Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

O36 | remordimiento

Capítulo XXXVI. Calma antes de la tormenta.

Lunes 3 junio, 2019.

kiara's pov

Miré el papel entre mis manos, leyendo su contenido por milésima vez. Un sinfín de preguntas crecían dentro de mí, y cada una de ellas parecía no tener respuesta.

Él escribió esto.

Significa... que me conoce. Sabe quién soy, sabe que lo he estado buscando durante mucho tiempo, sabe quién es mi familia... él lo sabe todo.

Creí que eso era imposible.

« Tal parece que Kiara se cansó de jugar a la detective. Qué lástima, yo esperaba un poco más de 'atrápame si podés'. Aunque, puedo asegurarte que aún tenés tiempo para encontrarme, el juego aún no termina. 
Pero tené cuidado, Kiara, porque no querés saber qué pasará si te encuentro primero. »

Cerré los ojos y arrugué el papel en mis manos, lanzándolo al otro lado de mi habitación. Tal vez esto significaba que aún no había terminado su trabajo. Pero... ¿por qué? ¿Por qué conmigo? ¿Por qué presiento que nos hará mucho daño?

Tengo que estar alerta, o de lo contrario, atacará en el momento que menos lo espere.

¿Así que la búsqueda del asesino enmascarado se retoma? Sí, al parecer, solo que ahora representa un peligro real para mi familia.

Sobre todo para mí.

No significa que antes no lo fuera, pero es la primera vez que recibo una amenaza directamente hacia nosotros.

Tengo miedo.

—¡Kiara! —Lucas entró a mi habitación.

—¿No sabés tocar? —pregunté con fastidio, abriendo los ojos para verlo—. ¿Qué querés?

—Mamá dice que vas a llegar tarde a la escuela —se acercó y se sentó a mi lado—. ¿Te sentís bien?

—No, no estoy bien, Lucas —respondí la verdad. Mi hermanito sonrió comprensivo mientras acariciaba mi cabello.

—¿Alguien te hizo algo? ¿Es por mamá o por papá? ¿No dormiste bien? ¿Peleaste con Iván? —sonreí sin poder evitarlo ante su intento de descubrir qué me pasaba—. ¿No le pegué a ninguna?

Negué con la cabeza, causando que él hiciera un puchero.

El insomnio no representó un problema serio anoche, ya que después de esa charla nocturna con Iván pude dormir como un bebé. El problema comenzó cuando desperté y me decidí a leer el papel que el extraño hombre le había entregado a Cassie.

—No quiero que estés triste, Kie —musitó.

—No estoy triste... solo... —suspiré sin encontrar las palabras correctas—. Mejor dejalo así.

—Podés hablar conmigo, no le voy a contar a nadie —prometió, y lo sentí caminar por toda la habitación detrás de mi.

—Es algo complicado —dije, mirándolo de reojo.

—Mhm... está bien —se rindió y salió de mi cuarto.

Terminé de organizar lo que me faltaba y bajé a desayunar.

No sé cómo afrontar todo esto. Es más difícil y complicado de lo que pensé, y la preocupación aumenta cuando recuerdo que la vida de mi familia está en peligro.

Lo único que sé es que el primer paso será contarle a alguien.

Y, por supuesto, ese alguien es Iván.

𓆝 𓆟 𓆞 𓆝

—Para la próxima clase, que será dentro de dos días, deberán realizar un trabajo en equipo de dos personas —habló mi maestro paseándose por todo el salón.

Ya habían pasado cinco minutos desde que inició nuestro receso y seguía dando indicaciones.

—Las parejas las voy a escoger yo —las quejas y farfullos se escucharon por todo el salón, nadie estaba de acuerdo con esa propuesta—. No es objeto de discusión —rodé los ojos cuando se dio la vuelta para volver a su escritorio y comenzar a formar los equipos.

—Qué paja —me quejé apoyando mi cabeza en mi mano—. Yo quería que me tocara con vos —dije mirando a Iván.

—Yo igual, pero es prácticamente imposible —respondió.

—No me hablo con casi nadie de la clase, boludo. Va a estar re complicado —hice un puchero.

—Es solo un trabajo —le restó importancia—. Ahora dejame escuchar con quién me toca.

