O24 | plan
Capítulo XXIV. Novios por una noche.
Sábado 4 mayo, 2019.
❛ kiara's pov ❜
—¿A dónde vas? —preguntaron por milésima vez—. ¿Y por qué no podemos ir?
—Ya les dije, no tienen la edad suficiente para asistir.
—Pero yo quiero ir, ¿podés convencer a mamá de llevarnos? —pidió Lucas—. ¡Por favor, Kie! —tiró del borde de mi remera.
Suspiré terminando de peinar mi cabello.
—A ver, pendejos, ¿qué parte de "no pueden ir" no entendieron? —me giré a verlos—. Ya está, no pueden hacer nada. Ahora ¿pueden dejar de romper las bolas? Estoy algo ocupada.
Lucas rodó los ojos y salió de mi habitación.
—¿Y vos? —miré a la ojiazul.
—Me quedo, así te ayudo —sonrió.
Me encogí de hombros regresando mi vista al espejo, de reojo observé cómo ella corrió hasta mi closet y miró entre las pocas opciones de ropa elegante que tenía.
—¡Este es perfecto!
Cassie sacó un vestido blanco del closet con una sonrisa de satisfacción. Era sencillo pero elegante. Al ponérmelo, sentí cómo el tejido suave acariciaba mi piel, el blanco hacía juego con mi cabello y resaltaba mis ojos.
—Te ves hermosa, Kie —dijo mi hermana admirando el vestido.
—¿Vos decís? —sonreí, no tan convencida.
No era de mi estilo usar vestidos, y usaba ropa holgada cada vez que tuviera la oportunidad. O sea, siempre.
Fruncí el ceño mirando mi reflejo, no me sentía conforme.
Consideré cambiarme de vestido, pero al ver los ojos de Cassie descarté esa idea.
Su intención no fue mala, soy yo la que no está feliz.
Ignoré mis pensamientos, una vez que terminé de arreglarme, nos dirigimos a la conferencia. Mis padres ya me esperaban en el auto y durante el trayecto, comencé a sentirme nerviosa.
Al llegar a la sede principal de la G.E.A., nos recibió un edificio imponente de cristal y acero. La entrada principal era espaciosa y luminosa, con suelos de mármol y una recepción moderna. Nos guiaron hacia la sala de eventos, que estaba en lo alto del edificio.
Era realmente impresionante. Un gran salón con enormes ventanales que ofrecían una vista panorámica de Buenos Aires. Las paredes estaban decoradas con paneles de madera oscura y detalles dorados, dándole un aire de sofisticación y poder. En el centro de la sala, había un escenario con un atril y una gran pantalla detrás, listos para la presentación. Las sillas estaban organizadas perfectamente, todas las mesas tenían en el centro un jarrón con flores que parecían falsas, pero no lo eran.
Mientras mis padres se ocupaban de saludar a algunos amigos, yo observaba cada detalle, tratando de captar cualquier cosa que pudiera ser útil más adelante. Noté una puerta lateral que llevaba a una pequeña sala de conferencias privada y varias cámaras de seguridad discretamente ubicadas en las esquinas del salón. También había un grupo de empleados de seguridad cerca de la entrada, vigilando atentamente a los asistentes.
No será sencillo acceder a esos archivos.
—Kie, vení, vamos a sentarnos —llamó mi mamá, señalando una mesa libre, reservada únicamente para nosotros.
Nos acomodamos en nuestros asientos y no tardé en volver a recorrer el lugar con mis ojos, buscando a Iván. Ya debería estar aquí, su padre es el organizador y el que va a dirigir el evento. Por lo que se me hizo muy extraño no verlo cuando llegué.
—¿Te sentís bien? —preguntó mi papá, cuando llegó a nuestro lado.
—Sí —sonreí a medias—. Es que no me acostumbro a que haya tanta gente...
—Mentira, lo estás buscando —mamá me interrumpió.
—¿A quién? —fingí demencia.
—A Iván —sonrió con picardía.
—No sé de qué hablas —desvié la mirada a mis manos entrelazadas sobre la mesa.
