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O37 | limbo

Capítulo XXXVII. Entre la vida y la muerte.

kiara's pov

Nunca había deseado tanto estar en un sueño como ahora.

Todo a mi alrededor parecía una escena sacada de una pesadilla, una que nunca había imaginado vivir. Mi cuerpo temblaba sin control, el frío del miedo se colaba por cada poro de mi piel, y las palabras se agolpaban en mi garganta, sin encontrar una salida.

—¿Kie? —Iván me miraba confundido. Y luego se dió la vuelta para observar a la persona frente a nosotros.

No podía dejar de mirar más allá de él, a la figura que emergía de las sombras, avanzando con pasos lentos.

El aire se sentía pesado, y de repente todo en mi mente pareció detenerse. Las palabras de la carta resonaban en mi cabeza.

Dijo que todavía tenía tiempo para encontrarlo... pero también dijo que no quería saber lo que sucedería si él me encontraba primero.

Ahora está pasando.

Me encontró primero.

—¿Quién...? —la voz de Iván se apagó mientras daba un paso hacia adelante, protegiéndome instintivamente.

Se detuvo, una máscara cubría su rostro. El sudor frío recorrió mi espalda, y mi mente se nublaba con pensamientos caóticos.

—¿Quién sos? —preguntó con un tono desafiante. Pero sabía que estaba tan aterrado como yo.

Quiero decir, el asesino estaba a un par de pasos de nosotros ¿cómo se supone que debo sentirme?

Él no respondió de inmediato. Sus ojos oscuros, tras la máscara nos observaban, calculando cada uno de nuestros movimientos.

El silencio se prolongó unos segundos más, que parecieron eternos.

Finalmente, avanzó quitándose la máscara con lentitud.

Lo primero que noté fue su cicatriz. Una fina línea que cruzaba su ceja, visible bajo el oscuro cabello que caía sobre su frente. Alto, de complexión robusta y con una mirada que parecía perforar el aire. Algo en él me resultaba tan familiar que el nudo en mi estómago se apretó aún más.

Espero que no sea lo que estoy pensando.

Mis ojos bajaron hasta su brazo notando en su muñeca otra cicatriz.

—No puede ser... —murmuré, mi voz apenas audible.

—¿Quién sos? —Iván repitió la pregunta, más fuerte esta vez, sus ojos oscureciéndose con una mezcla de rabia y confusión.

Sonrió levemente, pero no contestó de inmediato. En cambio, se giró hacia mí, sus ojos clavados en los míos.

—Era obvio que no te ibas a acordar de mí —respondió finalmente.

Mis piernas amenazaban con fallar, pero me obligué a mantenerme en pie, aunque sentía que iba a derrumbarme en cualquier momento.

—¿Víctor? —preguntó Iván, el nombre escapando de sus labios como si hubiera sido arrancado de lo más profundo de su mente.

Él sonrió de nuevo, más ampliamente esta vez, pero no respondió directamente. Su silencio lo decía todo.

Iván se tensó a mi lado con sus manos apretadas en puños. No había duda alguna. Pero ¿cómo era posible?

¿Qué no se supone que estaba muerto?

—No sabes cuánto te extrañé... hermano —dió un paso adelante, haciéndonos retroceder.

Mi vista se intercaló entre ambos, eran absurdamente parecidos y a la vez tan diferentes.

—No... —negó Iván cuando amagó con dar otro paso a nosotros.

—¿Me tenés miedo? ¿Es eso? —preguntó.

—Vos sos él —finalmente hablé cuando mi cerebro conectó todos los puntos, y una vez más, deseé que todo esto fuera una pesadilla.

Victor, el hermano que Iván perdió cuando era niño estaba vivo. Y no solo eso, sino que era él a quien había estado buscando durante todo este tiempo. Fue él quien asesinó a todas estas personas...

Siempre había sido él.

—Apartate —ordenó, avanzando un poco más, me escondí detrás de Iván con miedo.

Iván no respondió, simplemente retrocedió lo más que pudo, conmigo detrás de él.

—No me hagas lastimarte —musitó—. Iván.

Antes de que pudiera procesar lo que estaba ocurriendo, Iván se abalanzó sobre Víctor, derribándolo al suelo. Los dos cayeron pesadamente, y el sonido del impacto resonó en mis oídos.

—¡Iván! —grité, pero mi voz se perdió en el caos.