Pasaron unos segundos hasta que escuchamos nuestros nombres.

—Iván Buhajeruk y Micaela González —el pelinegro bufó—. Y por último, Kiara Müller y Manuel Olivera.

—¿Qué? —pregunté incrédula, en voz alta. Lo único que me faltaba era trabajar con ese pelotudo.

—¿Tiene alguna duda? —preguntó el maestro, arqueando una ceja. Todo el salón quedó en silencio, y sentía sus ojos puestos en mí.

—¿Puedo hacerlo con otro compañero?

—Les dije que yo escogería las parejas, ¿no escuchó? —fruncí el ceño—. ¿Tiene problemas con su compañero? Entonces resuélvalo —abrí la boca para protestar, pero él fue más rápido—. No le voy a permitir trabajar sola si eso es lo que sugiere. Dije que los trabajos se harían en equipos de dos personas, y así se hará —finalizó—. ¿Alguna otra inquietud, señorita Müller?

—No, señor —murmuré.

—Bien, como les decía...

Dejé de prestarle atención cuando enfoqué mi vista en Manuel, que estaba al otro lado del salón. Su mirada de pocos amigos indicaba que tampoco estaba feliz de trabajar conmigo.

—El universo me odia —le dije a Iván, que también lo miraba—. Oye...

—No vas a trabajar con él —casi ordenó.

—¿Pero no lo escuchaste? No tengo otra opción —suspiré—. Tranquilo, no me va a hacer nada.

—Claro que no te va a hacer nada, porque yo voy a estar ahí.

—¿Qué? —mi pregunta quedó en el aire cuando todos comenzaron a levantarse. Iván también se levantó y alcanzó a Micaela antes de que saliera. Lo seguí, preguntándome qué estaba tramando.

—¿Cuándo podés para hacer el trabajo? —le dijo luego de saludarla.

—Tengo libre mañana a la tarde —dijo la chica, viendo su teléfono—. Si querés, nos vemos en mi casa —propuso.

Iván le preguntó si Manuel y yo podríamos ir para hacer el trabajo y ayudarnos entre todos, ya que era bastante largo. Me sentí juzgada cuando la castaña de ojos avellana me escaneó de pies a cabeza y luego brindó una sonrisa forzada antes de volver a mirar a Iván y asentir.

—¿Qué fue eso? —le interrogué cuando la vi marcharse.

—¿De verdad pensás que te voy a dejar sola con ese boludo? —levanté una ceja—. Vos hablá con él ahora.

Bufé y salí al patio, buscándolo con la mirada. Lo encontré a lo lejos, charlando y riendo con su grupo de amigos.

—Hola —lo saludé, interrumpiendo su conversación. Al verme, se alejó de sus amigos, llevándome con él.

—¿Qué pasa?

—El proyecto —dije, obvia.

—Mirá, Kiara —relamió sus labios antes de continuar—. Sé que no querés trabajar conmigo, pero así están las cosas...

—Tengo disponible mañana a la tarde —lo interrumpí, sin dejarlo terminar—. Tomalo o dejalo.

Suspiró y, después de unos segundos, asintió.

—¿Dónde nos vemos? Dudo que quieras invitarme a tu casa y también dudo que quieras ir a la mía.

—Te paso la dirección —propuse, y él volvió a asentir—. Bien, entonces nos vemos.

Me giré para irme, pero sentí su mano en mi brazo, impidiéndome avanzar.

—¿Qué? —lo miré, arqueando una ceja.

—¿Por qué me tratás así? —hizo un puchero—. No es que yo tenga ganas de trabajar con vos... para nada, pero al menos merezco que me trates bien, ¿no?

—Primero que nada, no te lo merecés, y segundo, te estoy tratando normal —fruncí el ceño.

—No, me tratás re mal —me solté de su agarre—. Kie...

—No me digas así —lo interrumpí—. Primero intentás besarme, luego me querías obligar a salir con vos y ¿ahora me pedís que te trate bien? De verdad que sos un pelotudo importante —fue lo último que le dije antes de irme.

En el camino aproveché para comprar algo de comer y luego me encontré con Iván.

—¿Y?

—Aceptó —respondí omitiendo los detalles innecesarios y luego me senté a su lado.

