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O31 | juicio

Capítulo XXXI. ¿Se acabó? ¿Holmes y Watson lo lograron?

Jueves 9 mayo, 2019.
(11:45 PM)

Narrador omnisciente.

La noche afuera era silenciosa, pero en la casa Müller, el ambiente era todo menos tranquilo.

Héctor, Claudia, Iván y Milena se encontraban sentados en la sala, el lugar estaba cargado de una tensión palpable. Los padres de Kiara escuchaban atentamente las palabras de Milena, apenas y podían creer lo que decía.

Claudia sabía que lo que Milena había confesado no sería fácil de probar en la corte, pero también comprendía que no podían dejar pasar la oportunidad de hacer justicia.

—Esto va a ser un proceso largo y complicado —dijo la de ojos azules—. Pero vamos a hacerlo. No solo por vos o por Iván, sino porque es lo correcto. Nosotros te ayudarémos en todo lo que necesites.

Le brindó una cálida sonrisa, haciéndole saber que no se encontraba sola y que con su ayuda lograrían que Carlos pagara por todas las cosas que había hecho.

—Tengo una pregunta —volvió a hablar la madre de Kiara—. ¿Durante tu matrimonio, firmaste algún documento que le permitiera a Carlos quedarse con alguna parte de tus bienes?

Milena, visiblemente agotada asintió lentamente con la cabeza. Sus ojos se encontraron con los de los Müller, y sintió vergüenza.

—Sí, nos casamos luego de tener a Iván, entonces pensé que era lo correcto en ese momento. Al final fue otro de sus métodos para controlarme.

Claudia asintió, tomando notas mentales de cada palabra que decía. Sabía que ese documento podría ser un obstáculo, pero también que había formas de anularlo, especialmente si lograban demostrar que Milena había firmado bajo manipulación.

—Necesitamos reunir toda la documentación que tengas —continuó—. También debes estar preparada para el divorcio.

Milena respiró hondo antes de asentir, sus manos temblorosas descansaban en su regazo.

Héctor, que había estado escuchando en silencio, finalmente habló.

—Tienen nuestro apoyo incondicional, y yo haré todo lo que esté en mis manos para ayudar en el juicio.

Iván miró a su madre y luego a los padres de Kiara con una pequeña sonrisa. Aunque el miedo seguía ahí, saber que no estaban solos en esto hacía que todo fuera un poco más fácil de afrontar.

Mientras tanto, un piso más arriba, Kiara estaba en su habitación con Lucas y Cassie. Los mellizos la miraban con ojos llenos de curiosidad, habían oído partes de la conversación de los adultos y querían respuestas, pero Kiara sabía que había ciertas cosas que no podían comprender del todo.

—¿Entonces no nos dirás nada? —preguntó Lucas nuevamente.

Kiara sonrió levemente, y jugó con sus manos nerviosa, mientras intentaba encontrar las palabras correctas.

—No puedo contarles todo, pero lo que sí puedo decirles es que el papá de Iván... él ha cometido muchos errores y ha hecho cosas muy malas. Les hizo daño, y ahora tenemos que asegurarnos de que no pueda seguir haciéndolo.

Cassie frunció el ceño, procesando las palabras de su hermana mayor. A sus ocho años, entendía que algo muy serio estaba pasando, pero no sabía exactamente qué.

—¿Carlos es malo? —preguntó con temor.

Kiara asintió.

—Sí, Cass. Pero lo importante es que Iván y su madre están a salvo ahora. Y vamos a hacer todo lo posible para que las cosas se arreglen.

Los dos niños asintieron, aceptando la explicación de su hermana sin más preguntas. Aunque no comprendían todos los detalles, confiaban en Kiara y sabían que ella siempre les diría la verdad.

Porque sabían que Kiara odiaba las mentiras.

Iván, que había estado escuchando desde la puerta, se sentía agradecido de tener a alguien como ella a su lado en un momento tan difícil.

Entró en la habitación y sin decir nada, se acostó junto a ella, descansando su cabeza en su regazo. Cerró los ojos, dejando escapar un largo suspiro.

—Aww, qué bonitos —murmuró Cassie para que solo su hermano escuchara.

—Vámonos —le susurró Lucas de vuelta, levantándose del suelo junto a su hermana.

—Nos vamos a nuestra pieza —avisó la ojiazul mientras tomaba la mano de Lucas para salir de la habitación.

Kiara esperó a que los mellizos se fueran antes de mirar a Iván, quien seguía recostado en su regazo, sus ojos cerrados como si estuviera tratando de encontrar paz en medio del caos.

—¿Cómo te sentís? —preguntó suavemente, mientras sus dedos acariciaban el cabello oscuro de Iván.

—No sé —admitió—. Feliz, triste, confundido... liberado.

Kiara sonrió levemente y se inclinó para dejar un corto beso en la frente de Iván, un gesto simple pero lleno de afecto. El abrió los ojos sorprendido, y no pudo evitar sonreír.

—Sos muy fuerte, y aunque sé que esto es difícil, yo siempre estaré apoyándote —le dijo, había un brillo diferente en sus ojos esa noche. Y luego, volvió a dejar un beso sobre su frente.

Iván cerró los ojos con fuerza, tratando de contener los sentimientos que se arremolinaban en su interior. Sabía que lo que sentía por Kiara era muy fuerte, pero también sabía que no era el momento para dejarse llevar por esos sentimientos.

Porque tal vez esos sentimientos no eran correspondidos, y si era así, prefería no hacerse daño a si mísmo.

—No me hagas esas cosas... me haces mal —susurró, sabiendo que su corazón estaba en peligro cada vez que ella le demostraba afecto.

Kiara frunció el ceño, un poco confundida por la respuesta de Iván, pero decidió no preguntar nada más. Sabía que él tenía muchas cosas en su mente y no quería presionarlo.

—Entonces... ¿lo hicimos? ¿Se acabó? —preguntó Iván, rompiendo el silencio que se había formado entre ellos.

—Espero que sí. Pero aún falta la parte más difícil... y creo que vos —dijo, tocando suavemente la nariz de Iván con su dedo índice—. Deberías descansar.

—No tengo sueño —mintió, levantándose del regazo de Kiara y acomodándose a su lado, abrazando sus piernas y recostando su cabeza en su hombro.

Kiara lo miró con ternura, sabiendo que él estaba tratando de ser fuerte, pero también comprendiendo que necesitaba descansar.

—Vamos, Iván... tu mamá te necesita. Ella no hará esto sola, requiere de tu apoyo, boludito —rió levemente—. Vení, dormí en mi cama si querés.

—¿Y vos dónde dormirás? —preguntó más interesado.

—Puedo ir con Lucas y Cassie, tienen bastante espacio —respondió Kiara, levantándose del suelo y extendiendo su mano para ayudar a Iván a hacer lo mismo.

—Pero acá en tu pieza también hay espacio —comentó, mirando de reojo el lugar.

Kiara sonrió, comprendiendo lo que él realmente quería.

—No, tranquilo, yo...

—Si no te quedás conmigo, entonces no me voy a dormir —la interrumpió, con una sonrisa divertida en sus labios. Kiara levantó las cejas algo sorprendida.

—Está bien, entonces no duermas —se encogió de hombros y miró sus uñas entretenida—. Total, vos sos el que estará cansado mañana.

La chica comenzó a caminar a la puerta pero antes de que colocara un pie afuera de la habitación el pelinegro la tomó del brazo y la atrajo hacia él.

—Si dormís conmigo... haré todos los brownies que quieras —prometió—. Ya aprendí a hacerlos.

—¿Intentas convencerme con comida? ¿Crees que soy así de fácil? —preguntó, fingiendo estar ofendida—. Pues sí, lo soy.

Iván solo sonrió mientras negaba con la cabeza. Ambos se acomodaron en la amplia cama de la habitación, preparándose para intentar descansar.

—Buenas noches, Iván —dijo ella, bostezando—. Descansa.

—Buenas noches —repitió Iván, acomodándose. Los dos se miraron por última vez antes de cerrar los ojos.

Los minutos pasaron y aunque Kiara estaba a punto de quedarse dormida, Iván no podía dejar de dar vueltas en la cama. Como si hubiera algo que no lo dejara dormir.

Tal vez solo era la preocupación por el día de mañana, al fin y al cabo, declararían en contra de Carlos, y su madre se divorciaría después de tantos años casada con él.

La ansiedad de querer saber lo que pasaría lo estaba consumiendo.

—Kie —llamó a la chica sin encontrar una solución.

—¿Mhm? —respondió muy bajito. Negándose a abrir los ojos.

—No puedo dormir —susurró Iván subiendo su mano hasta la cabeza de la chica para jugar con el mechón blanco de su cabello. Algo que le gustaba mucho hacer—. ¿Me abrazas?

Kie abrió los ojos al escuchar la petición y no pudo no sonreír. Asintió levemente y se acercó a Iván. Rodeó su torso con sus brazos y su cabeza quedó pegada a su pecho. Sus manos se movían suavemente de arriba a abajo, dándole caricias en la espalda. Y mientras más avanzaba el tiempo, sentía como el corazón del morocho volvía a latir con normalidad.

—Gracias —fue lo último que articuló Iván antes de que ambos se sumergieran en un profundo sueño. Del cual ninguno deseaba despertar.

Porque ambos disfrutaban la sensación de estar abrazados. Aunque las circunstancias no fueran las mejores, tener al otro era suficiente.

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Lunes 13 mayo, 2019.

El día del juicio había llegado.

La sala del tribunal estaba llena de espectadores, reporteros, familiares y testigos. Milena y su hijo se sentaron en la primera fila, con Claudia a su lado, revisando los documentos y preparando los últimos detalles.

Carlos se encontraba sentado en el lugar de los acusados, con su rostro sin mostrar remordimiento alguno. Su abogado permanecía a su lado, listo para defenderlo.

Luego de un par de minutos, el juez ingresó a la sala, y todos se pusieron de pie. Con un golpe de su martillo, dio inicio al juicio.

—Se abre la sesión del juicio contra Carlos Andrés Buhajeruk, acusado de maltrato psicológico y físico, abuso de poder, y otros delitos que serán detallados a lo largo de este proceso —anunció el juez—. La parte demandante, representada por la abogada Claudia González, tiene la palabra.

Claudia se levantó de su asiento y caminó hacia el centro de la sala.

—Señoría, miembros del jurado, estamos aquí hoy para buscar justicia por los crímenes cometidos por Carlos Andrés Buhajeruk. Durante años, este hombre ha ejercido un control absoluto sobre su familia, utilizando el miedo y la manipulación para someter a su esposa y a su hijo. Hoy, presentaré ante ustedes las pruebas y testimonios que demostraran la culpabilidad del acusado.

El abogado defensor se levantó de su lugar, ajustándose las gafas.

—Señoría, la defensa sostiene que mi cliente, es un hombre de negocios respetado que ha sido malinterpretado por su familia. Voy a probar que las acusaciones en su contra no son más que un intento desesperado de dañar su reputación —argumentó, causando que Claudia sonriera levemente.

El juez asintió y permitió que el juicio procediera con las declaraciones iniciales.

El primer y testigo principal en tomar la palabra fue Milena, quien se levantó y subió al estrado. Sus manos temblaban ligeramente, pero su voz se mantuvo firme mientras relataba los años de abuso que había soportado.

—Él... —aclaró su garganta antes de continuar—. Me controlaba en todos los aspectos de mi vida, me hacía sentir que todo era mi culpa —su voz se quebró un poco, pero rápidamente recuperó la compostura—. Pero no lo era. No lo es. Estoy aquí hoy para asegurarme de que él no pueda seguir lastimando a nadie.

Claudia le hizo algunas preguntas, guiando a Milena para que detallara los episodios más impactantes de lo que había vivido. El jurado escuchaba con atención, y algunos incluso parecían sorprendidos por lo que escuchaban.

Cuando llegó el turno del abogado defensor, intentó desacreditar a Milena. Pero ella se mantuvo reafirmando cada una de sus declaraciones.

—No me voy a retractar de nada de lo que he dicho, porque cada palabra es la verdad —afirmó Milena, mirando directamente a Carlos—. Y es hora de que pague por lo que ha hecho.

Después de Milena, fue el turno de Iván de subir al estrado. Aunque su corazón latía con fuerza, él sabía que este era el momento que había estado esperando.

—Crecí creyendo que nunca sería lo suficientemente bueno para mi padre —comenzó—. Me hacía sentir que todo lo que hacía estaba mal, que yo era el problema. Incluso fue capaz de culparme por una muerte de una persona que no recordaba que existía. Toda mi vida lo ví lastimar a mamá y ella no hacía nada para defenderse, solo por protegerme. Porque sabía que si hacía algo, él me lastimaría.

El tribunal se sumió en un silencio mientras Iván relataba lo que había descubierto sobre el destino de su hermano.

Kiara observaba desde su asiento, sus manos entrelazadas mientras veía a Iván enfrentarse a su padre. Sentía una mezcla de orgullo y dolor al ver la lucha interna de Iván, pero sabía que este era un paso necesario para su liberación.

Finalmente, llegó el turno de la defensa para presentar su caso. El abogado de Carlos trató de argumentar que todo lo que había hecho su cliente era en beneficio de su familia. Carlos, cuando tomó la palabra, intentó mantener su fachada, pero a medida que el juicio avanzaba, su máscara comenzaba a caerse.

