O42 | consecuencia
Capítulo XLII. Primer "te amo".
Martes 18 junio, 2019.
❛ kiara's pov ❜
Las puertas de vidrio se abrieron dándome paso al lugar, caminé a paso lento, sin saber por qué seguía sintiéndome nerviosa al entrar al hospital.
—Disculpe... ¿Iván Buhajeruk? —pregunté observando a la recepcionista, quien me miró durante unos instantes y, al reconocerme, sonrió.
—Iván... oh, sí, habitación doscientos dos, en el tercer piso. Está en fase de recuperación, así que las visitas deben ser breves.
Asentí y me encaminé al ascensor. Podría jurar que mis dedos temblaron al presionar el botón, y segundos después ya me encontraba en la sala de espera del tercer piso. Mis ojos buscaron a Milena y la encontraron sentada, sosteniendo una botella de agua. A su lado estaban Miranda y... Diego, su hijo.
—Hola —saludé en voz baja, acercándome.
—Kiara, ¿cómo están? —me abrazó.
—Podríamos estar mejor —admití—. ¿Iván...?
—Preguntaré si puedes verlo —asentí agradecida y la vi levantarse para hablar con una de las enfermeras.
Me senté en uno de los lugares libres, observando a mi alrededor. No había mucha gente, a diferencia de ese día. Sin darme cuenta, mi pierna comenzó a moverse de arriba a abajo; estaba nerviosa. Desde el accidente no volví a ver a Iván, y luego de su cirugía solo su madre podía entrar a verlo.
Eso pasó hace cinco días, pero sentía que ya había pasado una eternidad.
Necesitaba verlo de nuevo.
—Podés entrar —avisó Milena. Me levanté y escuché atentamente las indicaciones de la enfermera antes de entrar.
Mi ritmo cardíaco se intensificó en el momento en que la puerta se abrió. Al cruzar el marco lo observé, y me dieron ganas de llorar.
—Volveré en un rato, las visitas deben ser breves debido a que está en recuperación —me dijo la enfermera. Asentí y me acerqué a Iván, sentándome a un lado. Se veía tan... tranquilo. Su semblante reflejaba paz.
Me pregunto cuánto tiempo pasará en ese estado. Me pregunto por cuánto tiempo estará dormido.
Mis ojos se llenaron de lágrimas que no me molesté en contener. Solo estábamos los dos, no era necesario ocultar que no me encontraba bien. Aunque él no supiera que estaba aquí, a su lado, yo era consciente, y eso fue suficiente.
—Hola —murmuré, colocando mi mano sobre la suya—. Perdón por venir a verte tan tarde... pasaron un montón de cosas —suspiré sin saber cómo iniciar—. Pero ya todo está bien, bueno, casi todo, porque vos aún estás aquí —acaricié sus nudillos—. No te preocupes, los culpables ya están pagando por todo lo que hicieron.
Ese día lo descubrí todo, ese día terminé de armar el rompecabezas. Aunque, siendo sincera, habría preferido que todo terminara de otra forma...
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Cinco días antes . . .
Narrador omnisciente.
—Todo comenzó el día en que asesinaron a mi padre, a su abuelo.
Los ojos de Kiara se abrieron de par en par, y Claudia cubrió su boca, sorprendida. Cassie y Lucas se miraron confundidos, pero atentos.
Héctor suspiró y prosiguió, como si revivir cada detalle fuera un peso insoportable. Todo este tiempo les había hecho creer a sus hijos y esposa que su padre había muerto por un infarto, pero la realidad era distinta.
Y desde ahí comenzó todo.
—Lo admiraba como no tienen idea. Él siempre fue el pilar de mi familia, la persona en quien todos confiaban. Era abogado, una persona recta y justa.
—¿Qué pasó con él? —preguntó Kiara en un murmullo, casi sin poder creer lo que escuchaba.
—Fue asesinado por personas poderosas, gente que no quería que siguiera investigando ciertos casos. Entre ellos, estaba alguien que ya conocen, Carlos Buhajeruk.
—¿Carlos...? —repitió, incrédula. Su padre asintió.
—Sí —respondió Héctor con un nudo en la garganta—. En ese entonces no hice nada para detenerlo, sabía que un error me costaría todo. Así que esperé, y cuando encontré la oportunidad perfecta para vengarme, no dudé... no dudamos en tomarla —suspiró.
—¿Vos... rescataste a Víctor? —preguntó Kiara, comprendiendo de a poco el enredo de mentiras y decisiones que había definido sus vidas.