Me concentré en los videos que aparecían cada vez que deslizaba mi dedo por la pantalla, intentando distraerme de todo lo que rondaba en mi cabeza.

—Oye, ¿qué era eso que tenías que contarme? —preguntó Iván, rompiendo el silencio.

Mi cuerpo se tensó al recordar la nota que había leído esa misma mañana. ¿Cómo se lo iba a explicar?

—Lo que pasa es que él... lo sabe, no sé cómo —su ceño se frunció—. El asesino sabía todo este tiempo que lo estaba investigando, y en la nota que le dejó a Cassie... no sé, es muy complicado todo esto.

Iván me miraba con una mezcla de preocupación y confusión. Realmente pensaba que todo había terminado, que el asesino ya no representaba un peligro para nosotros. Pero no era así, nunca lo fue.

—¿Qué te dijo exactamente?

Le narré con exactitud las palabras que habían quedado grabadas en mi mente, el ambiente se hizo algo pesado a medida que avanzaba.

—Esto es... diferente. Esta vez no podemos hacerlo por nuestra cuenta, necesitamos ayuda, Kie —dijo, tomando mi mano.

—¿Y qué se supone que les diga a mis padres? "Hey, ¿recuerdan al asesino enmascarado que mató y atacó múltiples veces a los miembros de la compañía? Bueno, resulta que ahora está detrás de mí porque lo estuve investigando y en cualquier momento podría matarme" —dije en tono sarcástico, sabiendo que no había una forma simple de explicar todo esto sin causar más caos.

—Pues no lo diría así, pero al menos tenemos que contarles la verdad —frunció el ceño.

—¡Va a matarlos si abro la boca! —exclamé, sintiendo que la desesperación comenzaba a apoderarse de mí—. Sé que la información que tengo no me servirá para descubrir quién es, pero sí me servirá para encontrarlo... por algo él lo dijo. No sé qué quiere de mí, pero está buscando que me acerque.

—No podés hacer eso vos sola —cerré los ojos frustrada y dejé caer mi cabeza en su hombro, él me rodeó con su brazo brindándome el apoyo que podía en ese momento—. Todo va a estar bien.

No, Iván.

Nada va a estar bien.

𓆝 𓆟 𓆞 𓆝

Martes 4 junio, 2019.

La tarde avanzó, y llegamos a la casa de Micaela para trabajar en el proyecto. Sabía que no sería sencillo, pero la incomodidad creció cuando noté que la castaña parecía más interesada en captar la atención de Iván que en el trabajo.

Una punzada de molestia se alojó en mi pecho, pero intenté ignorarla, concentrándome en las tareas que teníamos que hacer con Manuel.

Apenas pude soportar el tono coqueto que Micaela empleaba cuando le hablaba a Iván, lanzando pequeñas risitas y comentarios que parecían inofensivos, pero que me molestaban.

—¿Así está bien? —preguntó mostrándole lo que había hecho.

Todos nos encontrábamos en la sala de estar de su casa, cada pareja por su lado, pero a su vez ayudándonos en las partes más difíciles del trabajo.

Iván miró de reojo y finalmente asintió.

—¡Por fin! Ya casi terminamos —comentó emocionada.

—Rápido —fue lo único que dijo.

Había olvidado lo frío y cortante que podía llegar a ser Iván con personas que no eran de su confianza.

—¿Tenés prisa? Yo pensaba en invitarte a merendar después de terminar el trabajo —sonrió acercándose a él—. ¿No te gustaría?

Inconscientemente mi ceño se frunció, los ojos de Iván se posaron sobre mí y una leve sonrisa apareció en su rostro.

—Ya tengo planes y no puedo quedarme mucho tiempo —la chica asintió con clara decepción—. Capaz otro día...

Observé un destello de ilusión en sus ojos avellanas, cosa que aumentó la extraña sensación en mi pecho.

Me levanté para ir a la cocina y buscar agua. Necesitaba un mini descanso. Pero antes de que pudiera siquiera tomar un vaso, Iván apareció detrás de mí.

—¿Estás celosa? —preguntó en un tono que me hizo estremecer. Sentí sus manos rodear mi abdomen, y su mentón descansó en mi hombro.