—¡Kie, salí de acá! —gritó, esta vez siendo aprisionado por su hermano.

Los dos luchaban en el suelo, rodando y lanzando golpes. Pero algo estaba mal. Víctor era más fuerte, mucho más fuerte que Iván.

Con un movimiento rápido, se safó de su agarre, y le dió un golpe en la cara. Fue tan fuerte que Iván emitió un quejido doloroso, y un hilo de sangre comenzó a brotar de su nariz.

—¡No! —corrí hacia ellos, pero antes de que pudiera intervenir, Víctor me empujó con fuerza, haciéndome retroceder varios pasos. Mi espalda chocó contra la pared.

Todo mi cuerpo temblaba. Quería hacer algo, cualquier cosa, pero estaba paralizada.

Ambos se levantaron del suelo. Víctor empujó a Iván desestabilizándolo y haciendo que cayera nuevamente al suelo, luego se acercó a mi y tomó un cuchillo de la alacena.

Antes de que pudiera alcanzarlo, me tomó del brazo con una fuerza que me hizo tambalearme. Con un gesto casi calculado, me arrastró hacia la mesa y, con el cuchillo en la mano presionó el filo contra mi piel.

Todo sucedió en cámara lenta. El cuchillo se deslizó por mi antebrazo con una facilidad aterradora, trazando una figura que no comprendía por la sangre que comenzaba a salir. El dolor era sordo, casi inexistente al principio, pero luego comenzó a extenderse como fuego bajo mi piel.

Quise gritar, pero mi voz se había ido.

Quise llorar, pero las lágrimas no salían.

Quise correr, pero mi cuerpo no respondía.

Observé mi brazo manchado de rojo mientras el líquido espeso comenzaba a gotear al suelo.

De repente soltó mi brazo y mis piernas fallaron. Caí al suelo, jadeando, sin poder reaccionar. Mi vista se nublaba, y lo último que vi fue a Iván, inconsciente, tirado a pocos metros de mí.

—Iván... —susurré con dificultad.

El mundo comenzó a desvanecerse. Sentí una presión en mi cuello, el frío de un objeto metálico, y luego una cálida respiración cerca de mi oído.

—No pienses que soy el malo, Kie. Todo lo que hice, y hago es por su culpa —eso fue lo último que escuché antes de que todo se volviera oscuridad.

𓆝 𓆟 𓆞 𓆝

No había nada que describiera lo que estaba sintiendo en ese momento, no sabía en dónde estaba, no sabía si era real, no podía ver o escuchar sonido alguno.

Era un lugar totalmente desierto en el cual solo me encontraba yo, rodeada de una oscuridad que parecía infinita.

El temor me invadió, llenando cada rincón de mi ser, haciendo que mi piel se erizara, ¿en dónde estaba?

A pasos lentos avancé, como si temiera de chocar con algún objeto en medio de la oscuridad, o de caer en un pozo profundo del cual jamás podría salir.

A medida que pasaba el tiempo, sentí una presión en mi pecho. En mi mente, las imágenes de lo que acababa de suceder comenzaron a proyectarse, entrelazándose con visiones perturbadoras, como si mi subconsciente intentara torturarme aún más.

Veía a mis hermanos, siendo lastimados por él, mientras sus voces infantiles me llamaban, pidiendo ayuda. Intenté correr a ellos, pero no podía moverme.

Luego, las imágenes cambiaron. Mis padres estaban llorando, abrazados junto a una cama de hospital, pero no podía ver quién estaba allí. Todo indicaba que alguien se había ido, pero no podía saber quién.

Las lágrimas comenzaron a caer sin control y todo en mi comenzó a alterarse más de lo que ya estaba, no tenía ni siquiera las facultades para controlar los movimientos de mi cuerpo. Simplemente me dejé caer, rogando dentro de mi que alguien llegara a sacarme de aquel lugar lleno de tormento.

Nunca me sentí tan vulnerable, era una sensación extraña, era como estar entre la vida y la muerte.

Finalmente la peor imagen de todas. Iván estaba tirado en el suelo cubierto de sangre, su rostro estaba pálido y sus ojos cerrados.

"No, Iván... no."

Grité en mi mente, ya que mi boca no podía emitir sonido alguno, y en caso de poder hacerlo, sabía que nadie me escucharía.

Y entonces, todo se desvaneció.

𓆝 𓆟 𓆞 𓆝

El sonido de monitores fue lo primero que escuché cuando comencé a recuperar la conciencia. Un pitido constante que indicaba que, de alguna manera, estaba bien.

