OO1 | slenderman
Capítulo I. Cambios, Cassie, Coco
Lunes 18 febrero, 2019.
❛ kiara's pov ❜
Apoyé mi cabeza en la palma de mi mano y miré los árboles y edificios pasar a través de la ventanilla del auto.
—¿Ya llegamos? —preguntó mi hermana, por milésima vez.
—Intento dormir, ya cállate —Lucas, mi otro hermano, la empujó. Causando a su vez que mi nariz terminara estampada contra el frío vidrio.
—¡No me empujes! —Cassie lo empujó también—. Enano del orto —musitó, asegurándose de que nuestros padres, que iban en la parte delantera del auto no la escucharan.
—Mido lo mismo que vos —se cruzó de brazos, ofendido.
Mis padres y yo suspiramos casi que a la misma vez, para nosotros, esta era una situación completamente normal entre los mellizos.
—Basta de pelear —pidió mi madre retocando su maquillaje.
Ja, como si eso fuera a ayudar.
—¿Me das? —pidió Cassie mirando el alfajor que estaba a punto de llevarme a la boca.
—No —respondí dándole un bocado.
—¡Un poquito! ¡Por favor, Kie! —suplicó juntando las palmas de sus manos.
Intenté brindarle mi mejor cara de culo, pero con esos ojos que tiene me es imposible negarle algo.
Rendida le extendí el alfajor y le dio un gran mordisco.
—¡Dijiste un poquito, hija de pu-
—¡Kiara! —me regañó mi padre.
—Perdón —me disculpé mirando a mi hermana quien sonreía ampliamente—. Hija de puta —terminé la oración en un susurró.
—Tenemos la misma mamá —se defendió.
Crucé mis brazos sobre mi pecho y volví a mirar a la ventana, rezando porque finalmente llegáramos a casa.
—¿Cuánto falta maso? —me atreví a preguntar.
—Como tres horas —respondió mi madre, mis hermanos y yo nos quejamos al mismo tiempo.
—No aguanto tres horas, tengo que ir al baño —habló Lucas.
—Yo también —Cassie lo imitó haciendo un puchero.
—Hay un centro comercial por aquí cerca —habló mi papá—. Podemos hacer una pequeña parada —hizo énfasis en el "pequeña".
Sonreí cuando sentí el auto detenerse y salí de inmediato respirando aire fresco por primera vez en cinco horas.
Aproveché para ir al baño y comprar un par de dulces para lo que quedaba del viaje. Mudarnos a la ciudad de Buenos Aires tal vez fue una de las mejores cosas que nos pasó este año.
Siempre habíamos querido mudarnos a capital, sobre todo porque la mayoría de la familia se encontraba ahí.
Además, significa un nuevo comienzo, para todos. Nuevo trabajo, nueva escuela, nueva gente, nueva casa, nuevos amigos.
Inevitablemente sonreí imaginando cómo sería nuestra nueva casa, gracias al nuevo empleo de mis padres ahora viviríamos en una casa gigante. O, al menos, así lo describió Julian, mi primo. Quien había visto mi casa antes que yo.
¿Será que por fin tendré mi propia pieza?
Espero que sí, así no tendré que soportar más a ese par de liendras.
—¡Kie! —como si los hubiera invocado, mis hermanitos llegaron corriendo al mismo tiempo—. ¿Podés llevarnos al baño?
—¿Y mamá? —indagué.
—Fue a comprar algunas cosas.
Suspiré sintiendo como mi paz desaparecía y los llevé a ambos al baño.
—No se tarden —advertí.
Podría dejarlos aquí e irme, así volvería a ser hija única de nuevo.
No es mala.
Aunque probablemente mis padres me matarían, total los quieren más a ellos que a mí.
Desventajas de ser la hermana mayor: nadie te da bola.
Volví a la realidad cuando sentí un tirón en mi remera, bajé la cabeza encontrándome con el rostro de Lucas.
—¿Dónde está Cassie?
Él no dijo nada, simplemente señaló a uno de los locales en donde mi hermana se encontraba jugando con un perrito.
—¡Cassie! —tomé a Lucas de la mano para evitar que se perdiera y comencé a caminar esquivando a las personas que iban pasando.
—Mira que lindo que es, Kie —hizo un puchero acariciando el perrito de la desconocida—. ¿Podemos adoptar uno? ¿Podemos tener un perrito también? ¡Por favor! —escupió todo rápidamente dejándome confundida.
—Yo... —miré con vergüenza a la dueña del perrito y sonreí mientras me llevaba a mis hermanos de vuelta al auto.
