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O2O | iceberg

Capítulo XX. Chico misterio.

Viernes 19 abril, 2019.

kiara's pov

Moví el lápiz de arriba a abajo, rayando un poco la mesa. Últimamente todo me aburre, incluyendo las clases que antes me parecían divertidas e interesantes.

Mi mente no puede concentrarse en nada más que no sea él. Y es algo abrumador; no puedo dormir bien, vivo con el miedo constante de que puedan hacerle daño a mi familia. La policía no ha avanzado en sus investigaciones, y nosotros tampoco lo hemos hecho.

Aunque a pesar de todo, las cosas han estado muy tranquilas estos últimos días, no hubo pronunciamientos ni amenazas de nadie y todo parece transcurrir con normalidad.

Yo no confío en esa calma tan repentina, debe haber algo más. ¿Y si el asesino está esperando para atacar?

El tiempo corre y con cada día que pasa el ambiente se torna más pesado. Tengo un mal presentimiento con todo esto. Lo extraño es que no tiene que ver con mi familia ni conmigo. Tiene que ver con Iván... siento que está pasando por una situación muy difícil y tal vez pueda pasarle algo malo.

También tengo miedo de eso. Él ha estado actuando normal estos días, pero no lo suficiente. No expresa ninguna emoción, todo el tiempo luce triste y cansado, y no sé qué hacer para ayudarlo porque desconozco lo que le pasa.

He intentado averiguarlo, pero es misión imposible. Él es como un iceberg, duro y frío, difícil de penetrar en su interior y descubrir todo lo que guarda. Pero a su vez hay algo que me dice que es muy fácil de romper.

Debería cambiarle el apodo. Aunque Slenderman le queda bien por su físico, iceberg le queda mucho mejor con su personalidad.

Una mano apareció en mi campo de visión, me quitó el lápiz y borró el dibujo que había hecho. Miré mal al responsable.

—No podés rayar la mesa —rodé los ojos—. Toma.

Su cuaderno se deslizó hasta llegar en frente de mí y tiró una lapicera sobre él.

Yo ni siquiera había sacado mis útiles desde que llegué.

Comencé a trazar líneas sobre la hoja blanca, intentando de alguna manera descargarme en el dibujo. Necesitaba plasmar lo que sentía, necesitaba desahogarme de alguna forma y esta era la indicada.

Debo decir que mi mente me jugó una mala pasada, todos los recuerdos y pensamientos me absorbieron tanto, que con cada trazo apretaba más la lapicera, ejerciendo más fuerza sobre la hoja.

Cuando me sentí inconforme, la solté y tomé el lápiz. Necesitaba un color más oscuro.

Durante todo este tiempo, sentí la mirada de Iván sobre mí, pero no le tomé mucha importancia. Ya estaba acostumbrada a que me observara.

Y no me molestaba, porque yo también lo hacía. Solo que a diferencia de él, yo no ocultaba nada.

Un "crack" hizo pinchar la burbuja de pensamientos en la que me encontraba. Observé que la punta del lápiz se había quebrado.

Solté un profundo suspiro mientras observaba lo que había hecho.

El color azul de la lapicera y el color gris-negro del lápiz se mezclaban en la hoja, creando una silueta de una niña sentada en el suelo. A su alrededor había una nube de sombras oscuras que la atormentaban esperando un momento de vulnerabilidad para atacarla.

No sé si así era como me sentía, pero definitivamente me ayudó a liberarme.

Iván tomó el cuaderno y observó el dibujo con atención. Su ceño se frunció levemente y volvió a dejarlo en la mesa.

—¿Qué pasa? —pregunté.

—No sé —musitó buscando algo en su mochila. Sacó un borrador de esta.

Lo miré expectante. Su mano viajó hasta la hoja y borró en el espacio en donde estaban las sombras, dejando un punto blanco en medio de ellas.

¿Qué significa eso?

—Ivan... —esperé a que dijera algo más, pero no lo hizo. Luego arrancó esa hoja y la guardó en su mochila—. Es mi dibujo —usé como excusa para averiguar lo que sucedía.

—Pero es mi cuaderno —bufé regresando a mi lugar.

¿Por qué todo tiene que ser tan misterioso cuando se trata de él?

¿Es que no confía lo suficiente en mí como para contarme sus cosas?

Quiero decir, si no quiere hacerlo lo respeto. Pero lamentablemente mi curiosidad puede más.

Tengo que averiguar qué sucede.

𓆝 𓆟 𓆞 𓆝

—Oye, Slenderman —lo llamé cuando estábamos por llegar.

—Decime.

—¿Querés ir a mi casa ahora? —pregunté.

Me miró confundido.

—¿Para qué? —inquirió con un deje de diversión.

—Esta vez yo podría ser tu chef privado —propuse con una sonrisa.

—¿Sí? —asentí—. Me gusta la idea. Pero me preocupa la cocinera.

—¿Eh, por qué? —fruncí el ceño—. ¿No me tenés fe?

—No —contestó con simpleza.

Lo miré enojada.

—O sea, no es que piense que no cocinás bien —se retractó al ver mi rostro—. Es solo que Cassie y Lucas me han contado que siempre que lo hacés...

—¿¡Cassie y Lucas!? —me detuve de golpe—. ¿Qué mentira te contaron?

Ese par es capaz de inventar cualquier cosa para dejarme mal ante Iván.

—Que siempre que lo hacés sale humo de la cocina —finalizó. Yo abrí la boca, ofendida.

—¡Eso no es verdad! —levantó una de sus cejas.

Sí era verdad.

Ellos tienen razón, cocino terrible; no puedo defenderme de lo indefendible.

Puedo contar con los dedos las veces que me han salido las cosas bien en la cocina, y estoy segura de que me sobran.