Héctor asintió lentamente.
—Sí. Después del incendio, lo encontré en ese parque. Era un niño, desorientado, lastimado. Lo vi allí, solo, después de que todos pensaron que había muerto. Decidí llevármelo para protegerlo, para alejarlo de Carlos y de ese ambiente, para que no creciera en medio de todo eso.
Kiara sintió una punzada en el corazón. Víctor había crecido con odio hacia sus padres, creyendo que lo habían abandonado, y ahora todo cobraba sentido.
—Le dije que sus padres lo habían dejado —continuó Héctor, sin levantar la vista—. Y lo hice porque creía que era la única manera de mantenerlo a salvo. Pero fue un error... Y ahora ese error se ha vuelto en nuestra contra. Criarlo fue una decisión que pensé que estaba justificada. Pero, con el tiempo, su rabia creció, su dolor se volvió un resentimiento que yo no pude controlar. Y cuando me di cuenta, todo se había salido de control.
—¡Te pedí la verdad! —gritó Kiara, interrumpiéndolo.
—Y eso estoy contándote, hija.
—¡Mentira! No querías protegerlo, querías vengarte —Héctor suspiró, aceptando que no podía mentir más.
—No mentía, sí quería protegerlo, pero tenés razón. Quería vengar a mi padre. Quería vengarme de Carlos por haberlo asesinado.
—Y qué mejor manera de hacerlo que engañando y utilizando al heredero de su fortuna, ¿no? —preguntó con un nudo en la garganta. Aún le era difícil aceptar lo que decía su padre.
—Un tiempo después Alyssa y yo nos separamos, y yo me fui de Buenos Aires con vos. Ahí conocí a tu madre, y luego nacieron tus hermanos... pero yo seguía visitando a Víctor.
—¿Entonces cuando te ibas durante semanas por viajes de trabajo... era para verlos a ellos? —murmuró Claudia—. Héctor... ¿te das cuenta de todo lo que hiciste?
—Yo no podía abandonarlos, no podía dejar que Víctor se enterara —explicó—. Luego me ofrecieron un puesto importante en la G.E.A y no dudé en aceptarlo, es por eso que nos mudamos acá. Necesitaba estar cerca de Carlos, Víctor se estaba saliendo de control y necesitaba asegurarme de que siguiera de nuestro lado.
La sala quedó en silencio, lo que le dio vía libre para continuar.
—Lo que quería era destruir todo lo que quería y luego quedarme con todo.
—¿Vos planeaste los asesinatos? —asintió—. Vos... vos... —Kiara calló, sin saber cómo reaccionar—. Sos un asesino...
—Luego de un tiempo Víctor comenzó a desconfiar de mí, siempre que quería hablar con Milena, buscar a Carlos o a Iván se lo prohibía... lo convencí de que debía ser paciente. Entonces el plan cambió...
—Por eso Diego me dijo que Víctor lo había amenazado. Me usaste a mí a través de él para convencer a Iván de desenmascarar a su padre y así vos tendrías libre para hacer todo... —habló Kiara, finalmente armando el rompecabezas—. Yo ayudé a Iván a que su padre terminara en la cárcel sin saber que el mío también era un monstruo...
—Yo no... —intentó justificarse, pero Claudia lo interrumpió. Su corazón rompiéndose en pedazos al descubrir la clase de persona con la que había formado una familia.
—¡Nuestra hija pudo morir, no te das cuenta de eso! —lo empujó, causando que uno de los floreros que decoraban el lugar cayera al suelo. Los mellizos observaron la escena horrorizados, aún sin entender muy bien lo que sucedía.
Pero había algo de lo que tenían certeza: su padre había hecho algo muy malo. Algo imperdonable.
—Víctor me lastimó, y también le hizo daño a Iván —habló la pelinegra—. ¿Vos se lo ordenaste?
—¡No! —se apresuró a decir—. Yo jamás le dije que hiciera algo así, cuando te lastimó fue para advertirme, ahí comenzó a darse cuenta de mis planes, y tuve miedo porque sabía que si llegaba a enterarse de todo te mataría... por eso estoy haciendo de todo para que lo encuentren, no quiero que vuelva a lastimarte —se acercó a la chica—. Kiara, vos, ustedes, son todo lo que tengo.
—No, somos todo lo que tenías —intervino Claudia—. ¿Qué no te das cuenta de todas las cosas que hiciste? ¡Secuestraste a un niño, lo hiciste crecer alejado de su familia y le mentiste, le dijiste que lo habían abandonado! —golpeó el pecho de su esposo con furia—. ¡Lo convertiste en un asesino, por tu culpa arruinó familias enteras, incluyendo la mía!
