O33 | miedo
Capítulo XXXIII. Inténtalo conmigo.
Jueves 23 mayo, 2019.
❛ kiara's pov ❜
Rodrigo, Kamila y los mellizos se encontraban en el suelo mientras que Iván, Martina y yo estábamos en el sofá observando cómo jugaban con los cachorros. Kira les ladraba juguetonamente, y Coco se acostaba panza arriba esperando que lo acariciaran.
Era imposible no sonreír viendo lo felices que estaban. Sin embargo, no podía dejar de ver al pelinegro a mi lado.
—Disimula un toque ¿no? —dijo Martina en un susurro.
—¿De qué? —pregunté, aunque sabía perfectamente a qué se refería.
—Si, si, hacete la boluda —le dió un sorbo al mate mientras me observaba con los ojos entrecerrados.
—Y vos dejá de hablar boludeces, Martina —la golpeé en el hombro despacio, pero igual se quejó.
—¡No son...! —se aclaró la garganta y bajó el tono de su voz—. No son boludeces.
—Basta —pedí tapándome la cara con una almohada.
—¿Qué pasa? —preguntó Iván y sentí que se acercó—. ¿Te sentís bien?
—Sí —murmuré—. Martina está re molesta hoy —levanté la cabeza para observarla y ella abrió la boca ofendida.
—Dejá de romper las pelotas, rubia —habló el morocho quitándome la almohada para lanzarla a la cara de su mejor amiga.
Parecen más perros y gatos que mejores amigos, pero aprendí con el tiempo que su relación se basaba en hacerse bullying mutuamente.
Como solía decir Marti: "sin bullying, no hay amistad"
No entendía muy bien la lógica de su frase, pero lo aceptaba porque sabía que esa era exactamente la definición de su amistad con el pelinegro.
—Ahora saltas por ella, gil —le devolvió la almohada con más fuerza, Iván soltó un quejido por lo bajo—. Yo creí que éramos amigos —hizo un puchero.
—Cerrá el orto —sonrió divertido y me miró—. Voy a la cocina por agua, ¿vos querés algo?
—No, estoy bien, gracias —sonreí.
Asintió y se levantó para ir a la cocina. Cuando mi atención volvió a la rubia me estaba mirando de manera acusadora.
—¿Ya aclaraste tus sentimientos hacia él? —preguntó, asegurándose de que sus hermanos no la escucharan. Aunque estaban demasiado entretenidos como para prestarnos atención.
—Aún no... —me sinceré.
—Mhm... pienso —colocó una mano en su mentón—. ¿Sabes qué? Yo siento que hay algo más.
—¿Algo como qué?
—Vos decís que tal vez sentís algo por Iván, ¿qué es lo que te impide saber si realmente te gusta?
—Ya te dije, Mar, no sé —me encogí de hombros—. Creo que solo estoy confundida.
Asintió y agradecí que no hiciera más preguntas. Sé que quiere ayudarme, pero no me siento lista.
Asi que, aunque odio las mentiras, tuve que mentirle.
Era decir eso o admitir que tenía miedo.
Porque sí, tenía miedo. Mucho miedo.
No quería perder a Iván, no quería arruinar nuestra amistad, no quería lastimarlo, no quería que todo lo que hemos construido se fuera al carajo por mi culpa.
Y en parte si estaba confundida, pero era más el miedo a perderlo lo que me hacía contenerme.
Me levanté y fui hasta la cocina para buscar algo para morfar. Ahí me lo encontré, su cuerpo estaba recostado sobre la isla de la cocina. Observé su nuez subir y bajar cada vez que tomaba del agua.
—¿Me das? —pregunté—. Tengo sed.
Cuando terminó sirvió en el mismo vaso y me lo extendió.
—Gracias —le sonreí antes de comenzar a tomar.
Tomé el agua y en silencio dejé el vaso en la mesada, pero antes de que lograra salir, el agarre de Iván en mi brazo me detuvo.
—¿Qué tenés? —indagó mientras me acercaba a él.
—Nada —mentí—. No tengo nada.
—Tenés algo —replicó—. Sabés que podés contarme.
No, no puedo.
—¿Es sobre mi? —volvió a hablar como si leyera mis pensamientos.
—¿Qué te hace pensar eso?
—Martina no disimula cuando está hablando de alguien —señaló obvio—. ¿Entonces...?
—Sí, Iván, es sobre vos —suspiré rendida.