Abrí los ojos lentamente, parpadeando ante la luz blanca y cegadora que inundaba la habitación. Mi cuerpo se sentía pesado, como si hubiera estado cargando un peso imposible de soportar.

Cuando logré enfocar la vista, ví a papá hablando con el médico fuera de la habitación. Tenía el rostro cansado y preocupado. Intenté moverme, pero un dolor punzante en mi brazo me detuvo. Bajé la mirada y ví el vendaje que envolvía mi antebrazo.

Entonces sucedió. Todo lo que pasó con Víctor fue real.

Tardé un poco en darme cuenta de que no me encontraba sola en la habitación. A un lado de la camilla estaba Iván, quien dormía en una sillón. En su rostro habían moretones que no pasaban desaprecibidos y tenía un parche blanco en su cuello, tapando alguna herida. Su respiración era tranquila, pero su semblante reflejaba el agotamiento.

El sonido de los monitores seguía marcando el ritmo constante de los latidos de mi corazón. Respiré profundamente, sintiendo cómo el dolor en mi brazo me devolvía a la realidad con cada movimiento. Aún no lograba procesar todo lo que había pasado.

Los recuerdos de la pelea eran como imágenes borrosas que no lograba organizar. Intenté sentarme más derecha en la cama, pero el esfuerzo me hizo soltar un sonoro quejido.

En ese momento, Iván comenzó a moverse. Sus ojos se entreabrieron, y cuando se dieron cuenta de que estaba despierta, se abrieron de par en par.

—Kie... —murmuró, su voz estaba llena de alivio  y se levantó de inmediato—. Estás bien —dijo mientras se acercaba a la cama y me abrazaba suavemente—. Estás bien, estás bien... —repitió sin detenerse.

—¿Vos cómo estás? —pregunté cuando nos separamos.

No respondió, era obvio que no estaba bien.

Se acomodó en su lugar, mirándome con intensidad. Acercó su frente hasta juntarla con la mía y observé una lágrima deslizándose por su mejilla

—Pensé que... que... —su voz se quebró—, que te perdía, Kie.

Cerré los ojos un segundo, queriendo borrar los recuerdos de lo sucedido, pero regresaban una y otra vez.

—Yo pensé lo mísmo —dije finalmente con mi voz temblando—. Pero está bien... estamos bien —escondí mi rostro en su cuello.

Los siguientes minutos fueron llenos de silencio, ninguno de los dos quería hablar sobre lo que pasó aunque sabíamos que debíamos hacerlo.

—Víctor —fue él el encargado de romper el silencio.

—Lo sé —murmuré, mi cuerpo se tensó al escuchar ese nombre—. Tu hermano...

—No es mi hermano —murmuró de igual forma—. Te lastimó.

Volvió a alejarse y posó una de sus manos sobre mi mejilla, trazando caricias en mi piel que de alguna forma me hacían sentir mejor.

Estaba bastante desorientada, confundida, tenía mucho dolor, no solo en mi brazo, sino en mi corazón. Simplemente no lo entendía.

¿Por qué?

¿Qué estaba sucediendo?

—Kiara —mi burbuja de pensamientos fue interrumpida cuando escuché la voz de mi mamá.

Iván se alejó de mi al instante dejándo que ella tomara su lugar, y me abrazo cuidadosamente.

Segundos después escuché su llanto y mi corazón se partió en dos. Si había algo que no podía soportar era ver a mi madre llorar.

—Mamá... —musité intentando no llorar de igual manera.

—¡Kie! —el grito de los mellizos me interrumpió, se acercaron corriendo a la camilla y mamá los detuvo para evitar que me lastimaran.

—Hola —sonreí como pude, ellos también habían llorado, lo podía notar en sus rostros.

𓆝 𓆟 𓆞 𓆝

Miercoles 5 junio, 2019.
(12:30 PM)

ivan's pov

Observé a Lucas y Cassie dormir profundamente en el sillón, Kiara aún seguía sentada en la camilla mirándome.

Solo pasaron algunas horas desde que despertó pero había algo que le preocupaba, podía notarlo.

—¿Te sentís mal? ¿Querés que te traiga algo? —pregunté finalmente.

—Quiero ver a mi papá —su voz tembló—. ¿Por qué no quiere verme?

Caminé hasta sentarme a su lado.