—No estoy celosa...

—¿Segura? —su aliento acarició mi piel.

—Segura —afirmé.

Él no me soltaba. En ningún momento dejó de abrazarme, y mi corazón comenzó a latir con fuerza, luchando contra lo que estaba a punto de decir.

—¿Me podés soltar? —pregunté, intentando sonar molesta, pero fallando estrepitosamente.

—No quiero —negó suavemente.

—¿Por qué no mejor te vas con tu nueva amiga? De pronto necesite de tu ayuda —respondí con sarcasmo, soltándome de él y abriendo la heladera.

Su risa suave llegó a mis oídos, lo que solo aumentó mi frustración.

—¿De qué te reís, tarado? —pregunté, dejando el vaso vacío en la mesada.

Mi acciones se vieron interrumpidas cuando Iván me giró para que quedara en frente de él y me acorraló contra la encimera.

—Qué molesto que sos —musité sin molestarme en mirarlo.

—Te ves re linda cuando te ponés celosa —comentó en un tono juguetón, mientras sus manos se entrelazaban detrás de mi cintura, acercándonos aún más.

—No estoy celosa —volví a mentir, tratando de convencerme a mí misma.

—No te creo nada, Kiara. Ni siquiera podés mirarme —rodé los ojos, incapaz de sostener su mirada por más tiempo—. Dale, Kie, mirame a los ojos y decime que no estás celosa.

Levanté la cabeza encontrándome con sus orbes oscuras y divertidas.

Él de verdad quería que admitiera que estaba celosa.

¿Sí lo estaba...?

—¿En dónde quedó el "Kie no voy a presionarte"? —retruqué.

—Esto es diferente, y no me cambiés el tema —su ceño se frunció.

—No estoy celosa —recalqué cada palabra mirandolo a los ojos.

—Bien —sonrió alejándose de mí—. Eso era todo lo que quería saber. Regresaré con Mica para terminar el trabajo entonces.

¿"Mica"?

—Para —lo tomé del brazo, deteniéndolo antes de que se fuera—. No quiero que vayas con ella —musité sin mirarlo, sintiéndo mis mejillas enrojecerse.

—¿Cómo dijiste? —su sonrisa se ensanchó, claramente disfrutando de la situación.

Tragué saliva, sabiendo que si continuaba con lo que estaba a punto de decirle, le estaría confirmando todo lo que ya sospechaba. Pero antes de que pudiera continuar, Micaela entró a la cocina.

—No dije nada —finalicé antes de regresar.

𓆝 𓆟 𓆞 𓆝

Narrador omnisciente.

Carlos estaba sentado en el frío suelo de su celda, observando la pequeña ventana que dejaba pasar un rayo de luz tenue. No había dormido en toda la noche, el remordimiento y la culpa lo acechaban cada vez más.

Las noches eran largas y llenas de tormento. A veces, pensaba que ese era su verdadero castigo, mucho más que el estar encerrado entre cuatro paredes.

Los gritos de los otros reclusos, el eco de los guardias y el sonido de las rejas cerrándose eran constantes, pero su verdadero tormento estaba en su mente.

Había hecho cosas terribles. Todo por poder.

Pero había una cosa que lo atormentaba más que cualquier otra: Víctor estaba vivo.

El hecho de saber que su hijo, al que creyó muerto, estaba ahí afuera, lo mantenía despierto, alertando sus sentidos las veinticuatro horas.

No podía comer, no podía dormir. Víctor se había adueñado de sus pensamientos.

Un guardia llegó a su celda, rompiendo la burbuja de recuerdos en la que se había sumergido.

—Tienes una visita —anunció de manera seca.

Carlos, confundido y débil por la falta de comida, se levantó con dificultad. El guardia lo escoltó hasta la sala de visitas. Al entrar, lo llevaron a uno de los cubículos donde un vidrio lo separaba de los visitantes.

Cuando levantó la mirada, ahí estaba Víctor, sentado del otro lado, con una expresión serena y tranquila.

—Hola, papá —dijo el pelinegro con una voz cargada de veneno, pero con una sonrisa vacía. Carlos sintió un escalofrío recorrer su espalda.

