7 | El prefecto de Hufflepuff
1 de septiembre, 1912
FREYA ME PRESENTÓ A SUS AMIGOS DE HUFFLEPUFF, QUIENES ME MIRABAN CON UNA PIZCA DE temor en los ojos. Comían con tranquilidad mientras escuchaban a Freya contarme todo sobre Hogwarts. Si debo ser sincera, no escuché nada de lo que decía, me sentía responsable por la incomodidad de los chicos frente a mí—hecho que había pasado desapercibido por Freya, pero no por mí—sabía que ellos habían estado conversando animadamente antes de que yo me uniera a su lado de la mesa, los había observado cuando el sombrero seleccionador todavía no me llamaba.
Comer lo que tenía enfrente no era tarea fácil, el puré de papas no parecía apetecible cuando tenías muchos ojos sobre ti. Jugaba con mi tenedor, removiendo lo que había en mi plato. Asentía de vez en cuando a lo que Freya mencionaba, especialmente cuando me hacía una pregunta.
Los minutos pasaron como horas, cada momento era más desesperante. Las miradas sobre mí eran muy pesadas, hacían que me encogiera en mi asiento, quería hundirme y desaparecer de este comedor. No puedo creer que lo diga, pero... prefiero volver al palacio de mi tía. Al menos ahí podía ocultarme de todos, incluso en el barco camino a Londres me sentí mejor que acá.
Mi corazón palpitaba a mil por hora, el nerviosismo me recorría todo el cuerpo a tal punto que me hacía temblar y mis manos empezaron a sudar. Giré mi cabeza ligeramente, por alguna razón, necesitaba encontrar a aquellas personas que estaban poniéndome tan incómoda con sus miradas. En cuanto lo hice, me arrepentí. La casa de Slytherin me observaba, todos con el ceño fruncido. Podía entenderlo, los Rosier son de su casa, ellos deben de pensar: ¿Qué hace uno de nosotros en Hufflepuff? Sería fácil decirles que no soy uno de ellos, un Rosier, un miembro de los sagrados 28. Yo soy solo Ralia.
—En navidad decoran el gran salón, te va a encantar, ¿Ralia? —regresé mi atención a Freya, noté que sus amigos me observaban de reojo. Odio tener tanta atención sobre mí—. ¿Estás bien?
Agité mi cabeza afirmativamente, tratando de que Freya no se diera cuenta de mi nerviosismo. Froté mis palmas sudadas sobre la túnica que aún me cubría, pensando en que cuando llegara a mi nuevo dormitorio tendría que cambiarme por el uniforme de Hufflepuff. Bueno, técnicamente no hoy, pero sí mañana, cuando las clases iniciaran.
—Como te decía, en navidad salimos de vacaciones por...
Volví a distraerme, ella era muy amable al tratar de conversar conmigo, pero no podía obligarme a oírla, estaba demasiado desenfocada de mi realidad. Era como si yo no estuviera sentada aquí. Quisiera regresar, quisiera estar en Ilvermorny con mi casa, con mis compañeros, mis amigos.
Tratando de concentrarme en Freya—porque en verdad me sentía pésimo al no prestarle atención—me encontré con la mirada de Elliot Wright. Sin ninguna pizca de vergüenza, su mirada se posaba en mí, una sonrisa burlona descansaba en su rostro. Sus amigos conversaban con él, pero no hacía caso—bueno... eso tenemos en común, supongo.
Cuando se dio cuenta de que también lo observada, se enderezó en su asiento y dijo unas palabras, pero no podía oírlas—ya que estábamos muy lejos el uno del otro—, tampoco pude descifrar el movimiento de sus labios, decía varias cosas, sea lo que sea, la última palabra sí la entendí "bruja" dijo y me molesté conmigo misma por haberle estado prestando atención más de la cuenta.
Nuevamente, desvié la mirada solo para encontrarme con los ojos verdes de Newt, el chico que había conocido en la estación de trenes. En cuanto cruzamos miradas, él me sonrió, un simple gesto que me hizo sentir bienvenida en este colegio y en esta casa, puesto que noté que estaba sentado en mí misma mesa. Él era un Hufflepuff.
Me encontré devolviéndole el gesto, algo que no hacía con frecuencia desde que dejé América.
Recordaba el cálido de sus ojos cuando nos vimos en la estación, cuando vio a Niff. Quisiera poder conversar con él nuevamente, pero no sabía si sería posible. Él estaba sentado con los estudiantes de quinto año, aunque no sé si ese sea el término adecuado. Sí, estaba entre los de quinto año, mas no conversaba con ellos. ¿Será posible que él se sienta tan solo como yo?