—Si no está acá es porque está buscando a Víctor —expliqué—. Y no creo que lo veas por ahora, está moviendo el cielo y la tierra para encontrarlo.

—Iván ¿qué crees que le sucedió? —me encogí de hombros—. Digo, se supone que había muerto.

—Alguien debió encontrarlo —dije mientras pensaba—. No... no sé, y no quiero pensar en eso ahora —finalicé tapando mi cara con las manos.

—Sinceramente sos una de las personas más fuertes que conozco, no sé cómo podría estar yo en una situación así.

—No tenés ni idea de lo que me está costando esto —me sinceré.

—Es tan... irreal. En mi vida pensé que sería perseguida por un asesino que además intentaría matarme justo cuando estaba a punto de dar mi primer beso —levanté la cabeza para observarla y ella suspiró entrelazando su mano con la mía—. Creí que esas cosas solo pasaban en las películas o en los libros.

Comencé a pensar en lo que pasó segundos antes de que él apareciera en su casa. Tenía razón, era irreal pensar en que justo cuando por fin tuve la oportunidad de besarla algo como eso pasó.

Parece que el universo conspira en nuestra contra.

¿Por qué todo con Kiara tiene que ser tan complicado? Se supone que estamos hechos para el otro.

¿Por qué no puedo simplemente disfrutar de un románce con la chica que me vuelve loco con cada día que pasa?

¿Por qué todo siempre tiene que irse a la mierda?

Mordí mi labio inferior conteniendo las ganas de llorar, odiaba esto.

—Iván —sentí su mano acariciar mi cabello cuando me rendí y la abracé.

—¿Por qué no puedo ser feliz? —prergunté escondiendo mi rostro en su cuello, la calidez que me brinda el estar en sus brazos me hace suspirar—. ¿Cuándo va a acabar?

—Espero que pronto... —musitó sin dejar de mover su mano.

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Narrador omnisciente.

La pequeña reunión en la habitación del hospital se vió interrumpida cuando la puerta se abrió de golpe. Diego entró apresurado, con una expresión de profundo alivio al ver a Kiara consciente.

—¡Kie! —exclamó, cruzando la habitación en segundos para abrazarla. Kiara le devolvió el abrazo, aún algo confundida por la repentina presencia de su amigo.

Los hermanos Carrera, quienes habían ido a visitar a su amiga tenían la misma expresión que ella.

—Diego... —murmuró, notando cómo Iván se apartaba, dándole espacio—. ¿Qué haces acá?

Diego se apartó lentamente, aunque mantuvo sus manos en los hombros de Kiara, como si necesitara asegurarse de que realmente estaba bien.

—Fui yo quien te trajo al hospital —explicó—. Cuando llegué a tu casa entré y... bueno, fue horrible. Vos y Iván estaban inconscientes. Llamé a tus padres y a la mamá de Iván. No sabía qué más hacer.

Kiara lo miró, procesando sus palabras.

—Bueno, gracias —dijo en un murmullo, aún atónita por la rapidez con la que Diego había actuado—. ¿Por qué ibas a mi casa?

—Es que... tenía algo que hablar con vos y no me contestabas, supuse que estarías ahí.

Kiara asintió, creyendo en sus palabras y volvió a recostarse en la cama, el cansancio de todo lo ocurrido comenzando a pasarle factura. El dolor en su brazo, aunque contenido por el vendaje, pulsaba con cada latido de su corazón.

—¿Cómo te sentís? —preguntó el pelinegro, todos en la habitación tenían su mirada en Kiara, ella no sabía qué responder a esa pregunta.

—¿Mejor? —fue lo único que logró decir.

Diego asintió comprendiendo, pero el remordimiento no lo dejaba marcharse del lugar así como así.

Él tuvo la oportunidad de evitar que la lastimaran y aún así no hizo nada.

—Kie, necesito hablar con vos, en serio.

La chica, comprendiendo a lo que se refería, miró a sus amigos, esperando a que salieran de la habitación, ellos así lo hicieron. Excepción de Iván, por supuesto, quién se negaba a dejarla sola.

—Iván —dijo, pero él negó con la cabeza.

—Déjalo, no se va a ir —habló Diego, después de todo ya conocía lo sobreprotector que era, él mismo lo experimentó con su hermana.

—Entonces, ¿de qué querés hablar? —preguntó Kie, dispuesta a escucharlo.

—Prometeme que no vas a odiarme después de esto.

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