—Todo lo que hice fue por el bien de mi familia... —su voz se fue apagando mientras hablaba, como si incluso él empezara a dudar de sus propias palabras.

El juez escuchó pacientemente, pero era evidente que las pruebas presentadas por Claudia, así como los testimonios de Milena e Iván, habían dejado una impresión duradera en el jurado.

Al final del juicio, Claudia tomó la palabra para hacer su declaración final.

—Este juicio no es solo sobre los crímenes de Carlos Andrés Buhajeruk, sino sobre el derecho de sus víctimas a ser escuchadas y a recibir justicia. Milena y su hijo han soportado años de abuso, y han tenido el valor de enfrentarse a su agresor en esta sala. Les pido que no ignoren su dolor, que no permitan que este hombre siga causando daño. Hagan lo correcto. Condénenlo por sus crímenes, y denle a su familia la paz que tanto merecen —concluyó la madre de Kiara.

El juez se retiró para tomar la decisión final, y durante ese tiempo, la sala permaneció en silencio. Milena se encontraba a un lado de Claudia y Kiara tomó a Iván de la mano, intentando calmarlo.

Después de lo que pareció una eternidad, el juez regresó con el veredicto. La tensión en la sala era palpable mientras todos esperaban escuchar su decisión.

—Después de haber escuchado los testimonios y examinado las pruebas, este tribunal encuentra a Carlos Andrés Buhajeruk culpable de los cargos de maltrato psicológico y físico, abuso de poder, y otros delitos relacionados —declaró el juez, golpeando su martillo—. La sentencia se dictará en los próximos días, pero por ahora, el acusado será detenido sin derecho a fianza.

El sonido del martillo resonó en la sala, marcando el final del juicio. Milena e Iván se abrazaron con fuerza, lágrimas de alivio corrieron por el rostro de la mayor. Claudia sonrió, satisfecha con el resultado, mientras Kiara se unía al abrazo, rodeando a Iván con sus brazos.

Carlos fue escoltado fuera de la sala, su rostro mostrando por primera vez una sombra de arrepentimiento, pero ya era demasiado tarde para él.

Era demasiado tarde como para arrepentirse.

Mientras salían de la sala, la madre de Iván sintió como por primera vez en mucho tiempo, pudo respirar con tranquilidad. El pelinegro, a su lado, también sentía una paz que nunca había experimentado antes. La familia de Kiara y algunos empleados de la empresa que también fueron a apoyarlos los acompañaron hasta la salida.

Mientras se alejaban de la corte, la culpa que sintió durante todos estos años de sufrimiento comenzó a desvanecerse, aunque no del todo. Ella sabía que el dolor no desaparecería de inmediato, pero había dado el primer paso hacia la sanación.

El sol de la tarde le daba a la ciudad una cálida luz dorada, una luz que parecía simbolizar un nuevo comienzo. Iván sentía el brazo de Kiara a su alrededor, ofreciéndole apoyo en silencio.

Imitó su acción, pasando su brazo por sus hombros para rodearla y atraerla más a él, sin lugar a dudas, todo lo que había hecho no habría sido posible sin su ayuda.

—Lo lograste Holmes —susurró para que solo ella escuchara.

—Holmes y Watson lo lograron —habló de la misma forma, brindándole una sonrisa.

—Gracias por estar conmigo en todo esto, no sé cómo lo habría hecho sin vos.

Kiara sonrió y ejerció más fuerza apretando su torso.

—Lo más probable es que no hubieras hecho —respondió en un tono burlón, que hizo que Iván rodara los ojos—. Y odio tener que hacerlo, pero sin vos, yo tampoco habría hecho nada...

Iván ocultó una sonrisa y la miró con atención.

—Al final creo... que un Holmes no es Holmes si no tiene a su Watson —finalizó.

—Y un Watson no es Watson sin su Holmes —dijo él, esta vez sin poder ocultar su sonrisa.

—Espero que con esto puedas comenzar a ser feliz, ya no hay nada que te lo impida —continuó la pelinegra sin apartar su vista del camino.

—Ya soy feliz.

En realidad no lo era al cien por ciento, pero poco a poco lo lograría.

El proceso de sanación sería largo, pero con cada día que pasaba, Iván y Milena se sentirían un poco más fuertes, un poco más capaces de enfrentar el futuro sin el miedo constante que los había acompañado durante tanto tiempo.

Y aunque la sombra de Carlos aún se cernía sobre ellos, sabían que ya no tenía poder sobre sus vidas. 

Habían ganado su libertad, y eso era algo que nadie les podría quitar.

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