Su mano ascendió hasta posarse delicadamente sobre mi mejilla. Cerré los ojos ante la calidez de su toque, y una sonrisa se dibujó en mis labios sin que pudiera evitarlo.
Abrí los ojos cuando sentí que dejó un beso en mi frente.
El me miró con una sonrisa inocente, luego su mano se deslizó hasta mi mentón y levantó ligeramente mi cabeza.
Sus ojos miraban mis labios sin disimulo, se acercó, quedando a tan solo unos centímetros de mi rostro.
Pero luego su ceño se frunció, y se quedó en ese mismo lugar unos segundos antes de volver a separarse. Su mano se apartó de mí y la llevó a su cabello negro, despeinándolo.
—¿Estás bien? —pregunté como pude, intentando no hacer notar mis nervios.
—No sé —cerró los ojos con fuerza, como si tuviera una lucha interna—. Es horrible esto.
—¿El qué?
—Tener tantas ganas de besarte y no poder hacerlo —finalizó en un susurro—. ¿Por qué me haces esto, Kiara?
Y eso era justo lo que no quería escuchar.
—Yo no quiero lastimarte...
—Ya lo estás haciendo —admitió—. Si no me querés solo tenés que decirmelo.
¿Cómo le explico que ese es exactamente el problema?
—Iván yo te quiero —afirmé—. Solo que no sé si de la misma manera... sé que siento algo por vos pero... tengo miedo —comencé a soltar todo lo que llevaba en mi interior—. Nunca había experimentado algo así.
—Vos siempre me decís que hay una primera vez para todo —abrió los ojos, sus orbes oscuras se encontraron con las mías, tenían una intensidad que no podía describir—. Si es necesario que te arriesgues, entonces hazlo. No me importa lo que pase después.
Tomó mis manos entre las suyas y volvió a acercarse.
—Rompeme el corazón en mil pedazos si es necesario, no me importa, pero por favor —suplicó—. Inténtalo conmigo. Dame una oportunidad. Y si no sentís nada entonces...
—No quiero saber qué pasará si no funciona, ya te dije que no quiero lastimarte, Iván —lo interrumpí, sintiéndo un caos en mi estómago al escuchar sus palabras.
—Por favor —juntó su frente con la mía—. Si no funciona no me apartaré de vos, nunca podría hacerlo. Nunca te dejaría sola.
—No volverá a ser lo mismo —cerré los ojos intentando controlarme—. Yo no podría perdonarme si te lastimara.
—No es tu culpa y no lo será tampoco —suspiró—. Es mía, es mi culpa por enamorarme de vos.
Nuevamente se separó, nuestras miradas se conectaron cuando abrí los ojos.
—Iván, si las cosas no salen como querés... te vas a arrepentir mucho de ésto.
—No me arrepentiría de nada que tenga que ver con vos, Kiara.
La ansiedad comenzó a crecer dentro de mí y la frustración de no controlar mis sentimientos me estaba matando. Yo no podía, no estaba lista.
¿Ahora qué debía decirle?
Esto que comienza a crecer dentro de mí, este extraño sentimiento, ¿fue producto de la empatía que siento por todas las situaciones difíciles que Iván ha pasado? ¿Es un deseo pasajero? O ¿realmente me gusta Iván?
No lo sabía, tenía miedo, estaba confundida... y odiaba sentirme así, odiaba no encontrar la respuesta.
Necesito más tiempo.
Necesito un espacio.
Necesito saber que si lo intento... no voy a lastimarlo.
—No puedo —susurré, sintiéndo como una lágrima, producto de la frustración que sentía, se deslizaba por mi mejilla hasta mi mentón.
Su expresión cambió de manera radical, ahora solo demostraba arrepentimiento.
—Lo siento... perdón, perdón, perdón —repitió atrayéndome a su pecho para abrazarme—. Soy un boludo, no debí presionarte no debí... perdón.
Sentí su corazón latir con rapidez, al igual que el mío.
—Prometo no volver a hablar sobre el tema, no hasta que te sientas lista.
—No quiero que todo esto te vaya a afectar —me separé para mirarlo—. Sé que ya lo dije por milésima vez pero no quiero lastimarte —solté el aire retenido en mis pulmones—. Dame tiempo.
—Te esperaré toda la vida si es necesario hasta que te sientas bien —limpió mi mejilla húmeda—. Y perdoname, otra vez.
—Está bien, tranquilo —y volví a abrazarlo.
No sé lo que el futuro tenga preparado para mí, pero espero poder aclarar esta incognita, y también espero no herir a Iván en el proceso.
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