados.

Lo saqué y lo leí rápidamente.

Leucemia mieloide aguda (LMA)

Salió positivo. ¡Salió positivo, joder!

Nunca me había gustado que me vean llorar, pero en esta ocasión no me importó ni en lo más mínimo, y dejé las lágrimas correr descontroladas por mis mejillas.

— ¡DIABLOS, SALIÓ POSITIVO! ¡JODER, DIGAME QUE ES SOLO UNA BROMA! ¡DÍGAME QUE SOLO ES UNA MALDITA BROMA! —chillé histérica.

—Lo siento, me encantaría que lo fuera —respondió el doctor mirándome apenado y sollocé con fuerza.

Dejé escapar más y más lágrimas, mientras sentía como hacían un recorrido desde mi mejilla hasta mi labio. Dios, ¿por qué esto me pasó a mí? Podría haberle pasado a cualquiera... Pero no. Tuve que ser yo.

Es como si... El universo fuera un juego de lotería ¿no? Podrías nacer con algún problema o algo, y eso no lo puedes cambiar.

Nosotros somos las fichas y el universo juega con nosotros. Eso no es justo.

La probabilidad de que nazcamos es de uno en 400 billones. Si es un número tan grande, y hay tan pocas posibilidades de que nazcamos... ¿Por qué nací yo? ¿Fue otro juego de lotería que jugó el universo con nosotros o por alguna razón en específica?

No creo que sea por una razón en específica, digo, si no ahora mismo no me estaría muriendo.

Además ¿Que hicieron los bebés recién nacidos para salir sin un brazo? Exacto, nada. Es una maldita injusticia.

Fruncí el ceño y me acerqué a la puerta para salir lo más rápido posible de ahí.

—Jessie, espera. Mañana debes venir a quimioterapia, a la primera de dos fases ¿entendido? Solo era para informarte.

Su voz y su cara eran neutrales.

Estúpido sin corazón. Estaba hablando con una persona que probablemente moriría y el seguía estando neutral. ¡Seguramente moriría, joder!

Asentí y salí de ahí, mientras que a mis espaldas escuchaba a Riley hablar unos segundos más con el doctor.

Ni siquiera esperé a Riley para que me llevara a casa, opté por ir caminando. Así me daba una oportunidad de digerir la noticia gorda que me acaban de dar, o al menos intentarlo. Además, mi casa no quedaba muy lejos del hospital.

Me sequé rápidamente unas lágrimas que habían comenzado a caer por mis mejillas con el dorso de mi chaqueta y suspiré, agotada.

No dejes que te vean llorar. Has que piensen que eres fuerte aunque no lo seas. Oculta todo con una sonrisa.

Haciéndole caso a mi conciencia, esbocé una pequeña sonrisa, tan pequeña que ni siquiera estaba segura de sí contaba como una.

Me metí las manos a los bolsillos de mi suéter y llegué a casa.

***

—Jess, despierta, debes ir a quimioterapia.

Asentí adormilada. Sonreí y me estiré.

Medité un segundo sus palabras y la realidad me cayó como un balde de agua fría.

Mi sonrisa se borró.

Se fuerte, Jess, se fuerte.

Me levanté, me duché, hice mis necesidades y empecé a caminar rumbo al hospital.

Me senté a esperar y cuando dijeron mi nombre mi cabeza se levantó de golpe, me dieron unas terribles ganas de vomitar y un nudo se formó en mi estómago. Estaba nerviosa, no cabía duda.

Al ver al doctor le pregunté:

— ¿Se me caerá el cabello?

—Puede ser, es lo más probable. Trabajaremos con un farmático algo más suave, así que seguramente tardará más en caerse.

Asentí sin ganas.

Entré a la sala, donde estaba lleno de doctores con mascarillas y enfermeras.

—Antes que nada —empezó un doctor— te explicare un poco de que se trata. Pues, esta quimioterapia consta de dos partes, terapia de inducción y terapia de posremisión (o consolidación). El objetivo de la terapia de inducción es llevar a cabo una reducción del número de células leucémicas hasta niveles indetectables y el objetivo de...

—Si, se de que se trata —lo corté—. Estoy estudiando medicina.

Me lanzó una mirada de irritación ya que seguramente estaba muy entusiasmado en mostrarme sus dotes de doctor e intentó ocultarlo con una sonrisa.

—Genial, tendremos otra doctora mas aquí —no si es que no sobrevivo, dije para mis adentros—. Miranda, dile lo que debe hacer, por favor. Es su primera vez aquí.

Una chica bastante joven —de mi edad, supongo— asintió y se acercó a mí.

—Quítese todas sus pertenencias y colóquese esta bata —dijo entregándome una bata blanca—. Ahí hay un baño, por lo que puede cambiarse ahí.

Asentí, entré al baño, le puse seguro y me empecé a desvestir. Mi cara automáticamente se puso roja al ver que era abierta por detrás.

Alejé ese pensamiento de mi mente, doblé mi ropa, la dejé junto a mis demás pertenencias y salí del baño.

Me intenté cubrir con mis manos mi espalda para que al menos mi ropa interior no se viera, pero una enfermera me dijo:

—Dios, no tengas vergüenza. ¿Crees que nunca hemos visto ropa interior?

Me saqué las manos de mi espalda y con mi cara ardiendo con el doble de fuerza que antes y me acosté en la camilla tiritando de miedo.

—Tranquila —dijo Miranda acariciando mi pelo—, todo estará bien. Solo cierra los ojos.

Eso me calmó un poco, debo admitirlo. Cerré los ojos y escuché manos veloces teclear en computadoras. Una luz se encendió.

Tranquila, Jess, todo estará bien.