Hice un puchero y noté cómo vio mis labios rápidamente antes de alzar la vista a mis ojos.

—No te pongas así —pidió en voz baja—. Yo puedo seguir siendo tu chef privado, no tengo problema con eso —levantó su mano llevando un mechón de cabello suelto detrás de mi oreja.

Ese pequeño e insignificante roce me hizo sentir cosquillas en mi estómago.

—¿Querés? —volvió a preguntar.

—¿Qué? —fruncí el entrecejo, tratando de pasar desapercibido lo anterior.

—Que te cocine hoy —explicó—. Vi una receta de pastas que seguro te va a gustar... ¿te gusta la pasta?

—Sí, me encanta... la pasta —sonreí.

—Bien —me devolvió la sonrisa, volví a sentir el cosquilleo y los nervios inexplicables. Después tomó mi mano para seguir caminando hasta su casa.

Menos mal que no sonríe a menudo, sino no sé qué sería de mí.

Abrió la puerta y cuando entramos a la cocina nos llevamos la sorpresa de que sus padres estaban en casa. Algo no muy normal, ya que deberían estar en su trabajo.

—Hola —saludé cuando vi a Milena y a Carlos sentados en la barra.

—¡Hola, cariño! —saludó y se levantó de su asiento para abrazarme.

Luego miró a Iván y sonrió.

—¿Qué hacen acá? —preguntó confundido.

—Tranquilo, ya nos íbamos —lo calmó—. Pero antes, ¿querés que les prepare algo? Deben tener hambre —ofreció.

—Parece que pinchó tu plan de ser mi chef privado —susurré en su oído.

—Eh... no tenemos hambre —respondió segundos después.

Lo miré disimuladamente confundida; yo sí tengo hambre. Y mucha.

—¿Seguro? Mira que no sé cómo esté tu amiga, pero vos no comiste nada hoy, Iván.

Sus ojos viajaron a su padre, quien lo observaba seriamente.

Tragó saliva y volvió a hablar.

—No tenemos hambre, gracias mamá —sonrió levemente—. Estaremos en mi pieza —avisó antes de llevarme arriba con él.

¿Qué fue todo eso?

𓆝 𓆟 𓆞 𓆝

Miré atenta al morocho mientras preparaba la comida. El único ruido presente en el lugar era el sonido del cuchillo cortando los vegetales y el del agua hirviendo con las pastas.

Luego de que sus padres se fueran, entonces empezó a cocinar. Yo le pregunté a qué se debía esa extraña actitud que tuvo y ¿adivinen qué?

No me contestó.

En realidad sí lo hizo, pero estoy cien por ciento segura de que mintió.

Comienzo a odiar esta parte de Iván que no logro descubrir. ¿Qué debo hacer para que confíe en mí?

Si tiene algún problema grave, yo podría hablar con él y aconsejarlo.

Mis consejos son los mejores. Aunque yo misma no los aplique a mi vida, pero ese es un asunto aparte.

—¿Qué te sucede?

—Es la sexta vez que me preguntás eso —habló sin mirarme, ya que estaba de espaldas.


—No dejaré de hacerlo hasta que me des una respuesta válida y convincente —lo reté, levantandome de mi puesto y colocándome detrás de él. Apoyándo mi cuerpo en la isla de la cocina—. ¿Qué te sucede?

Repetí la pregunta treinta veces más hasta agotar su paciencia. Sonreí al ver cómo dejaba todo a un lado para darse la vuelta y verme, pensé que por fin había conseguido que me hablara.

Pero estaba totalmente equivocada. Por supuesto que no iba a ser tan fácil.

Ivan caminó hasta donde estaba y se inclinó, apoyando sus manos sobre el mesón a cada lado de mi cintura, acorralándome contra el mismo.

Me encogí en mi lugar sintiéndome intimidada por la cercanía de su rostro. Sentí su fresco aliento acariciar mis mejillas cuando suspiró.

—¿Qué voy a hacer con vos?... —preguntó, más para sí mismo, mientras sus ojos estudiaban mi rostro.

—¿Por qué no me contás? Yo podría ayudarte. ¿Es que no confías en mi?

—No es eso... es que no puedo decirte nada, a nadie.

—¿Por qué no podés? —recordé lo que había pasado hace un rato—. ¿Es por tu papá?

Su cuerpo se tensó.

¿Adiviné? ¿Sí es por su papá?

—Kiara, deja de preguntar qué me pasa. Si te dije que estoy bien es porque lo estoy —el tono firme y decidido de su voz me hizo cuestionarme si estabs mintiéndo o no—. No quiero que te preocupés por mi.

Antes, cuando recién lo conocí habría pensado que solo se trataba de un pibe rarito. Pero descarté esa posibilidad al estudiar su comportamiento con las personas.

Ivan es alguien que obviamente no sabe expresarse, con un sentido del humor muy particular, y que solo trata bien a las personas que quiere.

A veces me gustaría entrar en su mente y entender lo que le pasa. Esto sobrepasa toda clase de curiosidad que tenga. Yo de verdad me preocupo por él.

Yo de verdad quiero ayudarlo. Pero no sé cómo hacerlo si no conozco el problema.

—Ivan, ¿por qué... —me interrumpió.

—Basta, no quiero hablar ¿podés entenderlo?

Tiene razón, no puedo obligarlo a contarme cosas que él no quiere. Estoy muy mal.

—Lo siento —lo miré arrepentida—. Lo siento, lo siento —acorté la distancia que nos separaba abrazándolo.

Una de sus manos subió a mi cabello para acariciarlo.

—Deberías dejar de ser tan curiosa —me miró cuando nos separamos.

Y vos deberías dejar de ocultar tantos secretos.

—Lo sé —me limité a responder antes de volver a mi lugar de antes.

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