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El monstruo de Verónica

Soñó con el monstruo, no era una sorpresa para nadie. Aún en la mañana, mientras iba rumbo a la escuela, tenía la sensación de que aquel la iba siguiendo. Con esos tonos por todo el cuerpo y los ojos violeta intenso que le hacían mal.

Notó a Malany entrando al salón con una paleta de mango enchilado. Lucía como si acabara de regresar de las más largas y relajantes vacaciones. Por un momento, sintió que su estómago se contraía de la furia, y en su mente, la bestia apareció. Estaba en la esquina, mirándola, queriendo destrozar a Malany también.

Por un momento quizo dejarse llevar por esa sensación, pero no quería ver a ese monstruo más. Así que simplemente abrió su cuaderno, procurando ignorarlo.

La clase comenzó y, a pesar de sus esfuerzos, el monstruo no se fue. Se quedaba jugueteando entre las bancas. Acechando con su mirada fuerte, casi clavando sus garras en la profesora de vez en cuando y amenazando con echarse encima de alguno de los compañeros que la perturbaran.

Lanzaba un vistazo a la ventana de vez en cuando, deseando que la clase terminara de una vez por todas. Pero lo único que sucedía, era que el tiempo avanzaba y ese monstruo se iba haciendo cada vez más y más grande, fuerte y atemorizante.

Cuando el descanso inició, Verónica salió corriendo como si se tratara de escapar de un depredador real. ¿Lo era?

—Malany —dijo apresurada mientras volvía a alcanzar a la chica en su cacería por la comida de la tarde—. Necesito que sigamos haciendo esto, algo extraño pasó desde anoche.

—Me imagino, espérame en la jardinera y me cuentas todo.

Verónica se quedó un segundo mirándola. Cómo podía ser tan egoísta. Quizá ella estaba acostumbrada a todas esas cosas mágicas, pero en definitiva, ella no lo estaba. Al contrario, se encontraba tan asustada que le resultaba ofensivo que su supuesta "guía" estuviera más preocupada por alcanzar una torta de milanesa, otra vez.

—No sé qué les ponen —regresó diciendo la chica con una enorme sonrisa en la boca—. Es que he intentado replicarlas en casa y no salen, ¿será otra marca de frijoles?

—Basta, Malany. Necesito tu ayuda, la necesito ahora. ¿Ves a esta cosa que está detrás de mí? —dijo señalando a la bestia, que para ese momento tenía una apariencia aterrorizante y un tamaño que hacía ridícula la pregunta de Verónica.

—En realidad no —respondió la chica, pero se quedó reflexionando mientras masticaba su siguiente bocado—. Creo que te refieres a tus emociones... que se materializaron.

—¿Por qué puedo ver esto? ¿No se supone que el mundo extraño del que vienes solo es visible en tu cuarto?

Malany soltó otra risa y suspiró disfrutando la comida.

—No vengo de Life, Life está aquí todo el tiempo, como te dije. Además, no está en mi cuarto, ese es solo un portal. Cuando mejoremos, abriré uno para ti en tu propia casa... Como sea, sobre la cosa que ves...

—Es horrible —aclaró Verónica tapándose los ojos, como si pudiera hacerlo desaparecer—. Me da miedo, camina conmigo a todas partes y no ha hecho más que hacerse más y más grande.

—Crece porque se alimenta de lo que sientes. ¿Qué sientes?

Verónica estaba un poco harta de que las soluciones parecieran de un programa positivo de mañana, esos en los que te ponen a hacer yoga o a aprender coreografías extrañas. Miró al monstruo y después suspiró para volver a cerrar los ojos.

—Enojo —dijo recordando el color negro. En el dibujo, la bestia estaba repleta de ese color y en su visita al mundo visible, también lo estaba. De hecho, parecía que su coraza brillaba como si se tratara de una armadura oscura hecha de crayón—. Mucho enojo...

—Entonces tienes la clave para que el monstruo se vaya. 