—Claudia... por favor... —suplicó.
—Fue mi error ocultarle a Kiara que yo no era su madre biológica, pero vos...
—Claudia...
Lo ignoró, buscando el teléfono en su bolso y marcando a la policía.
—¿Qué haces? —preguntó preocupado.
—Me aseguro de que pagues por todas las cosas que has hecho —en su mirada se mezclaban el dolor y la ira—. No volverás a acercarte a mis hijos, y no volverás a hacerle daño a nadie más.
Los minutos transcurrieron hasta que la policía llegó al lugar. Héctor no escapó, no se resistió, no suplicó, simplemente dejó que lo esposaran delante de las personas a las que más amaba en el mundo. Dejó que vieran quién era y lo que había hecho a escondidas durante todo este tiempo. No tenía caso defenderse cuando sabía que esto era lo que merecía.
—Perdónenme... si pueden —fue lo último que escucharon antes de que se lo llevaran del lugar.
Y así, en cuestión de segundos, una familia fue reducida a cenizas. Todo gracias a la venganza, el rencor, las mentiras, y los secretos.
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Actualidad . . .
❛ kiara's pov ❜
Luego de eso, se llevaron a papá a la cárcel. Y para nuestra sorpresa, también capturaron a Víctor, quien había estado en busca de Héctor. La policía lo atrapó acercándose a nuestra casa esa misma noche.
Alyssa, en cambio, escapó. No quedó rastro de ella, y se cree que logró salir del país.
Esa noche, ninguno durmió, y yo tuve que cargar con el peso de explicarles todo a mis hermanitos.
No se lo tomaron muy bien que digamos...
Verlos llorar me rompió el corazón, pero tenían que saber la verdad, era lo mejor. Ellos merecían saber que nuestro padre no era la persona que aparentaba. Luego de terminar, se encerraron en su habitación. No quisieron salir de ahí hasta el día siguiente.
Dos días después ocurrió el juicio. Fue difícil para mamá, creo que nunca la había visto así. Estaba a punto de salir corriendo en el juzgado. ¿Cómo era posible que estuviera testificando en contra de su propio esposo? Era lo correcto, pero aun así lo amó, y mucho. Era complicado.
Intenté mostrar mi mejor cara, con eso me refiero a que intenté mantenerme firme. Intenté demostrar que podía, y luego del juicio, llegamos a casa corrí directo hacia mi habitación; entonces toda esa firmeza y valentía desapareció. Lloré, y las paredes eran los únicos testigos del dolor que sentía mi corazón y que se manifestaba mediante las lágrimas.
Nuestra familia estaba destrozada, y era algo con lo que debía lidiar de ahora en adelante. Una persona no tiene el derecho de quitarle la vida a otra, pero en todo este largo y problemático recorrido aprendí que cosas como el poder, el dinero, la venganza y el dolor son capaces de superar cualquier circunstancia. Y actuarán cuando lo requieran y usando los métodos necesarios para obtener lo que la persona desea.
—Allí concluyó todo, ese fue el fin del caso, el fin de la investigación —suspiré mientras mi mano aún seguía sobre la del pelinegro inconsciente—. Al final sí descubrí quién era el verdadero culpable de todo. Lo logré, supongo. Pero, por supuesto, que me habría encantado que todo eso fuera una simple pesadilla.
—Víctor podría enfrentarse a una cadena perpetua debido a la gravedad de los múltiples asesinatos. Mi papá, en cambio, podría recibir entre veinte y cuarenta años de prisión —hablé recordando el veredicto final—. Ayer hablé con Víctor... ¿sabés? Me dijo que quería hablar con vos —sonreí levemente, observando el rostro de Iván—. Y también dijo que lo sentía, lo sentía mucho...
Flashback !
Mamá apretó mi hombro dándome ánimos. Luego de todo, fue difícil convencerla de traerme aquí. Pero no iba a hablar con mi padre. Iba a hablar con Víctor.
Él también merecía saberlo; a pesar de todas las cosas que había hecho, fue a buscar a mi papá, fue por la verdad, y nunca se la dieron. Estaba dispuesta a ser yo la persona que le contara todo.
Me detuve en la celda correcta y lo observé, estaba dormido sobre la cama, su ceño fruncido y parecía no estar teniendo un buen sueño.
Antes de poder emitir palabra, se levantó. Su estado me preocupó, su respiración era acelerada e irregular, y sus manos temblaban.