—¿El hijo de Carlos? —levanté la cabeza cuando Héctor habló—. ¿Hablas con él? —preguntó interesado y le brindó una sonrisa de complicidad a mi mamá.
—No —negué rápidamente—. Voy al baño —sonreí nerviosa y me levanté, pero antes de irme volví a hablar—. ¿A dónde...?
Mi pregunta fue interrumpida cuando observé a lo lejos a Iván y a los hermanos Carrera conversando. Avisé a mis padres que iría con ellos y me acerqué.
—Hola —saludé, obteniendo la atenta mirada de todos sobre mí.
Ninguno decía nada, todos parecían estar concentrados en lo que llevaba puesto.
—¿Hola? ¿Qué soy un fantasma ahora? —indagué divertida.
—¡Woah! —Kamila y Martina fueron las primeras en acercarse a saludar.
—Te ves preciosa —dijo la rubia luego de abrazarme.
—Gracias... —dije por lo bajo.
Rodrigo fue el siguiente.
—Me parece totalmente injusto que vengas con ese vestido —fruncí el ceño—. Vas a quitarme la atención de las chicas.
Reí y lo abracé.
Luego volteé a ver a Iván, quien me escaneaba de arriba a abajo con una leve sonrisa juguetona.
Levanté las cejas esperando a escuchar el chiste que seguramente se le ocurrió, pero lo que dijo me dejó más sorprendida.
—Te ves re linda —tomó con delicadeza el mechón blanco de mi cabello—. El blanco te queda muy bien.
—Gracias —dije con las mejillas ardiendo, pero sin animarme a mirarlo a los ojos.
—Creo que los shippeo —murmuró Kamila a su hermano, pero alcancé a escuchar.
—¿Cuándo va a comenzar esto? —disimuló Rodrigo cuando se percató de mi mirada.
—Creo que en unos cinco minutos —respondió Martina mirando su reloj—. ¿Por qué no vamos a sentarnos?
—Yo me tengo que ir con mis padres —hablé mirando a mis amigos—. Pero antes...
Una voz femenina me interrumpió.
—¡Pero mirá a quién tenemos acá! —exclamó con sorpresa—. Iván Buhajeruk, pensé que nunca iba a conocerte —me empujó levemente para saludar al pelinegro.
Para todos era una sorpresa que el hijo de Carlos asistiera a la conferencia, ya que nunca lo había hecho.
—El viaje hasta acá estuvo terrible, detesto con todo mi ser viajar en avión, siento que voy a vomitar —comenzó a hablar ignorando por completo nuestra presencia.
—¿Y... vos sos? —Iván la miró confundido. El rostro de la chica reflejaba incomodidad.
—Eh... bueno, yo creí que me conocías —admitió—. Todo el mundo sabe quién soy.
—Menos nosotros, al parecer —murmuró Martina.
Rodó los ojos regresando su atención a Iván, quien seguía igual de confundido que nosotros.
—¿Te importaría acompañarme esta noche? Estos eventos suelen ser muy aburridos. Y papá dijo que vos podrías darme un tour por el lugar, es la primera vez que vengo a la sede principal —sonrió—. ¿Qué dices, lindo? ¿Vamos?
—No soy un guía turístico, lo siento —frunció los labios—. Pero puedo pedirle a alguien que te enseñe el lugar.
—Pero yo quiero que lo hagas vos —insistió—. Me das más confianza.
—Pero ni me conoces, flaca —suspiré profundamente lista para irme.
Pero cuando estaba por hacerlo, dijo:
—Yo solo quiero estar con vos, digo... me gustaría conocerte —estiró su mano rozando el brazo de Iván.
El más alto relamió sus labios intentando ocultar una sonrisa.
—Escúchame —se apartó levemente y caminó hasta mi lado—. Yo tengo novia.
Fruncí el entrecejo confundida.
—Oh... —una mueca de decepción apareció en su rostro—. Qué lástima.
Iván pasó uno de sus brazos alrededor de mis hombros antes de hablar.
—Pero por si te interesa, mi amigo está soltero —señaló a Rodrigo, quien no disimuló la emoción al ver a la pelirroja.
