O32 | reencuentro
Capítulo XXXII. Visita inesperada.
Viernes 17 mayo, 2019.
❛ iván's pov ❜
—¿Iván Buhajeruk? —preguntó nuevamente la recepcionista. Asentí con la cabeza. —Tercer piso.
Presioné el botón del ascensor y entré acompañado por una señora de mayor edad que se apoyaba en un bastón. Los segundos se hicieron eternos antes de que las puertas se abrieran nuevamente.
Salí al pasillo y busqué con la mirada la oficina correcta, caminé hacia ella y a través de la pared de vidrio, vi la figura de mi madre sentada frente a Carlos. Claudia le entregó a cada uno un papel, que ambos procedieron a firmar de inmediato.
Suspiré con tranquilidad, ellos estaban de espaldas, así que no se dieron cuenta de mi presencia.
De repente, sentí unos brazos rodeando mi cintura. Sonreí al instante, sabiendo de quién se trataba.
—¿Qué haces acá? —pregunté en un tono juguetón.
—Falté a clases para venir a verte, creo que mamá va a matarme.
Me di la vuelta para encontrarme con el rostro sonriente de Kiara.
—¿Ya terminaron? —preguntó señalando la oficina con un leve movimiento de su cabeza.
—Creo que sí —me encogí de hombros—. Según yo, solo debían firmar los papeles del divorcio.
—Vení —dijo, tomando mi mano. Me dejo llevar por ella hacia la sala de espera, donde nos sentamos en unos sillones negros. Kiara tomó un periódico que estaba sobre la mesa de centro y me lo extendió, señalando un titular en la primera plana.
—Leé esto —me dijo.
"Leandro Carrera asume la presidencia tras destitución de Carlos Buhajeruk", decía el titular. Mis ojos se movieron rápidamente hacia el primer párrafo, leyendo con atención.
« Luego de una larga investigación, la junta directiva de G.E.A. ha elegido a Leandro Carrera como el nuevo presidente de la compañía. La decisión se tomó tras esclarecer el involucramiento de Carlos Buhajeruk en actividades ilegales, sin embargo, se logró demostrar la inocencia de la mayoría de los accionistas, a excepción de dos de ellos, quienes fueron encontrados colaborando con Carlos.
Luego de el incidente, la compañía busca continuar con sus operaciones de manera regular, asegurando que la empresa quede en las mejores manos posibles. »
Apreté los labios luego de leer y devolví el periódico a la mesa. Creo que era lo más justo después de todo.
Después de un rato, las puertas de la oficina se abrieron.
—Se acabó —dijo Milena, acercándose para abrazarme.
Claudia salió detrás de ella, y su mirada se posó en su hija.
—¿No deberías estar en clases vos? —la retó, cruzándose de brazos.
—Se supone, sí —la ojiazul levantó una ceja—. Bueno... por un día que falte no va a pasar nada —dijo Kiara con una sonrisa inocente. Claudia suspiró, rindiéndose y luego asintió.
—Necesitamos terminar de diligenciar algunos papeles en la oficina —dijo Claudia cambiando el tema—. Vos quedate aquí, eh —la señaló.
Observé cómo se alejaban, y luego giré mi mirada hacia la oficina. Un impulso me llevó a entrar. No sabía por qué, pero quería verlo por última vez.
Él estaba sentado junto a la ventana, su rostro inexpresivo como si no le importara nada de lo que había pasado, el oficial a su lado se movió hacia la entrada de la oficina. Me senté en la silla que antes ocupaba mi madre y él giró la cabeza lentamente para verme.
Nos miramos durante unos segundos, como si el uno estuviera esperando a que el otro hablara. Yo no sabía qué decir, realmente no sabía porqué me encontraba en el mismo lugar que él.
—¿Sabes cuánto tiempo estaré en prisión? —él fue el primero en hablar. Negué con la cabeza—. Cuarenta y cinco años.
—No voy a decir que no me alegra, pero me sigue pareciendo muy poco —me encogí de hombros—. ¿Puedo hacer una pregunta? —asintió—. Vos... ¿alguna vez amaste a mamá?
—Sí —respondió de inmediato—. Si, la amé.
Amé, tiempo pasado, estaba más que claro que ya no la quería.
—¿Y... a mí? —no demostraba nada, pero sentí mi ritmo cardiaco acelerarse.
No dijo nada, estaba más que claro que nunca me amó.