—Víctor —lo llamé, se enfocó en mí de inmediato y se acercó.
—¿Qué... haces aquí? —preguntó confundido. Me tomé la tarea de examinarlo; sus manos tenían heridas recientes, como si hubiera estado golpeando algo. Su rostro denotaba miedo y confusión, y sus ojos... eran idénticos a los de su hermano.
Ahora que lo veo nuevamente, mis ojos no observan a un asesino, ni a una persona a la cual podría temer. Ahora veía a un niño, asustado, al cual le habían arrebatado todo lo que tenía; veía a un adolescente viviendo una vida infeliz y apartado del mundo exterior, sufriendo todas las noches, siendo acosado por sus demonios internos. Y también veía a un adulto, siendo atormentado por la culpa y la frustración.
No quiero justificar sus acciones; sé que fue él quien disparó el arma, pero también sé que fue un accidente, y que no quiso hacerlo. Intenté ser fuerte para no decir nada acerca de Iván.
Pero él lo preguntó.
—¿Cómo está él...?
—No lo sé —admití—. No he ido a verlo hoy... pero estará bien —dije, tratando de sonar fuerte.
—Sé que mi perdón no vale nada, no estoy esperando a que lo hagas, y aunque ellos me convirtieron en esto, no es su culpa, tampoco tuya, ni de Iván, ni de Carlos, es mía. Yo acepté matar a esas personas, solo para vengarme de ellos. Sé que yo podía haber tomado otro camino, pero el odio y el dolor me cegaron —se acercó hasta que sus manos tomaron los barrotes de la reja—. No puedo cambiar nada de lo que hice, y eso es lo peor de todo, porque viviré el resto de mi vida sabiendo que arruiné familias enteras, incluyendo la mía, y que todo esto ha sido por mi culpa.
—Si te hace sentir mejor, no eres el único culpable en todo esto; toda tu vida se forjó a base de sus mentiras, de sus engaños, creciste con eso, creciste sabiendo que no fuiste querido, y que la única forma de arrancar o sanar ese dolor de ti era haciendo sufrir a los que te abandonaron... —hablé despacio, comprendiéndolo, por primera vez.
—Kiara... perdóname.
Asentí levemente. Lo perdonaba.
Al final entendí que Víctor no era una mala persona, tampoco era una buena persona; simplemente era una consecuencia. Era la consecuencia de las malas decisiones de mis padres.
—¿Puedo pedirte algo? —volví a asentir—. Cuando Iván esté mejor, ¿puedes decirle que quiero hablar con él?
—¿Qué tal si no quiere? —pregunté, recordando las veces que se habían enfrentado y cómo había terminado todo.
—Solo quiero hablar con él, así sea la última vez, por favor —suplicó.
—Está bien, yo se lo diré —aseguré.
—Gracias.
Salí de ahí, sintiendo el peso de mis propios pensamientos. ¿Qué pasa si Víctor no vuelve a hablar con su hermano?
Él no era el único que estaba arrepentido.
—¿Estás bien? —preguntó mamá. Negué con la cabeza—. Vamos a casa, mañana irás a ver a Iván.
Subí al auto y me quedé en silencio mientras la culpa me carcomía por dentro. No podía evitar pensar en que, tal vez, si no hubiera estado ahí, nada de esto habría pasado. Víctor nunca quiso disparar, fue un accidente provocado por la desesperación de Iván en intentar salvarme. Ahora él pagaba las consecuencias de mis acciones.
¿En qué me metí? ¿Cómo llegué a este punto? Estaba tan arrepentida, deseaba tanto retroceder el tiempo y jamás haberme involucrado en todo esto.
Iván sufrió demasiado. Yo le prometí hacerlo feliz y solo traje más sufrimiento a su vida y a la de su familia. No quiero seguir haciéndole daño.
Fin del flashback !
Suspiré luego de recordar ese momento y volví a mi realidad. El silencio volvió a reinar en el cuarto de hospital, roto solo por el tenue pitido de las máquinas que mantenían el ritmo de los latidos de Iván.
En ese momento, solo me permití observar su rostro. Parecía tan pacífico, como si simplemente estuviera durmiendo, pero el dolor en mi pecho me recordaba que esa paz era frágil y peligrosa.
—Iván... —murmuré, dejando que mi voz llenara la habitación otra vez, aunque sabía que probablemente no podía escucharme—. Sé que no me podés responder, pero... necesito decirte tantas cosas, más de las que ya te he contado hoy.