—Víctor... —susurró Carlos, tratando de asimilar lo que estaba ocurriendo. ¿Cómo era posible?—. Creí que habías muerto...

—No me digas, bueno, era lo más lógico que un niño de cinco años no sobreviviera luego de abandonarlo —Víctor recalcó esas últimas palabras, mientras cruzaba los brazos, inclinándose hacia adelante—. Ahora ves que no es así, afortunadamente aún existen personas con corazón en el mundo.

Carlos abrió la boca para responder, pero Víctor no le dio oportunidad.

—Imagino que no te agrada estar acá —comentó mirando de reojo el lugar—. Todo este tiempo, mientras estabas ocupado en tus negocios no te diste cuenta de que al final terminarías aquí.

—¿Qué estás diciendo? —preguntó el de mayor edad, visiblemente confundido.

—Tu prioridad siempre fuiste vos, tanto que no te importó lo que pudiera pasarle a tu familia. ¿Alguna vez pensaste en ellos? —le preguntó con sarcasmo, inclinándose hacia el vidrio—. ¿Alguna vez te importó lo que pasaría conmigo?

—Víctor... —intentó explicar Carlos, pero cada vez que comenzaba a hablar, su hijo lo interrumpía.

—No es necesario que mientas, ya no. Lo único que vine a decirte es que todo lo que construiste no va a quedar en la basura —afirmó el pelinegro—. Todo lo que hiciste no será en vano. Pero los planes han cambiado.

Carlos frunció el ceño, intentando entender a qué se refería.

—¿Qué querés decir con eso? —preguntó, su voz temblorosa.

Víctor lo miró fijamente, sus ojos oscuros llenos de rencor.

—Todo lo que hice hasta ahora —comenzó, refiriéndose indirectamente a los asesinatos que había cometido—, lo hice por tu culpa. Por haberme abandonado, por todo el daño que me causaste.

Carlos abrió sus ojos con miedo, no sabía lo que había pasado con su hijo, su corazón latía con rapidez preguntándose porqué decía aquellas palabras.

—Tranquilo, esta no será la última vez que me veas —continuó—. Pero tal vez la próxima sea la última...

Sin más que decir, Víctor se levantó de su asiento y sin mirar atrás, salió de la sala de visitas. Carlos lo observó alejarse, sintiendo el peso de cada palabra en su pecho.

Víctor salió de la cárcel, encendió su teléfono y abrió la galería de fotos. Una imagen de la familia Müller apareció en la pantalla. Su dedo se deslizó hasta enfocar una única cara.

Kiara.

𓆝 𓆟 𓆞 𓆝

kiara's pov

Luego de terminar el trabajo regresamos juntos a casa.

No había algo que lograra explicar la molestia que sentía, a excepción de una cosa.

Celos.

Pero era tan difícil admitirlo...

Miré mis pies mientras caminabamos, la tensión entre ambos pesaba en el aire, ninguno decía nada, pero a diferencia de mi, él se veía bastante tranquilo.

Nos detuvimos en un semáforo y mientras esperábamos para cruzar me concentré en estudiar cada parte de su rostro.

Cada detalle de él es tan... malditamente hipnotizante.

Y sigo envidiando sus pestañas.

Yo siempre había admitido que Iván era una de las personas más atractivas que había visto, ¿por qué ahora ésto se siente diferente?

¿Por qué me molesta tanto la idea de verlo tan cerca de otra chica?

Una vez estuvimos del otro lado de la calle, suspiré derrotada, finalmente aceptando mis sentimientos y admitiendo lo que sucedía conmigo.

Sí... estaba más celosa que la mierda.

Y no solo eso, sino que me había dado cuenta del papel tan importante que tenía Iván en mi vida. Es la primera persona que me hizo sentir tantas cosas, que me ayudó en tantos aspectos. Creo que no vale la pena seguir mintiéndome a mi mísma.

Iván me gusta, me gusta mucho.

Mordí mi labio inferior intentando reprimir una sonrisa.

—¿De qué te reís? —negué con la cabeza, restándole importancia—. Tenés esquizofrénia.

—Sí, ¿cómo sabés?

—Tengo un sexto sentido —se encogió de hombros mientras nos acercábamos a mi casa.

Reí abriendo la puerta y dejando que él entrara primero.