—¿Es por mi hermano? ¿Porque él murió y yo no? —pregunté en un susurro.
Carlos apretó los labios, sus ojos se oscurecieron al escuchar el nombre de mi hermano.
—No quiero que lo menciones.
—¿Por qué no? ¿Porque no podés soportar la realidad de lo que pasó? —repliqué.
—Él no está muerto —levantó el tono de su voz..
—Nunca lo encontraron... ¿qué te hace pensar que sigue con vida?
—No te interesa, Iván —masculló.
—Si me interesa, es mi hermano... o era, no lo sé —jugué con el anillo plateado en mi dedo anular—. Si él estuviera aquí, ¿qué crees que pensaría de vos?
Tampoco respondió.
—¿Qué haces aquí? —preguntó con molestia.
—Ni yo mismo lo sé... tal vez solo quería —aclaré mi garganta cuando sentí que mi voz se quebraría—. Tenía la esperanza de que me dijeras que me querías, aunque sea una sola vez.
Miré la mesa fijamente.
No era mi padre, yo no lo consideraba así, pero mi niño interior tenía el deseo de saber lo que se sentía ser querido por uno.
—¿Solo viniste por eso? —lo miré a los ojos—. Bien, entonces te lo diré. Te quiero, hijo —habló de forma irónica, con una leve sonrisa de burla en su rostro.
Sus palabras me golpearon más fuerte de lo que creí, me di cuenta de que nunca tuve un padre... y eso dolía.
Dolía mucho.
𓆝 𓆟 𓆞 𓆝
Narrador omnisciente.
Iván salió de la oficina sin decir nada más regresando a la sala de espera, cuando él se marchó alguien más apareció con intenciones de hablar con el condenado.
El pelinegro alto y vestido de negro ingresó a la oficina, sus ojos oscuros se pasearon por el lugar, admirando las plantas decorativas y los ventanales que permitían observar los edificios vecinos. Se detuvo cuando encontró a Carlos sentado, con sus manos cubriendo su rostro derrotado.
El escolta estuvo a punto de hablar, pero él colocó su dedo índice sobre sus labios, indicándole que guardara silencio.
Se sentó en el lugar antes ocupado por Milena y por Iván y entrelazó sus manos sobre la mesa. Un suspiro sonoro causó que Carlos quitara las manos de su rostro, se quedó totalmente inmóvil al ver a la persona que estaba enfrente de él.
—¿Tengo cara de fantasma... o por qué me mirás así? —ladeó su cabeza y una sonrisa burlona apareció en sus labios.
Carlos se levantó de su asiento, sus manos apoyadas sobre la mesa impedían que se cayera.
—¿Y vos quién sos?
—No sabía que me olvidarías tan rápido —su expresión cambió y lo miró con seriedad—. ¿Cómo has estado? Imagino que algo decepcionado...
El mayor volvió a tomar asiento, algo sorprendido por las palabras del pelinegro.
—¿Quién sos? —repitió con firmeza.
—Nadie importante para vos, total siempre lo preferiste a él —miró de reojo la puerta por donde Iván había salido antes—. ¿No es así... papá?
Sus ojos se abrieron como platos, su corazón se aceleró, sus manos comenzaron a temblar y sus ojos se llenaron de lágrimas. Era él.
—Víctor —dijo en un susurro.
El pelinegro se inclinó sobre la mesa.
—¿Por qué estás aquí? —preguntó en el mismo tono.
—Víctor, hijo —lágrimas comenzaron a caer de sus mejillas.
El pelinegro sacó de su bolsillo un pequeño collar dorado, tenía la letra "V" en él y se lo extendió a Carlos.
Ese collar lo tenía el día del accidente, ¿cómo era posible?
—Eso es lo único que queda de tu hijo... si es que alguna vez lo fui —habló pensativo.
Carlos frunció el ceño, totalmente confundido por lo que estaba pasando, no entendía nada. ¿Su hijo sí estaba con vida? ¿Por qué nunca había logrado encontrarlo?
—Ya me voy, tengo poco tiempo —avisó levantándose—. Sé que la cárcel no es el lugar más cómodo o indicado, pero te iré a visitar seguido, lo prometo —sonrió levemente—. Aún tenemos mucho de qué hablar.
—¡No, esperá! —gritó Carlos, pero el oficial que estaba en la entrada lo detuvo.
Víctor caminó de manera discreta hasta salir del edificio, le dió un vistazo por última vez y luego se marchó.
jajaja qué
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