***

Abrí los ojos algo mareada.

—Terminamos —informaron.

—Muchas gracias, doctor.

Me fui a cambiar rápidamente para que no vieran más mi ropa interior y salí aun tiritando.

Ya había pasado, ya lo sabía, pero de todas formas tenía miedo.

Un doctor me entregó una hoja.

—Aquí hay unos antieméticos que puedes usar en caso que tengas mareos o vómitos, los puedes encontrar en cualquier farmacia con esta receta.

Asentí, le pasé la bata a Miranda y antes de que pudiera salir un doctor carraspeó y una enfermera me miró apenada.

—Creemos que necesitarás un trasplante de médula ósea, claro, si encontramos a alguien compatible en estos... Próximos tres meses. Tu tipo de sangre es poco común así que en caso de que no encontremos a alguien... Seré franco, no te daré falsas ilusiones. Si no encontramos a nadie compatible, siento decirte que por más que tratemos, la posibilidad de que vivas es aproximada al 1%.

¿Qué? ¡¿Cómo puede ser tan desalmado como para decírmelo de esa forma?!

Unas lágrimas cayeron por mi mejilla y llegaron hasta mi labio.

—G-gracias de todas formas. A-adiós —me despedí tartamudeando.

Tres meses. Tan solo tres meses en este mundo.

¿Qué habría después de la muerte? Esta era la primera vez que me lo cuestionaba enserio ya que siempre había sido atea.

Los musulmanes, budistas, cristianos, judíos... Todas las religiones creen en la vida después de la muerte, cada uno con distintas teorías. Algunos creen en la reencarnación, otros en el Cielo y el Infierno... En cada religión creen en cosas distintas, pero todas se basan en la misma creencia: un ser todopoderoso y una vida después de la muerte.

¿Realmente habrá una "vida después de la muerte"? ¿O será tan solo un oscuro vacío y cada religión inventó algo distinto por miedo a lo que vendrá después?

Seguí caminando tristemente, salí del hospital, me dirigí a casa y entré.

Estudiaré hasta el último segundo de mi vida pensé. Así no desaprovecharé nada y todos mis estudios anteriores no habrán sido en vano.

Al entrar pasé por la cocina a sacar unas galletas para llevarlas a mi habitación.

Papá entró a la cocina y dijo:

— ¿No quieres ir al parque?

—No —dije frustrada—. Me quedaré estudiando.

Claro, ahora si yo le importaba.

—Vamos, no dejes a tu viejo padre so...

— ¡Dije que no! ¿Vale? —grité y comencé a subir las escaleras a grandes zancadas.

— ¿No quieres hablar?

Empecé a chillar, enojada. Ya estaba muy frustrada con el tema de que moriré en tres malditos meses como para hablarlo con alguien al que yo no le importaba en lo más mínimo.

—Vamos, Jess... —insistió.

Pegué un portazo que resonó por toda la casa y me tiré boca abajo en mi cama.

Sentí pasos subir las escaleras y detenerse frente a mi puerta, acto seguido papá golpeó suavemente la puerta y asomó su cabeza.

Oh por Dios.

—Jess, debemos hablar. ¿Qué sucede?

— ¿Qué sucede? ¡¿QUÉ SUCEDE?! —chillé. Necesitaba desahogarme—. Te diré lo que sucede. Lo que sucede es que moriré. ¡MORIRÉ EN 3 MESES! ¡EN SOLO TRES PUTOS MESES O QUIZÁ MENOS! ¡VOY A MORIR Y AL IGUAL QUE CON MAMÁ, NO PODRÁS HACER NADA PARA EVITARLO! ¡NO MÁS JESS! Yo... moriré. No más Jess —de nuevo los ojos se me llenaron de lágrimas.

—Es broma, ¿no? —dijo riendo. Notó que cada vez más y más lágrimas brotaban de mis ojos y su sonrisa se borró en un abrir y cerrar de ojos—. L-lo siento. Y-yo no s-sabía...

—Pues ¿sabes qué? No me importa. Tal vez si te importara un poco más mi vida ya lo sabrías.

Pasé por el costado de papá hacha una furia, corrí escaleras abajo y tomé las llaves de mi coche antes de salir por la puerta.

Seguí corriendo con las lágrimas nublando mi vista en dirección a mi coche, me subí, arranqué y empecé a conducir sin un rumbo fijo. Solo quería alejarme de casa.

Sé que fue un poco duro —la verdad, más que duro— como le di la noticia a papá pero... estaba frustrada, ¿está bien? Había quedado en shock por la noticia.

Quien sabe, podría morir antes. Casi nunca acertaban. A mamá le habían pronosticado cuatro meses y murió a los cuatro días.

Pasé por la calle de la casa de Abby y decidí ir y hablar con ella.

Me aparqué unas casas más allá, llegué hasta su puerta y respiré profundo.

Me relamí los labios y toqué la puerta.

Debía ser directa, pero no tanto como con papá. Debía ser sutil. Decirlo de una forma directa pero... No muy directa.

Había leído un libro en el cual la protagonista se hallaba en una situación muy parecida a la mía y le tenía que dar la noticia a su novio. Lo había hecho improvisando.

Claro, digo que el personaje ficticio improvisó, pero en realidad el autor de la novela había estudiado mucho y escrito y reescrito ese diálogo muchas veces así que realmente no era tan "improvisado".

Suspiré nuevamente.

Improvisar. Debo improvisar. Oh por dios, no puedo hacer esto.

Sentí pasos y antes de que pudiera arrepentirme una muy despeinada Abby me abrió la puerta del recibidor.

— ¿Jess?

Oh por dios. Me arrepentí de haber venido. Estúpida.

¿Cómo diablos haría esto?

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