—¿Tus padres no están? —preguntó dirigiéndose a la cocina.

—No, papá está en el trabajo y mamá fue a visitar a una amiga creo... se llevó a mis hermanitos cuando le dije que no podría cuidarlos —expliqué.

—Ya veo...

—¿Te quedarás? —asintió—. Bien, no quería que te fueras.

—¿Ah, no? —negué—. ¿Y eso por qué? —preguntó acercándose.

—Que se yo... no me gusta estar sola —intenté buscar una excusa.

—Ajá —entrecerró los ojos.

—¿Qué? —fingí demencia.

—No me gusta que me mientas —rodé los ojos y comencé a caminar a la sala—. Kiki...

Me detuve abruptamente cuando escuché lo último y sentí el cuerpo de Iván chocar con el mío.

—¿Cómo me llamaste? —pregunté girándome.

—Viene de tu nombre, Kiara —explicó—. ¿No te gusta? Para mi es un lindo apodo.

—Es... un poco extraño viniendo de vos —admití, él sonrió levemente y se acercó un poco más.

—A mi me parece que no es tan extraño.

Bien, cambiamos tema.

—¿Entonces yo debería ponerte un apodo?

—¿Otro más? —frunció el ceño.

—Sí —asentí—. Qué tal... —ladeé mi cabeza pensando por unos segundos—. No se me ocurre nada —me sinceré.

—Slenderman está bien —se encogió de hombros—. O Watson.

—Sí pero quiero llamarte de otra forma... ¿Qué apodos te quedarían bien a vos? ¿Ivancito? ¿Ivo? ¿Ivanov?

Arrugó la nariz disgustado y yo reí ante los estúpidos apodos que se me habían ocurrido.

—¿Y si te llamo por tu user de minecraft? —pregunté segundos después.

—¿Vas a llamarme Spreen? —negué después de volver a pensarlo.

Quería algo original y no lo estaba consiguiendo.

—Creo que nunca encontraré el apodo perfecto —me quejé apoyando mi cabeza en su hombro, Iván tenía tantas facetas que creo que nunca encontraría un apodo que lo describiera.

—A mi me da igual, ¿sabes? —él bajó sus manos a mi cintura y comenzó a dejar leves caricias con su pulgar—. Llámame Iván, llámame Watson, llámame Slenderman, siempre que seas vos podés llamarme como quieras —habló bajo cerca de mi oído.

Levanté la cabeza encontrándome con la cercanía de su rostro. Sus ojos estaban tenían un brillo especial.

Se acercó más juntando nuestras frentes y haciendo que su nariz rozara con la mía. Sentí nuestras respiraciones mezclarse.

—Tengo un extraño presentimiento —confesó—. ¿Por qué ahora no siento que haya algo que me detenga?

Me quedé en mi lugar sin saber a qué se refería.

O tal vez si lo sabía... pero quería ver qué tan lejos podía llegar con ésto.

—¿Por qué decís eso?

—Porque siento que algo cambió... hace un rato no parecías muy contenta viéndome con Micaela ¿o vas a volver a negar que te estabas muriendo de los celos?

Tragué saliva nerviosa.

Ya se dió cuenta.

—Iván...

—Sé que capaz estoy flasheando y puede que arruine todo lo que hay entre nosotros. Sé que dije que no te presionaría... y también sé que no querés lastimarme —suspiró, su aliento mentolado chocó con mi rostro.

» Entonces, Kie, si estoy equivocado, si vos no sentís lo mísmo, si no querés lo mismo, te pido que me alejes... porque en cuanto mis labios toquen los tuyos no voy a poder detenerme —musitó.

El calor subió a mis mejillas y creo que por ese instante olvidé cómo respirar.

Me separé levemente y miré sus ojos, perdiéndome en la profundidad de ellos.

—¿Por qué te detendría? Si yo también quiero lo mísmo —hablé de igual forma.

La tensión que había entre ambos solo podía ser rota por una cosa, y estuvimos a punto.

A punto de besarnos.

—Iván —me detuve y con temor miré la silueta que había detrás de él.

—¿Qué pasa? —preguntó confundido.

—No te muevas —fue lo único que logré articular.

Parece que mi tiempo se acabó.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro