O28 | sentimientos
Capítulo XXVIII. Solo se trata de escuchar al corazón.
Miercoles 8 mayo, 2019.
❛ kiara's pov ❜
Si alguien viera mi historial de búsquedas, estoy segura de que dejaría de hablarme.
"Cómo saber si un chico te gusta."
Guardé mi celular rendida y me concentré en terminar mi desayuno.
Doy tanta vergüenza. Debería dejar de buscar respuestas que el internet no puede darme. Tal vez solo debería hablar con alguien que ya se haya enamorado.
—Kie, ya me voy, no te olvides de dejarle comida a Kira —avisó mi madre.
—Está bien, chau, te quiero —me despedí de ella.
Una vez finalicé, me encargué de alimentar a nuestra mascota. Luego subí a terminar de arreglarme y guardé las cosas que necesitaría para hoy.
Luego de tres días de lo sucedido retomaría las clases con normalidad.
Me abracé a mi misma cuando sentí el frío viento. A unos metros de distancia observé al pelinegro salir de casa al mismo tiempo que yo.
—Hola —sonreí—. ¿Nos vamos?
—Te vas a congelar, toma —me extendió el buzo azul que llevaba en su mano para que lo usara.
Acepté sin dudarlo, me estaba muriendo de frío.
El camino a la escuela fue muy tranquilo y silencioso, creo que ninguno de los dos tenía muchos ánimos de hablar, pero aún así no era un silencio incómodo.
Durante nuestro trayecto miré de reojo a Iván, su nariz y mejillas adoptaron un color rosado debido al frío y llevaba sus manos en los bolsillos de su pantalón.
Me tomé la libertad de tomar una de sus manos y entrelazarla con la mía, luego metí ambas en el buzo que él me había prestado, intentando que eso lo hiciera sentir menos el frío.
Aunque sabía que era inútil, la intención es lo que cuenta.
Observó mis movimientos y me brindó una sonrisa.
Lo que pagaría por ver esa sonrisa todos los días.
Cuando llegamos nos adentramos a nuestro salón y nos sentamos en el lugar de siempre, hoy habíamos llegado temprano.
—¿Sabes cómo está Martina? —pregunté—. Ayer le dejé un mensaje pero no me respondió.
—Yo estuve en su casa ayer, su papá ya está mejor y en un par de días regresará a trabajar.
—Me alegra escuchar eso —me sinceré—. Yo no sé qué haría si a mi viejo le pasara algo así.
Es una de las personas más importantes de mi vida, una que me enseñó todo lo que sé, una a la cual admiro y espero que siempre esté a mi lado.
—Quiero conocer a tu papá —dijo él—. ¿Vos decís que le agradaría?
—Yo creo que te mataría si supiera como me tratabas cuando recién te conocí —me miró aburrido—. Ya, ya, está bien. Pasado pisado.
—Sé que te pedí perdón por eso, pero quiero hacerlo otra vez —acarició con su pulgar el dorso de mi mano, que aún se encontraba entrelazada con la de él—. Perdón.
—Perdonado —sonreí.
Nuestra pequeña charla fue interrumpida por la llegada de nuestra maestra.
Busqué entre el desastre de mi mochila el cuaderno de la respectiva materia y un par de lapiceras para anotar.
—¿Y vos no vas a hacer nada? —indagué.
—Nah, alta paja tener que escribir. Me pasas los apuntes después.
—Ni en pedo, gato —fruncí el ceño—. Tomá —busqué en su mochila el único cuaderno que tenía y le presté una lapicera negra, porque no había traído ninguna—. Escribí —ordené.
Cuando la clase comenzó, su mano comenzó a moverse vagamente sobre la hoja. Escribiendo palabras clave que decía nuestra maestra y ideas principales sobre el tema.
Yo por otro lado, trataba de copiar todo lo que salía de su boca, por lo que mis apuntes eran un completo desastre.
Luego me quejo porque no entiendo nada de lo que escribí.
Arranqué la hoja y comencé a pasar todo ordenadamente. Será más tiempo pero lo agradeceré al momento de estudiar.
Sonreí satisfecha cuando terminé. Quería presumirle a Iván que mis apuntes estaban mejor que los de él pero cuando me giré para verlo me di cuenta que se había quedado dormido sobre el cuaderno.
Con la hoja que había arrancado momentos antes hice una bolita y la lancé a su cara, pero no funcionó, entonces lo golpeé en el hombro. Parpadeó perezosamente hasta que sus ojos se abrieron por completo y frunció el ceño.
—¿Por qué me mirás así? A parte que estoy haciéndote el favor de levantarte —crucé los brazos y me recosté en mi asiento.
—Existen muchas formas de despertar a alguien que no incluyen la violencia —dijo levantando la cabeza.
—¿Y cómo querías que te despertara? —inquirí levantando una de mis cejas.
—No sé —se encogió de hombros—. ¿Con un beso, tal vez?
—Iván —lo miré molesta.
—¿Qué? —se hizo el desentendido. Yo simplemente regresé mi vista al frente y seguí escuchando la clase.
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Tapé mi cara con mis manos cuando nos sentamos en la mesa de la cafetería. No había otra forma de ocultar el color rojo de mis mejillas.
El momento en el cual por "accidente" casi me besa se repetía en mi cabeza. Ahora ese será un recordatorio constante de que no debo dormirme en medio de la clase. Mucho menos al lado de Iván.
Porque sí, al igual que él en literatura, yo me dormí en clase de física. Y bueno, intentó despertarme dandome un...
La mano de alguien posándose en mi hombro me hizo quitar las manos de mi cara, Martina me observaba con una sonrisa divertida.
—Ni una palabra sobre esto —advertí—. No quiero que sepa que casi me mata.
—Yo creí que era algo normal, ustedes dijeron que eran novios —se encogió de hombros.
—¡No! —negué de inmediato—. Y vos sabés que no es así, no te hagas la boluda —la señalé y ella levantó sus manos inocente.
—Es divertido ver la faceta de Iván enamorado —admitió—. ¿Cuándo le vas a decir que él también te gusta? El pobre la está pasando re mal.
Solté un suspiro, intentando pensar en lo que me pasaba.
—Ese es el problema, Marti —hablé después de un rato—. No sé si me gusta.
—¿Ah, posta? —asentí—. Y bueno, para mi es re obvio que sí. Nomás mirá cómo te ponés cada que se te acerca.
—¿Vos te sentiste así alguna vez? —pregunté, intentando obtener la respuesta que quería.
—Sí —sonrió, como si recordara el momento—. Yo también estaba como vos, tipo, no sabía si me gustaba o no el chabón. Pero me ponía re nerviosa cada vez que estaba cerca. Me gustaba la sensación de estar agarrados de la mano, me gustaba que me mirara, que me dijera cosas que me hacían sonrojar. Y bueno, nunca lo hubiera aceptado de no ser porque él me dijo primero que yo le gustaba.
Escuché atentamente todo lo que dijo, pensando en si me pasaba lo mismo con Iván.
Definitivamente si me pasaba, pero había algo que... no sé, aún no estaba cien por ciento segura.
—Aunque tu caso es diferente —dijo analizando mi expresión—. Porque Iván ya te dijo que sentía mil cosas por vos... y menos mal que lo hizo —rió—. No sabes lo molesto que era a veces, desde que te conoció siempre que hablábamos se trataba de vos.
Otra vez sentí mis mejillas calentarse. Martina volvió a reír y oculté mi cara en mis brazos apoyados sobre la mesa.
—Basta —balbuceé avergonzada al escuchar que no paraba de reír—. No entendés, es que... tengo miedo.
Levanté la cabeza encontrándome con sus ojos.
—¿Miedo por qué?
—Porque no quiero lastimarlo, ¿Y si acepto que me gusta sin saber si realmente es así y después me doy cuenta que estaba equivocada?
—Tal vez eso es lo que no te deja aceptarlo, el miedo a que no sea así. Nunca estás segura de nada, deberías simplemente dejar que fluya —aconsejó—. Solo se trata de escuchar al corazón, Kiara. Si tu corazón quiere estar con Iván no lo reprimas por culpa del miedo.
Sonreí y la abracé, quizás eso era lo que necesitaba escuchar.