—¿Entonces? —volvió a preguntar una vez llegamos al estacionamiento.
—¿Qué? No sé, pregúntale a papá.
Asintió y esperó pacientemente mientras movía sus piernas, Lucas se sentó a su lado mientras comía los Doritos que había comprado para mí.
—¡Papi! —se lanzó a los brazos de Héctor una vez que llegaron—. ¿Me dejas tener un perrito?
Mi papá frunció el ceño mirándome a lo que yo simplemente me encogí de hombros.
—Lo que mi princesa quiera —intervino mi madre dejando un beso en la cabeza de la ojiazul—. Además, nos vendría bien tener una mascota.
—¡A ella le decís que sí! —acusé.
—Nos vamos —interrumpió mi papá antes de que iniciáramos una pelea por algo absurdo.
Retomamos nuestro camino, lo bueno es que mis hermanos finalmente se callaron y pude dormir tranquilamente.
—Kie, despertate —abrí los ojos lentamente cuando sentí unos dedos acariciando mi cabello.
—¿Eh? ¿Qué día es? ¿Ya llegamos? —asintió con una sonrisa.
Miré a mi derecha, mi cuerpo estaba aplastado por los mellizos quienes dormían plácidamente.
—Eu, pendejos —golpeé a mi hermana para que se despertara y ésta a su vez golpeó a Lucas.
Cuando lograron despertarse por completo bajaron del auto casi que corriendo.
Imité su acción, pero caminando lentamente y observando todo a mi alrededor.
Juli no mentía, es re gigante la casa.
—A la mierda —solté mirando el interior de la misma.
Tal vez, más gigante de lo que me esperaba.
—¿Cuál es mi habitación? —pregunté con más emoción.
—Arriba, segunda puerta a la derecha —indicó mi padre mientras terminaba de bajar las cosas del auto.
Subí dando pequeños saltitos como niña pequeña hasta llegar a mi puerta y me detuve unos segundos antes de girar el picaporte.
Tenía una banda de espacio, más del que necesitaba, y eso me encantaba.
También había un gran ventanal con acceso a un pequeño balcón que me permitía observar la parte trasera de la casa.
Salí por un momento y observé a mis hermanitos corriendo alrededor de la gran pileta. Hasta que Lucas tropezó y Cassie aprovechó para tirarlo a la misma.
—¡Mamá! —gritó mi hermano, todo empapado.
La ojiazul se burló de él haciendo distintas muecas con su cara. Aproveché la situación y los grabé con la cámara de mi celular.
—Ya vas a ver —Lucas salió de la pileta, todo su cuerpo estaba mojado. Al instante comenzó a perseguirla hasta que también logró tirarla al agua.
Solté una gran carcajada al ver la cara de mi hermanita.
—¿Qué está pasando? —preguntó Claudia, quien también rió al ver la escena—. Cassie, salí de ahí.
—¡Lucas me empujó! —mi mamá la ayudó.
—¡Vos también me empujaste! —gritó.
—Basta.
Terminé de grabar y volví a ingresar a mi pieza mientras reía.
𓆝 𓆟 𓆞 𓆝
—¿Querés? —susurró mi hermana ofreciéndome su plato.
Asentí tomando los pedazos de verdura sin que mis padres me vieran, a Cassie no le gusta el brócoli y siempre suelo comerme lo que no le gusta.
—¡Terminé! —exclamó antes de levantarse de la mesa.
—¡También yo! —le siguió Lucas quien aún tenía la boca llena.
Ambos se fueron entre peleas y empujones dejándome a solas con mis padres.
—¿Cómo te sientes? —miré a mi mamá confundida luego de escuchar la pregunta—. Quiero decir, sabemos que no es fácil esto de mudarse, tal vez extrañas a tus amigos...
—Estoy bien —respondí feliz—. Posta, este lugar es hermoso, y además estoy con ustedes así que...
Los dos sonrieron satisfechos.
Les devolví la sonrisa y me levanté de la mesa.
Subí las escaleras directo a mi habitación, luego de esa increíble comida lo único que me apetecía era dormir doce horas seguidas.
—¡Piensa rápido! —levanté la vista de mi teléfono y cerré los ojos cuando la almohada impactó contra mi cara.
—Hijos de... ya van a ver —dejé el celular sobre una de las cajas que estaban al lado de la puerta y con la misma almohada que me habían lanzado comencé a perseguirlos.
Sin darme cuenta habíamos comenzado una guerra de almohadas.
—Tiempo —pedí tirándome sobre el colchón que estaba en el suelo mientras intentaba regular mi respiración.