—No, gracias, estoy bien —fingió una sonrisa antes de irse.
El ojiverde hizo un puchero mirando al suelo.
—Ya se te va a dar, amigo, tranquilo —Iván lo animó.
El silencio se instaló en medio de nosotros, Rodrigo e Iván actuaban normal mientras que las chicas y yo estábamos igual de confundidas.
—¿¡Cómo que tenés novia!? —Martina fue la primera en hablar.
—¿¡Cómo que Kie es tu novia!? —Kamila nos señaló.
—¿¡Cómo es que el virgen de Iván tiene novia y yo no!? —Rodrigo reaccionó dos años después y nos señaló de la misma forma.
Creo que no hacía falta decir nada, la confusión en mi expresión decía todo. La pregunta "¿qué?" Se repetía en mi cabeza en loop, nunca me había sentido tan desorientada.
Iván sólo nos miraba, encogiéndose de hombros.
¿Qué carajos estaba pasando?
—Para, ¿posta son novios? —preguntó Martina luego de haber procesado todo un poco.
—Sí.
—No.
Esas dos respuestas salieron de Iván y de mí respectivamente.
Lo miré incrédula y él guiñó un ojo.
—Estamos en algo... —explicó segundos después mirando al grupo de chicas a nuestra derecha.
—¡Oh, por dios! —chilló Kamila—. ¡Lo sabía!
—¿Qué sabías? —Martina la miró acusadora.
—Nada —sonrió inocente—. Quiero ser la madrina.
—Deja de decir boludeces —hablé.
—Que diga lo que quiera, no me molesta, amor —dijo el pelinegro—. Vamos.
Aún rodeando mis hombros, caminó y me alejó de los hermanos.
—Wow, wow, wow —me aparté de él para mirarlo a los ojos—. Más despacio, velocista. ¿Qué fue todo eso? ¿Cómo que "amor"?
—Esa chica no será la última que se me acerque en toda la noche —explicó.
—No somos novios —aclaré.
—Ya lo sé, Holmes —asintió despreocupado—. Pero era la única forma de evitar distracciones, si saben que tengo novia ni se molestaran en acercarse. No pueden arruinar nuestro plan.
Suspiré más relajada. Él tenía un punto.
—Está bien.
—¿Lista? —me agarró suavemente de la muñeca, acercándome a su cuerpo. Bajó un poco la cabeza y susurró cerca de mi oído—: Serás mi novia por esta noche.
La cercanía me hizo sentir muy nerviosa, ni siquiera tuve la fuerza para rechazar su oferta. Entonces, una vez que se separó, se tomó la tarea de entrelazar nuestras manos.
Iván no soltaba mi mano mientras caminábamos por el lugar lleno de gente. Podía sentir la mirada de varias chicas sobre él, y aunque intentaba no darle importancia, la incomodidad crecía en mi interior. Cada paso que dábamos parecía alargar esa extraña tensión que nos envolvía.
—¿Alguna vez tuviste novio? —preguntó de repente, rompiendo el silencio con una pregunta que me tomó por sorpresa.
—¿Eh? —balbuceé, mi mente tardó en procesar lo que acababa de decir.
—Ya sabes, un novio. Alguien que te gustara tanto como para que quisieras estar con él —explicó lo obvio, haciéndome rodar los ojos.
—No —respondí rápidamente, sin mirarlo—. Nunca encontré a alguien que me llamara la atención.
—¿Y alguien te llama la atención ahora?
—¿Por qué querés saber eso? —cuestioné, intentando sonar indiferente.
—Simple curiosidad —dijo encogiéndose de hombros.
No respondí, y sentí su mirada fija en mí. ¿Qué esperaba que dijera? ¿Que lo encontraba lindo? Ni siquiera estaba segura de cómo me sentía en ese momento. La tensión entre nosotros era palpable, y lo peor era que él parecía disfrutarlo.
—¿Yo te parezco lindo? preguntó, esta vez deteniéndose frente a mí, obligándome a mirarlo.