—Pienso yo, que me están excluyendo —me separé de la rubia cuando el enrulado llegó a nuestra mesa.
—Pues pensaste bien, te felicito —Martina esbozó una sonrisa divertida—. Te presento a mi nueva mejor amiga. Mucho más linda, inteligente y graciosa —se paró detrás de mí y apoyó ambas manos en mis hombros.
Iván intercaló su vista entre la rubia y yo.
—Creo que entendí el mensaje —dijo Martina—. Me voy, adiós.
Se alejó de la mesa, no sin antes acercarse a mi oído y susurrar un: "no olvidés lo que te dije".
Pero yo sabía que no podía hacer nada, al menos no todavía. No era ni el lugar ni el momento y sabía que lo más probable era que los nervios me jugaran en contra.
Su mano apareció en mi campo de visión con una paleta roja, levanté una ceja esperando a que dijera algo.
—Para vos —la recibí y le quité el envoltorio para después llevármela a la boca—. ¿De qué hablaban?
—Nada importante —mentí.
—Ajá, ¿entonces por qué estás tan nerviosa? —preguntó.
—No estoy nerviosa —volví a mentir.
—Tenés la cara roja —señaló obvio—. ¿Es porque casi te beso?
—Tal vez... —musité.
—¿Vos querías que te besara, Kiara? —acercó su rostro al mío mientras sonreía—. Mirá que todavía puedo hacerlo.
Sí.
No.
¡O sea sí, pero no ahí!
—Estás flasheando —me limité a responder y lo alejé. Saqué la paleta de mi boca y la extendí—. Gracias, pero no me gusta mucho el sabor, ¿querés? —intenté desviar el tema de conversación.
Iván la miró antes de aceptarla y llevarla a su boca.
—Beso indirecto —murmuró haciendo que lo golpeé, pero eso solo causó que su sonrisa se hiciera más grande—. Mhm... sabe a cereza.
—Está horrible —opiné.
—Lo que digas, a mi me gusta —se encogió de hombros.
Afortunadamente no hizo más chistes en lo que quedaba del receso y logré hablar con normalidad.
Cuando el timbre sonó regresamos al aula para nuestra última clase.
Dura casi tres horas, pero es la última del día.
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—Puedo decirle a papá que nos lleve a ambos —propuse—. Además, vos dijiste que querías conocerlo.
—Está bien.
Luego de que las clases acabaran papá me llamó diciéndome que vendría por mí a la escuela. Es la primera vez que lo hace.
Pero no me sorprende, después de lo que pasó seguro está preocupado de que me pase algo.
Observé su auto a lo lejos y me dirigí hacia él con Iván.
Me detuve momentáneamente al ver que alguien se le acercó, era un tipo alto vestido de negro que estaba en una moto del mismo color. La gorra que llevaba sobre su cabeza me impedía observar su rostro, y cuando nos acercamos lo suficiente lo vi marcharse.
—Hola pa —saludé abrazándolo.
—Hola, ¿cómo te fue en la escuela?
—Bien —respondí como siempre—. ¿Quién era ese que estaba con vos?
—Alguien que me pidió una dirección —explicó—. ¿Vamos?
Asentí y luego de que saludara a Iván ambos subimos en los asientos de atrás.
En el trayecto los dos conversaron de cualquier tema que se les ocurriera en el momento, yo solo aportaba cosas de vez en cuando, no quería entrometerme en su conversación.
Me sorprendió la fluidez con la que Iván hablaba. En una conversación normal con papá no podía faltar la parte en la que habla de su trabajo, y aunque para mi es lo más normal y aburrido para Iván parecía disfrutarlo. No pude contar las preguntas que le hizo y tampoco las respuestas que obtuvo.
Por un momento, olvidé todo. Y me concentré en lo que reflejaba su expresión, no solo parecía estar emocionado, sino, feliz. Era como observar una conversación entre un padre y un hijo.
Mi pecho se comprimió y me atacaron las ganas de llorar. Iván nunca tuvo una relación así con su padre. No me imagino lo difícil que fue para él.
Apreté mi pierna y miré a la ventana intentando desviar ese sentimiento, era horrible conocer la historia de una persona que sufrió tanto durante toda su vida y sentir su dolor.