Sus ojos se deslizaron de los míos, y se concentró en la comida que tenía al frente. Traté de hacer lo mismo, pero ahora, el puré de papas se veía menos apetitoso que antes. Me rendí con la comida y dejé mi tenedor a un lado, no había posibilidad de que comiera, no con todos esos ojos aún en mí. Nuevamente, froté las palmas de mis manos sobre mi túnica tratando de secar el sudor de ellas. Mientras lo hacía, noté un par de ojos más en mí, no sé cómo puedo distinguirlos, pero la intensidad de estos, resaltan. Con mayor temor que antes, giré hacia mi derecha, hacia la mesa de profesores, donde Dumbledore me observaba. Sin embargo, su mirada, a pesar de ser la más fuerte de todas, me trasmitía calma. Cuando se dio cuenta de que lo miraba, asintió, aunque no entendí por qué.
TERMINADA LA CENA, TODOS LOS NUEVOS ESTUDIANTES—BÁSICAMENTE LOS DE PRIMER AÑO—fueron convocados por los prefectos de Hufflepuff, según lo que había estado diciendo Freya, los prefectos son responsables de las casas, como sus líderes. Se seleccionan dos en quinto año, una mujer y un hombre, los cuales son prefectos hasta terminar el colegio en 7mo año.
—No creo que sea necesario que vayas con ellos —me avisó Freya—, eres de tercero y yo puedo guiarte.
—¿Amelia Rosier? —llamó un chico que también era mayor que yo, tenía cabello rubio que cubría sus ojos celestes. Miré a Freya antes de acercarme a este chico, quien parecía ser uno de los prefectos—. Amelia, soy Keon Dempsey, Prefecto de Hufflepuff, estoy asignado a mostrarte los alrededores del campus antes de que vayas a la sala común de nuestra casa.
Ralia. Es lo que pensé en decirle, en lugar de eso, pregunté—: ¿Sólo a mí?
Keon asintió y se hizo a un lado para que pudiera caminar en la dirección que señalaba. La mayoría de los alumnos ya habían dejado el gran salón, incluyendo a Freya y sus amigos. Varias personas me veían con miedo al pasar a mi lado, como si yo pudiera hacerles algo. La mayoría de ellas eran de Hufflepuff y Ravenclaw. Los de Gryffindor no me prestaban atención, excepto por Elliot. Slytherin, por el contrario, seguían perforándome con su mirada. Podía imaginar que este año sería particularmente detestable.
Keon me llevó por un corredor, hacia el gran patio que se encontraba a la entrada de Hogwarts. No entendía si quería iniciar un recorrido desde aquí o si se había olvidado de que ya había pasado por el patio al momento de mi llegada a este gran castillo. De cualquier forma, solo lo seguí mientras explicaba las reglas de Hogwarts, algo que el director Phineas Nigellus Black se había olvidado de hacer. Algo me decía que no le agradaba mucho tener el puesto más importante en Hogwarts.
Recorrimos algunos lugares más, como la librería, salones de clases, las torres, entre otros sitios que no tuve interés en recordar. Lo cierto es que estaba cansada, hoy había sido un día muy largo y aún faltaba lo más difícil. Llegar a mi dormitorio. Por lo que Freya había dicho, tendría que compartir cuarto con tres personas más, así que tenía un poco de temor por eso.
—Y, pasando las cocinas del castillo, se encuentra el dormitorio de Hufflepuff —explicó. Dejé soltar un suspiro cuando dijo esas palabras, el momento había llegado, por fin entraría a mi dormitorio.
Me di cuenta de que había muchos barriles en la pared, lo que imposibilitaba que localizara la entrada. —¿Estás seguro? —hice mi mayor esfuerzo por localizar una puerta, pero no tuve éxito—. No veo ninguna ruta de acceso.
Keon me mostró una sonrisa, la primera que había dejado escapar desde que nos conocimos hace una hora y media. —La entrada está escondida —explicó—, para poder ingresar, debes de tocar el segundo barril desde la esquina inferior al ritmo de "Helga Hufflepuff" —se acercó a dicho barril para que pudiera entender a qué se refería—. Te enseñaré cómo, pero debes aprenderlo cuando en el futuro vengas al dormitorio sola.
Asentí. Y él demostró cuál era la forma correcta de ingresar al dormitorio. Una puerta escondida entre los barriles se abrió frente a mis ojos. —¿Qué pasa si te equivocas? —era una pregunta completamente aceptable, considerando que no recordaba el ritmo con el que había tocado los barriles hace apenas tres segundos.