La chica estaba a punto de argumentar algo en contra, pero el monstruo volvió a crecer. Era cierto, con cada gota de ira, iba aumentando, con cada inconformidad estaba haciéndose más y más grande.

Verónica miró al horizonte y observó a sus amigos que de nuevo la observaban desde lejos con burla. El monstruo quería crecer, pero ella ya no quería luchar con él.

—¿Qué debo hacer? —cuestionó con más tranquilidad, el monstruo disminuyó levemente su tamaño.

—Bueno... dices que es una especie de bestia, aquí están tus opciones... puedes dejarla salir, pero podría hacerle daño a alguien, si es muy grande y no está domesticada; puedes hacer que se vaya a la fuerza...

Verónica lo miró de nuevo, no parecía el tipo de bestia que uno quisiera correr a patadas. Notó que había decrecido en ese pequeño lapso de tiempo y cerró los ojos de inmediato.

—Sé qué hacer. —Verónica suspiró con fuerza e intentó tragar toda la valentía que encontró en el aire para voltear a ver directamente a esa bestia a los ojos—. Oye... todo está bien, todo está bien.

La bestia disminuyó otro poco y después un poco más. No abandonó su enorme tamaño, ni su expresión feroz, pero se dio la media vuelta y empezó a caminar lentamente por el patio, hasta que desapareció a la distancia.

—¿Viste eso? ¡Lo hice! ¡Alejé a la bestia! —gritó Verónica, provocando que su grupo de amigos soltara unas risotadas que se escucharon fuerte y claro; pero Verónica las pasó por alto porque no quería que esa bestia regresara.

—Mis más sinceras felicitaciones —dijo Malany dando una mordida más a su torta—. Diste en el blanco, para esta primera lección. Ahora se ve muy tranquila.

Verónica dejó bajar su sonrisa unos instantes y cruzó los brazos de pronto.

—¿Qué? ¿Tú sabías quién era la bestia desde el principio? —Verónica comenzó a enojarse, hasta que escuchó el sonido de la bestia volviendo a lo lejos. Se recompuso y siguió—. Me hubiera encantado que me dijeras.

—No la engañarás así —soltó Malany—. Esa bestia... son tus emociones. Se materializaron para que puedas conocerlas y... como te dije, contribuyen al clima de tu vecindario. Tómalo como un centro de control.

—¿Significa que ahora sí está bien mi clima?

—Diste en el blanco con lo que le dijiste. Esa bestia está aquí para cuidarte, es la manera en que reaccionas a las cosas. No puedes alejarla para siempre, porque es parte de ti. Estará siempre a tu lado, pero...

—Déjame adivinar, ¿equilibrada?

Malany sonrió y miró a lo lejos. Ella veía perfectamente a la bestia. Observaba a todas como una extraña.

—Te quiere mucho, aunque le tengas miedo. Solo quiere protegerte. Ignorarla no es tan bueno, tampoco ahuyentarla. Conócela, estoy segura de que te hará mucho bien.

Verónica se colocó las manos en la cintura y observó a esa bestia. Lucía inofensiva a la distancia, enorme y con rasgos horribles, pero era verdad que daba la impresión de estar algo perdida.

Sin decir nada más, comenzó a caminar hacia ella con los puños cerrados. Notaba que se alteraba un poco, mientras más los apretaba, pero finalmente logró encontrarse cara a cara sin provocar disturbios. Estaba lista para atacar, ya tenía las fauces medio abiertas, pero en esta ocasión, Verónica no sintió el miedo recorrerla.

—Creo que tú y yo estaremos juntos... supongo que no hay alternativa.

La bestia pareció entender todo y en un movimiento se levantó en dos patas y soltó un rugido que pudo haber hecho correr a cualquiera, pero nadie la veía. Tan solo Malany y Verónica.

—Dramática —comentó y le hizo una señal para que la siguiera de regreso con Malany.

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