Tragué saliva, mis ojos encontrándose con los suyos. Su expresión era seria, pero había un brillo en sus ojos que me hacía pensar que estaba jugando conmigo. El silencio entre nosotros se volvió abrumador, y las miradas de las chicas alrededor no ayudaban.
La puta madre Iván, ¿por qué ahora?
—¿Qué clase de pregunta es esa? —intenté desviar la conversación, pero él no me dejaba escapar.
—Una que no me has respondido —bajó su tono de voz, sus dedos todavía se encontraban entrelazados con los míos.
El corazón me latía con fuerza, y la cercanía entre nosotros no hacía más que aumentar mi nerviosismo. Las risitas de las chicas a nuestro alrededor eran como un telón de fondo que acentuaba el momento.
—No es el momento —murmuré, apartando la mirada, intentando recuperar el control de mis emociones.
—¿Entonces cuándo será? —preguntó en un susurro, acercándose lo suficiente como para que su aliento rozara mi piel.
Ese pequeño gesto hizo que mi mente se nublara. Las palabras se quedaron atrapadas en mi garganta, incapaz de decirle que, en ese momento, lo único que quería era poner fin a esa tensión.
Pero él no se movió, no rompió el contacto visual, esperando una respuesta que sabía que no podía darle. Y mientras las miradas seguían sobre nosotros, supe que había perdido el control de la situación. Iván había conseguido lo que quería, y yo no tenía idea de cómo salir de ese laberinto que él mismo había construido.
Finalmente, me armé de valor y solté su mano, dando un paso atrás para poner algo de distancia entre nosotros. Suspiré profundamente, intentando recuperar la compostura.
—Podés preguntarme lo que quieras después, ¿sí?
—Como quieras, Holmes —asintió, pero la chispa en sus ojos no desapareció.
Mientras continuábamos caminando, supe que la tensión no se iría tan fácilmente, y que él disfrutaría cada momento de ese juego. Lo peor era que, de alguna manera, yo también.
Después de unos eternos diez minutos, todo acabó, y cuando avisaron que el evento estaba por comenzar, cada uno se fue a su respectiva mesa.
Ignoré las miradas de mis padres para evitar todo el interrogatorio que seguro tenían planeado para mí.
El anfitrión subió al escenario y comenzó a hablar sobre los logros recientes de la empresa. Su voz resonaba clara y fuerte a través del sistema de sonido, capturando la atención de todos los presentes.
—Buenas noches a todos. Gracias por acompañarnos en esta ocasión tan especial.
El presentador hizo una pausa mientras en la gran pantalla detrás de él aparecían imágenes de proyectos recientes de la empresa, mostrando construcciones imponentes y avances tecnológicos.
—En el último año, hemos logrado un crecimiento del veinticinco por ciento en nuestros ingresos, expandiendo nuestras operaciones a tres nuevos países y estableciendo asociaciones estratégicas que nos permitirán seguir creciendo en el futuro.
Mientras el anfitrión continuaba con su discurso, mi mente no dejaba de pensar en lo que pasaría después. Nuestro simple plan ahora no parecía tan simple teniendo en cuenta que todo el lugar está plagado de cámaras y vigilantes.
—Quiero agradecer especialmente a nuestro equipo de liderazgo por su visión y determinación —continuó el presentador—. Sin su guía, no estaríamos donde estamos hoy.
Las luces se atenuaron ligeramente y la pantalla mostró un video con entrevistas a varios ejecutivos de G.E.A., incluyendo a Carlos Buhajeruk. En el video, Carlos hablaba sobre la importancia de la G.E.A. para el país y de cómo habían logrado sus objetivos.
—Nuestra misión es transformar la industria y crear un futuro mejor para todos —decía Carlos con una sonrisa segura.
Mi mirada se desvió hacia Iván, quien observaba el video con una expresión indescifrable. Ambos sabíamos el verdadero propósito detrás de toda esa fachada.
—Ahora, me gustaría invitar al escenario a nuestro CEO, para que comparta unas palabras con nosotros.
Carlos subió al escenario, saludando a los presentes con una sonrisa confiada. A medida que hablaba sobre el futuro de la empresa y los planes ambiciosos que tenían, mi cerebro comenzó a pensar que esta era la oportunidad perfecta para escabullirnos.