—Bueno, si eso pasa, entonces serás rociada con vinagre —mi expresión de sorpresa pareció divertirlo—, pero no te preocupes, no te va a pasar a ti, estoy seguro de que recordarás el barril y el ritmo.
Eso es fácil para él decirlo, ya sabe la contraseña de memoria, pero yo no.
—Somos la única casa que tiene un mecanismo contra los intrusos —agregó cuando ingresamos al dormitorio—. Bienvenida a la sala común de Hufflepuff.
Decir que me quedé estupefacta era poco. La sala común era redonda y espaciosa respecto al ancho, ya que el techo era bajo, por lo que un gigante la pasaría mal acá, pero para los demás simples mortales, era perfecto. A pesar de ser de noche, se sentía como si el sol estuviese llenando el salón, lo cual hacía que el lugar se viera aún más pintoresco. Todos los muebles estaban hechos de madera, incluso las paredes. Las ventanas eran circulares. Plantas colgaban del techo, haciendo que me sintiera como en un pequeño bosque. Era hermoso. Sin duda, es un lugar al que Niff y yo nos podíamos acostumbrar.
¡Por las barbas de Merlín! ¡Niff!
—Acá es donde pasamos la mayoría de nuestro tiempo —siguió explicando—, como verás muchos de los estudiantes están ahora en sus cuartos ordenando sus cosas, pero en cuento empiecen las clases los verás aquí.
—¿Cuál sería mi dormitorio? —lo interrumpí, mis manos estaban sudando nuevamente. Niff se había quedado en mi bolsa, la cual debían llevar a mi dormitorio, es decir, aquí. Solo espero que el pequeño rufián no haya salido a hacer de las suyas. En cuanto lo viera tendría que hacerle cosquillas en la pancita para asegurarme de que no haya robado nada mientras todos cenábamos en el gran comedor.
Él señaló uno de los corredores subterráneos y me indicó cuál era mi dormitorio, pero no quiénes serían mis compañeros de cuarto. De todas formas, estaba a punto de averiguarlo, así que asentí y me dirigí hacia donde él había apuntado.
—Amelia —llamó, di media vuelta sobre mis pies, frotando las palmas de mis manos sobre mi túnica una vez más—. Si tienes alguna pregunta, puedes buscarme.
—Gracias, Keon.
2 de setiembre, 1912
—BIEN, VEAMOS QUE TIENES POR AQUÍ —SACUDÍ AL PEQUEÑO RUFIÁN, ME HABÍA DEMORADO una hora entera en atraparlo, ya que tuve que esperar a que mis compañeras de cuarto se fueran a desayunar en la mañana para poder averiguar qué se había robado.
Una gran pila de joyería cayó, formando un cerro brillante. Los ojitos de Niff me suplicaban que no tomara sus "posesiones", pero él sabía que no eran suyas para tomar en primer lugar.
—No, no, ya sabes que no me debes ver con esos ojos.
Me senté cruzando las piernas y coloqué a Niff entre ellas, tenía que asegurarme de que él no se escapara. No podía tomar ese riesgo. La siguiente media hora la pasé separando los objetos. Varios de ellos pertenecían a mi tía Veraminta y a mí, básicamente la joyería que era mía me la había regalado ella. De todo lo que Niff tenía, solo dos cosas no eran de nosotros y, casualmente eran collares que dos de mis compañeras de cuarto—Azalea y Blythe—habían perdido la noche anterior.
—Debes de tener más consideración —le reproché—, ahora, puedes guardar todo lo demás, por ahora, si necesito algo, lo pediré, pero no puedes tomar lo que no es tuyo, ¿entendido?
Niff, que estaba aún entre mis piernas, se trepó a mí para darme una especie de abrazo. Logré darle dos caricias en la espalda antes de que me soltara y se pusiera a guardar todo lo que me pertenecía. Solo espero que mi tía no se percate de que su collar más preciado no está en su joyero. Sí, como si eso fuera a pasar.
Me senté en mi cama, era de una plaza, como la que tenía antes de venir a Inglaterra. De hecho, todas las camas en Hufflepuff eran de una plaza y tenían doseles, de los cuales colgaban unas sábanas de diferentes colores, todos cálidos, que te invitaban a seguir durmiendo por las mañanas.
Cuando ayer entré en mi habitación, me di cuenta de que Freya no sería mi compañera, lo que fue una gran desilusión para mí. En su lugar, conocí a Azalea Crump, Blythe Shepherd y Clarissa Hugues, todas fueron muy amables conmigo y no me miraron mal por creer que soy una Rosier. Así que, me sentí aliviada, al menos hasta que me preguntaron qué se sentía pasar tiempo a solas con Keon Dempsey, al parecer el prefecto de 5to año era muy popular en Hufflepuff. Por las caras que ellas pusieron, mi respuesta les desconcertó, y eso que simplemente les dije que él fue agradable, pero con explicaciones un tanto aburridas.
12 de setiembre, 1912
ME LEVANTÉ CUANDO ESCUCHÉ RUIDOS, RUIDOS DE COSAS SIENDO REMOVIDAS, RUIDOS DE pequeños pasos, en otras palabras, los ruidos de Niff. ¿Por qué pequeño rufián? ¿Por qué en la madrugada? He estado teniendo cuidado, todos los días revisaba que Niff no tuviera nuevos objetos en su bolsita y con la excepción de que tomara los collares y relojes de las chicas de mi cuarto, nunca hizo nada.
Así que, cuando me di cuenta de que él no estaba dentro de mi dormitorio y de que la gran puerta redonda estaba abierta, me dio un paro al corazón. Salí de mi cuarto tratando de no hacer ruido, porque quería escuchar nuevamente las pequeñas pisadas de Niff. Necesitaba cualquier pista de su paradero, lo que sea.
No había luz a esta hora de la noche, lo que me dificultaba encontrar a Niff, así que saqué mi varita y utilicé el hechizo Lumos para poder iluminar la punta de esta y ver mi alrededor. Lamentablemente, no tuve suerte en encontrar a mi pequeño y desvergonzado rufián. Caminé por los pasillos llamando su nombre, incluso me aventuré por el corredor de los hombres, pero no lo encontré, lo único que percibí fue un olor detestable de uno de los cuartos de tercer año y no quería averiguar quién era el responsable de eso.
Regresé a la sala común, donde no había buscado con demasiado escrutinio, ya que no había nada que Niff pudiera robar ahí. Niff, por favor, aparece. Había dejado de oír las pisadas que él hacía desde hace, al menos, quince minutos. La desesperación se apoderó de mí cuando me di cuenta de que alguien podría haberlo encontrado. Si eso pasaba, entonces sería el fin, matarían a Niff y me expulsarían, lo segundo no me importaba, pero lo primero me carcomía.
—Niff, Niff, ¡NIFF! —susurré y luego casi grité, aunque no podía hacerlo muy fuerte, ya que no quería despertar a nadie.
—¿Amelia? —nunca respondo ante ese nombre, pero los últimos días todos me llamaban de esa manera y, a pesar de que los corregía, aún había muchos que no entendían. Alcé la vista para hallar los ojos verdes de Newt, el chico de la estación de trenes, lo había visto varias veces en la sala común y en los pasillos del castillo, pero no habíamos vuelto hablar desde la primera vez. Bajé la mirada hasta notar que tenía a Niff en sus brazos—. Creo que este pequeño te pertenece.
Mis labios temblaban al ver que Niff estaba a salvo, no podía articular ninguna palabra, lo único que salió de mi fue un sollozo de felicidad al verlo frente a mí. Alcé las manos para tomar a Niff entre mis brazos y lo apretujé tanto que pensé que lo mataría. Lo solté un poco para evitar que algo terrible sucediera e, inmediatamente, sentí las pequeñas patitas de Niff en mis mejillas, tratando de limpiar el rastro de lágrimas que estas tenían.
—Pensé que algo te había pasado, por favor, no te vuelvas a ir —le dije a Niff, notaba que estaba apenado por haberse ido y por lo triste que yo me había puesto. Alcé la mirada hacia el chico rubio, su cabello estaba desordenado, más de lo normal, lo que significaba que recién se había despertado—. Gracias.
Tenía una sonrisa en el rostro, de esas que simplemente tienes que replicar en el tuyo, porque son contagiosas.
—Los Nifflers son muy escurridizos, recomiendan no tenerlos como mascotas, pues pueden ser un poco destructivos —no lo decía de mala manera, era más un consejo, para que tuviera cuidado en el futuro, claro que yo ya sabía todo eso.
Asentí. —¿Crees que debería dejarlo libre?
No mentiré, lo había pensado, Niff podría ser más feliz si lo dejo libre, para que pueda encontrar a más como él, incluso podría tener crías con otra Niffler, pero en cuanto dije esas dos palabras dejarlo libre, Niff se colgó de mí otra vez.
—Creo que esa es suficiente respuesta —señaló Newt—, el Niffler ha creado un lazo contigo.
Escuchar eso me hizo sonreír instantáneamente. —Es mi único amigo —solté esas palabras antes de que pudiera detenerlas, pero eran ciertas. Niff es el único que me conoció antes de que me encontrara con mi tía, antes de que me volviera una Rosier. Claro, Elliot también lo hizo, pero él no cuenta, además, cree que soy Amelia Rosier y no Ralia Densmore.
—Sé qué se siente eso —admitió—, tampoco tengo amigos aquí, creo que todos me consideran extraño.
—Ser extraño significa que eres diferente y ser diferente es mejor que ser como todos los demás, te hace único —no estaba segura de, si trataba de animarlo a él o a mí misma. Odiaba aparentar ser alguien que no era. Hace dos días había recibido una carta de mi tía reprochándome por no comportarme y estar a la altura de una Rosier. Quería responderle con un simple: "No soy una Rosier", pero no me animé a hacerlo. Así que me quedé con la sensación amarga de seguir actuando como alguien que no era y jamás sería.
—Lástima que los demás no lo vean de esa manera —a pesar de que era un comentario desalentador, él se reía, lo cual me animó—. Ser diferente es un privilegio, pero bueno, tu deberías saberlo, eres parte de una de las 28 familias.
—Ser parte de esas familias no te hace diferente, es un grupo presuntuoso —resoplé—, detesto a las 28 familias.
Nuevamente, una sonrisa divertida se formó en su rostro. —Nunca creí oír algo así de un miembro de los Rosier o de cualquiera de las otras 27 familias.
Bueno, sigues sin oírlo, en realidad. Eso era algo que no podía decir en voz alta, aunque me encantaría hacerlo. —¿Qué hay de ti? —tenía mucha curiosidad sobre él y, me sentía cómoda hablándole, así que me armé de valor para realizar esa simple pregunta.
Él se encogió de hombros y por fin tomó asiento en el suelo frente a mí. —No mucho, me gustan las criaturas mágicas, mi mamá cría Hipogrifos, así que estoy acostumbrado a ellos. Siempre me han fascinado, es una lástima que no todos piensen igual que yo.
Acaricié el lomo de Niff mientras escuchaba a Newt hablar, me gustaba que no tuviera el mismo desprecio que los demás hacia las criaturas mágicas. Son animales bellos, tanto como los que tienen los no-majs. —Detesto que crean que son criaturas peligrosas, no todos son así, Niff es lindo y cariñoso cuando quiere, no debería de haber nadie con intenciones de hacer daño a una criatura como esta o como ninguna otra —respondí frunciendo el ceño, recordar a Wilson y su intención de matar a Niff me desagradaba demasiado.
—Eres de las pocas personas que piensan como yo —alcé la vista hacia Newt, me preguntaba si solo hablaba de su mamá criando Hipogrifos o de alguien más.
—El problema es que los Nifflers son unos pequeños ladrones —acaricié una vez más a Niff y luego lo puse de cabeza, sacando todos los bienes robados de su pancita, el asombro de Newt no pasó desapercibido—. Él ya está acostumbrado a esto.
Como siempre miles de objetos brillantes salieron de la panza de Niff y los separé entre los que me pertenecían y los que no. Varios de ellos eran de Newt y de sus compañeros de cuarto. Otros de las chicas que dormían conmigo y, el resto de los artículos, al menos unos diez, de personas desconocidas.
—¿Cómo los vas a devolver? —Newt tenía sobre su regazo los objetos que le pertenecían, entre ellos un dije de Hipogrifo de color dorado, no me sorprendía que Niff lo haya tratado de robar—. ¿Sabes a quiénes pertenecen?
Mordí mi labio mientras trataba de responder a su pregunta en mi cabeza. Dos minutos pasaron y estoy segura de que él pensaba que había sido petrificada o algo por el estilo, ya que seguía sin moverme o responder. —Supongo que se los daré a Keon, como prefecto podría ayudarme con esto.
—¿Keon Dempsey? ¿Son amigos?
—No necesariamente, él me mostró el castillo el primer día, desde entonces solo he hablado con él cuando he tenido preguntas sobre mis clases o cosas así —respondí encogiéndome de hombros—. ¿Por qué?
Niff se soltó de mi agarre y empezó a guardar los objetos que me pertenecían en su bolsita. Newt se inclinó para entregarle un galeón y este lo agarró rápidamente. —Ten cuidado —quise preguntarle por qué me decía algo así, pero antes de que pudiera hacerlo, él se puso de pie—. Si quieres puedo entregarle yo mismo el resto de las cosas, Keon está en mí mismo año.
Asentí, porque no sabía cómo explicarle a Keon cómo había encontrado esas cosas y porque la advertencia de Newt me tomó por sorpresa. No conozco a ninguno, ni a Keon, ni a Newt, pero el último me inspira confianza desde la primera vez que lo vi en la estación de King's Cross.
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