Sentí un nudo en la garganta.
—No sabés cuánto me arrepiento —mi voz se quebró un poco—. Esto es mi culpa, Iván... si yo no hubiera insistido en estar ahí, si no te hubieras arriesgado... vos estarías bien. No estarías acá, luchando por... por no dejarme sola.
Un par de lágrimas cayeron y no me molesté en limpiarlas, sabía que no había nadie aquí para juzgarme.
—Tengo miedo —admití, sintiendo cómo el dolor se desbordaba en cada palabra—. Miedo de que no vuelvas, de perderte... y no sabría qué hacer sin vos. No puedo imaginar una vida en la que no estés, en la que no pueda verte sonreír. No puedo.
Tomé un respiro tembloroso y miré su rostro, trazando con mis ojos cada detalle de él, como si temiera que algún día pudiera olvidar esos rasgos que tanto me gustaban.
—¿Sabés qué es lo peor de todo? Que nunca te lo dije. Nunca te dije cuánto significás para mí, nunca te dije todo lo que siento.
Me incliné un poco hacia él, como si en esa proximidad hubiera una posibilidad de que mis palabras llegaran más profundo.
—Me gusta tu sonrisa, Iván, ¿recuerdas esa vez que te lo dije? —reí por el recuerdo—. Honestamente me gustan muchas cosas de vos y puedo nombrar cada una de ellas si así lo quieres...
Deslicé mi mano hasta tomar la suya otra vez.
—Me gusta cómo te preocupás por los que quieres y de verdad admiro tu capacidad de ser fuerte en cualquier situación. Me gusta cuando me haces sonrojar, me gusta verte distraído, me gusta cuando usas gorra y cuando no. Me gusta verte cuando cocinas, me gusta cómo siempre intentas ser mejor que yo en minecraft... aunque ambos sabemos que nunca vas a poder ganarme.
Mi pecho subía y bajaba rápidamente mientras trataba de mantener el control, pero me estaba perdiendo en cada recuerdo, en cada imagen de lo que éramos y lo que nunca me atreví a admitir.
—Me gusta todo lo que eres, y me duele no habértelo dicho antes... —mi voz se quebró por completo—. Me duele haber tenido tantas oportunidades de besarte y haberlas dejado pasar. Hubo tantas veces en las que... solo quería besarte, quería sentirte cerca, pero me resistí, por culpa del miedo... y ahora... ahora que podría perderte, me doy cuenta de lo estúpida que fui.
El dolor me golpeaba en olas incesantes, cada palabra que pronunciaba parecía abrir una herida nueva en mi pecho. Lo necesitaba tanto... necesitaba que abriera esos ojos oscuros y me sonriera, que me dijera que todo iba a estar bien.
—Prometeme que vas a volver, Iván. Prometeme que vas a cumplir tu promesa. No podés irte así, no podés dejarme... yo... te necesito.
Apreté un poco más su mano, aferrándome a él con la esperanza de que eso pudiera mantenerlo aquí, a mi lado.
—Aún no me diste ese "algo especial" que prometiste —sonreí entre lágrimas, intentando sacar algo de fuerzas de las palabras que habíamos intercambiado antes de que todo esto sucediera—. Me muero de ganas por saber qué es. Quiero volver a pasar tiempo con vos... quiero que volvamos a cocinar juntos, a reírnos por las boludeces que digo... quiero que volvamos a tener esas charlas largas en la noche, cuando hablábamos de cualquier cosa y terminábamos acostados en el césped viendo las estrellas.
Las lágrimas ahora fluían libremente por mi rostro. Todo lo que quería en ese momento parecía depender de un hilo tan frágil como su respiración.
—Por favor, Iván... —me acerqué un poco más y apoyé mi frente en su mano, sintiendo su piel cálida contra la mía—. No te vayas. Por favor, quedate conmigo.
Un leve golpecito en la puerta me hizo sobresaltar y vi a la enfermera asomarse.
—Perdón, pero la visita ha terminado.
Asentí, sabiendo que no podía quedarme más tiempo, aunque cada parte de mi solo quería permanecer a su lado. Me acerqué a él y, con un último impulso, me incliné para dejar un beso suave en su mejilla.
—Te amo, Iván —susurré contra su piel, dejando que esas palabras se quedaran grabadas en él—. Por favor, no me dejes.
Di un paso atrás, aún con lágrimas en los ojos, y respiré hondo, dejándolo allí, con el corazón en las manos y la esperanza de que, de algún modo, mis palabras lo trajeran de regreso a mí.
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