—¿Ya estás cansada, abuela? —se burló Lucas y le saqué el dedo corazón.
Se acostaron a mi lado, los tres mirando hacia el techo mientras cerrábamos los ojos.
—Kie —me llamó Cassie—. Aún no tengo sueño, ¿vemos una película?
—No —me negué—. Andá a dormir.
—Porfis, no seas aburrida —la apoyó mi hermanito.
Bufé levantándome y abriendo la puerta de mi habitación, indicándoles que salieran.
—No queremos dormir sin vos —admitieron al mismo tiempo.
—No les va a pasar nada.
—Pero está muy oscuro —se quejó Lucas.
—Que cagones —me burlé cerrando la puerta—. Está bien, pero solo por hoy.
Asintieron a la vez y fueron a cepillar sus dientes, yo hice lo mismo antes de regresar a mi habitación.
—A dormir —tiré las almohadas sobre el colchón y me acosté al lado de ellos.
—Buenas noches, Kie —hablaron a la vez.
—Buenas noches.
𓆝 𓆟 𓆞 𓆝
Desperté cuando al escuchar un ruido extraño.
Me levanté con cuidado de no despertar a los mellizos y fruncí el ceño al ver solo a Lucas durmiendo a mi lado.
Bajé las escaleras intentando no despertar a nadie y busqué a mi hermana por toda la casa, pero no la encontré.
¿Dónde pija estás, Cassie?
Unos ruidos en el patio me desconcertaron, salí rápidamente buscando a la ojiazul.
—¿Qué estás haciendo?
Su cuerpo se tensó, giró lentamente su cabeza para verme y sonrió inocentemente. Mi vista se enfocó en lo que sostenía en sus manos, un perrito.
—¿Pero qué... —dejé la pregunta a la mitad y me acerqué a ella.
—Me levanté para tomar agua y lo escuché ladrar —explicó—. Parece que está perdido —hizo un puchero—. ¿Nos lo quedamos?
—¡No! —la miré enojada—. Volvé a dormir.
—No podemos dejarlo aquí —susurró—. Hace mucho frío.
Me agaché para acariciar al pequeño perrito, parecía una bola de pelos.
—Son las tres de la mañana, Cass —hablé después de un rato—. Podemos llevarlo a dentro si querés, pero mañana buscaremos a su familia.
—Pero yo quiero quedármelo.
Suspiré de forma pesada y miré el collar que tenía. Había un número de teléfono en él.
—Espérame aquí.
Subí hasta mi pieza y volví a bajar con rapidez, esta vez con mi teléfono en la mano.
Marqué el número pero nadie contestó.
Era obvio, quiero decir, ¿quién contestaría a esta hora?
—¿Y si le preguntas al vecino?
—¿Qué vecino? —la ojiazul señaló y me encontré con una figura masculina quien nos observaba atentamente desde el balcón de su casa.
—¿Es tuyo el perro? —me atreví a preguntar.
Asintió con la cabeza.
—¿Cómo se llama? —esta vez mi hermana habló.
—Coco —respondió sin quitar sus ojos de mí.
—¡Se llama Coco! —chilló emocionada.
—Sí, pero no es tuyo —tomé al cachorrito en mis brazos y miré al desconocido—. ¿No vendrás por él, Slenderman?
Lo vi entrar a la pieza, y luego de unos segundos salió acercándose a nosotras. Cuando llegó saltó sin problema alguno la cerca de madera que nos separaba.
—¿Cómo me llamaste? —tuve que levantar un poco mi cabeza, teniéndolo en frente descubrí que es más alto de lo que aparentaba.
—¿Querés que te lo repita? —interrogué divertida levantando una de mis cejas.
Su semblante era serio, hasta podría decir que me dió un poco de miedo, y su cabello era oscuro al igual que sus ojos.
Me miró confundido recibiendo al pequeño animal.
—Nos acabamos de mudar —expliqué al entender por qué lo estaba—. Soy Kiara.
Asintió acariciando a Coco. Volteó a ver a mi hermanita quien se encontraba embobada viendo al perrito.
—Ella es Cassie —hablé por ella.
—Cassie intentó robarse a Coco —la acusó.
—¡No es cierto! —la menor se cruzó de brazos—. Él miente, Kie.
—Yo le creo —me encogí de hombros.
—Te odio —me sacó la lengua y volvió a ingresar a la casa.
Reí ante la actitud de mi hermana y volví a ver al pibe, pero éste ya se encontraba del otro lado.
—¿Cómo te llamas? —quise saber.
Pero él no dijo nada, simplemente regresó a su casa.
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