—Esta noche, celebramos nuestros logros, pero también miramos hacia el futuro con esperanza y determinación —dijo Carlos—. Juntos, construiremos un legado que perdurará por generaciones...
Todos estaban distraídos con su discurso, sin dudas era el momento.
Pero había un pequeño problema, yo no conocía este lugar y mi compañero ya no estaba en su lugar.
¿A dónde carajos se fue Iván?
Mis pensamientos fueron interrumpidos por una notificación.
"Ve a los baños."
¿En dónde era que estaban los baños?
—Mamá —musité, llamando su atención—. Voy al baño, ¿sí? Ahora vuelvo.
—Tené cuidado, este lugar es enorme. Capaz te perdés.
—Tranquila —sonreí y me levanté.
Una vez salí del salón, caminé por el largo pasillo que tenía varias puertas, buscando algún indicio de cuál podría ser el baño.
Cuando llegué al final del pasillo, giré a la derecha. Encontrándome con otro aún más largo que el anterior.
Parece que ya me perdí.
Seguí caminando a la vez que le enviaba un mensaje a Iván. Y en un momento repentino, alguien tapó mi boca y me abrazó por la espalda.
Comencé a golpear a la persona sin detenerme.
—Para, pelotuda, soy yo —me soltó y me di la vuelta observando su rostro.
—Hijo de puta —volví a golpearlo—. Me asusté.
Sonrió levemente y yo me encargué de observar el lugar. Detrás de él estaba una puerta de madera con el letrero del baño.
—No te costaba nada avisarme —reclamé—. ¿Y ahora... qué hacemos?
—La oficina de papá está en el último piso, junto a la de otros accionistas importantes —asentí buscando con la mirada el ascensor—. Pero hay un pequeño problema.
—¿Cuál?
—Las cámaras —señaló obvio—. Nadie puede saber que entramos a esa oficina, Kie.
—¿Y cuál es tu plan, entonces? —pregunté mirando a todos lados, asegurándome de que nadie nos viera.
—¿Mi plan? Yo creí que vos eras la espía.
—Vos conocés el lugar más que yo, debe haber una forma de entrar sin ser captados por las cámaras —me crucé de brazos.
—Pues no la hay —fruncí el ceño—. O sea sí, pero tendríamos que sabotear el sistema de seguridad para bloquear las cámaras de la oficina y eso no es nada fácil ni discreto.
—¿Qué sugerís entonces? Yo no soy hacker ni tengo experiencia en esas cosas.
Una sonrisa divertida apareció en su rostro.
—¿Qué? —pregunté.
—Yo podría intentar algo, pero no prometo nada —advirtió.
—¿Qué vas a hacer? —volví a preguntar cuando se dirigió al ascensor.
—Seguime —ordenó.
Corrí detrás de él antes de que las puertas se cerraran y subimos al último piso.
𓆝 𓆟 𓆞 𓆝
—¡Iván! —miré horrorizada el cuerpo del encargado de vigilancia en el suelo—. ¿Qué hiciste?
—No lo maté, solo lo dejé inconsciente —me tranquilizó—. Era la única forma.
Suspiré y asentí intentando autoconvencerme. Estábamos en el cuarto de seguridad del último piso, al parecer eran independientes y eso lo hacía mucho más fácil para nosotros. Ya que los videos de estas cámaras solo se verán aquí y no en los pisos inferiores.
Me agaché para verificar que el señor estuviera bien y Iván se acercó a la consola de las cámaras.
Observé cómo cambió la posición de las mismas, haciendo que enfocaran en lugares en donde no saldríamos y desactivó las que estaban en la entrada.
—Bien hecho, Watson —palmeé su hombro—. Pero te recuerdo que no tenemos toda la noche.
—Ya lo sé —sonrió—. Ahora debería estar despejado, vamos.
Me tomó de la mano y me guió fuera de la habitación, cuando estuvimos seguros de que no había nadie comenzamos a caminar hasta el fondo del pasillo, en donde estaba la oficina.
Cuando pensamos que lo teníamos, escuchamos voces acercándose.