Poco después sentí su cálida mano sobre la mía. No lo miré porque sabía que si lo hacía entonces no podría contener las ganas de llorar, porque a pesar de todo lo que vivió, Iván trata de siempre mostrarse fuerte.
Entrelacé nuestras manos, dándole a entender que no estaba solo, y que ahora me tenía a mi.
Y haría lo que fuera necesario para que sea feliz.
Carlos tiene que pagar por todo lo que hizo.
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Jueves 9 mayo, 2019.
—¡Uno! —gritó Cassie dejando en el suelo su última carta.
—¡Tramposa! —Lucas la acusó—. Yo vi que tenías dos cartas.
—No seas llorón y acepta que perdiste —le sacó la lengua.
—Una más y ya —pidió mi madre.
—Pero yo quiero ser quien reparta, siempre que lo haces vos me tocan cartas chotas —me quejé.
—Bueno, dale —aceptó.
Pasar tiempo de calidad con mi familia era algo que no tenía precio para mi. Y que sin duda formaba parte de mis momentos favoritos.
Luego de merendar, aprovechando que mamá estaba libre decidimos probar variedad de juegos de mesa.
En todos y cada uno de los que habíamos probado, Cassie o Lucas terminaban ganando y aprovechaban ese momento de victoria para burlarse del otro.
Yo en cambio siempre tenía mala suerte.
—Toma —le extendí las cartas a Lucas.
—¿Por qué a él primero? —reprochó Cassie.
—Porque está más cerca —rodé los ojos—. Toma vos —le di sus cartas.
—¡Uhh! les voy a romper el ort...
—¡Cassie! —mi madre la regañó.
—Perdón —sonrió inocente mientras seguía viendo sus cartas.
—¿Ya contaron? —los tres asintieron—. Bueno, comienza Cassie que ganó la anterior.
Y así comenzó otra partida interminable de Uno, que al final dio a Lucas como el ganador, logrando así que los mellizos terminaran en un empate de partidas ganadas.
—¡Quiero la revancha! —exigió mi hermanita.
—¡También yo! —la apoyó Lucas.
—Yo no me banco una partida más, así que si tantas ganas tienen de ver quién es mejor jueguen solos —hablé levantándome del suelo, harta de no lograr ganar ni una sola—. Yo me voy.
—Yo me quedaré a ver su partida para asegurarme de que no hagan trampas —dijo mi madre mezclando las cartas.
—Buena suerte con eso —la animé y me dirigí hacia mi cuarto.
Pero antes de llegar a mi pieza, no pude evitar escuchar una discusión.
Papá estaba hablando por teléfono, y no se le escuchaba muy feliz.
—Ya te dije que no podés hacer eso —repitió—. No voy a permitir que lo hagas, todo tiene un límite y vos sabes que ese es mi límite —se quedó en silencio por unos segundos—. Eso no es importante todavía, solo termina el trabajo de una maldita vez.
¿Qué?
Sonaba muy serio, y nunca lo había escuchado hablar así, por lo que dudo que se trate del trabajo.
Me alejé de la puerta cuando la conversación terminó y escuché pasos acercándose.
—¿Ya terminaron de jugar? —preguntó con su habitual sonrisa cuando me vió.
—Cassie y Lucas están peleando por el desempate, ¿no te gustaría ver?
—¿Y tener que escuchar los gritos de uno de tus hermanos cuando el otro gane? Sí, seguro —asintió.
Cuando lo observé bajar las escaleras me adentre en su oficina y busqué en su teléfono el registro de llamadas.
Sé que no debería estar haciendo esto pero me preocupó lo que escuché.
Fruncí el ceño viendo la pantalla, el número con el que habló no estaba registrado.
Suspiré rendida y dejé el teléfono en su lugar para, ahora sí, ir a mi habitación. Agarré mi celular cuando escuché el sonido de varias notificaciones, todas eran mensajes de Iván.
"Hoy hablé con ella."
"Me lo contó todo."
"Cree que es su culpa."
Abrí nuestro chat y le respondí.
"¿A qué te referís?"
Segundos después, contestó.
"Ya sé que pasó con mi hermano."
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