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Una posibilidad

—¿No son reales, cierto? —preguntó la chica a Malany durante el receso.

—¿Qué?

—Las personas, son solo recuerdos que están en mi mente. Quiero decir que yo creé a Sara así porque yo misma le causé esa tristeza y me siento culpable. ¿No es verdad?

Verónica intuía la respuesta, pero el rostro de Malany terminó por confirmarla.

La acompañó, como siempre, por su torta y su Boing, y una vez que estuvieron tranquilas sentadas en una banca, Malany aclaró su garganta para soltar la bomba.

—Son absolutamente reales —dijo suspirando—. Lo sé, es difícil de aceptar , pero en verdad una parte de esas personas vive ahí.

—Explícalo mejor.

Malany dio un sorbo a su Boing y lo cerró para después colocarse frente a la chica e iniciar la explicación.

—Todos vivimos en nuestros vecindarios y una parte de nosotros vive en los vecindarios de otros tanto como nosotros lo permitamos. Si alguna vez conociste a una persona que está anclada a un recuerdo o una etapa de su vida, es porque ha decidido que la residencia permanente sea en el vecindario de otra persona. Es muy probable que sea el caso de Sara.

—Pero, ¿qué le está sucediendo en realidad?

—Es difícil saberlo, pero su vecindario seguramente está vuelto un desastre. Ella ha decidido vivir en tu vecindario por lo que sucedió, así que diariamente lo recuerda. Eso tenlo por seguro. Eres una parte importantísima para esa chica.

Verónica miró al cielo. Estaba despejado. El corazón le dolía un poco más al tener la consciencia de que Sara en verdad se acordaba de ella. Por un momento, quizo consolarse con la idea de que aquello solo estaba pasando en su mente, pero desafortunadamente no era así.

—Dime qué debo hacer.

—Es muy sencillo. Te dije que había diferentes clasificaciones y que dependía el tipo de habitante, lo que necesitábamos hacer con ellos. Sara es una persona que no debería estar viviendo en tu vecindario. Ella necesita volver al suyo, lo que tienes que hacer es liberarla.

—¿Hablar con ella?

—Pedirle perdón y charlar sobre todo —aclaró Malany volviendo a su torta—. Estoy segura de que eso también te hará sentir bien a ti.

—Por supuesto, iremos esta misma noche a tu casa y...

—Oh no, Verónica. Tienes que hacer esto en la vida terrenal —concluyó Malany provocando que el estómago de Verónica se sintiera como un explosivo.

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Estuvo dando vueltas por su habitación esa tarde. Claro que hubiera sido mucho más sencillo hablar con Sara en el vecindario, pero aparentemente no había nada sencillo en Life. ¿Cómo iba a hacer para encontrarla? Seguramente su madre había borrado todo contacto de esos tiempos, no parecía ser algo que le interesara. Por supuesto que no había teléfonos celulares en esos años como para poder buscar el contacto guardado en la memoria.

Se sentó en su computadora y abrió el navegador de internet. Entró a las redes sociales y fue, una por una, buscando el nombre "Sara". Había tantos resultados que no le alcanzaría la vida para encontrar a la Sara real.

Un escalofrío le recorrió la espalda al pensar en eso... ¿y si la vida no le alcanzaba? Sacudió de nuevo la cabeza e intentó recordar el apellido. Probablemente con eso sería mucho más sencillo encontrar a la chica. Los intentos volvieron a ser inútiles. Cuando uno es niño, en realidad no te interesa demasiado el apellido de tus amigos.

Golpeó el teclado de la computadora con su cabeza, estaba totalmente perdida.

De pronto, una idea llegó a su cabeza. Colocó en el buscador el nombre de la escuela: "Colegio Miramontes", y buscó los resultados. Fue mucho más sencillo encontrarla, puesto que había mirado el logotipo hacía muy poco tiempo.

Dio clic inmediatamente en el nombre del colegio correspondiente y comenzó a leer las publicaciones.

—Necesito una fotografía de generación o algo que me ayude a vincularla.

Exploró los seguidores de la página, pero ninguna "Sara" parecía estar en el mapa. Suspiró con desesperación y siguió mirando las publicaciones de la escuela. Por supuesto que todas iban hacia eventos recientes o próximos de la escuela. No había razón para que el colegio posteara sobre una generación que tenía años de haberse graduado.

Cuando la esperanza empezaba a escaparse de su alma, los ojos de la chica encontraron un comentario específico: "Mucha suerte, recuerdo mis años de estudiante ahí, ahora va mi sobrina. ¡Éxito en todo y saludos a la miss Maru!".

¡Omar! Reconoció el nombre de inmediato. Presionó en el perfil del chico. Lucía muy parecido a como lo hacía de pequeño. Por supuesto, ahora era un adolescente de quince años, pero su mirada y facciones seguían exactamente iguales.

De inmediato, la chica se fue a sus seguidores, pero nuevamente no había ninguna Sara.

Se quedó pasmada unos instantes, hasta que la mente le trajo una idea. Buscó en sus amigos el nombre de la profesora del último año: "Marisol".

Había varios resultados, pero finalmente encontró el perfil que creía adecuado. Así recordaba a la profesora Marisol, con ese característico color rojo encendido en el cabello, el maquillaje recargado y una sonrisa enorme. Por supuesto, ahora lucía mayor, pero no cabía duda de su identidad, al igual que sucedió con Omar.

Entró al perfil de la mujer y buscó en sus amigos. ¡Finalmente!

Gracias al cielo solamente tenía una "Sara" en sus amigos. No tenía foto de perfil, tan solo un gato negro que miraba directamente al lente de la cámara. No tuvo dudas de que era la correcta, porque vio el apellido "Fernandez" a un lado. Ahora que lo leía, podía confirmar que aquel era el nombre completo de la chica.

No tenía mucho en su perfil, parecía no ser demasiado activa. Compartía de vez en cuando imágenes de gatos o pequeñas reflexiones, pero no había demasiadas personas comentando lo que compartía. Quizá uno o dos likes por publicación era mucho, porque lo demás daba la impresión de ser un simple diario en solitario.

Verónica no dudó ni un segundo más y pulsó el botón de mensajes para que pudiera comunicarse con Sara. Escribió:

"Hola, Sara. Quizá no te acuerdes de mí, soy Verónica de la primaria".

Cuando pulsó "enviar", sintió su corazón desbaratarse. Claro que colocaba ese "no sé si lo recuerdes" tan solo para sonar un poco más casual, pero sabía que estaba comunicándose con alguien cuya vida se vio marcada por una decisión suya.

Las manos le sudaban al tiempo que esperaba el mensaje de vuelta. Probablemente tenía demasiada prisa, porque sabía que muy pocas personas responden un mensaje en el preciso instante en el que lo reciben. Suspiró al tiempo que dejaba que su alma se tranquilizara. ¿Qué pasaría si Sara no le respondía? ¿Tendría que buscarla por los más recónditos recovecos de la Tierra?

Después de unos minutos de reflexión, se levantó de la silla para ponerse la pijama. Quizá era un poco temprano, pero podía percibir cómo la tensión subía por todo el cuerpo, al menos deseaba que lo hiciera en ropa más cómoda.

Le estaba dirigiendo una sonrisa a Javier, cuando la computadora hizo un ruido. El corazón le palpitó rápido.

"Hola, sí me acuerdo".

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