—Alguien viene —avisé.
—Allá —señaló una puerta y corrimos a ella de inmediato.
Nuestro intento de escondite terminó en nosotros encerrados en un cuarto pequeño donde entraba poca luz. Y que además, estaba repleto de telarañas.
Mi aracnofobia está detestando este momento.
Pasaron unos minutos en donde en vez de alejarse, las voces se acercaban cada vez más.
Miré a mi alrededor evitando por alguna razón ver el rostro de mi acompañante, buscando algo que pudiera distraerme mientras el tiempo avanzaba. Era una especie de cuarto de almacenamiento. Habían muchas cajas apiladas, lo que hacía que el espacio libre fuera muy pequeño, tan pequeño que Iván y yo estábamos prácticamente pegados el uno con el otro. Cosa que me ponía sumamente nerviosa.
—Cálmate —susurró rozando mi brazo con sus dedos.
—No puedo —me sinceré—. No me gusta este lugar.
—¿No te gusta estar acá conmigo?
—No es eso, solo no me gustan los espacios cerrados —balbuceé—. Me dan la sensación de que estoy atrapada sin salida, además hay muchas telarañas y tal vez puedan haber arañas —abrí los ojos asustada—. ¿¡Hay arañas aquí!?
—Shh —acercó su rostro al mío—. Deja de hablar —miró mis labios sin disimulo—. Nos van a encontrar.
—Lo siento.
—Ten paciencia, parece que están a punto de irse...
Su mano subió hasta acariciar mi mejilla. En ningún momento apartó la vista de mis labios.
—¿Ya te dije que sos muy linda? —susurró.
—Sí, me lo dijiste —asentí—. Pero mis ojos están arriba.
—Ya lo sé —sonrió levemente, su pulgar rozó mi labio inferior.
—Deja de hacer eso —pedí nerviosa intentando alejarme, cosa que se me imposibilitó debido a que mi cuerpo estaba pegado a la puerta—. Pareciera que estuvieras a punto de...
—¿De qué?
—Besarme —finalicé.
—¿Y quién dice que no quiero hacerlo?
El calor subió a mis mejillas y podía jurar que mi rostro estaba del color de un tomate.
Al ver que no había una respuesta de mi parte, acercó su rostro aún más, sentí nuestras respiraciones mezclarse. Pero antes de que sus labios tocaran los míos, mi mano giró el picaporte haciendo que ambos cayéramos al suelo.
Afortunadamente, ya no había nadie cerca.
—¿Estás bien? —habló quitando su cuerpo que había caído encima del mío.
—Perdón —me disculpé, él me extendió su mano para ayudarme a levantarme.
—No pasa nada, además, fue mi culpa —inspeccionó mi cuerpo asegurándose de que no me hubiera lastimado.
—Estoy bien —lo tranquilicé—. Vamos.
Ahora sí, sin ningún inconveniente logramos llegar a la oficina.
Miré atenta el lugar. La oficina de Carlos era espaciosa y elegante, con muebles de madera oscura y una gran ventana. En el centro de la habitación había un escritorio ordenado con varios documentos y una computadora portátil.
—Rápido —dijo el pelinegro.
Asentí, acercándome al escritorio y miré de reojo los papeles en él. No había cosas de mucha importancia, solo correspondencia.
Me tomé la tarea de inspeccionar minuciosamente todos los cajones, pero tampoco había nada útil.
—Eu, vení a ver esto —Iván me llamó.
Corrí hasta su lugar, en la otra esquina de la oficina, donde había unos archivadores. Las carpetas estaban organizadas por áreas y fechas.
Dentro del sinfín de documentos vi uno que me llamó la atención.
Era un acuerdo entre una entidad desconocida que le había transferido mucho dinero a la empresa en los últimos dos meses. Hablamos de una suma de más de veinte millones de dólares.
Iván y yo seguimos registrando la oficina, encontrando más acuerdos que confirmaban al mil por ciento que no solo Carlos, sino que la mayoría de los accionistas fallecidos estaban involucrados en el lavado de activos.
—Mirá esto —Iván dijo, señalando una caja fuerte oculta tras un panel en la pared.
Intentó con varias contraseñas hasta que finalmente logró abrirla.
—¿Cómo lo hiciste? —pregunté sorprendida.
—Es la fecha de mi cumpleaños... —dijo algo confundido.
Revisé el contenido de la caja fuerte mientras que Iván se fue a vigilar la entrada.
Dentro de ella habían muchas cosas, me quedé congelada al ver la primera.
Un arma.
La tomé con cuidado y la dejé a un lado para ver el resto de las cosas. Debajo de ella había una carpeta negra.
La ubiqué en el escritorio. Lo primero que había en ella era una foto de Carlos y su esposa, junto con dos bebés.
Uno de ellos sin duda era Iván. Y el otro... era muy parecido.
Lo siguiente eran los papeles del matrimonio de Carlos y Milena. Detrás de esos papeles habían otros. El primero era un testamento y el segundo era un acta de nacimiento.
—Kiara, rápido. No podemos llevarnos nada. Si se dan cuenta de que faltan, sabrán que estuvimos aquí —dijo rápidamente.
Asentí y utilicé mi teléfono para tomar una foto de todos los documentos, espero que esto nos sea útil.
Dejé todo en su lugar y también tomé una foto del arma. Tomé una foto de cada evidencia como fuera posible.
—Vamonos —cerré la caja fuerte, salimos de la oficina y regresamos al lugar en donde se desarrollaba la conferencia.
Cuando llegamos nos dimos cuenta que la presentación ya había terminado y la gente se dispersaba, charlando animadamente.
Entre la multitud logramos encontrar a nuestros amigos.
—¡Ahí están! —Martina corrió hacia nosotros—. Los buscamos por todas partes.
—¿Qué estaban haciendo? —Rodrigo nos miró acusador.
—Nada —Iván rodó los ojos.
—Nada —Kamila lo imitó haciendo comillas—. Sí, cómo no.
—Cerrá el orto —ordenó, luego me tomó de la mano.
Estaba a punto de hablar cuando una alarma ensordecedora comenzó a sonar, todos nos miramos con la misma expresión.
—¿Qué pasa? —pregunté asustada.
—Es la alarma de emergencias, hay que evacuar —dijo Martina—. Busca a tus padres, diles que deben salir de acá.
Me solté del agarre de Iván y salí corriendo buscándolos por todas partes.
—¡Kiara! —mi madre me abrazó cuando me vió—. No sabes el susto que nos diste.
—Tenemos que irnos de acá —busqué a mi padre con la mirada, encontrándole a unos metros de nosotras.
—Hija, ¿estás bien? —asentí varias veces—. Un hombre armado ingresó al edificio, no sabemos cómo lo hizo. Lo están buscando ahora mismo.
Los nervios y el miedo se apoderaron de mí.
—Papá —lo miré suplicante—. Vamonos.
Un guardia de seguridad se acercó a nosotros, indicándonos el camino que debíamos tomar para salir de forma segura.
Pero entonces, el ruido de vidrio rompiéndose debido a un disparo provocó que todos cayeran al suelo asustados. Segundos después, tres disparos más se escucharon. El pánico se apoderó de la multitud, y todos comenzaron a gritar y buscar refugio.
—¡Kiara! —levanté la cabeza al escuchar el grito de Mamá.
Justo enfrente de mí estaba él. Apuntándome con un arma. Esperando para jalar el gatillo.
Tenía al asesino frente a mí.
No me podía mover, el miedo me impedía hacerlo.
Lo único que podía observar de su rostro eran sus ojos oscuros, me miraba de una forma que no lograba comprender, y eso me asustó aún más.
El murmullo de las personas cada vez era menos, podía sentir la mirada de todos los presentes sobre la escena, miré a mi alrededor. Dos hombres más, que también poseían máscaras estaban apuntando a las personas. Nadie podía moverse, ni hacer un solo ruido.
Regresé mi vista al frente, temiendo por lo que podía llegar a suceder en los siguientes segundos.
Y entonces, lo hizo.
Disparó.
chan chan chan
qué dicen?
será este el fin del
hombre araña?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro